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viernes, 29 de agosto de 2025

PAPOSO Y SU HACIENDA

Paposo y su Hacienda

En un lugar único y diferente


Paposo, un territorio fascinante, y esto va dado por la vida natural que sobresale por esta parte del desierto; un territorio aprisionado entre el mar y las abruptas serranías de la cordillera costera, paraje vasto que contiene y cobija a los herederos de la etnia camanchaca, quienes se distribuyen por el antiguo poblado (aquella locación de la que habla Jullien Mellet o el naturalista Rodulfo Philippi) o, por sus dispersas caletas.


Cortijo de Llompi o Estancia Paposo (en Philippi, 1860)


Aguada La Capilla


Los extranjeros gustan de visitar este espacio – esto no nos debería llamar la atención- especialmente por la gran diversidad de especies botánicas, un verdadero álbum de la flora nortina al aire libre y totalmente abierta al visitante, mientras que los connacionales vienen por curiosidad, por aquello de conocer la vida silvestre en el desierto más absoluto y por alguno que otro atractivo que ofrece esta parte del territorio en una región que mira -o nos piden que miremos- al cielo, mejor dicho, al universo.

 

La Hacienda y la Heredad

 

Nuestra historia comienza así: Para reafirmar el nombre de “El Paposo”

Evangelizando a los grupos Changos de “El Paposo”:

Notas antropológicas de una expedición de misioneros en el año 1841.

“La estancia denominada "El Paposo" formaba parte de la propiedad de don Miguel Gallo Vergara, rico hacendado de Copiapó y comprendía una extensa zona de "cuarenta y cinco leguas," de costa, desde el lugar nombrado "Hueso Parado" hasta la punta de Miguel Díaz, lugar que era reputado a la sazón como el límite con Bolivia, y donde comenzaba -hacia el Norte- el desierto absoluto, totalmente carente de agua y vegetación”

 

La Hacienda y la Heredad

(Los orígenes)

 

Paposo o El Paposo, como sale referenciado en los antiguos textos, nos habla del antiguo puerto que se ubicaba a unos 60 kilómetros al norte de la ciudad de Taltal, cuya historia conocida se remonta al 4 de julio de 1679, fecha en que dicho territorio comienza a tener un dueño, por la merced (concesión) que realizó el Capitán General del Reino de Chile Don Juan Henríquez a Don Francisco de Cisternas Villalobos, un encomendero (persona que debe “cuidar, alimentar y evangelizar” a los aborígenes de América a cambio de un bien). De Cisternas Villalobos era considerado un castellano atrevido y audaz, descendiente directo de conquistadores y proveniente del valle de Copiapó.

La Merced “La Hacienda”, comprendía mil quinientas cuadras de la época, de sur a norte (casi un grado geográfico en extensión, es decir, 111 kilómetros o 69 millas) y abarcaba desde Hueso Parado hasta Miguel Díaz (por el norte de Taltal). El límite por el Poniente era el Océano Pacífico, y por el Oriente hasta las cercanías que miran a la pampa central o llanuras del Desierto.

Esta gran extensión de tierra no generó los frutos esperados por el Maestre de Campo, ya que los minerales que se suponía habría no fueron descubiertos; así, decide detener la búsqueda y dedicarse a trabajar y disfrutar de su merced, en la que el clima, vegetación y ganado menor le permiten asentarse y subsistir sin problemas.

Durante la época del Imperio español, la bahía de Nuestra Señora aparece mencionada como parte del corregimiento de Copiapó de la Capitanía General de Chile.

 

El 6 de septiembre de 1777 se emite una Real Orden referida al cobro relacionada al almojarifazgo y alcabalas en Chile el cual hace mención del despoblado de Atacama y los pueblos circundantes como parte de la jurisdicción chilena:

 

Aunque en el corregimiento de Copiapó, cuya cabeza es la villa de San Francisco de la Selva, se contienen los puertos de Cobija y bahía de Mexillones, puerto de Betas, el de Juncal, el de Copiapó o la Caldera, Bahía Salada, puerto del Totoral y el del Huasco, como son tan accidentales las arribadas de navíos con este arreglo, y también a las cortas entradas que puedan ocurrir por la cordillera, camino del Despoblado y de territorio de aquella jurisdicción, el administrador de este destino propondrá el sujeto o sujetos que conceptuare necesarios para la mejor recaudación de dichos ramos y aumento de la Real hacienda

