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sábado, 14 de mayo de 2016

ANTOFAGASTA EN NUESTRO CORAZÓN, SUS INICIOS.




     Los viejos sentados a la orilla del mar queman sus cigarrillos y piensan en las macabras caravanas vestidas de seda del pecado tan fascinante y tan fugaz. Se estremecen todavía al recordar a las maravillosas mujeres venidas desde todos los rincones del mundo a Antofagasta a cambiar pecados por oro a confundir lágrimas con rosas y placer con muerte (Antonio Acevedo Hernández)


Antonio Acevedo Hernández


NACE LA CIUDAD

     Ni los marinos que hacían la carrera del norte orillando las costas de Chile. Ni los bolivianos dueños del lugar en que se alzaría Antofagasta tenían la menor idea de que un día sería uno de los puertos más importantes del pacífico. Antofagasta nacería sobre tierras y mar de la chimba, peñón blanco ó peña blanca, nombres casi ya olvidados, Vino un hombre. El chango López, Juan López que al decir de la gente informada no era chango, sino más bien huaso de Copiapó. 

     Pues bien, esta plenamente comprobado que este huaso copiapino. Juan López fue el primero que piso las playas de Antofagasta. Hombre de espíritu audaz y aventurero, se arriesgó antes que nadie, a explorar la costa entre Antofagasta y Cobija, estudiando sus caletas y haciendo excursiones hasta donde sus recursos se lo permitían. Agregamos que todas sus exploraciones las hacia a pie. Cuando inició sus exploraciones en 1845, según lo refiere el mismo en un extenso memorial que envió al Gobierno de Bolivia, en 1872, dice así; desembarco en Punta Jara, al sur de Antofagasta, desde donde dio principio a sus reconocimientos y cateos hasta llegar a Mejillones. Empresa peligrosísima y arriesgada, por cierto, pues iba tras lo desconocido y no contaba con más recursos que los que llevaba consigo. 


Juan López

     En aquella época, ya se explotaba el guano en Mejillones y como su primera excursión, le había resultado infructuosa, resolvió quedarse allí prestando sus servicios a una de las dos compañías que se dedicaban a la extracción de este abono. Estuvo en esas condiciones hasta 1856. Después se fue al Perú donde trabajó en las guaneras presumiblemente las islas Chinchas, para ganarse la vida, y de allí regresó en 1862, para seguir, con incansable perseverancia, en sus soñadas exploraciones de la costa antofagastina. Como la primera vez, vuelve a esta zona y desembarcó también en esta ocasión en Punta Jara, lugar que le servía de punto de partida, y desde cuyo sitio siguió haciendo sus estudios y observaciones hasta llegar por segunda vez a Mejillones.


     Sin embargo, ajustándonos a los hechos conocidos se puede destacar los últimos meses del año 1866, octubre, noviembre y diciembre, como el tiempo más probable en que López se instaló en la Caleta de Peñón Blanco. Basamos este cálculo en el hecho de que las relaciones internacionales entre Chile y Bolivia se ajustaron par el Tratado de Límites que se celebró el 10 de agosto de 1866, López dice en su memorial: “restablecidas al fin las relaciones entre ambos gobiernos me dirigí nuevamente a este litoral”. (Como agregaremos, la industria del guano de Mejillones establecida por Torres, López y Garday, en años anteriores había sido obstaculizada por el problema de límites existentes entre las dos Repúblicas). Desde la celebración del Tratado, ha transcurrido tiempo para que López conociera la noticia, retornase a pensar en sus viejos Proyectos, decidiera un plan de acción y dispusiera de los recursos necesarios para su viaje, pero que había acontecido en esta zona que recién a finales de 1866 López pueda retornar a Peñón Blanco o como se le llamaba también La Chimba, que detuvo a todos los exploradores, Cateadores e inversionistas quienes por largo tiempo no pudieron acceder a estos territorios.


     La historia es intrincada, pero procederemos a contártela. 
Todo comenzó por el guano

     Tres aves marinas han sido las principales responsables de la inmensa acumulación de guano en la parte central de las costas de Sud América: el guanay, en un 85%, el piquero, en un 10%, y el pelícano, en un 5%. Los agotados suelos del viejo mundo los responsables de su ávida explotación. De las aves 2 factores contribuyeron a su multiplicación: la soledad de la región, que les permitió convertirla en un santuario en el que podían vivir sin peligro alguno, y el inagotable festín de anchoveta que la corriente Humboldt hacía flotar en miles y miles de toneladas delante de su hábitat.



