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LA NOCHE EN QUE LOS MARCIANOS INVADIERON CHILE



LA NOCHE DE LOS MARCIANOS EN CHILE
La defensa de Antofagasta

    
     Nos contaba Ño Jacinto, “más conocido como el viejo de La Chimba” que hace mucho tiempo atrás, Antofagasta y los antofagastinos eran muy diferentes. Que, en esta ciudad, cuando asomaba la noche, el más viejo de la familia - buscando el calor del brasero - se sentaba frente a este, libaba un mate y les narraba alguno que otro cuento, pero no de aquellos conocidos por todos, eran aquellos cuentos que nacían de la fantasía de los años y de los viajes.

     Aquel personaje era conocido como él cuenta cuentos. Era la enciclopedia popular que despertaba la curiosidad, el temor y las fantasías de los niños y de los adultos de nuestra ciudad.
Pero ¿qué nos contó Ño Jacinto?

     Allá por los años ´40, ya tarde, como a eso de la 9 de la noche, la familia se juntó frente al brasero como se hacía habitualmente. En ese tiempo yo era un muchacho que apenas podía escuchar las conversaciones de los adultos y más aún los cuentos de mi abuelo, me decían que después no podría dormir y tendría pesadillas.

     Estas historias (Como decía mi aguelo) ocurrían pa´l la´o de La chimba y pa´l desierto, historias de muertos y aparecidos, de animales extraños y de llantos en el silencio, Sus palabras siempre eran pausadas y le daban emoción a la historia.

(continúa el relato) 
     Esto pasó una noche en la cual ya estábamos todos senta´os esperando que comenzara la historia cuando, de la casa del la´o llega don Zoilo levantando los brazos y gritando que nos estaban invadiendo los Marcianos, que, en Santiago, la gran capitale, estaba quedando la grande y que los milicos estaban perdiendo la vida por montones por la llegada de discos voladores. Añade que todo eso lo estaban diciendo en la radio.

-        Amigo Jacinto decía Ño Zoilo, tenís que poner la Radio, es la Cooperativa Vitalicia, ahí están dando la noticia.

    Yo recuerdo - decía Ño Jacinto - Que mi aguelo tomó la radio de la repisa y buscó en donde estaban informando.

     No era pa´ menos. Todos en la familia estábamos asustados y poco a poco fueron llegando los vecinos y vecinas de la cuadra, todos con harto miedo y en medio de alharaca, gritando que nos invadían los marcianos y gente de la luna.

     Mi aguelo, viejo sabio, nos hacía callar para escuchar lo que decían en la radio y era verdá, ahí mesmo se escuchaban los gritos y disparos, era en la capital, el caballero que narraba por el radio, decía que la gente moría por montones, que unas naves nos disparaban y que Santiago estaba siendo ocupada por gente de otros planetas.

     La gritería que se armó jue grande amigazo, las señoras corrían a ponerse un manto en los hombros y partían pa´la iglesia, otras caían de rodillas en el mismo lugar clamando al cielo.

     Doña Azucena - mi mairina - ahí mismo se jué de hocico al suelo y costó retanto traerla al mundo de los vivos.

     Los viejos – como siempre imperturbables - continuaron escuchando la mentada radio donde decían que la batalla seguía en la capital. Los jóvenes reunidos en la puerta tomaban aires de grandes y pedían ir a combatir a los marcianos, mientras los más chicos, entrábamos a llorar o agarrarnos de las polleras de nuestras maires.

     En la cuadra - ´onde yo vivía - la luz eléctrica se cortaba justo a las 9 así que estábamos todos a oscuras, solo con la lumbre de las velas que salían de las casas. De cerca y de lejos se escuchaba la gritería y los llantos, era el fin del mundo amigazo, hasta que Ño Zoilo nos dijo:

"Somos to´os grandecitos y harto juertes, no vamos a permitir que nos maten los marcianos y menos que les hagan daño a nuestras familias, vámonos to´os a la plaza y ahí veremos que se hace, pero recuerden. Los marcianos no nos van a ganar"

     El clamor y aceptación fue unánime, todos, los grandes, los jóvenes, incluso los rotos y descocidos se fueron sumando a la muchedumbre que avanzaba rauda a la Plaza Colón.

    Mi aguelo me llevó con él y yo miraba asustado como aparecían más y más personas, todos ellos con palos, chuzos y picotas, así fuimos avanzando silenciosos hasta llegar a Prat con Latorre, ya éramos muchos los que íbamos a defender nuestra ciudad.

     En el lugar las campanas se hicieron sentir, la gritería y los discursos se escuchaban por to´as las esquinas, la gente dentraba a la catedral que estaba llena de niños, mujeres en rezo, mientras los grandes se reunían con los militares, carabineros, el alcalde y otras autoridades. Algunos gritaban - de lejos - que Santiago ya había caído y que los marcianos venían pa´l norte, ahí aparecieron las primeras ideas. Unos que decían que debíamos ir al sur a ayudar a los hermanos de Santiago, otros agregaban que debíamos quedarnos en nuestras casas y esperar que las autoridades  nos dijeran que hacer y otros que llamaban urgentemente a formar trincheras pa´l la´o de las canteras (Coviefi).

