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sábado, 26 de enero de 2019

ELVIRITA GUILLÉN. LA SANTA LAICA


Elvirita Guillén. La Santa Laica.

     Cuenta la historia que Elvirita Guillén tenía 14 años el día de su muerte, sus padres habían muerto a temprana edad por lo cual fue entregada al Hogar de Huérfanos de Limache y de este centro la sacaron don Ángel García Agra y su esposa doña Pilar García, el día 25 de enero de 1937.


     Cuentan que la niña era hermosa (eso nunca lo sabremos porque no se conserva imagen alguna), su cabellera era negra, sus ojos castaños y su nariz aguileña. A la vez tenía un muy buen carácter. Fue trasladada por sus benefactores a la ciudad de Antofagasta, pasando a vivir en el nuevo hogar, ubicado en la calle General Velásquez esquina Matías Rojas. Una hermosa y antigua casona que ya no existe.

     A los dos meses de desempeñarse en casa del Sr. Ángel García, Miguel Díaz Díaz, hombre de cuarenta años, que realizaba labores de jardinero en la residencia, la convidó por tercera vez a su casa a jugar una partida de naipes y, con el consentimiento de su patrón, la niña aceptó y llevó a Álvaro, el niño menor de la familia. En las dos ocasiones anteriores la trataron con amabilidad, tanto la mujer de Díaz, Margarita Vega Anacona, el cabo 1º del Regimiento Esmeralda, Francisco Cañas González y María Vega Díaz, con quien hacía vida marital.

     Cuentan las crónicas de la época que los cuatro estaban en casa cuando ella y el pequeño llegaron de visita. Díaz le ofreció una copa, que le dijo ser de vermut y después de mucha insistencia ella la bebió y casi inmediatamente todo empezó a dar vueltas en su cabeza. Fue entonces cuando el cabo Cañas la tomó a viva fuerza, y con la complicidad de su conviviente y del matrimonio dueño de casa, abusó de Elvira a pesar de que dentro de su estado semi inconsciente producido por el narcótico, ella realizó toda clase de esfuerzos por evitarlo.

     Elvirita regresó a la casa pasadas las siete de la tarde. Sufría los efectos del narcótico y su excitación nerviosa era muy fuerte. La acompañaba el pequeño Álvaro, de sólo dos años, y entre llantos entrecortados narró su desgracia.

     Una hora después los agentes de Investigaciones, que recibieron la denuncia del señor García Agra, fueron en busca de los individuos y sus mujeres. Mientras tanto la niña era trasladada al hospital, donde el doctor don Raúl Ibaceta le prestó las primeras atenciones, después de lo cual regresó a casa.

     Cerca de las diez de la noche fueron detenidos Cañas y Díaz y las mujeres María y Margarita Vega. Todos quedaron incomunicados en Investigaciones. Los inculpados negaron terminantemente los cargos que les formulaban. Los agentes reiniciaron al día siguiente diligencias tendientes a esclarecer el asunto, practicaron la reconstitución de la escena en casa de Díaz y luego un careo que se prolongó por carias horas y en el que Elvira mantuvo todas sus declaraciones, los acusados clamaban inocencia. La víctima les gritaba, casi fuera de sí ¡ustedes son unos criminales!, mientras los dos hombres y sus mujeres demostraban total indiferencia.

     Terminada la reconstitución del crimen, la familia García se retiró a su hogar con la desafortunada niña. Cerca de las tres de la tarde, fue cuando sintieron un disparo; por momentos se miraron intranquilos. Instantes después se escuchó un segundo impacto. "Es Elvira", dijo la señora García. Y era ella, estaba tendida en su cama boca abajo, con una pistola en su mano derecha a la altura del pecho y, a un lado, un trozo de papel, una hoja de cuaderno, en la que había escrito esta frase trunca: "Hago esto ya que todo el mundo..."  resolvió poner fin a sus días.

     Trasladada a la morgue se le certificaron demostraciones de violencia y se comprobó la acusación de violación. En su pecho y manchados con sangre emanada de sus heridas, se encontraron tres retratos, uno de don Ángel García Agra, otro de su esposa, señora Pilar de García y un tercero de un marinero de Valparaíso. Este último tenía al reverso una dedicatoria: "Amor mío: aunque me creas loca voy a dejar de existir".