     Casi todos los promontorios de los desiertos de Tarapacá y Atacama y los islotes próximos se cubrieron con el excremento expelido por los hartados guanayes, que no tenían escrúpulos en defecar en sus propios nidos y sus alrededores. El guano fue formando capas sobrepuestas, blanqueadas al sol, libres de erosión pluvial por la ausencia de lluvias en la zona, ganando en espesor constantemente, hasta alcanzar en algunos lugares, como las islas Chincha del Perú, una altura hasta de 30 metros. Cada día, mediante un ciclo biológico muy complejo, a la vez que muy simple, toneladas y más toneladas de anchovetas flotantes en la corriente Humboldt, eran engullidas por las grandes bandadas de los voraces guanay y sus dos competidores, y en gran proporción, depositadas como estiércol en los bordes del océano. Se calcula que el proceso tuvo una duración de más de un millón de años, logrando una acumulación de guano realmente fabulosa.


     Durante siglos sólo los indígenas que vivían cerca aprovecharon de las virtudes fertilizantes del producto, utilizándolo para mejorar los cultivos de papa y maíz en sus parcelas de los contrafuertes occidentales de los Andes. 

     Los españoles, durante la época colonial, no le dieron ninguna importancia. La revolución industrial ocurrida en Inglaterra y otros países del Viejo Mundo, que provocó la despoblación de los campos y la concentración de grandes masas humanas en las ciudades, haciendo urgente el incremento de la producción de alimentos con una agricultura más científica e intensiva, dio actualidad a los estudios que décadas antes habían hecho varios hombres de ciencia sobre las muestras de guano que el sabio alemán, Alejandro Humboldt, llevó de Suramérica a Europa en 1804.


     El guano de aves marinas se convirtió en el remedio regenerador el único remedio de las cansadas tierras británicas, francesas, alemanas y holandesas. Barcos de carga lo buscaron en las orillas de África y Australia, encontrándolo en limitadas proporciones. Su precio alcanzó la cotización sorprendente de 25 libras esterlinas la tonelada. Los negociantes volcaron entonces los ojos hacia los desérticos litorales de Chile, Bolivia y el Perú.


     El establecimiento de un servicio de buques a vapor, hecho por el norteamericano William Wheelwright (que comenzó su fortuna negociando con legumbres y aves en el puerto boliviano de Cobija), con la organización de la " Pacific Steam Navegation Company ", en 1840, que acortó distancia, facilitando la travesía del estrecho de Magallanes, pese a los peligrosos vientos que obligaban a las embarcaciones a vela a dar la vuelta por el cabo de Hornos, facilitó en gran manera la extracción del guano en las costas sudamericanas del Pacífico.


     En el Perú el negocio tuvo carácter formal desde un principio y las arcas fiscales se llenaron con el oro aportado por los concesionarios nacionales y extranjeros. Según el señor Belisario Liosa, profesor de Literatura de la Universidad de Arequipa: "El Perú, libre y joven, dueño del polvo maravilloso que los pájaros de la costa depositaban sin cesar en sus islas del Pacífico, se dio a vivir como un príncipe. Creó empleados para todo y para todos, llegando hasta a aceptar plazas supuestas a fin de darse el placer de pagar honorarios falsos. Convidó a los forasteros para que recogieran primero las migajas y después los más suculentos platos del opíparo banquete. Perú fue, el Montecristo del mundo".


     Un informe del Cónsul de Francia desde el puerto Boliviano de Cobija, a su gobierno en noviembre de 1841 dice: "Desde el año pasado el guano de este litoral (boliviano) ha adquirido mucha importancia, al igual que el del Perú.


     Mientras tanto Chile En 1842, el presidente Manuel Bulnes propuso al Congreso Nacional un proyecto de ley que fijaba el límite norte del territorio nacional en el paralelo 23. En el mensaje dio cuenta que "juzgo necesario mandar una comisión exploradora a examinar el litoral comprendido entre el puerto de Coquimbo y el, Morro de Mejillones con el fin de descubrir si en el territorio de la República existían algunas guaneras cuyo beneficio pudiera proporcionar un ramo nuevo de ingreso a la hacienda pública" El Congreso Nacional aprobó la ley que fijó el límite norte del país en el paralelo 23. El 30 de enero de 1843 el embajador boliviano en Santiago reclamó oficialmente, solicitando la derogación de la ley. Chile no deroga la ley del paralelo 23 por el contrario se centra más fuertemente en la península de Mejillones, la más rica en guano de toda la costa del norte. Dijo una carta de Valparaíso que se encuentra en los Archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña: "El asunto Mejillones está a la orden del día en Chile. Su riqueza tiene deslumbrado a todo el país. La prensa no se ocupa de otra cosa".


