PRÓXIMAS RUTAS

lunes, 20 de febrero de 2017

LA BROMA DE LOS CHANGOS


     Cada vez vamos enraizando más la idea que los primeros habitantes de la costa norte de Chile eran muy inteligentes. Encontraban las soluciones necesarias para vencer las dificultades que ponía por delante la naturaleza.

     Nos relata Don Isaac Arce Ramírez de manera muy breve en su extenso libro Narraciones Histórica de Antofagasta.



     “Hasta los Changos de la costa, que hablaban su dialecto de una simplicidad tan primitiva, se internaron en las serranías de Huacate, en el actual departamento del Loa, para extraer de la alcaparrosa (sulfatos de cobre, cinc o hierro), la pintura roja que resulta, después de la calcinación, especie de betún con que embadurnaban sus balsas de cuero para protegerlas de la “broma”, gusano que destruye las embarcaciones que ellos utilizaban en su original y rutinaria industria de la pesca”

Imagen presente en el Museo Regional de Antofagasta

Reproducción Presente en el Museo Regional de Antofagasta

Ahora bien. ¿Qué es la broma?

     La broma (Teredo) Son un conjunto de numerosas especies de moluscos bivalvos de la familia Teredinidae; son xilófagos (que comen madera) y marinos, de cuerpo blando, vermiforme, blanquecino y translúcido, que alcanzan como máximo unos 20 centímetros.

Va con sello del autor

Generalidades

     El Teredo es el más representativo y su especie típica la Teredo navalis, perteneciente a la familia Teredinidae. Son moluscos que atacan las maderas sumergidas. La broma tiene la concha reducida y transformada en útil perforador, denominada normalmente "cabeza". Su cuerpo está provisto por un extremo de una parte bífida, un sifón doble que permite la circulación y la filtración del agua de mar. Taladra la madera sumergida, consiguiendo digerir la celulosa gracias a un órgano especializado llamado la glándula de Deshayes, que alberga bacterias adecuadas a la tarea.

Teredo navalis / invasions.si.edu /nemesis/ calnemo /Species Summary

     El cuerpo del teredo es elongado y vermiforme, formando un tubo calcáreo que se abre al exterior a través de un pequeño orificio en la madera, difícil de identificar, el cual es usado para la entrada inicial del animal en la madera. Durante la vida del animal, el orificio permanece abierto, permitiendo la salida de agua, excrementos y de los elementos reproductores a través de dos sifones, y también es usado como entrada de plancton para la alimentación. Esta abertura puede ser cerrada por dos paletas calcáreas, localizadas lateralmente a los sifones y accionadas por fuertes músculos, impidiendo la entrada de partículas o de animales indeseables. Por medio de contracciones del músculo aductor, la broma hace que los dentículos de la región anterior de la concha raspen la madera, retirando partículas que sirven de alimento, siendo su "gusto" por la madera variable de acuerdo con el género al que pertenezca.

Ecología

     Este bivalvo descrito y bautizado por Carl von Linné en 1758 produce una larva que presenta rápidamente una forma inhabitual entre los bivalvos, ya que se alarga y desarrolla hasta alcanzar los 20 cm. La larva es libre y planctónica. El adulto coloniza las maderas sumergidas: cascos de naves, buques, pilotes, postes, árboles, troncos... creando una galería de 30 cm donde pasará el resto de su vida. Este molusco de apariencia frágil está dotado de una resistente cabeza perforadora capaz de perforar las duras maderas tropicales, inaprovechables hasta el siglo XX para la industria humana por su dureza.
     Se alimenta de la madera que desmenuza, pero se nutre principalmente, como la mayoría de los bivalvos, filtrando el agua que circula en su organismo por medio del sifón situado en el extremo posterior de su cuerpo.


                                                                        Teredo navalis

     Las paredes de la galería que excava están solidificadas por una fina secreción blanca calcárea, que forma un tubo de 20 a 30 cm, lo cual le permite vivir largo tiempo en maderas frágiles, esponjosas, blandas o muy descompuestas. Vive probablemente en simbiosis con bacterias que le ayudan a atacar y digerir la madera. Distintas especies de bromas y teredos pueden vivir en un mismo tronco flotante o sumergido, asistidas de numerosas especies de crustáceos isópodos, los cuales se sitúan sobre todo en el exterior del tronco.

Hábitat

     Las bromas viven en maderas sumergidas o flotantes, en aguas saladas o salobres y en todos los estuarios. Pero no pueden, por ejemplo, sobrevivir en las zonas menos saladas del mar Báltico.
     No son capaces de sobrevivir en algunas maderas tropicales que les resultan tóxicas, y en otras maderas demasiado duras para atacarlas y construir sus galerías. Maderas duras, como por ejemplo el roble, son colonizadas más lentamente que otras como el pino, que puede ser degradado en pocos meses. Necesitan un aporte suficiente de oxígeno, por lo cual no se encuentra en los sedimentos marinos.


     La broma tiene una forma esbelta que recuerda a la de los gusanos, pero posee las características estructuras de los bivalvos. Las valvas de la concha son pequeñas y separadas, y se sitúan en el extremo anterior del "gusano", lo que facilita su uso para excavar la galería. La broma causa graves daños en los cascos de madera de los barcos y en las estacas u otras estructuras de madera de instalaciones marinas. Por ello ha sido muy estudiada en busca de métodos que permitan prevenir sus ataques.
     Los teredos se encuentran en todos los mares, pero son más frecuentes en aguas templadas y de baja salinidad, por lo cual su impacto para la navegación europea fue mayor en la era de los descubrimientos y la navegación tropical. La broma era una amenaza real. Existen varios relatos de navíos totalmente perdidos debido al debilitamiento del casco por la acción de la broma. En lugares con escaso aporte de oxígeno, como los sedimentos marinos o en zonas de gran aporte de agua dulce, la madera se halla a salvo de su ataque.
     Para limitar los daños de los teredos se forraban los cascos de los buques con chapas especiales, de maderas más densas o más gruesas. El daño era de tal orden que se realizaron experiencias con otros materiales de mayor coste. Al final se elegiría el cobre, protegiendo el casco con chapas de este metal. Tras el descubrimiento de las pinturas anti-vegetativas en el siglo XX fue sustituido por estas.

