PRÓXIMAS RUTAS

UN TEXTO OLVIDADO DE UN LUGAR RECONOCIDO, PERO DESCONOCIDO.



     La Chimba, un nombre que resuena muy fuerte en la historia y en el presente de la ciudad de Antofagasta-Chile. Un espacio reconocido por su sorprendente quebrada que da lugar a la Reserva Nacional – del mismo nombre – y en cuyo litoral sobresale aquel pedazo de roca que, antaño, sirvió de refugio y sostén laboral al primer occidental de Antofagasta, al reconocido Juan López y en la actualidad - ya unido al continente - se construye en su bahía, una de las playas artificiales más grandes de la región y tal vez del mundo. Este promontorio rocoso se conoce como la isla Guamán (nombre de origen quechua) cuyo significado es Halcón.

Dr. Horacio Larraín Barros

     Pues bien, para aquellos que conocen (conocemos) este extenso territorio, podemos afirmar que La Chimba es mucho más que arena, rocas y mar. Fue un espacio de ocupación temprana para los antiguos habitantes de la costa (Huentelauquén y Camanchacos), fue – y sigue siendo - un corredor biológico para una gran cantidad de especies consideradas únicas y que sobreviven bajo el despectivo  desconocimiento general, de por si es un aula que nos muestra el comportamiento de nuestra tierra durante los millones de años de su formación, es la maravilla sublime del clima reflejada en las máximas alturas en donde los fenómenos de la naturaleza dan paso a la vida producto de las minúsculas gotas de la llamada Camanchaca, es parte de nuestra historia contemporánea, cuando el hombre se abrió paso por las cumbres y extrajo el noble metal de la tierra.  

     Este desconocimiento - por parte de la población - no es debido a la falta de estudios, este desconocimiento es por algo mucho más controversial, es fruto del poco interés e intención que existe (por parte de las autoridades, de los académicos, investigadores y docentes) en educar, informar, crear nexos que redunden en arraigo con nuestro territorio. Algo que no es exclusivo para nuestra comuna y región, es algo que se repite en un país de estrella unitaria en donde sobresale y prevalece el centralismo.
     Es aquí donde sobresale una figura ya octogenaria, una figura cuya labor ha quedado marcada en la historia de este norte, especialmente en los temas arqueológicos y antropológicos. Nos referimos al Doctor Horacio Larraín Barros, cuya labor y figura son reconocidas en el ámbito de la ciencia, pero muy especialmente en la docencia, ha sido su constante el procurar transmitir bastante información “científica” - a la comunidad interesada - en un lenguaje simple y ameno, fue con sus escritos que pudimos comprender mucho mejor, ciertos espacios de La Chimba y fue su metódica (investigativa) que nos permite compartir – hoy día – sobre una de las primeras excavaciones en nuestro territorio. Un texto casi olvidado sobre antiguas excavaciones en la costa de Antofagasta. Excavaciones realizadas el año 1902.   

Investigaciones arqueológicas en la costa de Antofagasta: 
sector la Chimba. Expedición francesa del año 1902.
Textual del Doctor Horacio Larraín Barros.


Presentación.

     Entregamos hoy a nuestros lectores nuestra traducción del francés, de una ponencia publicada en el Bulletin et Mémoires de la Societé d´Anthropologie de Paris, Tome III (V Serie), 1902: 700-708, Paris.   El texto se refiere específicamente a excavaciones muy tempranas practicadas en la costa de Antofagasta, hace 115 años atrás.

   Quien hace esta presentación es el médico francés Arthur Chervin (1850-1921) miembro de la expedición llamada Mission Scientiphique G. de Créqui Montfort y E. Sénéchal de la Grange, quien fuera el encargado de la sección Craniología de dicha expedición. El Dr. Chervin fue el responsable de redactar el tomo III, titulado Anthropologie Bolivienne (Paris, Imprimerie Nationale, 1908).

Arthur Chervin

     Notemos que por “Antropología” en los países europeos (en particular en Francia y Alemania) se entendía por entonces tan solo el estudio de las características físicas de los pueblos indígenas, lo que en nuestra tierra conocemos hoy como “Antropología Física”.  El estudio de la cultura de estos pueblos era considerado parte de otras ciencias, como la "Etnografía" o a la "Etnología", o incluso el "Folklore".

