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LA SANTA FUMONA DE LA PLACILLA DE CARACOLES



La Santa Fumona


   Apenas se accede a la Placilla de Caracoles (Caracoles para los locales) lo primero que se logra ver - a un lado del camino - es el improvisado memorial a la Santa Fumona. Son tantas las leyendas que se tejen en su entorno que uno se ve obligado a parar y rendir tributo. En una de esas las historias son ciertas.



     Es muy curioso - por no decir intrigante - el caso de "la Santa Fumona", apodo que se le daba a una mujer que falleciera junto a su pequeño hijo, y que se encuentra ubicada en una pequeña cueva, en el camino de acceso a Placilla de Caracoles.



     Esta cueva o cripta no tiene nada de especial. Es un pique más, del centenar que existen en la zona. Se distingue de todos los otros, sin embargo, porque en su interior se guardaban los restos de una mujer y de su pequeño hijo que fallecieron allí, en ese lugar. Aunque esto era así puesto que hoy ya no queda nada. Se habla de que un incendio casual, provocado por alguna vela (o un cigarrillo) dejado por un visitante, habría quemado los cuerpos y los cientos de objetos que allí se acumulaban por años.

No hay mucha información sobre lo ocurrido en ese lugar, sino lo que cuenta la leyenda:

     Se dice, aunque no hay cómo confirmarlo, que esta mujer, a la que se apodaba con este feo mote porque se le conocía como aficionada a fumar, vivía en el campamento de Caracoles, y que ante una enfermedad de su hijo inició un viaje hacia la ciudad. Viaje que no la llevaría sino a la muerte, junto al niño. Habría muerto ahí, en ese estrecho y breve pique, donde buscara refugio durante la noche, y allí, donde la encontraron la dejaron, en un ataúd, junto a su pequeño. No existe otro motivo válido para que no fuese enterrada como cualquier otra persona, por miserable que fuera, que ese desdichado suceso.

Antigua imagen de la Santa Fumona. Imagen del Sr. Ricardo Martini

     Versiones -que nos parecen antojadizas e infundadas- hablan de que habría sido asesinada, incluso no faltan quienes mencionan una violación. Poca presencia tenía la ley en aquellos años de la explotación de Caracoles, pero ante tales hechos necesariamente -aunque no se encontrase a los culpables- se habría dispuesto "cristianamente" de sus restos. El que se le mantuviera ahí, en su ataúd, a lo largo de los años (no sabemos cuántos) nos da pie a suponer al menos dos cosas:

- Una, que fue hace mucho, pues si hubieran transcurrido menos de 100 años, se le habría sepultado, pues ya existía en la zona autoridades -seglares y eclesiásticas- suficientes para ordenarlo.
- Dos, que su muerte no podía arrogarse sino a la fatalidad, y a las inclemencias del tiempo.

     Hoy. Quedan allí unos cuantos trastos, algunos objetos dejados por los visitantes: flores plásticas, botellas con agua, un casco, cigarros y basura. No poca cantidad de basura.

     Aunque ya no están los cuerpos, se sigue considerando como una "animita", y los visitantes dejan allí algo, un regalo cualquiera, un cigarro, como ofrenda. Para que "la fumona" no los maldiga, para que el viaje llegue a feliz término, para que "no pase nada"...

Entrada a la Cueva o Cripta de la Santa Fumona

     Se cuenta que, hace un par de años, un grupo de trabajadores mineros llegó a la cripta, y después de tomar unas cuantas fotos, de todos ellos sólo dos no hicieron caso de las advertencias, y en tanto uno no dejó nada, el otro -osado- se llevó de allí un cigarro, y se lo fumó tan contento. Su propio testimonio entregado al día siguiente dice que la noche, allí en el campamento de la mina, fue terrible. Ninguno de los dos pudo dormir, y el que hizo el hurto incluso afirmó que había sentido la presencia de la mujer, que iba en busca de lo que era suyo. Volvieron al día siguiente y el uno le dejó sus lentes y el otro dinero, para poder irse en paz. Cada uno es dueño de creer lo que quiera, al respecto no diremos nada. Sólo se refiere la anécdota.

Según relatos. 

     Dice Patricio A. Espejo Leupin:  Solían comprarle cigarros, así lo vi en 1998 y el 2014/2015. Hasta ese año aún permanecían los cuerpos y el ataúd, junto con todas las ofrendas, hasta que una vela dejada prendida hizo arder todo en una noche, lo que detectó personal de sondajes de Amsa al otro día. El tema fue levantado incluso como reporte de seguridad que nos llegó por correo, con visita de arqueóloga incluida, aunque ya nada se podía hacer. De los cuerpos quedaron un par de huesos y parte del cráneo, todo lo demás se quemó. Los huesos se mantuvieron en el lugar y nuevamente se comenzaron las ofrendas.

 Hielo y escarcha en los parajes de Caracoles
 Cementerio principal de Placilla de Caracoles
Vista del Cementerio principal de Placilla de Caracoles
Uno de los varios cementerios adyacentes a las faenas.
No solo los hombres quedaron tendidos en la Pampa

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