Las especies sobre las que se han reportado daños son:
•         Teredo navalis. Presente en el norte de nuestro país.
•         Teredo bartchi,
•         Nototeredo norvagica,
•         Psiloteredo megotora,
•         Lyrodus pedicellatus
•         Bankia carinata


Al menos tres especies de crustáceos isópodos roen las maderas sumergidas, además de las bromas.

domingo, 19 de febrero de 2017

CEMENTERIO DEL HUASCAR EN MEJILLONES. LOS 6 DÍAS DE GRAU.

Descubriendo el Cementerio de Grau en Mejillones

 (Extractado de Revista "Induport" Nº 9)




Sr. Wilfredo Santoro Cerda. Historiador de Mejillones.

      Uno de los eternos misterios de Mejillones ha sido el cementerio de Grau. Su rastro se fue borrando con el paso del tiempo y finalmente... se convirtió en mito y se dudó de su existencia.

      El hecho concreto es que el Almirante Miguel Grau efectivamente fue sepultado en Mejillones. Esto ocurrió el 9 de octubre de 1879 en un funeral encabezado por el ministro de Guerra chileno Rafael Sotomayor; el jefe del Ejército, Erasmo Escala y el jefe naval, comodoro Galvarino Riveros.

Ministro de Guerra Rafael Sotomayor; Jefe del Ejército, Erasmo Escala y Jefe Naval, Comodoro Galvarino Riveros.

El comodoro Riveros dijo en su discurso “la muerte del almirante peruano Miguel Grau ha sido muy sentida en esta escuadra, cuyos jefes y oficiales hacen amplia justicia al patriotismo y valor del que fuera notable marino”. A su vez el ministro Sotomayor manifestó “Vengo de recibir un telegrama del gobierno de Chile, suscrito por todos los ministros del gabinete, en el que me piden guarde celosamente los restos del gran marino... para devolverlo a su patria, cuando llegue el momento en que su pueblo lo reclame...”.

Miguel Grau Seminario

Grau fue sepultado junto a otros tres altos oficiales: capitán de corbeta Elías Aguirre y los tenientes primero Diego Ferré y José Melitón Rodríguez, quienes le sucedieron en el mando. Fueron sepultados otros 28 militares (ver recuadro), no necesariamente marinos y no necesariamente peruanos. También iban soldados y el Huáscar disponía de artilleros ingleses.

Capitán de Corbeta Elías Aguirre. Teniente Diego Ferré y Teniente José Melitón Rodríguez.

     De acuerdo a la información oficial, el Huáscar navegaba con una dotación compuesta por 200 hombres. De éstos, 165 fueron hechos prisioneros. Los restantes 35 se dieron por muertos, de los cuales 32 cuerpos fueron hallados a bordo del Huáscar y sepultados en Mejillones. Tres habrían caído al mar pereciendo sin ser hallados.

     Mención aparte merece el teniente segundo Enrique Palacios, quien tras quedar malherido fue canjeado por el héroe de la Esmeralda Luis Uribe y enviado a Perú en el vapor Coquimbo, falleciendo a la altura de Iquique, todavía peruano. Palacios ya había participado en la batalla naval de Punta Gruesa, a bordo de la Independencia y en Angamos el mito señala que habría recibido sus heridas al amarrarse a la driza, para evitar que su pabellón fuese arriado.

Enrique Palacios de Mendiburu

GRAU SOLO ESTUVO SEIS DÍAS

             Del Almirante Grau sólo se encontró un trozo de su pierna derecha, desde la mitad de la pantorrilla al pie, calzado con un botín de cuero.  También se halló parte de su mandíbula incrustada en la pared del camarote. Estos restos fueron guardados en una cajita identificada con una cruz de madera con letras negras y que llevaba la inscripción “MIGUEL GRAU, Huáscar 8 de octubre 1879, En paz descanse”.

            Tal cajita fue removida desde el cementerio local el 14 de octubre y enviada a Valparaíso a bordo del “Blanco Encalada”. Allí fue recibida por el capitán de la corbeta “Chacabuco” Oscar Viel, compadre y concuñado de Grau, quien tras solicitar al gobierno los restos de Grau los depositó un 26 de octubre de 1879 en el mausoleo que su familia mantenía en Santiago. Viel era padrino de un hijo de Grau y estaba casado con doña María Luisa Cabero, hermana de la esposa de Grau.

EL RETORNO ¿CUANTOS?

            El 2 de julio de 1890 hace escala en Mejillones la cañonera peruana “Lima” junto a al crucero chileno “Esmeralda”. Vienen en una misión oficial que partió en Valparaíso y que consiste en repatriar los restos mortales de todos los peruanos que cayeron en la guerra. Ya a bordo viajan los restos de Grau, sumándose en Mejillones los extintos oficiales Aguirre, Ferré y Rodríguez. Todos los antecedentes recogidos consignan que en Mejillones sólo fueron recogidos estos tres oficiales, cuyos cuerpos reposan debidamente identificados en la “Cripta de los héroes”, Lima, Perú. De haber sido retirados –como lo indican los montículos funerarios abiertos- los restantes 28 cuerpos debieran estar en un osario ubicado en el Segundo Nivel de dicha cripta.
            Wilfredo Santoro Cerda -historiador que realizó el hallazgo- junto al investigador Florentino Novoa, están solicitando que tal cementerio sea denominado “Zona Patrimonial” y reciba la debida protección. Mientras tanto se ha mantenido en reserva el lugar exacto, para su preservación.




 TRAS OTROS HÉROES

     La cañonera “Lima” partió de Valparaíso el 28 de junio, a las 4.30 de la tarde. Durante su retorno al Perú fue recogiendo a otros caídos en combate. Pasa por Antofagasta y recoge a soldados no identificados; Mejillones, dónde acoge los restos de Elías Aguirre, José Melitón Rodríguez y Diego Ferré.  En Iquique, los restos de los comandantes Espinar y Sepúlveda; mayores Perla y Figueroa, capitanes Fernández, Rivera y Olivencia; tenientes Velarde, Cáceres y Marquezado; corneta Mamani; sargento Carrillo, soldado Condori y dos oficiales no identificados. En Arica recibe parte del cuerpo del Coronel Alfonso Ugarte, del Subteniente Andrés Ugarte, del Teniente Andrés Medina, del Cabo Alfredo Maldonado, de maquinista Aníbal Alayza.