     Cuentan que fue su protector quién se hizo cargo de los funerales. Sólo siete personas la acompañaron hasta el Cementerio Nº1, el 17 de marzo de 1937, en el viaje a su última morada. Entre éstos iba su patrón, los agentes de Investigaciones Pedro Rojas, Gustavo Segura y José Aedo y los periodistas Ricardo Sepúlveda, Alfonso Jeria y Raúl Herrera. A su lado caminaba indiferente un sepulturero con una pala y un pico. No hubo nicho, solo tierra. El ataúd quedó totalmente cubierto por la tierra que le lanzaba el panteonero y sobre el túmulo, un ramo de flores depositado por los periodistas de "El Mercurio" de Antofagasta.


     Pues bien. Cuando sólo habían pasado algunos días de su trágica muerte, tres estudiantes, dos del Colegio Alemán y una de la Escuela Nº 6, lanzaron la idea de hacer una colecta pública para adquirir una sepultura perpetua a la menor Elvirita Guillén. Ellos enviaron una carta a "El Mercurio" de Antofagasta, con quince pesos para iniciar la campaña. El diario los ayudó y fue publicando largas listas de donaciones para lograr la sepultura perpetua. Este llamado encontró generosa respuesta. Los estudiantes fueron los más apasionados en esta misión humanitaria y se reunieron $ 3.286.300 en total para los fines deseados.

     "El Mercurio" de Antofagasta nombró una comisión compuesta por obreros y estudiantes para que acordara la inversión que se daría a este dinero. A los nueve meses de su muerte, el 2 de noviembre de 1937, fue comprada la tumba con el dinero recolectado. Para sus devotos, la justicia fue extremadamente compasiva. El cabo Cañas fue condenado a seis meses de cárcel; el jardinero Díaz a tres meses y las mujeres cumplieron condenas entre dos y tres meses.

     Este final del juicio abrió un interrogante. En el proceso se descubrió que el jardinero Díaz era hombre de prontuario, alias el "Quirquincho", que en su casa mantenía una pieza que daba a la calle, que explotaba para citas amorosas. En las noches se dedicaba a negocios ilícitos.

     La creencia popular le atribuyó poderes milagrosos y los antofagastinos, enternecidos por el terrible drama, la transformaron en Santuario. La "Santa Laica", como la llamaron, era capaz de conceder todos los favores solicitados. Un culto mítico se desató en la ciudad. Y aun de otras ciudades de la pampa salitrera y del cobre llegaban los fieles con el solo objetivo de pedirle favores.

     El cariño de los estudiantes, de las sencillas dueñas de casa y de los hombres conmovidos por el fallo de la justicia no se detuvo aquí. Tanta era la fe de sus cultores, que en 1956 comenzó la construcción de un Mausoleo para Elvirita Guillén, ubicado en el Cementerio Nº 2.

     La "Sociedad Elvirita Guillén" se encargó de reunir los fondos, mediante actividades sociales. El culto de la animita de Elvirita Guillén había llegado al extranjero, de donde los cultores requieren sus favores.

     El Mausoleo se convirtió en una verdadera Capilla con su altar, santos, reclinatorios y asientos, de velas en candeleros, flores, estampas religiosas, cartas con petitorios, placas en las paredes, en las que van dejando agradecimientos de los cientos o miles que solicitaron y dijeron que fueron oídos.

Referencias:

Página

"Animita" de Elvirita Guillén
Historia Real. Elvirita Guillén. La niña mártir.
Diarios.
"El Mercurio". En la pistola quedaron las impresiones digitales de Elvira. Antofagasta, Chile, 17-3-1937.
"El Mercurio". Donaciones para la sepultura perpetua de Elvira Guillén. Antofagasta, Chile, domingo 28-3-1937.
"El Mercurio". Donaciones para la sepultura perpetua de Elvira Guillén. Antofagasta, Chile, lunes 29-3-1937.
"El Mercurio". $3.286.300, se reunieron en total para la sepultura perpetua de Elvira Guillén. Antofagasta, Chile, miércoles 31-3-1937.
"El Mercurio". Andrés Sabella, "Las Animitas", Antofagasta, Chile, 15-11-1970.
"El Mercurio". Juan Floreal Recabarren Rojas, "Antofagasta con animitas", Santiago de Chile, 16-4-1978

viernes, 25 de enero de 2019

EL MONSTRUO DE VARILLAS.

El Primer Psicópata de Antofagasta

     Esta historia ocurrió en Antofagasta, en la ex Estación Varillas y sucedió entre los años 30 y 40 de la vieja centuria. Varillas es una vieja estación ya olvidada y desmantelada que distaba a algunos kilómetros al sur de nuestra ciudad, casi en las cercanías de la bifurcación a Paposo y Taltal.  El individuo de la historia, del cual no se mantiene nombre o imagen, se desempeñaba en el lugar como reparador de los cables del telégrafo de la empresa de ferrocarriles, a un costado de la estación de trenes.


