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lunes, 21 de abril de 2025

¿QUÉ TIENE DE ESPECIAL?

¿Qué Tiene de Especial este Saltamontes?

Nos comentan los que no saben


He de comentarles que, estuvimos por dicha quebrada – por donde encontramos a este hermoso individuo – hará unos pocos días atrás y quedó rondando la sensación del que había que volver y eso fue lo que hicimos ya que no nos gustan las cosas a medias e independiente del cansancio, ya tendremos la vida eterna (si la hay) para descansar. Por lo anterior, retornamos por las cercanías de El Paposo, comuna de Taltal, región de Antofagasta-Chile en un día de semana .un día muy nublado -  y gracias a los caminos (¿dije caminos?) gracias a las intrincadas huellas de los que se han ido estableciendo por las alturas del lugar, especificamente, por las estribaciones de los cerros muy cercanos a los inicios de la grieta principal (en su parte inferior) pudimos ingresar a lo más profundo del territorio con bastante tiempo a nuestro favor, con la rapidez necesaria para cumplir nuestros objetivos y con los ojos atentos para abarcar y captar todo aquello que fuese relevante, incluso a los esquivos insectos que por esta temporada comienzan a escasear. Sin duda alguna, un gran viaje con visos de aventura.

 

Sobre esta especie nos comenta Don Rodrigo Castillo Tapia

 

Conometopus es un género chileno de saltamontes de la familia Ommexechidae, que se conoce desde 1851 y que agrupa solamente 5 especies: Conometopus brevirostrum, Conometopus cristaticollis, Conometopus ochraceus, Conometopus penai y Conometopus sulcaticollis.

 

Nos dice la literatura que los saltamontes de este género se distribuyen entre Atacama y Valdivia, pero, si buscamos más precisamente, veremos que en realidad se encuentran desde el paralelo 23 hasta el 43, lapso que incluiría también a Antofagasta, desde las alturas de Mejillones aproximadamente.



Luego nos dicen que la especie más septentrional -o más nortina, para decirlo más claramente- es Conometopus penai, que se encontraría en los alrededores del paralelo 25°, lo que viene a ser la zona de Paposo por la costa y hasta el Parque Nacional Llullaillaco, al otro extremo.

 

Pero, para variar, a Caminantes se le ocurre aparecer – ahora - sacando a la luz a otro Conometopus, que habita por esas mismas latitudes, en lo que vendría siendo simpatría con C. penai.

 

Lo encontramos hace poco, en uno de nuestros viajes a la zona, y nos llamó de inmediato la atención por su hermoso y llamativo hábito. Al hacer las consultas sobre la especie con un especialista en Ortópteros, nos dijo de inmediato y sin dudar que se trata de un Conometopus sulcaticollis.




Poco podemos decirles sobre la especie, porque en general no es un género muy estudiado y la especie -en especial- es muy poco conocida, más allá de la descripción que de ella se ha hecho para identificarla.

 

Conocida primeramente como Tropinotus sulcaticollis, pasó luego al género Conometopus. Es de color verde (como podrán ver en las imágenes), con alas transparentes y algunos ornamentos de color negro, blanco y amarillo. Las patas saltadoras tienen un color rosáceo, con espinas claras de puntas oscuras. En algunas ocasiones -nos dice la descripción- varían su coloración y se presentan de color amarillo.

 

No recordamos habernos encontrado antes con él, lo que no resulta muy extraño porque su coloración lo ayuda a pasar desapercibido entre el follaje y porque -claramente- no es una especie abundante. Al menos, en los varios estudios entomológicos que se han hecho en la zona no lo han registrado.

 

Seguramente es -como tantas otras especies que hemos encontrado- simplemente un relicto, una pequeña y escasa muestra de lo que alguna vez hubo en estas regiones. En lo personal, esperamos que siga así, escondido de las humanas miradas allá al interior de las quebradas, porque nada bueno podrá venirle de hacer manifiesta su presencia.

 

Recuerden, lo que mostramos a ustedes no es lo que hay en el territorio, es lo que va quedando.







jueves, 17 de abril de 2025

TRAS AQUELLA ROCA

Tras aquella Roca

(La Llagunoa glandulosa)


Han de saber que, cada palmo de terreno de este desierto, cada quebrada, cada cumbre y cada grieta contiene una gran diversidad, hablamos de flora y de fauna, y muchas de estas especies presentan una gran adaptación al territorio que las contiene y por lo anterior resulta tan necesario el prestar bastante atención a todo aquello que crezca, se mueva, repte o vuele por dichos lugares. Hemos de tener presente que, lo que vemos – lo que vamos encontrando - no es lo que hay, es lo que va quedando de un pasado no tan remoto pero muy diferente.