    Su especial interés para nosotros, sin embargo, radica en el hecho de que se trata –a lo que creemos- de las primeras excavaciones arqueológicas realizadas en esta región de Antofagasta de que se tenga referencias precisas y detalladas, bastante anteriores a las realizadas, en la década del 1920, por el médico alemán Otto Aichel en el área de Cerro Moreno. De estos trabajos y sus resultados para la ciencia antropológica, ofrecemos aquí el relato circunstanciado del Dr. Chervin, hecho ante la Sociedad científica, cuyo contenido se transcribe aquí ad litteram en una descripción precisa y detallada.

Otto Aichel 

Traducción del texto original.

 “El Señor Chervin tiene el honor de presentar a la Sociedad numerosos objetos traídos desde Bolivia por el Señor Sénéchal de la Grange.

     En el curso de un viaje efectuado desde la bahía de Antofagasta hasta el altiplano de Bolivia, el Señor Sénéchal de la Grange tuvo la ocasión de recolectar objetos de diferente naturaleza, pero todos igualmente preciosos para los antropólogos, porque los procedentes de esta región son bastante escasos.

El Señor Chervin presenta:

1. Cuatro cráneos hallados por el Sr. Sénéchal de la Grange en lomajes de la ensenada de (la) Chimba frente a la isla de Guarnan [sic! por Guamán]. Tal como pareció al Señor de la Grange, la sepultura fue excavada en plena tierra, o, mejor dicho, en plena arena, en el acantilado que domina la bahía. No había rastro alguno de tumba [o sepulcro].

     Los diversos huesos que componían el esqueleto han sido hallados en la posición normal de un cuerpo extendido, excepto en el caso del niño, contrariamente a lo que suele encontrarse de ordinario en muchas sepulturas peruanas de las orillas del Pacífico, donde la posición en cuclillas es la regla.

[¿El cráneo de Atahualpa?].

     A estos cuatro cráneos recogidos personalmente por el Señor Sénéchal de la Grange, se agrega aquí un quinto que le ha sido obsequiado por uno de sus amigos como el cráneo del famoso Atahualpa, el último gran jefe Inca del Perú.

     Este cráneo, que está representado en la línea tercera de la fotografía adjunta, ¿es verdaderamente el cráneo de Atahualpa? La cosa no es imposible si se ha de creer al documento mostrado aquí abajo que ha sido remitido al Señor Sénéchal de la Grange y que nosotros hemos traducido literalmente. Sea lo que sea, el Señor Sénéchal de la Grange se limita a entregarlo tal como lo recibió, sin otra garantía alguna de autenticidad histórica (sigue aquí nota al pie de página con una extensa referencia a la historia del cráneo de Atahualpa y su destino).

   Sea lo que sea, de estos cinco cráneos, los tres primeros pertenecen a hombres adultos, uno a una mujer y el otro a un niño.  Los tres cráneos adultos son muy claramente braquicéfalos, tal como lo atestiguan las fotografías adjuntas, y presentan una serie de caracteres comunes, y en forma notable, una gran anchura de la cara como consecuencia de la importancia del ángulo bicigomático. Uno de estos cráneos presenta un prognatismo sumamente notorio con inserciones musculares fuertemente marcadas; el cráneo de Atahualpa, presentando las mismas características generales que el segundo cráneo adulto, no posee las inserciones musculares tan marcadas como los precedentes: es claramente más fino.  Ninguno de ellos muestra señas de deformación (craneana).

     Los cráneos de la mujer y del niño nada presentan de particular. Son braquicéfalos como los demás. Se nos plantea un problema: ¿a qué raza pertenecen estos cráneos? Nuestros conocimientos craniométricos relativos a las numerosas razas que poblaron estas regiones son poco numerosos. Todo lo que podemos decir es que eran, en todo caso, poblaciones de pescadores, privadas del hierro y de todo tipo de mineral, estando así obligados a servirse del sílex puesto que no tenían otro tipo de utensilios a su disposición.  Actualmente, nos es difícil precisar más.  Pero el señor Sénéchal de la Grange, quien va a regresar nuevamente a Bolivia, se pone a la disposición de la Sociedad de Antropología y de todos los sabios que tengan problemas para dilucidar o informaciones que recabar. Gracias a la atención que realiza el personal médico que él posee en las minas de Huanchaca, podría hacer recopilar todos los antecedentes de interés relativos a los 7.000 obreros de la mina, que pertenecen a todas las razas indígenas de la altiplanicie del Perú, de Bolivia, del Brasil y de la República Argentina.


     No sabríamos, pues, agradecer suficientemente al Señor Sénéchal de la Grange por tan generosa propuesta, que servirá en gran medida a los intereses de la ciencia (1).