Manuel Bulnes Prieto


     El gobierno de Santiago otorgó un permiso de explotación del fertilizante de la península a su súbdito Matías Torres socio de Juan López. La misma covadera había sido alquilada por el gobierno boliviano al brasileño Pedro López Gama. Estaban en conflicto las dos jurisdicciones. López Gama entabló juicio contra su rival en Cobija (puerto boliviano en el pacífico), obteniendo que se embargara la casa que el chileno tenía en ese puerto. El gobierno de La Moneda despachó dos barcos de guerra para consolidar su dominio en Mejillones y proteger los intereses de Torres.


     El gobierno de Bolivia por intermedio de su cancillería. En nota enviada a su contraparte de Santiago, con fecha 26 de marzo de 1863, protestó por la "flagrante violación del indisputable derecho de Bolivia sobre Mejillones", contra "la más injustificable expoliación del territorio de una república vecina y hermana, consumada a la vista de todo el continente".


     El ministro chileno le respondió que "Chile, íntimamente penetrado de su incuestionable derecho, poseía por límites el desierto y litoral de Atacama hasta el grado 23 y dispondría como dueño de los depósitos de guano que en él se encontraban, rechazando todo acto jurisdiccional de las autoridades bolivianas en esos parajes como injustificable agresión a su territorio".


     El presidente de la República de Bolivia, General José María de Achá, convocó un congreso extraordinario en Oruro para que se adoptasen las medidas urgentes que exigía la situación. se llegó a la idea de zanjar esta querella por medio de un tratado de límites.


     El gobierno propuso por medio del Encargado de Negocios Santibáñez que la frontera fuese el grado 24 y medio, es decir, un grado y medio más al sur de lo que Chile pretendía que fuese suyo y tenía bajo el control de su marina.


     Los asambleístas escucharon la lectura de un mensaje del presidente Achá en el que dijo que si el Gobierno de Chile "desoía las demandas que se le hacían y persistía en su acción, fijando por sí solo el límite de su territorio en el grado 23: Se Pide a la Asamblea declarar la guerra a Chile si los medios diplomáticos no son suficientes para cortar desavenencias".


     Los representantes de pueblo dictaron las dos leyes que les pidió el gobierno. Por la primera, de fecha 3 de junio de 1863, de carácter secreto, se autorizó al Poder Ejecutivo a buscar la alianza con el Perú, a obtener un empréstito en Europa y a aumentar el ejército al pie que lo requiriesen las circunstancias. La segunda, de dos días después, dijo: "Se autoriza al Poder Ejecutivo para declarar la guerra al Gobierno de la República de Chile, siempre que agotados los medios conciliatorios de la diplomacia no obtuviese la reivindicación del territorio usurpado o una solución pacífica compatible con la dignidad nacional".


     Para buscar una vez más la solución pacífica al problema de los límites, el gobierno del General Achá envió a Santiago a don Tomás Frías. En previsión de que fracasase en sus gestiones, se destacó a Lima, al señor Juan de la Cruz Benavente, con la misión de gestionar la alianza peruana. Don José Avelino Aramayo viajó a Londres en busca de recursos económicos.


     La posibilidad de expulsar a los barcos de guerra chilenos de Mejillones dependía de la ayuda naval que se pudiese obtener del Perú. A cambio de ella don Juan de la Cruz Benavente recibió instrucciones de ofrecer una participación en los guanos de Mejillones y cualesquiera otras concesiones que exigiese el gobierno de Lima. (Textual) Empero, si la guerra en las costas del Pacífico Sur, en 1864, fue un imposible por acción de Bolivia, debido a su impotencia naval, la guerra llegó a esas costas ese año por voluntad de otra nación, de la nación que fuera expulsada de Sudamérica 40 años antes: España. El 10 de agosto de 1862 zarpó de Cádiz, con rumbo a Sudamérica, una división naval española compuesta de dos fragatas y una goleta. En el río de La Plata debía incorporarse a ella otra nave estacionada allí. Llevaba a bordo un grupo de profesores de Geología, Zoología, Botánica, Antropología y Etnografía. La encabezaba el Almirante Luis Hernández Pinzón, directo descendiente de uno de los hermanos Pinzón que acompañó a Cristóbal Colón en el descubrimiento del Nuevo Mundo.


     La escuadra no sólo llevaba una misión científica. El almirante tenía instrucciones de proteger los intereses de los súbditos españoles residentes en Sudamérica, "de manera enérgica, para que no quedase duda de que debían llegar a su término los abusos que contra ellos se cometían, sobre todo en el Perú, el país que se mostraba más hostil con España". En los puertos, los navíos debían hacer "ostentación de su fuerza para impresionar por la firmeza y la energía de su política". La Madre Patria buscaba, pues, con el pretexto de hacer estudios al servicio de la Ciencia, restablecer su prestigio y autoridad moral en un continente en el que durante tres siglos fuera absoluta dueña y señora, y del que fuera expulsada ignominiosamente 38 años antes.