(Archivo General de Indias de Sevilla, Audiencia de Chile, legajo 328)

Asimismo, en el mapa levantado por la Armada española en 1792 se incluye dentro de Chile desde el paralelo 22° al sur, en otras palabras, desde la zona del río Loa. En el mapa de 1793 elaborado por Andrés Baleato, director de la Escuela Náutica de Lima, por orden del virrey Francisco Gil de Taboada y Lemus, Chile tiene como frontera norte el grado 21° y medio, en específico la desembocadura del río Loa, haciendo mención explícita que la zona estaba despoblada y recién habían poblados desde el paralelo 24°.

 

Hipólito Unanue publica sobre el Perú en 1793 lo siguiente:

 

La ensenada de Túmbez lo separa por el norte del Nuevo Reino de Granada y el río Loa por el sur del desierto de Atacama y reino de Chile

(Guía política, eclesiástica y militar del virreinato del Perú de 1793) ​

En la memoria del Francisco Gil de Taboada que le dio a su sucesor Ambrosio O'Higgins en 1795 se describe el límite entre el Perú y Chile el río Loa.

 

Durante la época del Gobernador, don Ambrosio O'Higgins (1788-1796), milicias de Copiapó, por orden de sus autoridades locales, se apostaron en Paposo a fin de desbaratar eventuales desembarcos de corsarios ingleses que rondaban el litoral del desierto de Atacama. ​La administración civil y judicial de Paposo quedó a cargo de un diputado territorial o teniente de corregidor con asiento en esa localidad y que dependía del subdelegado de Copiapó, inicialmente este cargo recayó en don José Zuleta, pero tras los abusos a los changos fue reemplazado por don Gregorio Almendariz a fines de 1789.

 

Sabido el intento de fundar una villa, se presentó ante el subdelegado de Copiapó Julián de la Sierra con la finalidad de oponerse a la ocupación de sus tierras. Él junto a su esposa de Felipa Mercado y Cisternas eran herederos de las más de 1.500 cuadras de tierras, distribuidas en varios lotes que incluían los sectores de Guanillos, quebrada Camarones y lomas de Llampi, con límite norte en el paraje de Miguel Díaz, al sur la Quebrada Paposo al poniente el mar y al occidente las sierras altas de la cordillera. Pese a que su queja la elevó al Gobernador, esta fue rechazada porque no podía alegar dominio en las playas y a 100 varas medidas de la alta marea por ser estas tierras realengas y ocupadas por pescadores y changos para la pesca. ​

 

El 22 de noviembre de 1793 partió una expedición a cargo del subdelegado José Joaquín Pinto y Cobos de Copiapó con la finalidad de fundar una villa y seguir las órdenes del Gobernador Don Ambrosio O'Higgins tras su visita realizada en 1788 a Copiapó. La expedición llegó el día 15 de diciembre al sector de Junquillar, aquí se hizo publicar y pregonar el bando, además de realizar un censo que arrojó un total de 23 hombres (padres), 27 mujeres (madres) y 60 hijos y 42 hijas, sumando un total de 142 habitantes entre Pan de Azúcar y el paraje de Agua Salada. Estas diligencias se realizaron el 17 de diciembre de 1793. Posteriormente el subdelegado de Copiapó ordenó la erección de una villa, una parroquia o vice parroquia y además de una escuela. Sin embargo, este proyecto debió posponerse por falta de recursos.

 

Según anota Claudio Gay, el 28 de julio de 1797, el gobernador del Reino de Chile, don Gabriel de Avilés y del Fierro, autorizó la suma de quinientos pesos de la época para la construcción de una capilla en Paposo. No contento con eso, autorizó a presbítero santiaguino, Rafael Andreu Guerrero, a trasladarse a la zona como Teniente de Cura, y se colocase a las órdenes del cura propietario de Copiapó, en el corregimiento chileno de Atacama. ​ En 1853, el explorador Rodulfo Philippi hacía mención de dicha capilla.