Cañonera Lima

Crucero Esmeralda

LA REPATRIACIÓN DE LOS RESTOS
 
1.- Cáceres dispone la repatriación de los restos 
Tuvieron que pasar once largos años, cuando ya las pasiones se habían calmado un tanto, para que fuera posible la repatriación de los pocos restos que quedaron del contralmirante don Miguel Grau, Como se recordará esos restos sólo eran una pierna y un trozo de mandíbula. Durante todo ese tiempo, los restos habían estado, bajo el respeto que se le guardaron en el mausoleo del general Benjamín Viel uno de cuyos hijos, marino como Grau, fue concuñado del héroe.
En 1890, era Presidente del Perú, el general Andrés Avelino Cáceres, el empecinado patriota, Héroe de la Breña y era diputado por Piura don Pablo Seminario, pariente cercano de Grau, que ya en 1879, cuando era senador, solicitó el ascenso de Grau.
     Pablo Seminario, el 7 de octubre de 1889, presentó un proyecto de ley, pidiendo la repatriación de los pocos restos que existían de Miguel Grau en Chile. En el proyecto se planteaba la construcción de un gran mausoleo en el Cementerio General y que, para atender todos los gastos, se considerase una partida de 30,000 soles con cargo al superávit del Presupuesto General de la República. El diario “El Comercio” se ocupó al día siguiente del pedido, recordando que en ese día se consumó el heroísmo de Grau De inmediato los demás diputados piuranos Nicanor Rodríguez, Genaro Helguero, Félix Manzanares, Augusto Vegas y José Lama, lo respaldaron y sólo demoró unos cuantos días la tramitación, pasando al Senado. Eran senadores, el almirante Montero, amigo querido de Grau, el coronel Fernando Seminario Echandía y el Dr. Francisco Eguiguren, todos los cuales lograron que saliera convertido en ley.

El Presidente Cáceres puso gran empeño en recuperar para su Patria, todos los restos de los que por ella dieron su vida, en la Guerra del 79.

José Avelino Cáceres

     Para conseguir tal fin, expidió el 3 de junio de 1890 un Decreto Supremo, por el cual se disponía el traslado a Lima o la repatriación de los restos de quienes sucumbieron en Angamos, Tarapacá, Alto de la Alianza, Arica y Huamachuco, para ser depositados en la tumba especial que se había levantado. En el mismo Decreto Supremo se disponía el nombramiento de una Comisión que viajaría a Chile en la cañonera “Lima” la que estaría presidida por el capitán de navío Melitón Carvajal, sobreviviente del «Huáscar», e integrada por el capitán de fragata Pedro Gárezon, que fuera el último comandante del glorioso monitor y el coronel Manuel C. de la Torre combatiente del Morro de Arica. La cañonera salió el 15 de junio del Callao.

     La ocasión era propicia, porque se encontraba en Santiago como representante del Perú y Ministro Plenipotenciario, don Carlos Elías que fuera dilecto amigo y compadre de Grau. El 29 de mayo el Canciller del Perú, hizo conocer a Elías los fervientes deseos del general Cáceres de conseguir la repatriación de los restos de nuestros héroes. Demás está decir que nuestro representante en Chile desarrolló una pronta e intensa labor hasta lograr el 9 de junio una entrevista con el Canciller Chileno don Juan Mackenna, el cual se mostró muy asequible y predispuesto, lo que fue comunicado por Elías a la Cancillería peruana en Lima

     Las conversaciones sostenidas se formalizaron con dos notas.

La primera del Ministro Elías al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, que decía:

Legación del Perú en Chile. - Santiago, 10 de junio de 1890
Excelentísimo Señor
Ministro de Relaciones Exteriores de Chile
Don Juan E Mackenna
Señor:
 Confirmando lo que tuve la honra de expresar a V.E verbalmente, cúmpleme manifestarle, que, deseando el Gobierno del Perú, que los restos del Señor Contralmirante don Miguel Grau, del Comandante Espinar y de otros peruanos muertos en Arica, reposen en el Cementerio de Lima, se propone enviar al crucero “Lima” para conducir tan preciosas cenizas al Callao.
Confía mi gobierno, que el de V-E. no tendrá inconveniente para dar a esta Legación, con tal objeto, todas las facilidades necesarias y que se dignará ordenar a las autoridades de Arica, que conserven en la Iglesia Matriz de este puerto, la urna que contiene las cenizas de los combatientes peruanos que allí perecieron.
Aprovecho esta oportunidad, para renovar a V.E. las seguridades de mi alta consideración.
                                                                                                                                               CARLOS M. ELIAS.


Siete días más tarde el Señor Mackenna contestaba en la siguiente forma

Santiago 17 de junio de 1890
Señor
Carlos Elías
Ministro Plenipotenciario del Perú.
Señor,
            He tenido la honra de recibir la atenta nota de U.S. de fecha 10 del presente en la que manifiesta que el Gobierno del Perú ha resuelto repatriar los restos del Contralmirante Grau, del Comandante Espinar y de otros peruanos muertos en Arica, enviando al efecto el crucero “Lima” para que los conduzca al puerto del Callao; y me expresa que no dudará que el Gobierno de Chile, prestará a U.S. todas las facilidades necesarias a ese objeto.
En contestación, me es muy grato significar a U.S. que me he dirigido ya por teléfono a las autoridades de Tacna y Tarapacá a fin de que contribuyan, en cuanto les sea posible a hacer más expedita la tarea de los comisionados peruanos, y al mismo tiempo, anticipo a U.S. que mi Gobierno, hará un deber de allanar todas las dificultades que hubieren de presentarse para el fiel cumplimiento de ese patriótico encargo.
Renuevo a U.S. las seguridades de mi alta consideración
                                  
                                               JUAN MACKENNA

2.- Los chilenos rinden honores a Grau

            Mostrándose muy diligentes, las autoridades chilenas enviaron a los Comandantes Generales de Tarapacá y Tacna, las órdenes siguientes:

S.E. El Presidente de la República ha resuelto que se tributen a los restos mortales de los Jefes y Oficiales del ejército y Armada del Perú, inhumados en los cementerios de Iquique y Arica que serán repatriados en la cañonera “Lima”, los honores prescritos en la Ordenanza General del Ejército a los empleos militares que desempeñaban en la fecha de su muerte. Lo que comunico a U.S. a fin de que se sirva dictar las medidas consiguientes”

     Por entonces era Presidente de Chile don José Balmaceda, el que mostró un gran interés en que no sólo se prestasen todas las facilidades posibles para la repatriación de nuestros héroes, sino dispuso se les tributasen honores militares.