    Yo miraba pa´atrás y pa´los la´os y era remucha gente la que se jue juntando amigazo, era mucha gente. Luego - como las 12- ya en la medianoche - me recuerdo - . unos encopetados señores nos dijeron que todo era una mentira, que jué un programa de la radio y que no había tal invasión de los marcianos.

     Yo vide que la gente no hallaba que hacer. Vide a muchos enrabiados y mi aguelo decía por lo bajo “Quién me manda  a creerle a este viejo de Ño Zoilo”

     La plaza y luego las calles poco a poco fueron quedando desiertas, la calma retorno a nuestra ciudad y las luces de los velones y velas se fueron apagando.

     Era noche de domingo 13 de noviembre de 1944. Con el tiempo nos enteramos de que el Alcalde de Vicuña, formó un grupo de campesinos y ciudadanos en armas que marcharon en la noche a defender Santiago. Así de cerquita estuvimos nosotros de haber hecho lo mesmo por el dichoso programita de la radio.



     La transmisión real fue: A las 21.30 horas de la noche del domingo 13 de noviembre de 1944, el CB 76 de la radio Cooperativa Vitalicia, una radio con sede en Santiago de Chile, había anticipado que esa noche iba a difundir una adaptación del clásico de Herbert George Wells La guerra de los mundos, relato de una invasión marciana a la Tierra.

TRANSMISIÓN

     “¡Se acercan los enemigos que descienden desde Marte en gigantescos paracaídas!”. “¡Hay 400 carabineros heridos en Puente Alto!” decía la voz del locutor, que añadía que el ministro de Defensa empezaba a movilizar tropas para defender al país.

     Parece ser que pocos se dieron por enterados de la ficción del relato: las escenas de espanto se repitieron en todo el país. Muchas personas salieron a las calles para verificar si lo que decía la transmisión era cierto, mientras los aterradores informes hablaban de la explosión de polvorines militares, bombardeos y destrucción de diversas ciudades. En medio del caos, muchos comentaban que en realidad Chile estaba siendo atacado por sus vecinos.

     Gracias Ño Jacinto. Una parte de la historia de Antofagasta que renace y sabemos nos seguirá contando otras, a su debido tiempo.


LA HISTORIA A NIVEL NACIONAL

     El 12 de noviembre de 1944, a las 21:30 horas, un pobre electricista de la ciudad chilena de Valparaíso llamado José Villarroel falleció de un ataque al corazón provocado por el susto que se llevó por culpa de la versión radiofónica de La Guerra de los Mundos. En esta ocasión, fue la estación de radio Cooperativa Vitalicia, con sede en Santiago de Chile, la capital del país, la que tuvo la brillante idea de imitar la senda iniciada por Orson Welles. La historia venía a ser la misma: mientras unos aterradores informes hablaban del aterrizaje de un ovni en la localidad de Puente alto (a cincuenta millas al sur de Santiago), de la explosión de varios polvorines militares, de varios bombardeos y de la destrucción de diversas ciudades (Rancagua, Temuco, Cautín, Concepción, Talca y San Bernardo), miles de chilenos se echaron a las calles para comprobar si era cierto que los marcianos estaban invadiendo su país.

     El caso es que se había anunciado, incluso en la prensa escrita, que aquella noche se iba a emitir una dramatización de la obra de H. G. Wells, pero ni con esas. En los hospitales y postas los teléfonos no paraban de sonar pidiendo ambulancias. Miles de personas corrían sin rumbo por las calles, mientras otros tantos huían despavoridos de Santiago. En algunos pueblos cercanos comenzaron a organizarse para ir a ayudar a la gente de la capital. Incluso hubo algún gobernador de provincias que, alarmado, telegrafió al ministro de guerra para informarle de que había mandado a sus tropas para hacer frente a los extraterrestres.  La calma solo llegó cuando quedó claro que era una ficción. Aun así, varias personas fueron a quejarse a la sede de la emisora.

     El Departamento de Radio de la Dirección General de Informaciones chileno informó de un nuevo reglamento destinado a que las autoridades conociesen previamente los programas que iban a emitir las radios y así́ estar en condiciones de resguardar la tranquilidad pública. Cooperativa Vitalicia no recibió́ sanciones. Pero hay algo más: el guion fue adaptado por el estadounidense William Steele, escritor de la serie radiofónica The Shadow. Curiosamente, Orson Welles había sido la voz original de aquel personaje en la primera tanda de la serie. Pues bien, resulta que en un capítulo titulado The Death Triangle, emitido el 12 de diciembre de 1937, se jugó también con el efecto de cortar la emisión para introducir un parte de noticias ficticio, que en esta ocasión hacía referencia al hallazgo de La Sombra… Sea como fuere, José Villarroel ostenta el dudoso honor de ser la primera persona en la Tierra que muere por culpa de una invasión alienígena.

Referencias:

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