 

De acuerdo con el historiador peruano, Mariano Paz Soldán, el 1 de octubre de 1803, el rey Carlos IV, mediante real orden, ratificada por el mismo monarca en 1805, ​ transfirió el puerto de Paposo a la jurisdicción del Virreinato del Perú, separándolo de la Capitanía General de Chile. No obstante, de acuerdo a la historiografía tradicional chilena, la orden no fue cumplida por el Virrey español, en Lima:

 

Enterado el Rey del abandono en que se halla el puerto de Nuestra Señora del Paposo y sus inmensas costas en el mar del Sur, así como de las proporciones que ofrece el territorio inmediato y el desierto de Atacama para cría de ganados, (...)

“Asimismo, ha resuelto S. M. que el expresado puerto, sus costas y territorio se agreguen al virreinato de Lima, así para el gobierno político, como para lo militar, por la mayor facilidad con que lo puede defender, y porque siendo digno de toda atención, es consiguiente que dependa de aquella capital, cuyo apostadero extiende su jurisdicción hacia el Sur a todos los puertos y costas hasta Chiloé; y teniendo S. M. presente que en esta empresa son tan interesadas las provincias del Río de la Plata y del Perú, como ese Reino de Chile, pues concurren las extremidades de los tres gobiernos en el territorio indefenso del Paposo, (...) San Lorenzo, octubre 1.° de 1803”​

Por último, en el primer censo de Chile, del año 1813, levantado por Juan Egaña, se contempla el "Distrito del Puerto de Paposo", en la Provincia de Copiapó, con 100 leguas de largo y 20 de ancho, en el cual se contaba con 570 almas.

 

Época republicana

 

Disputa del desierto de Atacama entre Bolivia y Chile.

Al producirse la independencia de Chile, la zona de la rada de Paposo se encontraba próximo al límite septentrional del Reino de Chile, que estaba definido, antes que, por el paralelo establecido en la documentación colonial, por la interpretación de las autoridades locales, tanto de Santiago como de Copiapó. Un buen ejemplo de lo anterior, es la Memoria que el virrey del Perú, don José Fernando de Abascal, entregó a su sucesor, don Joaquín de la Pezuela, en 1816, donde dice textualmente:

 

“El Virreinato del Perú después de las últimas desmembraciones y nuevas agregaciones que se le han hecho, tiene por límites al norte la provincia de Guayaquil; el desierto de Atacama al sur, comprendiendo en todo su territorio desde los 32 minutos al norte de la equinoccial hasta los 25° 10’ de latitud meridional”

Este documento ha sido utilizado como respaldo por la historiografía peruana y boliviana, para afirmar que la real orden de 1803 sí fue ejecutada y que el límite norte de Chile fue entregado al Virreinato del Perú luego de declarar su independencia de este, según el principio del uti possidetis iure de 1810, estaba constituido por el desierto de Atacama sin incluirlo como parte integrante de su territorio. De ser así, si Simón Bolívar y Antonio José de Sucre lo anexionaron en 1825 a la naciente República de Bolivia lo hicieron desmembrándolo del Perú y no de Chile. ​ Hasta 1840 la soberanía ejercida por el gobierno de Bolivia sobre la región no fue cuestionada efectivamente, pero el 31 de octubre de 1843 Chile creó la Provincia de Atacama incluyendo a Paposo.

En este periodo, exploradores e industriales -chilenos y extranjeros- recorrieron la zona, descubriendo yacimientos minerales e instalando explotaciones a lo largo de la costa.

Ahora bien. Esta Estancia, con el correr los años, llega por herencia a doña Candelaria Goyenechea -esposa de Miguel Gallo Vergara- adquiriéndola al último de los herederos del castellano De Cisternas. “Más tarde la arrendó, por un período bastante largo, Don José Antonio Moreno, quién construyó la gran casona que destacaba en el lugar, en el sector cercano al embarcadero. Su viuda, doña Delfina de Zuleta, la adquirió definitivamente en 1889, en subasta pública siendo actualmente propietaria de dicha Estancia la sucesión del Almirante y héroe de la guerra del 79, Don Juan José Latorre” (Agullo, 1958: 10).

