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¿ADÓNDE SE FUERON LAS GARUMAS?




     Hubo una ocasión - hará muchos años atrás - en donde vi un documental emitido por el desaparecido canal V.L.P. Televisión, un canal de carácter local y que tenía la particularidad de brindar la oportunidad a los realizadores antofagastinos para promover sus trabajos.

     El documental - en cuestión - guardaba relación con los antiguos habitantes de Mejillones y Tocopilla, especialmente la vida y obra de personas comunes que nos podrían parecer anónimas, invisibles sociales y sin connotación alguna, pero, con sus palabras nos fueron resumiendo su historia personal y también nos fueron develando la historia olvidada u omitida de aquellas ciudades.



     Entre las entrevistadas hubo una mujer, una señora - que según ella – rondaba los 90 años. Su historia era muy simple, ella vivió toda su vida en Tocopilla, se casó en Tocopilla, tuvo sus hijos en esa ciudad y es muy probable que ya repose en su suelo. Sus recuerdos más vívidos fueron cuando acompañaba a su padre en búsqueda de huevos de aves (Garumas) tras los cerros de su Tocopilla, en cuanto a las fechas (según relato) fue en un momento de mucha hambruna y carestía, probablemente en las crisis de los años ´30. Sus palabras – que aún recuerdo –.

-          Íbamos con mi padre, mis hermanos y mucha gente de la población a buscar huevitos muy atrás de los cerros, traíamos muchos huevitos, canastos llenos de huevitos, estos los preparábamos como los huevos comunes, en tortillas, fritos, duros. Me recuerdo que íbamos todos los años, pero estos pajaritos fueron desapareciendo y al final ya no llegaron más. Ella termina con una pregunta. ¿Qué habrá sido de esos pajaritos?  



     Si investigamos sobre las fechas y sobre el tema, podemos encontrar algunas citas históricas que nos refiere a la gran pobreza y hambruna que acontecía en el puerto de Tocopilla y en la región producto de la gran depresión del año 1929. En aquellos años muchas familias realizaban verdaderas expediciones a los cerros tocopillanos en busca de los huevos de garuma. Es evidente que eran miles las garumas existentes en la costa que se trasladaban al interior en oscura bandada.

     Sobre la venta de huevos de garumas, se ha confirmado – a través de la oralidad- que la venta fue practicada, como así también la venta de pichones, especialmente a los restaurantes chinos.

Otras referencias.

     En el Canto General de Pablo Neruda, es posible encontrar el poema “La Aves Maltratadas”, el cual habla sobre la relación del hombre tocopillano con la Garuma, siendo el humano el cleptómano de los huevos de esta ave marina y el causante directo de su disminución.


LAS AVES MALTRATADAS
Pablo Neruda

Alta sobre Tocopilla está la pampa nitrosa,
los páramos, la mancha de los salares, es el
desierto sin una hoja, sin un escarabajo,
sin una brizna, sin una sombra, sin tiempo.

Allí la garuma de los mares hizo sus nidos,
hace tiempo, en la arena solitaria y caliente,
dejó sus huevos desgranando el vuelo
desde la costa, en olas de plumaje,
hacia la soledad, hacia el remoto
cuadrado del desierto que alfombraron
con el tesoro suave de la vida.

Hermoso río desde el mar, salvaje
soledad del amor, plumas del viento
redondeadas en globos de magnolia,
vuelo arterial, palpitación alada
en que todas las vidas acumulan
en un río reunido, sus presiones:
así la sal estéril fue poblada,
fue coronado el páramo de plumas
y el vuelo se incubó en los arenales.

Llegó el hombre. Tal vez llenaron
su miseria de pálido extraviado
del desierto, las ramas del arrullo
que como el mar temblaba en el desierto,
tal vez lo deslumbró como una estrella
la extensión crepitante de blancura,
pero vinieron otros en sus pasos.

Llegaron en el alba, con garrotes
y con cestos, robaron el tesoro,
apalearon las aves, derrotaron
nido a nido la nave de las plumas,
sopesaron los huevos y aplastaron
aquellas que tenían criatura.

Las levantaron a la luz y arrojaron
contra la tierra del desierto, en medio
del vuelo y del graznido y de la ola
del rencor, y las aves extendieron
toda su furia en el aire invadido,
y cubrieron el sol con sus banderas:
pero la destrucción golpeó los nidos,
enarboló el garrote y arrasada
fue la ciudad del mar en el desierto.

Más tarde la ciudad, en la salmuera
vespertina de nieblas y borrachos
oyó pasar los cestos que vendían
huevos de ave de mar, frutos salvajes
de páramo en que nada sobrevive,
sino la soledad sin estaciones,
y la sal agredida y rencorosa.

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