El Ministro de Guerra y Marina envió la siguiente orden al Comandante General de Valparaíso:

     El Gobierno del Perú ha resuelto trasladar a Lima los restos de algunos Jefes y Oficiales del Ejército y de la Armada de esa nación inhumados en territorio chileno. Impuesto S.E. el Presidente de la República de esta medida, ha ordenado que se tributen a los restos mortales del Contralmirante don Miguel Grau que se encuentran sepultados en el Cementerio General de la División y a los restos de los jefes y Oficiales que sean repatriados, los señalados en los títulos LXXXII de la Ordenanza General del Ejército al empleo que desempeñaba cada uno de ellos en la fecha del fallecimiento. Lo que comunico a U.S. para su conocimiento, rogándole que, al dar cumplimiento a lo prescrito en este oficio, proceda de acuerdo con la Comandancia General de Marina, a la cual ha dirigido el Ministerio del Ramo, las instrucciones sobre la materia.

 El Ministro de Guerra y Marina, general José Velásquez que fuera combatiente de artillería en la guerra del 79, envió al Comandante General de Santiago, la siguiente orden:

     S.E. el Presidente de la República ha resuelto que se tribute a los restos mortales del Contralmirante don Miguel Grau, que se encuentran sepultados en el Cementerio General de esta ciudad y que serán repatriados próximamente, los honores correspondientes a un General de División. Lo que comunico a US para que se sirva impartir las órdenes correspondientes.

     Hago presente, que la cañonera “Lima” de la armada peruana en la cual deben repatriarse los restos del Contralmirante Grau, entrará a Valparaíso el día de hoy según comunicaciones transmitidas al Ministerio e Marina

     El Presidente Cáceres había resuelto dar a todos los actos de la repatriación de los restos de Grau y de sus compañeros, toda la solemnidad que fuera posible y fue por tal motivo que escribió frecuentes cartas al Embajador Elías, que antes había sido miembro en varios de sus ministerios, para que no escatimara esfuerzo para lograr también en Chile tal propósito. Tales comunicaciones dieron motivo a que Elías viajase de Santiago a Valparaíso para ponerse en contacto con las autoridades y ultimar detalles, encontrando siempre el mejor deseo de dar a los restos de Grau, todos los honores, pues todos conocían la forma caballeresca y generosa con que se portó en la guerra.

     El Presidente Balmaceda de Chile y su Gabinete Ministerial, también mostraron mucho interés en dar a los actos el relieve necesario, y con tal fin tomaba información hasta de los detalles más pequeños. Para hacer más patenta eso, dispuso que el crucero “Esmeralda” escoltase con una nutrida comisión a bordo, a la cañonera “Lima” hasta el Callao. Los integrantes de la comisión, eran el Obispo de Serena don Florencio de Fontecilla, el capitán de navío don Constantino Brannen, el Auditor de Marina don Manuel Díaz, el coronel don Ricardo Castro, el Presbítero don Javier Valdés Carrera y el Cirujano don Florencio Middleton.

     El 23 de junio el Canciller chileno Mackenna envió comunicaciones a 13 embajadores y representantes de países extranjeros en los que les expresó lo siguiente.

Señor:
          
            Tengo la honra de poner en conocimiento de US que, habiendo el Gobierno del Perú, resuelto repatriar los restos de los oficiales muertos en la última guerra, que se hallan depositados en territorio chileno, mi Gobierno se considera en el deber de tributarles los honores correspondientes a los cargos que tuvieron en el Ejército de su patria, y para el efecto, aguarda que US con el personal de la Legación se digne concurrir el Cementerio General, el viernes a las 12. a.m.  a fin de dar a la traslación del cadáver del Contralmirante Grau, la solemnidad propia de un acto de esta naturaleza.

     Para el viernes 27 de junio, el Gobierno de Chile preparó con anticipación y esmero, un solemne ceremonial para la entrega de los restos del Contralmirante Miguel Grau. Para el acto, se cursó invitaciones a un buen número de corporaciones y personas notables. Los restos debían ser entregados personalmente por el Canciller chileno Mackenna, y en procesión llevados hasta la estación del ferrocarril, donde se dispuso que el Ministro de Marina pronunciara una alocución.  Un tren especial conduciría la urna funeraria hasta Valparaíso, la que sería embarcada en el muelle Prat en cuya oportunidad el Comandante General de Marina debía de hacer uso de la palabra.

     Los periódicos de Chile dieron gran publicidad a los actos que debían de llevarse a cargo, y fueron rememorados los actos de valor, generosidad y caballerosidad del contralmirante Grau, se recordó como el padre del héroe había muerto en Valparaíso y el parentesco que tenía con la familia Viel, en cuyo mausoleo habían reposado los restos durante once años. También se rememoró y volvió a publicar el texto de la carta de pésame enviada por Grau a la viuda de Prat.  Todo eso creó un ambiente de emotividad muy favorable. Fue así como al medio día convergieron hacia las calles por donde iba pasar la caravana fúnebre miles de personas.
     A las 11,30 del día 27 la Legación del Perú estaba atiborrada de gente. Allí estaban los miembros de la Comisión que había llegado en la cañonera “Lima”, los miembros de la Comisión chilena que acompañarían los restos hasta el Callao en el crucero “Esmeralda”, un edecán del Presidente Balmaceda, varios caballeros amigos del Perú, así como un gran número de expatriados peruanos contrarios al gobierno de Cáceres, pero que en esa oportunidad habían olvidado las discrepancias políticas.