     Hernández Pinzón, sus oficiales y los profesores, en un recorrido de más de 20 meses, fueron recibidos con grandes demostraciones de aprecio en Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires, Valparaíso, Santiago, Callao, Lima y puertos del Ecuador, Colombia, Centro América y California.


Luis Hernández Pinzón Álvarez


     Mientras estando en aguas de este último lugar (California) ocurrió en el Perú el incidente de la Hacienda Talambo. Inmigrantes vascos, contratados como agricultores, entraron en conflicto al querer sembrar hortalizas en tierras que el dueño tenía destinadas al cultivo de la caña de azúcar. Su alzamiento fue reprimido por la fuerza con el resultado de varios muertos y heridos.


     El Gobierno de España, que no había reconocido aún la independencia del Perú, encomendó a don Eusebio de Salazar y Mazarredo, que viajaba como Ministro Plenipotenciario a Bolivia, que antes de subir al altiplano entrase a Lima y demandase explicaciones e indemnizaciones por los daños inferidos a los trabajadores de Talambo. La cancillería de Torre Tagle no quiso aceptar las credenciales que don Eusebio presentó como "Comisionado Extraordinario Especial en el Perú". Adujo que enviar un agente con semejante título era denigrante para la dignidad de una nación independiente y soberana.


     El señor Salazar y Mazarredo mandó aviso al Hernández Pinzón del desaire que se le hacía. El almirante bajó con sus naves de aguas del Pacífico Norte y plantó la bandera hispana en una de las islas Chincha al tronar de 21 cañonazos, declarando que ocupaba las tres a título de "reivindicación" de suelo español.


     Al mismo tiempo, exigió que el gobierno de Lima le entregase tres millones de pesos oro como indemnización a los vascos y pago de los gastos ocurridos por su escuadra. Amenazó con que si no se satisfacían sus exigencias bombardearía el Callao. Adueñarse de las islas Chincha, que contenían los más ricos depósitos de guano del mundo, era quitar al fisco peruano la fuente de sus más saneados e importantes recursos.


     La amenaza de bombardeo del Callao hizo claudicar al gobierno del General José Antonio Pezet, que aceptó las exigencias españolas en enero de 1865. La "reivindicación" ibera de territorios americanos (que poco después fue desautorizada por el gobierno de Madrid, aunque manteniendo la exigencia económica de Hernández Pinzón), causó gran alarma en todo el continente. La reacción más altiva y clara provino de Chile. Hubo manifestaciones antiespañolas en varias ciudades y se quemó la enseña punzó y oro. Una circular diplomática de la cancillería a cargo de don Manuel A. Tocornal expresó: "El gobierno de Chile se halla en el imprescindible deber de rechazar de la manera más pública y solemne los principios que sirven de base a la declaración (de reivindicación de las tres islas Chincha). Protesta contra su ocupación por las fuerzas navales de su Majestad Católica y no reconoce, ni reconocerá como legítimo dueño de ellas a otra potencia que a la República del Perú".


     Luis Hernández Pinzón fue reemplazado por el Almirante José Manuel Pareja, que venía desempeñando las funciones de ministro de Marina. Ocupó su puesto con instrucciones de castigar la insolencia chilena exigiendo satisfacciones por los insultos inferidos a España en las manifestaciones públicas y un homenaje de 21 cañonazos a su bandera en señal de desagravio. Chile respondió rotundamente que no debía satisfacción alguna. España le declaró la guerra. La marina chilena no contaba entonces sino con una corbeta armada con 18 cañones y otro barco con 4. La escuadra española en el Pacífico, que había sido reforzada con más buques, disponía de 207 bocas de fuego.


     La amenaza española se sumaba a la que existía del lado de Bolivia desde dos años antes, cuando el Congreso autorizó al Poder Ejecutivo a recuperar por las armas lo que no se pudiese obtener por la vía diplomática. Se hubiese podido suponer que se uniese a España para expulsar a los chilenos de la parte del litoral que reclamaban como suyo y para hacer efectiva su mal entendida y antojadiza soberanía hasta el río Paposo. Bolivia en ese entonces era gobernada por el militar, Mariano Melgarejo, del que podía esperarse todo lo peor según los historiadores de Bolivia.