2. En las sepulturas, el señor Sénéchal de la Grange ha encontrado maravillosas puntas de flecha hechas en sílex y en diferentes tipos de rocas, todas ellas finamente dentadas, de las cuales algunas no parecen haber sido utilizadas [para la caza].

3. Había aún un gran número de arpones de madera para la pesca. Algunos terminaban en un sílex tallado bastante grande, en forma de lanza, mientras que otros terminaban en un sólido anzuelo de hueso.

4. Dos o tres marcos de espejo (?) (cadres a miroir) adornados por un diseño muy simple, conformado por líneas quebradas. El señor Sénéchal de la Grange ha hecho referencia a numerosos otros objetos que irán a enriquecer nuestras colecciones públicas. Entre éstas, debo señalar dos momias: una de hombre y otra de mujer; las dos dicen relación a personas que perecieron de muerte violenta. La mujer trabajaba en las minas de cobre de Chuquicamata; ella presenta la cabeza aplastada por un derrumbe ocurrido en época desconocida; el cuerpo está momificado en forma natural. Junto a ella, se ha encontrado diferentes objetos, notablemente un saco de piel curtida en el cual se halló dos o tres grandes piedras, de 20 a 25 cm de longitud, y seleccionadas verosímilmente por su forma de hacha de mano, las que servían para desprender el mineral. Había allí, igualmente, un martillo de piedra bruta, muy interesante, en forma de pirámide. El mango está formado por una rama de árbol de un metro de largo y doblado. (à frais) en su parte media. La piedra está inserta al medio de la rama [así] doblada. Se mantiene en su lugar mediante amarras de cuero curtido de un centímetro de longitud, dispuestas en forma de redes (réseaux).  Las dos ramas de árbol dobladas se unen mediante pequeñas cuerdas de cuero curtido formando así un mango de 45 cm de largo.

     Se halló igualmente cerca de esta pieza un pequeño cesto redondo, sin tapa, hecho en cestería de junco trenzado con mucha regularidad en forma de un pote (bol), sin diseños de color. La momia del hombre fue donada al Museo de Etnografía del Trocadero; ha sido colocada en la sala Lorillard, vitrina Nº 51. Esta momia fue hallada hacia el año 1880 en trincheras abiertas en las arenas del altiplano de Bolivia para la instalación del ferrocarril de Antofagasta a Pulacayo. 

    El cuerpo se encuentra perfectamente momificado; la piel se ve levantada en algunas partes, en especial en el brazo derecho, dejando ver una musculatura en buen estado.

     Se trata de un hombre joven, imberbe, de pequeña talla (de alrededor de 1,50 m de alto) y su cara es alargada. Los cabellos son de un color café (brun) y lisos, y están trenzados en penachos (touffes) en torno a la cabeza y son lo bastante largos como para caer por delante hasta el cuello y por detrás, hasta las espaldas.  Sobre la cabeza se observa una pequeña redecilla de hilo de algodón blanco en forma de red (filet) que termina en una pequeña borla o pompón formado por una veintena de gruesos hilos de lana roja. Alrededor del cuello, se observa un cordón de algodón del cual está suspendido un pequeño saco de ocho centímetros de alto por tres de ancho. Este saco [o bolsita] está hecho en tejido de algodón de dos colores y el diseño se compone de dos hiladas de un centímetro de ancho, amarillo y rojo sucediéndose alternativamente a todo lo largo [de la pieza]. El saco está cerrado por medio de un fino cordón amarillo: es incontestablemente un saco de amuletos.  En el interior del saco [o bolsa] se hallan dos puntas de sílex, un pequeño guijarro aglomerado con una incrustación de cobre y cuatro granos de limonita pisilítica (limonite pisilitique).

     Los lóbulos de las orejas están perforados y atravesados por un pequeño trozo de madera dura, afilada en uno de sus extremos, delgada (mince) como una aguja de tejer, y de un largo de alrededor de cuatro centímetros; diríamos [que semeja] una espina larga.