 

Al sur de Paposo y al norte de Taltal

 

Comenzamos nuestro avance por la quebrada principal a eso del mediodía, apenas llegamos por dicho territorio desde la capital regional, Antofagasta. La camanchaca estaba presente, pero solamente cubriendo tenuemente al sol, lo que daba una sensación de frescura, en donde se perciben los aromas, los olores y la penosa certeza que no encontraríamos bicho alguno por todo nuestro trayecto. Es lo que hemos aprendido en tantos años de caminata, cuando no hay sol, no hay bichos.

Avanzamos muy lentamente por un terreno casi prístino, poco conocido y surcado por las grietas y arrastres de las continuas riadas, la idea era llegar a lo más profundo y lo más arriba de la cordillera costera.

Son las cactáceas columnares las que dominan gran parte de este terreno, especialmente las laderas, con sus frutos vistosos y carnosos llamados copaos, las Copiapoas aún cuentan con sus flores encendidas, de un amarillo pálido, al igual que las Eriosyces.

No todo por aquí es flor.

Gran parte de la vegetación comienza a entrar en su letargo de otoño y las aves – frenéticas – consiguen los últimos insectos o granos antes de entrar en las carencias o migrar. Todo un espectáculo.

 

Por la mitad de la Quebrada.

 

Tras una enorme roca desprendida desde las cumbres, quién sabe cuándo, nos encontramos con una gran cantidad de Tillandsias en flor, el clavel de aire, algo que hemos visto muy pocas veces y también nos encontramos con un par de arbustos muy extraños. Son años recorriendo estos parajes y es la primera vez que los vemos y había que procurar su identificación.




Sorpresa, la literatura dice que esta especie se encuentra presente en Antofagasta casi de manera habitual, es decir, en todo el territorio de la comuna de Taltal (por la costa) y es la primera vez que la vemos. Su distribución total llega hasta más allá de Santiago, pero nos queda la duda sobre su presencia en Antofagasta. Tal vez antaño, era más fácil el encontrarla, pero en la actualidad no es así. Si se siguen replicando lo antiguos estudios (de los antiguos botánicos) quedará la idea que contamos con muchas más especies de las que vemos hoy en día, por lo tanto, resulta necesario actualizar el catastro de la flora de toda nuestra región.

 

La especie encontrada

 

La Llagunoa glandulosa, perteneciente a la familia Sapindaceae, que es más conocida como atutemo o árbol de cuentas, es una planta de esas que se supone que se encuentran en nuestra Región, pero no se suelen ver.



El género Llagunoa no abarca muchas especies y, si dejamos aparte algunas cuyo status está en estado de duda, nos restarían sólo 3:    Llagunoa glandulosa, que es endémica de Chile; Llagunoa nitida, presente en Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú y Llagunoa venezuelana, la que, como su nombre indica, es endémica de Venezuela.

 

Esta especie nuestra, según algunos antiguos catálogos, se encuentra en nuestro país desde Antofagasta hasta O’higgins, pero actualmente se considera que solo está presente desde Coquimbo.

 

Es un bonito arbusto, siempre verde, que habita en laderas y fondos de quebradas y en terrenos pedregosos de la zona litoral, generalmente al amparo de grandes rocas, entre los 500 y los 2000 m.snm. Puede alcanzar una altura de hasta 2 metros y posee un buen follaje, formado por hojas con el borde notoriamente dentado, característica que permite identificarla fácilmente.



Lamentablemente, dada la época del año, no llegamos a observar sus curiosas flores verdosas -que carecen de pétalos- ni tampoco sus frutos, formados por 3 lóbulos, que encierran cada uno una semilla oscura muy redonda que antaño se usaba para confeccionar collares, lo que le dio su nombre de árbol de cuentas.

 

Sólo pudimos ver las vainas abiertas, que adquieren un aspecto que recuerda a flores, y algunas de sus semillas regadas bajo el follaje.

Sin embargo, eso es mucho más de lo que han visto otros, ya que no es una planta que se pueda ver con frecuencia. Esperamos en el invierno o la próxima primavera poder mostrarles lo que queda pendiente: sus llamativas flores y sus frutos, ya que es en esa época cuando florece.

 

No resulta fácil el catastrar el patrimonio natural de nuestra región, no es fácil, y no nos arrogamos dicha tarea, pero la queremos hacer.