     Chile se encontró enfrentado con la más peligrosa situación de toda su historia republicana. Chile al verse comprometido con un ultimátum de España, que tenía una poderosa escuadra en las proximidades de sus costas comandadas por un almirante, Juan Manuel Pareja, que odiaba al país en el que su padre había muerto en 1813, al hacer campaña contra los criollos insurgentes en su rol de gobernador de la colonia; con Bolivia que mantenía vigente la autorización de guerra a Chile dictada por el Congreso de 1863, las relaciones diplomáticas suspendidas desde el fracaso de la misión de don Tomás Frías y gobernada por Mariano Melgarejo; pidió auxilio a otros países de la América del Sur. Dos de sus más eminentes hombres públicos, don Domingo Santa María y don José Victorino Lastarria, fueron enviados a buscar la alianza de Perú, Ecuador, Argentina y Uruguay.


     El señor Santa María nada pudo obtener en Lima del gobierno del General Juan Antonio Pezet y, al ser derrocado éste, por rendirse a las exigencias españolas, tampoco del vicepresidente, General Pedro Díaz Canseco. Tomó contacto con los opositores al régimen y tuvo la suerte de verlos triunfar en un golpe de Estado que puso en el mando de la nación al coronel Mariano Ignacio Prado, gran amigo de Chile, que no titubeó en firmar un tratado de alianza y puso los 4 barcos de la marina peruana a las órdenes del comandante de la marina chilena.


     El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna se preguntó: ¿Cuál habría sido la posición de nuestra patria si el resultado de la batalla que se iba a dar en las puertas de Lima (por los partidarios de Prado) hubiera sido adverso? ¿Qué habríamos hecho ante la presencia de la escuadra de Pareja cerrando nuestros puertos con sus cañones, con el Perú, no ya independiente, sino armado contra nosotros, haciendo causa común con los enemigos de América, y teniendo a la vez sobre nuestra cabeza la espada de Melgarejo, autorizado en esta época a hacernos la guerra, y a más de esto llevando todavía sobre nuestro único flanco no amagado la amenaza del desdén o de la complicidad de las naciones del Plata?".


     El Ecuador se mostró temeroso de alinearse contra la Madre Patria, pero acabó cediendo ante la fuerte presión y promesas que le llegaron desde Santiago y Lima. Entró en la liga antiespañola. Con los puertos de Chile, Perú y Ecuador cerrados a sus naves, el Almirante Pareja contaba todavía con el boliviano de Cobija para avituallarse en víveres, agua y combustible. Tenía en él a súbditos españoles que le ayudaban como los señores José María Artola y Manuel Barrau, importantes comerciantes de la zona. Con Cobija a disposición de la escuadra enemiga, Valparaíso y los otros puertos chilenos seguían en grave peligro.


     Ocurrió entonces lo que Chile requería. El General Mariano. Vio a Chile, Perú y Ecuador, amenazados por una poderosa nación europea y decidió que Bolivia fuese en su auxilio, entrando en la alianza.


     Como no existiese Legación boliviana en Santiago, ni chilena en La Paz, hizo que su Secretario General, Mariano Donato Muñoz, enviase las instrucciones del caso a su ministro en Lima. La nota de 30 de enero de 1866 dijo entre otra cosas: "Por lo que hace al pueblo chileno y a su gobierno, Bolivia comprende que en ocasión tan grave y solemne mengua sería para ella y para el nombre americano si no olvidara las motivos que desgraciadamente la han puesto en interdicción diplomática y que por fortuna son demasiado secundarios para que debieran recordarse siquiera al frente de una cuestión continental que debe absorber, como en efecto absorbe, toda la atención de América y de sus gobiernos. 


     Es por ello por lo que Bolivia se hace un deber de anticiparse al de Chile ofreciéndole ponerse a su lado y concurrir con todos sus recursos a salvar sus instituciones y asegurar su independencia. Animado el Gobierno de Bolivia de tan amistosos y fraternales sentimientos de verdadero americanismo, ha acordado dirigirse a los excelentísimos gobiernos del Perú y Chile, por el digno órgano de Vuestra Señoría, a falta de Legación de Bolivia en Chile, ofreciéndoles su más eficaz colaboración y en la escala que le sea posible".


     Melgarejo dictó dos decretos el 10 de enero de 1866. Por el primero dispuso: "No debiendo diferirse la manifestación de sentimientos hacia el gobierno y pueblo de Chile, constituyese en esta misma fecha una Legación Extraordinaria en Santiago, encomendada al caballero don Juan Muñoz Cabrera".


     Por el otro declaró derogada la ley del 5 de junio de 1863 por la que el Poder Ejecutivo fue autorizado a declarar la guerra al Gobierno de Chile. Al conocerse estos hechos se echaron a vuelo las campanas de las iglesias de Lima y Santiago en señal de gran regocijo. Con Bolivia alineada al lado de Chile, Perú y Ecuador, la escuadra española no tenía un sólo puerto amigo en toda la costa del Pacífico Sur y no tenía más remedio que abandonar sus aguas.