 

Los últimos Latorre en Paposo

 

Marta Latorre Moreno, tercera hija de Don Juan José Latorre Benavente y de Doña Julia del Carmen Moreno Zuleta, esta última, hija de José Antonio Moreno y Delfina Zuleta, resultó ser (según las crónicas) una joven de espíritu inquieto, gran viajera y de conducta un poco extravagante. En unos de sus viajes por Europa, conoció a un aristócrata ruso de nombre Jorge Egbert Maximiliano, que ostentaba el título nobiliario de Príncipe de Lieven.  Nunca se supo de la veracidad de su alta condecoración ni de cómo fue que llegó a Chile.

A pesar de no tener mayores antecedentes de su prometido, Marta decide contraer matrimonio y trasladarse a la hacienda de Paposo o El Paposo.

“Este pasaje nos hace recordar a la novela de Blest Gana “Los Trasplantados” en donde las Familias mineras acomodadas, especialmente del norte del país, se van a vivir a Europa y procuran buscar un buen partido (matrimonial) para sus hijas e hijos, muy especialmente entre la nobleza en decadencia”

 

Según algunas páginas consultadas, estas dicen:

 

Relato del Señor Zenón Astudillo Flores, oriundo de Paposo: “A la edad 10 años trabajó para esta Familia, les ayudaba a alimentar las gallinas, diariamente recogían entre 40 a 50 huevos y los conejos que tenían eran enormes, parecían perros”. El Príncipe llamaba al Sr. Astudillo con el apodo de Cedrón, y uno de sus gustos era que le fueran a buscar cangrejos, a los que llamaba (patas grandes); “tenía una máquina especial para comérselos, además muy amante de las plantas tenía un invernadero con toda variedad de flores”; el Sr. Astudillo señala que al Príncipe le llamaban el gringo y también el cónsul, que fumaba puros muy fuertes, y que le gustaba tomar licores; además recuerda que era muy dictador, una vez cerró todas las bajadas a la playa de Paposo con alambres, pero por orden del Ingeniero Sr. Maturana y con el apoyo de los Carabineros del lugar, cortaron el alambrado y retiraron los cercos. Esta versión la reafirma Don Aurelio Román Mondaca F.

El Príncipe y sus continuos viajes a Taltal, donde -según cuentan- llevaba una vida bohemia y licenciosa despilfarrando el dinero de su mujer en alcohol e invitando generosamente a sus amigos a los salones del Club Taltal, a la Soc. Protectora de Empleados y a otros lugares de recreo.

Una de las andanzas que de él se recuerdan guarda relación con el arte y dice así:

Hubo una oportunidad en la que evitó que se suspendiera la función de una comedia teatral. El teatro estaba casi vacío, por lo que el propietario de la Compañía decidió suspender la jornada cultural. Pero entonces intervino el príncipe, convenciendo al dueño que esperara un momento.

A continuación, el aristocrático ruso se dirigió a la boletería y compró un lote de entradas... y a los transeúntes que pasaban les regalaba una entrada.

El poeta Erasmo Bernales le colaboró yendo a la plaza para hacer lo propio. Al rato, el teatro se llenó de público y la comedia pudo actuar en medio de efusivos aplausos.

 

El príncipe cae en desgracia por culpa de unos tragos.

 

Durante el Gobierno del presidente Don Pedro Aguirre Cerda, el príncipe salió al balcón del segundo piso de la Sociedad Protectora y, en un estado de intemperancia manifiesta, comenzó a lanzar proclamas y diatribas contra el gobierno, incitando al pueblo para que se levantara en armas para derrocar al Gobierno Bolchevique de Aguirre Cerda, para de esta manera evitar que pasara lo mismo que sucedió en Rusia, donde él y su familia fueron despojados de todos sus títulos y bienes, sometiendo al pueblo a la esclavitud más abyecta; esto habría sucedido según su especial punto de vista.

Esta situación, que ya se había producido varias veces, llamó la atención de las autoridades de la época, quienes inmediatamente tomaron las medidas correspondientes, decretando su inmediata expulsión del país, y enviándolo en el primer barco con destino al Perú. Doña Marta Latorre apeló a todas las autoridades para abolir ese dictamen, sin lograrlo, decidiendo finalmente reunirse con su marido en el Perú,

A pesar de su ingrata estadía en la Hacienda de El Paposo, mantuvieron comunicación por muchos años con quien fue su Mayordomo y criado, el Sr. José del Tránsito Almendares Flores.