     Toda esta historia comenzó con la desaparición de varias personas que viajaban hacia y desde Antofagasta o bien, al interior. La policía investigó estas desapariciones y el lugar, sin encontrar nada sospechoso. Sólo vivía en ese sitio un solitario trabajador de aspecto bonachón y actitud apacible.

     Pero este individuo, se determinó que, invitaba a su casa a las personas que viajaban o esperaban el tren en Varillas, les ofrecía comida y alojamiento. Sin embargo, estas invitaciones tenían un claro propósito, el asesinar a sus huéspedes, robarle sus pertenencias y enterrarlo a pocos metros de su casa, en plena pampa. Fueron decenas los muertos. 

     El denominado "Monstruo de Varillas" terminó sus días frente a un pelotón de fusilamiento, cuando en nuestra ciudad, la cárcel, era realmente un Penal, donde se purgaban las penas.

Para saber más.

El Monstruo de Varillas
https://www.youtube.com/watch?v=s6PB4gzWL8w

jueves, 24 de enero de 2019

LAS SANDÍAS Y ACEITUNAS DE ANTOFAGASTA-CHILE.



     Las aceitunas del Olivar y las sandías de la Chimba


La Chimba 1950

     Cuenta la historia (aquella que -por lo general - no figura en los libros) que por la década de los 50 (centuria del 1900) muchos pampinos migraron a nuestra ciudad y se establecieron en un sector conocido como “El Olivar”. Aquella población fue llamada “Pablo Krüger”, en memoria del constructor de las oficinas salitreras “María Elena” y “Pedro de Valdivia” y las calles llevan por nombre a muchas ex antiguas salitreras. Chacabuco, Los Dones, Francisco Puelma, Luissis, Domeyko, Araucana, Aurelia, Savona, entre otras. Pero el tema es, porqué este sector se conocía como “El Olivar” y es aquí cuando entra en este escrito el Sr. Jaime N. Alvarado García quién explica:

-    "En toda la extensión del predio donde se construyó la población “Pablo F. Krüger”, hubo un empecinado agricultor que plantó – a mediados de los años 40 - más de 400 olivos, distribuidos en prolijas hileras, regados mediante una red de cañerías y mangueras. No se conocía el riego por goteo. Pero, aun así, los olivos daban buenas aceitunas"

     La crisis del agua que afectó a nuestra ciudad en los años 50 sentenció la existencia de aquel olivar que porfiaba por subsistir en un suelo tan árido y agresivo como el nuestro. Don Jaime agrega en su escrito:

-   "Recuerdo haberlo recorrido cuando - plenos de entusiasmo - íbamos a presenciar la llegada de los autos de carrera. Eran los tiempos de Papín Jaras, Bartolomé Ortiz, Lorenzo Varoli, Sergio Neder y Nemesio Ravera.  Cuando el piloto argentino Salvador Ataguille llegó a la meta en solo tres ruedas"

   Del olivar ya no quedaba siquiera el cierre perimetral y los árboles comenzaban a secarse.

     Don Jaime, sin saberlo, nos brindó una añorada respuesta ante la extraña presencia de sandías y melones en el sector de La Chimba.

-        Años más tarde, Enrique Frölich, también de descendencia germana, haría brotar los arenales de “La Chimba”, cosechando melones, sandías y un “cuantuay” de frutas, verduras y hortalizas impensadas para los “quinteros” antofagastinos.



"Vino la construcción de la población Pablo K. Krüger y con la mano de la diosa fortuna, la buena voluntad de algunos albañiles y la coincidencia en los planos, muchos olivos sobrevivieron… Y aún dan frutos. Otros olivos fueron talados y convertidos en leña por los propios moradores. Quizás si -como pampinos - no concebían otro árbol que no fuera el pimiento"

En los postreros recuerdos de Don Jaime N. Alvarado García.