     Envió a La Paz al político Aniceto Vergara Albano con el rango de Ministro Plenipotenciario y al intelectual Carlos Walker Martínez como su secretario, con la misión de agradecer al Gobierno de Bolivia, formalizar su ingreso a la alianza chileno-Perú-ecuatoriana y expresar el deseo de liquidar amigablemente el problema limítrofe del desierto de Atacama para que las relaciones entre los dos países fuesen en adelante sólo armonía, comprensión y fraternidad. 


     A los pocos días de su llegada, el 22 de enero de 1866, el señor Vergara Albano suscribió un acta con el Secretario General de Gobierno, señor Mariano Donato Muñoz, por medio de la cual Bolivia se adhirió a la alianza contra España. Al ver que también Cobija se cerraba a sus naves, el almirante español, Juan Manuel Pareja, no tenía otra alternativa que ir a buscar combustible, agua y víveres en puertos del Atlántico. Mas ¿cómo abandonar el Pacífico sin desmedro de la honra ibérica? ¿No se tomaría su viaje como una huida frente a la insolencia chilena?


     En un encuentro fortuito entre la goleta española "Covadonga" y la goleta chilena "Esmeralda", esta segunda se alzó con la victoria tomando presa a su rival. A la noticia de esta tragedia y creyendo que había ocurrido cosa igual con otra de sus naves, la "Vencedora", el Almirante Pareja no pudo suportar la vergüenza. Se encerró en su camarote de la nave capitana "Villa de Madrid" y se dio un pistoletazo en la sien derecha. Dejó un mensaje a su sobrino y secretario rogándole que no se arrojase su cadáver al mar en aguas chilenas. Era bastante que su padre estuviese enterrado en suelo del odiado país.


     Pareja fue reemplazado por el Almirante Casto Méndez Núñez. Buscó a la escuadra chileno-peruana en su escondite de la isla de Chiloé (donde esperaba reforzarse con los blindados "Huáscar" e "Independencia", mandados construir por el gobierno de Lima en Inglaterra y que estaban próximos a salir del astillero). La bombardeó desde 1.500 metros de distancia, temeroso de acercarse más por los arrecifes de una zona que no conocía. Durante dos horas hubo un furioso diálogo de cañones con daños insignificantes en uno y otro campo. Uno y otro combatiente se consideraron ganadores del combate de Abtao. Como esto no fuera suficiente para desfogar la belicosidad de los marinos españoles, se trasladaron frente a Valparaíso y anunciaron otro bombardeo. Un almirante americano que se encontraba en la bahía con su nave quiso interponerse. Méndez Núñez le previno: 


"Si os interponéis os echo a pique". 

     El sábado de Gloria (31 de marzo de 1866), en nombre de Su Majestad Católica, dio la orden de abrir fuego. Los Valparaísinos, refugiados en los montes aledaños, vieron cómo, desde las 9 de la mañana hasta el mediodía, 2.600 bombas y granadas caían sobre su bello puerto destrozando la Estación del Ferrocarril, la Bolsa, la Aduana, otros edificios públicos y muchos particulares.


Bombardeo de Valparaíso

     Todavía quedaba furia en el corazón de los súbditos de la Madre Patria. Subieron con sus naves hasta el Callao. Llegó orden de Madrid de abandonar el Pacífico, pues las tripulaciones sufrían de escorbuto y el estado general de la escuadra era lamentable. Méndez Núñez simuló no haber recibido tal directiva. En acciones sucesivas acercó sus navíos a la poderosa fortaleza del puerto peruano y cambió cañonazos con ella, causando y sufriendo numerosas bajas y averías. 

     Entre las bajas peruanas hubo un Ministro de Estado, que murió, y entre las españolas el propio almirante, que cayó herido. La historia del Perú considera el combate del 2 de mayo (1866) una de sus grandes victorias. La historia de España lo califica como la mayor hazaña de su marina en el siglo 19. Méndez Núñez había dicho que su patria "prefería honra sin barcos, que barcos sin honra". Obedeció recién la orden de Madrid. Abandonó las costas del Pacífico con sus navíos cargados de honra y se fue a buscar alivio para heridas y averías en Río de Janeiro. Desde allí mantuvo el estado de guerra todo el año 1866, mas no pudo evitar que los blindados "Huáscar" e "Independencia" cruzasen el Atlántico y se incorporasen a la flota aliada. Finalmente, retornó a su país.