Por esta vía se supo, tiempo después, que Doña Marta Latorre Moreno, ya viviendo en el Perú, se enfermó gravemente y posteriormente falleció, sin que, hasta donde se sabe, el matrimonio dejara descendencia.

¿Qué pasó luego? ¿Por qué la casona quedó en el abandono?

Eso no lo hemos podido averiguar y sólo acotaremos que no son tantos los años que nos separan de sus últimos ocupantes (la Familia Latorre) pero, de lo que fue dicha residencia sólo restan sus ruinas e inclusive éstas –dado su actual estado- desaparecerán en poco tiempo.

Nada es para siempre, ciertamente, pero se pudo intentar preservarla.


La historia de este territorio:

 

Territorio y Genealogía del Paposo Histórico.

 

https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0719-26812023000100335&lng=es&nrm=iso&tlng=es

 

Evangelizando a los grupos Changos de El Paposo: Notas antropológicas de una expedición de misioneros en el año 1841.

https://eco-antropologia.blogspot.com/2020/02/evangelizando-los-grupos-changos-de-el.html

 

















miércoles, 13 de agosto de 2025

LA GARRA DE LEÓN

 

La Garra de León

 

Es cosa de confianzas.

Cuando encontramos algo nuevo, no revelamos su ubicación ni a nuestra sombra, menos aún a desconocidos.


Haría poco tiempo atrás, algo así como: “Érase una vez”, una persona que nos sigue por las redes sociales nos envió una imagen de cierta especie que hasta los más crédulos dudaron de su procedencia. Hablamos de una garra de león en la región de Coquimbo, a cientos de kilómetros de su territorio establecido por la ciencia y por quienes hacen ciencia. Según las explicaciones, se encontraba en un espacio agreste, muy cercano a la costa y entre otras muchas especies del lugar.

Luego de las dudas, consultas, discusiones, tribulaciones, altisonancias y menoscabos, llegamos a la mejor de las soluciones (sé que ustedes piensan lo mismo): ver para creer. Iremos por ella. Nos tomaremos unos días sabáticos en esta prometedora primavera para visitar dicho lugar y esperamos contar con la suerte de poder encontrarla.

Gracias, padre, recuerdo tu consejo: La mínima distancia entre un punto y otro es la línea recta; ¿para qué desviarse si hay tanto ripio por el camino?

 

En nuestros últimos viajes al desierto florido

 

Alguien nos acotó, de buena manera, por supuesto, que, si no vimos la garra de león en nuestro último recorrido al desierto florido, fue un viaje infructuoso y tal vez esta persona tuvo algo de razón en su comentario, pero este gambusino (hablo de este escribano) vivió por aquellos lares y recorrió ese territorio cuando las floraciones no eran noticia, nadie les prestaba atención a estos eventos y las bocinas se usaban poco o nada. En aquellos tiempos había que caminar bastante para acceder a ciertos lugares y no se pensaba en sacar fotografías; las cámaras fotográficas eran un lujo y revelar los rollos resultaba muy oneroso. Además, de las 36 o 48 tomas, ¿cuántas quedaban buenas o mínimamente decentes?

 

 

Sobre la garra de león.

 

Bomarea ovallei es una especie endémica de Chile perteneciente a la familia de las Alstromeriáceas. Habitan en suelos pedregosos, a pleno sol, de distribución restringida a la costa de la Región de Atacama entre las comunas de Copiapó y Huasco, desde Totoral hasta el Parque Nacional Llanos de Challe. Esta especie tiene una distribución geográfica reducida, pero es frecuente, aunque muy asociada a precipitaciones que suelen ser muy bajas, discretas e infrecuentes. Los períodos cortos de humedad producen una menor floración y formación de semillas.

 

Las amenazas identificadas para esta especie son siempre las mismas y todas asociadas al sapiens-sapiens (directa como indirectamente).

Fue clasificada originalmente como Leontochir ovallei, dentro de su propio género monotípico Leontochir. En el año 2000 fue transferida al género Bomarea como Bomarea ovallei (Phil.) Ravenna.

 

Etimología

 

Bomarea: Es el nombre genérico que está dedicado al farmacéutico francés Jacques-Christopher Valmont de Bomare (1731-1807).

 

Las imágenes son de Caminantes del Desierto. Gentileza de particulares anónimos. Año 2004-2005.