     El cuerpo está extendido todo a su largo, acostado sobre el costado derecho, con el antebrazo plegado, con la cara dorsal de la mano apoyada sobre la mejilla en la actitud del sueño. Los pies están desnudos y desprovistos de sandalias. No hay traza alguna de tatuaje. El cuerpo está vestido solamente de un puncho (¡sic! por poncho) de color, tejido en forma regular en el telar (au métier) que desciende hasta unos 10 cm debajo de la rodilla. El puncho (¡sic! por poncho), lo sabemos, es una pieza de tela en forma de cubierta perforada al medio por medio de una abertura para dejar pasar la cabeza y   mantenerlo sobre el cuerpo. En la parte del cuello se observa una especie de encaje formado por 7 gruesos puntos de tapicería en lana roja cuyos hijos suben de cada lado en una misma línea, a dos centímetros de distancia. Directamente sobre la piel se halla un cinturón aplastado. Está hecho de la reunión de una veintena de cordelillos en pelo de llamo, que probablemente servía para suspender un paño (hoy día ausente).

     El pubis está guarnecido de pelos. Pero la persona fue castrada con la ayuda de un instrumento sumamente afilado, cuyo corte, se ve aún hoy perfectamente nítido al nivel del pubis mientras que se ven restos de las bolsas [bolas].  La extracción del pene ha tenido lugar con toda certeza después de la muerte; tal vez fue practicada por el obrero que la descubrió en la trinchera del ferrocarril, para hacerse con él algún amuleto.

 Esta momia es, pues, interesante por más de una razón.

     El señor Sénéchal de la Grange ha hecho obsequio a la Sociedad, para su museo particular, de los cinco cráneos que yo acabo de presentar; éstos vienen a llenar una laguna en nuestras colecciones y debemos dirigir a nuestro generoso donante nuestros más calurosos agradecimientos.

     A causa de su especial importancia, yo he creído útil ofrecer un dibujo de cada uno de estos cráneos para nuestros lectores del Boletín. Me ha parecido que la fotografía presentaba una gran ventaja sobre los (instrumentos) goniómetros y cefalómetros conocidos. Así, pues, he buscado una posición que fuera la misma para todos los cráneos en estudio y sobre todo un medio para hacerlos comprables entre ellos. He pensado que la fotografía señalética (signalitique) imaginada para la persona viva por nuestro colega el señor Alfonso Bertillon, podría tener su aplicación en la craniometría ya que ella presentaba todas las condiciones requeridas para lograr la mayor uniformidad posible de posturas y reducción.  Mi amigo, el señor Alfonso Bertillon ha tenido a bien adaptarse a mis indicaciones y las fotografías de la página 706 han sido realizadas en su Servicio en las condiciones señaladas en la nota adjunta. [Ver más abajo].

     La aplicación del método del señor Alfonso Bertillon a la craniometría presenta, con respecto de los diversos aparatos craniométricos, la ventaja del diseño fotográfico sobre todos los dibujos hechos a mano. Pero el procedimiento del señor A. Bertillon es tan rigurosamente exacto que permite tratar la fotografía obtenida como un verdadero dibujo geométrico, así como tomar mediciones precisas. Es ésta una ventaja inapreciable que hará los más grandes servicios a los investigadores que se dedican a la craniometría.

Nota sobre la reproducción fotográfica de cráneos.

     [Esta sección, de interés únicamente para la historia de la craniometría, no fue traducida en esta ocasión y se omite aquí. Es de naturaleza muy técnica, y nada nos aporta desde el ángulo eco-antropológico que es nuestro enfoque. Se puede, sin embargo, leer en su texto original francés].

Discusión.

   El señor presidente pide al señor Chervin que transmita al señor Sénechal de la Grange los agradecimientos de la Sociedad.  Expresa, igualmente, el anhelo de obtener referencias exactas sobre la sepultura de los cráneos que acaban de ser ofrecidos.

   El señor Chervin es de opinión de que los cadáveres habían sido enterrados en la arena, sin ninguna otra forma de sepultura (o tumba).

    El señor A. de Mortillet hace notar que las flechas presentadas por el señor Chervin   se aproximan por su forma a aquellas que se encuentran en Europa”.

[Hasta aquí, nuestra traducción del texto original francés.  Solo nos faltó incluir la fotografía de los cráneos aquí descritos, cuya deficiente fotocopia poseemos, tomada del original francés, la que esperamos agregar próximamente. El artículo original trae una página entera con la imagen comparativa de los cráneos referidos].

Nota 1. Por recomendación del señor M. Chervin, los señores Sénéchal de la Grange y de Créqui-Monfort acaban de organizar una verdadera misión antropológica llevando consigo a investigadores calificados como los señores Adrien de Mortillet, Courty, el Dr. Neveu-Lemaire y J. Guillaume.

Texto original y referencias

http://eco-antropologia.blogspot.com/search/label/La%20Chimba

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