     Con el alejamiento de aguas del Pacífico de los cañones españoles se desintegró tácitamente la alianza de Chile, Perú, Ecuador y Bolivia. Renacieron los intereses antagónicos de los cuatro países. Renacieron los antiguos problemas limítrofes entre Bolivia y Chile por el guano de Mejillones. Vergara Albano y De la Rivière propusieron entonces a las autoridades bolivianas que se les encomendara buscar juntos una fórmula por medio de la cual la riqueza guanera de Mejillones, en vez de ser motivo de discordia entre dos repúblicas vecinas y hermanas, hiciese la concordia y fortuna de las dos. Melgarejo y Muñoz aceptaron, Todo el guano sería comprado por Armand y el resultado pecuniario de las operaciones se lo dividirían entre los gobiernos de Bolivia y Chile. Aprobada la idea por Melgarejo, el barón de la Riviere viajó a Santiago con el fin de conseguir la anuencia chilena. Llevó una carta del señor Vergara Albano al canciller Álvaro Covarrubias que decía: 


     La Paz, 16 de mayo de 1866. Por lo que toca a la formalidad del contrato, Melgarejo encarga a su ministro Muñoz Cabrera que se someta en todo a lo que se acuerde allí, que se vea con usted y que firme el documento. El Gobierno de Chile siguió el consejo de su agente diplomático en La Paz. Consintió en recibir sólo una mitad de la riqueza de la que era merecedor y que la otra mitad fuese a manos del gobierno boliviano.


     La partición salomónica del guano, a la que se llegó como resultado de los acuerdos del ministro chileno, Aniceto Vergara Albano, y el negociante francés, Barón Arnoux de la Rivière (como representante de su compatriota Lucien Armand), aceptada con beneplácito por los gobiernos de Bolivia y Chile por considerar la solución más adecuada a la controversia que sustentaban desde 24 años antes sobre la propiedad de las covaderas, marcó la pauta para encontrar la fórmula de una amistosa liquidación de su problema territorial.


     La iniciativa al respecto partió del negociador boliviano, el abogado Mariano Donato Muñoz, Secretario General del gobierno de Mariano Melgarejo y, como tal, encargado del manejo de las relaciones exteriores. El 3 de junio de 1866, le propuso al diplomático chileno el deslinde de soberanías en el desierto de Atacama de la misma manera que se había deslindado la cuestión de los guanos: dividiendo lo disputado por mitad. El paralelo del grado 24 de latitud sur sería la línea de separación entre las dos repúblicas. Se propuso que entre los grados 23 y 25, el guano y todo ingreso fiscal por explotación de otros recursos, se dividiría por igual entre los gobiernos de las dos repúblicas.


Manuel Mariano Melgarejo Valencia

El pacto estableció:

1) que el paralelo 24 de latitud meridional constituía la línea divisoria de las soberanías de Bolivia y Chile;

2) que los guanos de Mejillones y los que se descubriesen en el futuro entre los grados 23 y 25 se dividiría por partes iguales entre las dos repúblicas;

3) que se dividirían en igual proporción, los derechos de exportación que se cobrase por los minerales extraídos de la misma zona;

4) que Chile controlaría con interventores los ingresos recaudados en la aduana boliviana de Mejillones para cobrar su parte;

5) que Bolivia haría lo mismo si se establecía alguna aduana en la costa chilena del grado 24 al 25;

6) que quedaban libres de pagar derechos de exportación los productos del territorio comprendido entre los grados 23 y 25, que se sacasen por Mejillones;

7) que se liberaba del pago de todo derecho de importación a los productos naturales de Chile que se introdujesen por el mismo puerto.

     En la Asamblea Nacional de Bolivia, como en el congreso de Chile el tratado recibió aprobación unánime. El 8 de agosto de 1866, Chile y Bolivia firmaron un tratado de límites, dejando a Peña Blanca bajo condominio chileno-boliviano, lo que permitió el cateo y poblamiento de los vastos territorios costeros de Bolivia. Por lo cual, en noviembre de 1866, Juan López arriba nuevamente y en forma definitiva a las costas desiertas de la ciudad de Antofagasta.


     En su bote el Halcón, además de material de construcción y víveres, se apiñaba su familia la esposa, hijastro la mujer de este y una niña. Desembarcaron y que localizaron el lugar propicio, comenzaron a levantar la casa. El descubrimiento y explotación del guano fue su primera opción conocida, pero seguramente también abrigaba otras esperanzas. ‘El Chango' conocía las costas como la palma de su mano, sus ojos penetrantes se habían clavado en los cerros de la Cordillera de la Costa desde hace muchos años atrás. En cuanto a la choza familiar de Juan López fue la primera vivienda levantada en la planicie costera de la ciudad.

     La explotación del cobre, iniciada por él, daba la posibilidad para un asentamiento permanente. Mientras esto ocurría en el occidente del territorio, al interior, traspasando la Cordillera de la Costa, en el lugar denominado Salar del Carmen, una expedición formada por José Santos Ossa Ruiz y su hijo Alfredo, encontraban un yacimiento de caliche. Ambos eventos se sitúan en noviembre de 1866 y constituyen los dos grandes pilares que dieron origen al nacimiento del poblado de Peña Blanca o La Chimba, José Santos Ossa y sus socios establecieron faenas en Salar del Carmen.