     El embajador Elías, recibió en la puerta del Cementerio a las personalidades y corporaciones que habían asistido. Fueron desfilando los Ministros miembros del ejecutivo, de las Cortes de Justicia, del Congreso, de la Universidad, del Municipio, bomberos, clero, corporaciones obreras, de beneficencia y literarias

     Se extrajeron los restos del mausoleo Viel y se depositaron en una artística urna mandada hacer por el Embajador Elías. Un corneta del ejército chileno hizo el toque de silencio. Luego se suscribió un Acta de entrega, en los términos siguientes:

Cementerio General de Santiago. -

Certifico, que bajo el Nª 633 del libro de exhumaciones de este Cementerio General, se halla la siguiente partida: Con arreglo al Supremo Decreto del 23 de los corrientes, la exhumación de los restos  del Señor Contralmirante de la Armada Peruana, don Miguel Grau, sepultado el 26 de octubre de 1879, en el mausoleo del General don Benjamín Viel y entregada a la Comisión nombrada por el Gobierno del Perú.-  Santiago, junio 27 de 1890,- Firmado Carlos M. Elías; M. Mendiburu, Secretario de la Legación; M. Melitón Carvajal.- Manuel C. de la Torre, Pedro Gárezon.- Vº Bº Abraham Gonzáles.- Está conforme. Gaspar del Río,
                                               Administrador del Cementerio.

A continuación, el Canciller Mackenna pronunció el siguiente discurso:

Señores:
            Hace once años, el Almirante Grau sucumbía en el puesto del deber, y con profundo respeto y calurosa simpatía, entregamos hoy sus restos venerados al Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Perú, para que se les dé un descanso perpetuo en el seno de su patria.
El Almirante Grau, ha pasado ya a la Historia, y su nombre vive en una esfera a la cual sólo llegan la gratitud de su propio país y la admiración de los restantes. Fue un soldado que hasta el fin supo cumplir religiosamente su consigna y que en los sacrificios que hizo por su Patria demostraba su amor al deber y la nobleza de su alma, Sean sus cenizas una prenda de la confraternidad que siempre ha de ligar a la tierra extraña que le ha servido de pasajero descanso y aquella a la cual se debió y por la cual perdió su existencia el Almirante Grau.
Señor Ministro del Perú: Chile os entrega y se despide con dolor, de estos gloriosos restos que ha sabido custodiar con cariño y con respeto.

Cuando le tocó hablar al Embajador Elías, lo hizo con muy profunda emoción pues lo había ligado a Grau una íntima amistad y parentesco espiritual. Dijo Elías:

Señores:
            Recibo con profunda y patriótica emoción, los restos mortales del Contralmirante Grau, que durante diez años han descansado en tierra chilena y mi primera palabra es de agradecimiento para la distinguida familia que le dio piadosa sepultura en la tumba de sus deudos, al lado de un valiente defensor de la independencia de Chile.
Cúmpleme también agradecer en nombre de mi gobierno al Excelentísimo Gobierno de Chile, esta manifestación de respeto y simpatía con que honra las cenizas del Contralmirante Grau, al entregarlas para que sean trasladados a la Patria.
El Perú quiere pagar la deuda de gratitud que tiene contraída con aquellos de sus hijos que supieron morir como buenos en el campo del honor y perpetuar su recuerdo en monumento levantado por la munificencia del país.
Al llevar hoy estas reliquias queridas del valeroso marino que sucumbió heroicamente sosteniendo la honra de su bandera, al seno de un pueblo que entusiasta y reconocido ve en Grau el símbolo del patriotismo y de la abnegación sublime en el cumplimiento del deber, mi gobierno satisface una aspiración nacional.
Chile, honrando por su parte tan hidalga como espontáneamente, la memoria del más esforzado de sus adversarios en las aguas del Pacífico, demuestra su cultura y elevados sentimientos, y da al Perú, que sabrá estimarlo en todo su valor, una prueba de amistad, que será muy grata y seguramente ha de consolidar las buenas y cordiales relaciones de dos pueblos.

El general peruano Juan Martín Echenique, que se encontraba avecindado en Santiago, también participó en nombre de la colonia peruana en Chile. Había sido el general Echenique un combatiente en San Juan y Miraflores y había sido amigo de Grau.. dijo lo siguiente:

Señores.

Unido desde la juventud por los más cordiales vínculos de amistad con Miguel Grau, su compañero de armas y subordinado en la guerra de 1866, y como él, peruano, me es imposible prescindir de tributar a los restos que encierra este ataúd, el homenaje del amor y del respeto que inspiran.

Con este único y bien sentido propósito, me permito reclamar vuestra indulgencia por breves instantes, y no en manera alguna para prodigar elogios a quien fue superior a toda alabanza, ni para narrar la historia de aquel cuyo solo nombre basta para recordar una epopeya.
Los cumplidos honores que se disciernen al Contralmirante Grau por la nación misma contra la que él combatió hasta perder la vida; la congoja que sentimos en este momento cuantos aquí nos encontramos; prueban con elocuencia lo que esos despojos valen para la patria que los reclama, y lo noble y grande del aliento que ayer los animaba.
Grau, Aguirre, Palacios Ferré. y Bolognesi y Espinar. La tierra que mañana va a cubriros en cambio del respetuoso asilo que os prestará el enemigo de ayer, no será la tierra del olvido.! No¡ son nada más que vuestros restos materiales, los que junto y envueltos en la bandera a cuya sombra rendisteis la existencia, hoy a la Patria tornan; empero, bien sabéis allá- en la mansión celeste donde también están vuestros espíritus- que desde el instante del sublimo sacrificio viviste, como vivía y viviréis eternamente en el culto de todos y cada uno de vuestros compatriotas.
Id, pues, en paz y en gloria hacia los vuestros; veneradas reliquias. ¡id a decir a esa Patria que os recobra, cuanto la amamos sus ausentes hijos ¡Decidle, que nada amortigua en nuestros corazones, el anhelo por su bien y su grandeza, que es muy duro, muy triste, vivir de ella alejados; y cuanto lamentamos no poder volver con vosotros a su seno.
Y tú, y Dios Todopoderoso, a cuya voluntad todo obedece, haz, oh Señor, que ese vasto mar, teatro unas veces, y otras testigo, de las hazañas de sus héroes, calme sus ondas y conduzca venturosa a la nave que devuelve al pueblo peruano agradecido la ceniza de los que sucumbieron en su defensa; pueblo que quiere contemplarlas y bendecirlas, que quiere humedecerlas con sus lágrimas y que ya, ansioso en sus playas, las esperan como especialísimo tesoro.