- Por esas cosas del destino, hace unos días visité a un colega que vive en uno de esos pasajes de la población “Pablo F. Krüger”. Y compartimos algunos condumios, incluyendo aceitunas… Frutos del generoso olivo que sobrevive desde esos años y que aún se permitió ofrendarnos un puñado de sus sabrosas aceitunas. En el momento de la despedida, por encima de los techos de casas aledañas, pude apreciar el enramado de otros olivos que se niegan a desaparecer: son los últimos testimonios de una bella historia de empeños.

miércoles, 23 de enero de 2019

EL AYER DE LOS CINES ANTOFAGASTINOS



Aunque nos genere pesar, el pasado es pasado

Teatro Victoria, posteriormente teatro Imperio


     “Tienes que morir Snake” la voz resuena amenazante en aquel espacio y de inmediato apartamos la cara o buscamos escondernos por el temor. Los contendores sacan sus armas al unísono, resuenan los disparos y uno de ellos cae aparatosamente al suelo, no hay sangre (extraño, nunca hubo sangre), ninguno de los pistoleros se ensucia o se despeina, incluso galopando. Las damiselas (débiles y gráciles) siempre son salvadas por apuestos héroes. Los malos de la película casi siempre son los indios y en nuestros juegos, todos querían ser soldados. Aún recuerdo que los malos eran malos y los buenos, eran buenos. En los momentos de drama los adultos lloraban, era cosa de ver las caras más cercanas, como cambiaban sus facciones de acuerdo transcurrían las escenas.



    Es evidente que este escrito va dirigido a los que ya contamos con cierta edad (hemos pasado cierto lustro) y recordamos con nostalgia las jornadas domingueras, esas en donde la promesa de los mayores era llevarnos al cine, al palacio de los sueños. Mi padre me contaba que, en su tiempo, el peor castigo recibido por las travesuras semanales, por no rendir en la escuela o simplemente por no cumplir con los deberes encomendados era el perderse la matinée del sábado, mañana en donde se proyectaban exclusivamente seriales, casi siempre western o películas de Tarzán (mis favoritas). Aún asoman en mi memoria aquellas estrechas butacas, los penetrantes aromas y olores de aquellos espacios cerrados, el típico coro “Cojo mañoso” cuando se cortaba la película o aquellos vistosos carteles que nos deleitaban y nos hacían viajar con nuestra imaginación. En la actualidad solo nos queda la nostalgia de aquellos tiempos y muy pocas imágenes de las tantas salas de cine que poseía nuestra ciudad. El Alhambra, Pabellón, Astor, Imperio, Latorre, Rex y Gran Vía, Colón, siendo el cine Nacional el último en cerrar sus puertas el 28 de enero del año 2003.

Cine Nacional (Teatro Nacional de Antofagasta)

     El Cine Imperio, ubicado en calle Sucre entre Condell y Latorre, Cine Rex de calle Copiapó, Gran Vía en Avenida Angamos, Cine Latorre, localizado en calle Latorre, Cine Nacional de calle Sucre entre Matta y Ossa, Cine Colón, ubicado en calle San Martín, entre Bolívar y Sucre, entre otros. Estos edificios fueron los grandes palacios de reunión, con alfombra pulcramente mantenida, en donde la gente accedía con traje de gala y la claque (considerada la gallada) iba (obligatoriamente) a la galería. En la entrada (hermosamente adornadas con fotografías y afiches) siempre nos recibían los llamados taquilleros, muy pulcramente vestidos y nos acompañaban los clásicos acomodadores (si había dinero de por medio) nos ubicaban en los mejores sitios. En los cortes (cambio de cinta) resonaban los chiflidos y gritería como protesta y especialmente cuando se cortaba la película en la mejor escena.



¿Qué nos quedó de aquél ayer?

     Solo recuerdos. El recordar alguno que otro arranque de juventud, de pololéos furtivos en la platea, de las travesuras de la niñez o por qué no decirlo, de aquellos amores que despiertan las protagonistas, los amores platónicos. El cine nos permitió conocer el mundo en una enorme pantalla, sin palabras o diálogos (en un inicio) en blanco y negro (al poco andar) hasta llegar al color. Conocimos otros pueblos, costumbres y tradiciones con los cortos de “Noticias al Instante”, el cine nos permitió soñar y hacer realidad estos sueños (los actuales avances), también tuve la maravillosa posibilidad de que mis hijos conociesen esta parte de la historia del cine, la del enorme telón de fondo, viendo sobrecogidos una película de Disney cuando aún eran muy pequeños. Pocahontas era la película, una película que siempre recuerdan y recordarán con emoción ya que, para ellos, para mí y para la gran mayoría que vivimos esta parte del ayer, el cine seguirá siendo una experiencia única.

Cinema Paradiso

Esta película es el mejor homenaje que el cine se ha hecho a sí mismo
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