A su salud pues
(Remedio pa´ la pena digo yo)
Aunque gran parte de los que llegaron a este norte, damas y
caballeros, provenían del centro y sur del país, no es menos cierto que también
nos encontrábamos con ciudadanos de los países limítrofes (Perú, Bolivia, Argentina)
y con algunos europeos (de las Europas). Con lo anterior, podemos inferir que
nuestros paisanos (coterráneos) no sólo llegaron con el afán y las mañas.
También trajeron sus mitos, sus leyendas, sus comidas y bailes, sus males y sus
escasos bienes que, poco a poco pasaron
a formar parte de las costumbres y tradiciones de este norte grande,
enriquecidas por las de los foráneos y, en alguna medida, por la hasta entonces
desconocida cultura de los naturales.
Lo que viene de un ayer que nos parece tan remoto y
desconocido.
Han de saber que, en los antiguos tiempos de nuestro país, se
servía en los velorios de los “angelitos” (los niños menores de 3 años) una
bebida conocida como “Gloriao”. Recibió ese nombre de la oración con que
comenzaban los rezos por el alma de la guagua, el Gloria.
Esta bebida, muy conocida desde Atacama al sur, lo que
entonces era Chile, debe haber sido bastante utilizada después —suponemos— en
las salitreras y en el norte en general, tras la ocupación, pues como hemos
podido ver en muchas ocasiones, había una alta mortalidad de niños pequeños.
Las condiciones de vida no eran las mejores, y tanto la asistencia médica como
los medicamentos eran muy escasos. Se sabe que la farmacopea de ese entonces
vendía productos que más enfermaban que sanaban.
Según consigna Oreste Plath en su “Geografía Gastronómica de
Chile” (1943-1996), este licor se preparaba con agua hervida, clavo de olor,
canela, azúcar quemada y cáscara de limón o naranja. A este cocimiento, ya
preparado, se le agregaba el aguardiente. Si se quería rebajar el grado
alcohólico, para que quedara más suave, mientras hervía se le aplicaba un
fósforo, de modo que se quemara el alcohol.
Otra forma de prepararlo, según el mismo Plath, era con una
infusión de palos de guindo, a la cual se le agregaban las especies, se colaba
y servía.
Sin embargo, y él mismo lo dirá luego, la infusión con palos
de guindo no era gloriao, sino mistela, un licor diferente, que se podía
preparar de diversas formas, utilizando distintos ingredientes básicos, como
palo de rosa, culén, apio e incluso coco.
Aunque las tradiciones se van perdiendo, aún se puede
encontrar personas que recuerdan cómo eran las cosas antiguamente. Por ejemplo,
nos dicen que lo habitual es que se sirviera en vasos, para cada persona, pero
al parecer antes no era así, sino que se servía en una tetera, bebiendo
directamente de ella. De esta forma se mantenía caliente y no se perdía el
alcohol por evaporación. Otros refieren que se ponía el gloriao caliente en una
jarra, la que se forraba con un mantel, y se le insertaba una bombilla, por
medio de la cual se bebía, pasando la jarra de uno a otro como cuando se toma
mate.
Hoy en día se prepara, según refieren distintas personas del
sur, agregándole café, lo que le da un carácter muy diferente y -a nuestro
parecer- ya no sería un gloriao, sino que debería llevar otro nombre.
Pero bueno, sabemos también que los nombres se les dan a las
cosas de forma algo antojadiza, y así nos enteramos de que en la Región de la Araucanía
se conoce como gloriao a una preparación muy diferente y que no tiene ninguna
relación con la que describimos. Por esas tierras llaman gloriao a un cocho
aguado (o pavito) que se bebe en las mañanas muy temprano, al salir a trabajar.
Obviamente, no tiene alcohol ni relación alguna con el gloriao de los velorios.
En el mundo andino, del que una buena porción de nuestra
región forma parte, el gloriado no es un licor o preparación específica, sino
que se le llama así al conjunto de vinos, licores, comida, chocolate y cigarrillos
que se sirven a los asistentes a un funeral. Distintos lugares, distintas
costumbres, un solo país.
Para finalizar, mencionaremos que el gloriado (que llamamos
gloriao por la deformación que hacemos del idioma) existe también en otros
países de habla hispana, debido a que su remoto origen es hispano.
En el Perú, por ejemplo, se prepara de forma muy similar, con
la notable diferencia de que se le agrega un par de hojas de higuera. Y, cosa
curiosa, no se sirve con ocasión de los funerales, sino todo lo contrario,
cuarenta días después de un parto.
En Colombia y Ecuador se prepara también, pero, aunque no
pudimos encontrar la receta, sí supimos que ambos son diferentes entre sí y
también con el nuestro, y que no guarda relación tampoco con los velorios.
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