     La urna con los despojos de Grau fue portada por los peruanos residentes en Chile y por miembros de la Comisión llegada en la cañonera “Lima”. Las cintas fueron dadas a don Evaristo Sanfuentes, Ministro del Interior y Presidente del Gabinete; J. Cousiño miembro de la Corte Suprema de Justicia; a José Evaristo Uriburu, Embajador de Argentina y Decano del Cuerpo Diplomático, a don Juan Mackenna, Ministro de Relaciones Exteriores; a H. da Bacurt, embajador de Francia y al capitán de navío Melitón Carvajal, Presidente de la Comisión Peruana. La urna fue depositada en un lujoso carro tirado por caballos blancos y con cuatro batidores, Ministros de Estado y en varios carros el cortejo se dirigió del Cementerio a la estación del ferrocarril. La comitiva era escoltada por un regimiento de artillería y otro de caballería y a pie un número muy elevado de personas. Cuando a lo largo de cinco kilómetros el cortejo pasó por la Plaza Principal, la banda de músicos del 4ª Regimiento de Línea, tocó el Himno Nacional del Perú, y cuando pasó la masa humana por el Palacio de Gobierno de la Moneda, se unió a la muchedumbre la Escuela de Grumetes. En esos momentos el Presidente Balmaceda, apareció en uno de los balcones con la cabeza descubierta. Al llegar el cortejo a la estación del Ferrocarril, se encontró que allí había otra compacta multitud. En ese lugar, el General José Velásquez, ex combatiente del 79 y Ministro de Guerra y Marina, pronunció el siguiente sentido discurso:

Señor Ministro del Perú:
            La nación que guarda los restos de un gran ciudadano y de un esclarecido militar, se levanta y ennoblece. Por esto el Gobierno y el pueblo de Chile tributan con íntimo sentimiento de respeto honores al hijo predilecto de una república amiga.
Ayer, cuando se le honraba en el cementerio del Almirante “Blanco Encalada”, decíamos que el patriotismo no reconoce fronteras.
Hoy, al entregar respetuosamente las cenizas del Almirante Grau a los representantes de su patria, podemos decir: la gloria y el heroísmo, no reconocen continentes.
El nombre del Almirante Grau, resonó en el orbe civilizado. Los Gobiernos y los pueblos del suelo americano, tenían sus ojos fijos en la estela que marcaba en el océano la nave peruana. La dirigía un ilustre marino que honrando la bandera y sirviendo los intereses de su país, ganó renombre y gloria imperecedera.
                                                           ¡Almirante Grau ¡
Un pueblo amigo os saluda y se despide de vuestros restos venerados. Volvéis al hogar y al corazón del Perú. La memoria de vuestros hechos y de vuestro nombre, será conservada por todos los chilenos y especialmente por nuestros marinos y soldados.
Nosotros hemos respetado y respetamos siempre el valor heroico y el deber cumplido.

Fue tal la emoción que embargó a la multitud este discurso, que tras de profundo silencio, estalló en aplausos gritando ¡Viva el Perú¡¡Viva Chile ¡

El Embajador Elías, contestó de la siguiente forma:
Señor Ministro:
          
            Las nobles palabras que acabáis de pronunciar, producirán en el corazón de todos los peruanos la más patriótica satisfacción.
Es propio y digno de una Nación que no sabe escatimar el elogio y la recompensa que merecen sus buenos servidores, reconocer el valor donde quiera que se presente y glorificar el heroísmo de las grandes acciones.
Es cierto que la gloria y el heroísmo no reconocen continentes y por eso buscamos todos en la Historia las más grandes inspiraciones y nos entusiasmamos por aquellos cuyo sacrificio por la Patria los ha inmortalizado. Y esto es común a la humanidad toda ¡Cuanto más, no deberán serlo al tratarse de pueblos que tienen un mismo origen y que pasado el fragor de la lucha, deben apreciarse recíprocamente!
Muy honroso es para mí, señor General, expresar en nombre de mi Gobierno y de mi país, la más sincera gratitud por el caballeresco homenaje, que, hablando en representación del Ejército y la Marina, tributáis a la memoria del Contralmirante Grau que con tanta razón calificáis de hijo Predilecto del Perú

También estas palabras fueron acogidas con vivas y vítores, lo mismo cuando se anunció que iba hablar el capitán de navío Melitón Carvajal, Presidente de la Comisión Peruana y sobreviviente del “Huáscar”.

El tren en que se llevaron los restos a Valparaíso estaba engalanado y lleno de aparatos florales y la gente permaneció en la estación hasta que se perdió la máquina en la lejanía. Como las ceremonias en Santiago habían llevado mucho tiempo, la locomotora tuvo que acelerar su marcha y fue así como llegó al puerto de Valparaíso a las 6 de la tarde, cuando ya oscurecía por el invierno. En la estación esperaba también una inquieta gran multitud. Allí el Regimiento Nª 3 de Línea, le rindió honores militares. El recorrido al muelle se hizo entre dos filas de marineros. Era Intendente de Valparaíso y Comandante General de Marina, el contralmirante Juan Williams Rebolledo, él mismo que fue contendor de Grau en la Guerra del Pacífico. Junto con Rebolledo estaba una gran cantidad de Jefes y Oficiales de la Marina chilena. En nombre de ella, habló el capitán de navío Salamanca y le respondió el capitán de navío Melitón Carvajal. La urna funeraria se colocó en una falúa engalanada y enlutada con paño negro, que era remolcada por una lancha a vapor de la Gobernación Marítima. A ambos lados de ella en botes de los barcos de guerra se embarcó la comitiva. El mar estaba tranquilo, pero ya había caído la noche y se alumbraban con hachones y con los faros de la cañonera “Lima” y del crucero “Esmeralda”. A las 19:30 de la noche el Comandante Alzamora de la “Lima” recibió la urna. En esa oportunidad el Embajador Carlos Elías pronunció el siguiente discurso