 

sábado, 9 de agosto de 2025

LOS OPILIONES DE ANTOFAGASTA-CHILE

Los Opiliones de Antofagasta-Chile

(Porque tenemos opilión)


No, no, no -nos decía en modo colérico- esta especie no ha sido vista jamás en la región de Antofagasta y, si yo no la he visto, no existe.

Pues bien. Así nos dijeron y, sin embargo, dicha especie sí estaba presente en nuestra región.

Con el correr del tiempo la encontraron -por supuesto- y entonces fueron otros los que recibieron los aplausos, vítores, clamores y desfiles, olvidándose de nuestros avisos y hallazgos, y no pudimos hacer más que sonreír ya que nuestra tarea (incomprendida a veces, denostada en otras) no va por el aplauso.

 

Los Opiliones

 

Un gran obsequio el que nos hizo llegar Don Rodrigo Castillo del Castillo y Castillo Tapia, tiempo atrás: una imagen de una especie sobre la cual, aunque nos dicen que a la fecha ya se han descubierto y se han hecho colectas, aún no hay estudios que le den un nombre científico y den por cierta su presencia en nuestra Región. Se agradece.

Ahora bien, los Opiliones son un orden de arácnidos conocidos vulgarmente como morgaños, arañas patonas o segadores. Superficialmente son parecidos a las arañas (orden Araneae) de las que se diferencian enseguida por la ausencia de estrechamiento (cintura o pedicelo) entre el prosoma (“torax”) y el opistosoma (“abdomen”); además los quelíceros acaban en pinza o quela en vez de en una uña, y carecen de glándula venenosa. Se han descrito unas 6500 especies.

Muchas especies son omnívoras, alimentándose principalmente de pequeños insectos, todo tipo de material vegetal, e incluso hongos; frecuentemente saprófagos, o depredadores. Los omnívoros pueden alternar pequeños animales con restos vegetales. A diferencia de muchos otros arácnidos no poseen un estómago succionador y un sistema de filtraje, por lo que ingieren pequeñas partículas de su alimento, haciéndolos vulnerables a parásitos internos.

Utilizan su segundo par de patas como antenas, debido a que sus ojos no son capaces de formar imágenes. Carecen de glándulas venenosas y son absolutamente inofensivos.

Aunque algunas especies utilizan la partenogénesis para reproducirse, la mayoría de los opiliones se reproducen de manera sexual. La fecundación es interna, lo que es raro entre los arácnidos, estando el macho dotado de un órgano copulador, que hace pasar por entre los quelíceros de la hembra. Esta cuenta con un ovipositor, un órgano protráctil que extiende para poner los huevos. En algunas especies los machos cuidan a la hembra luego del coito, mientras que otros defienden el territorio. La hembra pone los huevos poco después o puede demorar meses, siendo muy variable el periodo de incubación que puede ser desde 20 días a seis meses. Unas pocas especies construyen un nido para este propósito, habiendo una característica única en el modo de incubación de ciertas especies en las que el macho es el único responsable del cuidado de los huevos. Los opiliones necesitan de entre cuatro a ocho estados ninfales para alcanzar la madurez, siendo lo más común seis.

 

Por muchas décadas se pensó que no había opiliones en el desértico norte del país. Un avistamiento realizado en las cercanías de Iquique fue ignorado, por haberlo hecho una persona común y corriente, carente de credibilidad para los científicos. La misma suerte y respuesta tuvimos nosotros, al exhibir las fotografías del que encontramos: no hay opiliones en el norte. Nos han dicho que recientemente –por así decir- lo encontraron, en un lugar cercano a aquél donde lo hicimos nosotros, y entonces sí se creyó en su presencia. Porque así es el mundo científico: no creen en nada que no vean con sus propios ojos, pero –sin embargo- no se animan a venir a nuestra región a ver lo que nosotros sí hemos visto.






 

 

viernes, 8 de agosto de 2025

LA LECHE DE LLAMA

La Leche de Llama

¿Nos tienta o nos llama?


En general, el consumo de leche de llama por parte de los indígenas andinos no era común ni extendido, aunque no se descarta un consumo restringido en ciertas circunstancias. La leche de llama no era un alimento básico en la dieta tradicional andina, y su consumo se asociaba más a la supervivencia en casos específicos, no como un producto de consumo habitual.