Señores:
            Al entregaros para los lleváis a la Patria, estos venerados restos del Contralmirante Grau, que ha descansado en tierra chilena durante diez años, cumplo las instrucciones del Supremo Gobierno que tan patrióticamente ha interpretado el sentir nacional y es doblemente grato para mí este honroso encargo, porque conservo inalterable y con cariñoso respeto el recuerdo del mejor de mis amigos, y me asocio como representante del Perú a un acto de justicia y gratitud que enaltece a la República.
Vosotros señores, que fuisteis, los unos los compañeros de su gloria y de su sacrificio y otros de la legión que combatió con espartano heroísmo en el Morro de Arica, no necesitáis que yo os recuerde las hazañas de Grau,
Ellas quedan como estela luminosa marcando las aguas del Pacífico, el rumbo del honor y del deber.
Grau desde que se inició en la guerra, comprendió la suerte que en ella había de caberle. Conocía el poder de la escuadra enemiga y la fuerza del buque que comandaba, y así desde el primer momento resolvió sacrificarse por su Patria.
Y cuando se le presentó la oportunidad que le ofrecía el ascenso que le otorgó el Congreso, de dejar el mando de su buque que no correspondía ya a su alta clase militar, no quiso aprovecharla, porque tal acción no era digna de alma tan grande, para conservar el derecho de morir como simple comandante del “Huáscar”.
Hoy, que, colocadas sus cenizas en este buque, construido con donativos populares y que representa aquí a la Patria ausente, a la sombra del bicolor querido, paréceme como que veo presentarse radiante de luz, la altiva figura de Grau y erguirse sobre su pedestal de gloria, para decirnos a todos:
Sacad provechosa enseñanza de vuestras desgracias y recordad que la unión es el lema de vuestro escudo. No gastéis vuestra vitalidad en estériles luchas que enervan y debilitan a los pueblos. Buscad en la paz y en el trabajo que engrandece, el secreto de vuestra fuerza y poderío. Y aprended de mí que os dejo trazados con caracteres indelebles en las páginas de nuestra Historia, una lección sublime de heroísmo, para que no olvidéis jamás como se sirve a la Patria y como se muere por ella.

Este discurso pronunciado con gran emoción, impactó en todos los presentes y sobre todo en los marineros peruanos que lo escucharon con recogimiento y respeto.

A continuación, el capitán de navío Carvajal, compañero de Grau en Angamos, dijo:

Señores:
            Al separarse de estas playas la Comisión encargada por el Gobierno del Perú para trasladar a nuestra Patria los restos del ilustre y benemérito Contralmirante Grau, creo de mí deber hacer uso de la palabra, para expresar una vez más, nuestro agradecimiento por las facilidades que nos ha prestado el Gobierno de Chile y las muestras de personal distinción con que nos ha honrado.
Las glorias militares de las naciones, son evidentemente los más notables timbres de honra, porque el valor y la nobleza son y serán siempre los sentimientos que más distinguen a los hombres superiores.
La guerra impone terribles sacrificios en aras del deber; los que en el anchuroso mar ayer y siempre, se llamaron hermanos, tienen que ser después los mártires de la lucha en defensa de la honra de su bandera, representando siempre la gloria y el sacrificio por la Patria.
Estas son señores, las ideas que se presentan en mi mente en presencia de estos restos venerados. Tenemos por delante, los despojos del marino, que cumpliendo su deber sacrificó su vida en honor de su bandera, del mismo que catorce años antes en las aguas de Abtao, fuera uno de los defensores del honor de la bandera chilena.
Hoy, felizmente, los lazos de amistad unen al Perú y Chile dándonos la satisfacción de ver honrados caballerosa y espontáneamente por el Gobierno y pueblo chileno, los restos del aliado de 1866 y del noble y heroico Comandante del Huáscar de 1879.
¡Honor y gloria a estas fechas, agradeciendo de mi parte y a nombre del Perú por la manifestación de hoy ¡

Llegada de los restos de Grau al Callao



viernes, 17 de febrero de 2017

IRENE MORALES INFANTE

IRENE MORALES INFANTE

Una Cantinera Ejemplar





     De las cantineras chilenas, no cabe duda que la más conocida es Irene Morales. Aunque no se conoce con certeza su fecha de nacimiento, se sabe que al igual que la sargento Candelaria Pérez, nació en el barrio de La Chimba, en el sector ultra Mapocho de Santiago, aunque sus progenitores eran oriundos de Curicó.

Irene Morales Infante

     Fallecido su padre, cuando ella sólo tenía 13 años, se fue a vivir con su madre a Valparaíso, donde empezó a trabajar como costurera. En el puerto se casó en artículo de muerte, en la Iglesia del Espíritu Santo, con un joven carpintero. Muertos su esposo y su madre, en 1877 emigró a Antofagasta, vendiendo su máquina de coser, "es decir, toda su heredad" para pagar su transporte. En el puerto nortino, contrajo segundas nupcias con un chileno, Santiago Pizarro, quien había sido músico de una de las bandas "que el viento de las economías dispersó en la fuente de todos los cuarteles en 1878 y aquel, buscando destino, tomó servicio en la banda boliviana de Antofagasta". Un día del mes de septiembre de 1878, encontrándose el músico bajo los efectos del alcohol, tuvo una riña con un soldado boliviano del mismo cuerpo en el que servía, y cogiendo un rifle del armero lo mató. Por ello, el 24 de septiembre de ese año, lo fusilaron en la pampa, junto a los rieles del ferrocarril, dejando su cadáver insepulto tirado a un lado de los terraplenes. Al día siguiente fue recogido por Irene, quien lo veló y sepultó. Sin embargo, antes "de depositarlo en la fosa, sacáronle una vista fotográfica de sus despojos" porque "Irene Morales quería llevar consigo la imagen viva de su propia venganza".

     Entretanto, para sobrevivir ella tenía un pequeño negocio de abarrotes, el cual quemó, cuando 5 meses más tarde vino la ocupación de Antofagasta. Ese mismo día en medio de los entusiastas residentes chilenos, que eran más del 85% de la población antofagastina, "se vio a una mujer que arengaba a la muchedumbre, que le pedía venganza contra el opresor, largo tiempo tolerado y al propio tiempo abrazaba con efusión a los chilenos. Esa mujer era Irene Morales" quien hizo sacar "algo más tarde, el escudo de la Prefectura boliviana y lo destrozaba con sus pies"

     Durante la ocupación de Antofagasta, Irene, disfrazada de hombre, se presentó al Batallón 3° de Línea, para ser admitida como soldado, creyendo poder hacerse pasar como otro cual quiera de los hombres que acudían a reconocer cuartel. Pero su ardid falló porque fue descubierta por la Comisión Receptora, la que la reconoció fácilmente, "pues se encontraba en el apogeo de su hermosura". A pesar de lo anterior, Irene se batió en la batalla de Dolores disfrazada de soldado, destacándose de tal manera que el mismo General Baquedano le dio autorización para ser cantinera. Así lo dejó consignado Vicuña Mackenna en El Nuevo Ferrocarril: "El soldado-mujer del 3° se batió en Dolores, y marchó enseguida a Dibujo; en ese paraje la Morales por permiso especial del General Baquedano, pudo vestir su traje de mujer abandonando por primera vez su disfraz. En la segunda campaña de la guerra la cantinera del 3° pasó a la cuarta división en calidad de lavandera del Coronel Barbosa. Pero perdida en la noche que precedió a la batalla de Tacna entre la niebla de la camanchaca, encontró refugio y fue acogida en los Carabineros de Yungay".



     Dice la leyenda que ella fue la primera mujer-soldado que entró en Tacna "jinete en un brioso caballo, llevando su arma con la diestra en alto, gritando, "Viva Chile" En junio de 1880, se produjo la toma del Morro de Arica donde el enemigo tuvo enormes pérdidas. En dicha acción, Irene Morales sacó a relucir el enorme odio que acumulaba desde la época en que mataron a su esposo en Antofagasta, señalándolo así Nicanor Molinare: "En la plaza del pueblo fueron fusilados 67 hombres por una mujer, que ordenó esa ejecución: la Irene Morales, cantinera que acompañó al ejército, al 3° de Línea, en el asalto". La razón de su actuar, aseguró Molinare, fue porque los peruanos actuaron con tal "cobarde felonía, reventando minas y haciendo estallar cañones después de pedir perdón y de ordenar cesar los fuegos". Sin embargo, todos los que la conocieron le reconocieron grandes méritos, como por ejemplo que se batió siempre en primera fila en Pisagua, Dolores, Los Ángeles, Tacna, Arica, Chorrillos y Miraflores; que curaba heridos, que acompañaba a los moribundos, y "era en la guarnición, ángel de caridad". Asimismo, reconocían que "en toda la campaña no desmayó su entusiasmo y su abnegación para con los compatriotas". Además, fue "como una madre, como una esposa, o como una hermana nuestra, porque todos los días cuando se prepara a la sala, con la cara alegre, nos pregunta cómo hemos amanecido, nos sirve con la mayor voluntad y todo lo que le pedimos nos trae". Junto con reconocerle su patriotismo y su loable actuar en la guerra, Vicuña Mackenna aconsejaba a través de El Nuevo Ferrocarril que "la cantinera del 3° colgara su casaca, sus botas y su kepí en el cuerpo de guardia de su regimiento de campaña y volviera tranquilamente a su pobre hogar de Recoleta recomenzando otra vez a la edad de 38 años, la vida de la mujer verdadera en el trabajo manual... de todas suertes, es mucho mejor volver a ser mujer que seguir siendo soldado y aún sargento del 3°.

     Una vez finalizada la Guerra del Pacífico, Irene Morales residió en Santiago. El 7 de octubre de 1888, fecha en que se inauguró el monumento al "Roto chileno" en la Plaza Yungay, en homenaje a la bravura y coraje del soldado que participó en la Guerra contra la Confederación peruano-boliviana, concurrió la cantinera Irene Morales siendo su presencia advertida y vitoreada por la concurrencia. Irene Morales falleció el 25 de agosto de 1890 en una sala común de un hospital. Hoy día una calle de la capital lleva su nombre. Más que cantinera ella fue símbolo de la chilenidad, del coraje y abnegación de la mujer chilena.



ANÓNIMO

A Irene Morales

Tú que la gloriosa huella
de Prat y Condell, seguiste,
tú, que humilde rayo fuiste
de la solitaria estrella;
tú, que viste siempre en ella
a la prenda de tu amor,
y que con bélico ardor
por defenderla peleabas
tu pobre existencia acabas
en la casa del dolor.

Irene, más te valiera
que en la sangrienta batalla
el casco de una metralla
pulverizado te hubiera,
pues la brava cantinera
hallará allí su calvario
glorioso, aunque solitario
y no con un triste hospital,
donde un mísero soyal
le ha servido de sudario.

¿Por qué, di cuando en tu pecho
honda agonía sentiste
en voz alta no dijiste
paisanos, no tiene un lecho
la que por la Patria ha hecho
esfuerzos tan abnegados?;
entonces de todos lados
llegarán, al ver tu suerte,
su pobre lecho a ofrecerte
muchos oscuros soldados.

Cuál de ellos no te dijera
al ver pobre y abatida
a quien su sangre y su vida
por la de un soldado diera.
¡Presente, mi cantinera,
muere en oscuro rincón
esa leona en la acción
mereció eterna gloria!
recordaré tu memoria
que, patriota, reverencio;
mas Chile, guarde silencio,
no lo maldiga la Historia!


LA CANTINERA IRENE MORALES

Ya murió la cantinera
llamada Irene Morales,
soldados y generales
lloran a su compañera.

Murió la humilde mujer,
murió la valiente Irene,
de la cual la historia tiene
muchas cosas que hacer ver;
no hubo humano poder
que a su enfermedad venciera;
la monja de cabecera
ha hecho lo que podía;
de una horrible pulmonía
ya murió la cantinera.

Apenas oyó el clarín
abandonó su cabaña,
e hizo toda la campaña
desde el principio hasta el fin;
del uno al otro confín
cruzó por cien arenales
y en las batallas campales
se batía con gran gloria.
¡Adiós, mujer meritoria,
llamada Irene Morales!

Gusto y sentimiento daba
verla, al fin en la refriega
como la montaña griega
que a los heridos curaba;
a todos los consolaba
en sus dolencias y males;
les cuidaba por iguales
con solicitud y esmero,
al médico y bagajero,
soldados y generales.

En un caso necesario
cuando un soldado caía,
ella misma se batía
con valor extraordinario;
era, en fin, un relicario
de la República entera,
por amor a la bandera
abandonó sus hogares;
con razón; los militares,
lloran a su compañera.

Según lo que se me ha dicho,
con muchísima atención
se levanta suscripción
para levantarle un nicho;
la muerte, con su capricho
la pilló en el hospital,
si no se asegura mal
en el llamado San Borja,
y ya con amor se forja

su lápida sepulcral.