 

Corresponde. Por Descarte (s)

Luego pienso, luego existo.

 

Una pregunta que nos hemos hecho en más de una ocasión es por qué los habitantes de los pueblos andinos, aquellos que durante seis mil años han aprovechado de las llamas su carne, lana, sangre, cuero, tendones, sebo y hasta el estiércol, nunca consumieron su leche.

Han de saber que, de los dieciséis animales ungulados que el hombre ha domesticado en su historia, la mayoría han sido ordeñados. Por ejemplo, el búfalo de agua en Asia, el Yak en las alturas del Tíbet, ambas especies de camellos a lo largo de toda su distribución, en África y Asia, los renos en las regiones del extremo norte, los caballos y burros en Eurasia. Para qué mencionar a vacas, cabras y ovejas.

Entre los que no figuran –justamente– las llamas y alpacas. Y vemos que ha habido intentos de explicar esto con varias ideas, la mayoría de ellas muy poco convincentes. Se ha sugerido que se debe a que producen muy poca leche y no es rentable ordeñarlas, que estos animales son muy huraños y no lo permitirían y hasta que los indígenas altoandinos serían intolerantes a la lactosa.

Pero ninguna de estas ideas tiene un real asidero, ya que sabemos bien que ante una mayor extracción de leche, el animal producirá más y que, mediante una cruza apropiada, la producción se puede incrementar; que las llamas permiten pacíficamente a sus dueños que las asistan para la remonta o en los partos, por lo que acostumbrarlas a la ordeña –que no conocen– no sería más que una cuestión de práctica habitual y, claramente, que la intolerancia a la lactosa –aunque real– es una razón dudosa, ya que cuando los conquistadores trajeron las vacas al altiplano y se les enseñó a ordeñarlas, los indígenas comenzaron también a consumir su leche y productos lácteos.

No hay ningún rastro histórico del consumo de leche de llama, ni en el arte, ni en crónicas, cuentos o leyendas, ni en la mitología andina. Tampoco los cronistas coloniales describen algo al respecto, salvo para decir que no había animales que les produjeran leche (a los indígenas) y que no tenían conocimiento alguno sobre preparación de productos lácteos, tales como mantequilla o queso. Si bien hay algunos que dijeron lo contrario, fue sin tener un mayor conocimiento de las costumbres de los indígenas.

Según los estudios arqueológicos e históricos que se han realizado, la idea del ordeño habría comenzado con los vacunos en el occidente de Asia, y de allí se habría ido expandiendo hacia el Mediterráneo, hacia el norte, el este, el Antiguo Egipto y la India. Desde estas zonas se expandiría la idea del ordeño a otras regiones, donde los nativos que carecían de animales vacunos la aplicarían a los que tenían a la mano, es decir, renos, camellos, yeguas, ovejas, etc.

De esta manera, el concepto de ordeñar un animal para extraerle leche no tuvo forma de llegar a América hasta miles de años después, con los conquistadores, y ya no fue necesario ordeñar un animal nativo, como llamas o alpacas, porque se habían traído otros ya habituados a ello (cabras, ovejas y vacas). Esta sería la explicación más plausible para que no se haya hecho nunca.

¿Sí se podría hacer ahora? No hay impedimento para ello, salvo el que sería necesario crear mercado para esa leche, que tiene un poco menos de grasa que la de vacuno, más azúcar y algo más de lactosa, pero a la vez muchas más proteínas y minerales.


Queso de Llama entonces

¿Puede ser?

Pues sí, es posible elaborar queso con leche de llama, aunque no es un producto común a nivel mundial. La leche de llama se ha utilizado tradicionalmente en algunas regiones andinas para elaborar quesos artesanales. Este queso tiene un sabor ligeramente dulce y cremoso, es rico en proteínas, calcio y vitamina C, además de tener menos grasa que la leche de vaca.

 

¿Por qué no era elaborado -por la gente- en el pasado remoto del Territorio?

Como suele suceder. La respuesta habría que buscarla entre los habitantes de las alturas, a aquellos que aún crían llamas.

[Las imágenes que se adjuntan quieren mostrar que todas las culturas que utilizan la leche han dejado, de una u otra forma, testimonio de esta ancestral costumbre, como se ha señalado].