     La actividad minera fue un incentivo para atraer a numerosos trabajadores que, lentamente, se fueron instalando en la planicie costera. Comienza así la época del asentamiento humano y poblamiento de la futura ciudad. De manera que el aventurero Juan López y el empresario José Santos Ossa, son los chilenos a quienes corresponde el honor de haber sentado las bases en la formación de la ciudad de Antofagasta, en noviembre de 1866.


     Ya por esa Época (1867-68) el Gobierno de Bolivia había mandado a la Chimba, hoy Antofagasta, dos empleados para la fiscalización y resguardo de sus intereses, siendo el primero en llegar a la Caleta, en 1867, don Fortunato Pinto. El cargo de que llegó investido el señor Pinto fue el de Inspector de Peña Blanca (nombre que se le daba a la caleta, al mismo tiempo que el de La Chimba) y también de la Caleta Coloso; empleo equivalente al de un actual Jefe de Resguardo de nuestro país. Su misión principal era la fiscalización y control de los minerales que se embarcaban por ambas caletas, pues todos estos, según la ley vigente en esos años, tenían que pagar derechos aduaneros.


     La habitación y oficina que tuvo el señor Pinto fue en la propia vivienda de Juan López, en el rancho de paja de carrizo que este instaló a la orilla del mar, y donde, como se recordará, habitaron él y su familia. Algún tiempo después el señor Pinto trasladó su “oficina” a la “casa de lata de hojas de tarros de parafina” que hizo construir don Manuel Antonio de Lama, más o menos frente a donde está actualmente el muelle del Ferrocarril y que fue el primer “edificio” que se construyó en Antofagasta, después del rancho de Juan López.


     Un diario de Santiago publicó en 1897 unos recuerdos históricos escritos por don Manuel Antonio de Lama, caballero que en esa época llegaba de Lima, y entre otras cosas, decía: “No recuerdo bien si fue el año 66 o 67, estando en compañía de don José Santos Ossa y del Chango López, en la playa que es hoy Antofagasta, edifiqué la primera casa que hubo allí, cuando aquello no era más que una playa desierta. Dicha “casa” era de hojas de lata, de tarros de parafina, con palos enterrados en el suelo, y el techo lo sujete con piedras para que no se lo llevara el viento”. El otro empleado del Gobierno que llegó a la Chimba, después del señor Pinto, en 1868, fue el señor Eulogio alcalde, con el cargo de vista de Aduana. El señor alcalde era miembro cercano de la distinguida familia de este mismo apellido que residió durante tantos años en Antofagasta. En 1869 llegó también a la Chimba el ingeniero señor Jorge Paddison, con el carácter de Administrador General de la Compañía que se había formado. Traía como segundo, a la vez que como Contador al activo e inteligente caballero señor Jorge Hicks, a quien nosotros conocimos en nuestra niñez. Ambos de nacionalidad inglesa.


     Juan López con el tiempo desapareció. La historia poco le recuerda. ¿Dónde estaba su vivienda? ¿Dónde terminó su vida? ¿Dónde descansan sus restos? Son preguntas que hasta ahora no tienen respuesta El Chango López el primer habitante de Antofagasta, Trabajó arduamente. Cerca de si tuvo la riqueza, la cogió alguna vez más el destino adverso le impidió cobrar el fruto de su esfuerzo. López fue sin duda el símbolo de la mala fortuna. En cambio, José Santos Ossa siguió adelante con sus proyectos y la industria salitrera que él organizó fue consolidándose.


José Santos Ossa

     El nacimiento de una actividad salitrera al sur de Tarapacá despertó el interés de los trabajadores, que dirigieron sus pasos a estas tierras. De igual modo, mediante el sistema de enganche la empresa fue reclutando operarios para las faenas.


     Con este elemento humano se fue poblando la ciudad. Mientras José Santos Ossa intentaba entusiasmar a capitalistas ingleses para que ingresaran a la empresa salitrera; formó con Francisco Puelma y Manuel Antonio de Lama, la Sociedad Explotadora del Desierto Simultáneamente, un abogado de Ossa, José Tobar, se trasladó hacia La Paz para solicitar las concesiones de terrenos, petición que fue recibida con ánimo de aceptación. Un decreto fechado en La Paz el 05 de septiembre de 1868, concedió a la Sociedad Explotadora del Desierto de Atacama el privilegio exclusivo por quince años para la explotación, elaboración y libre exportación del salitre. En el mismo decreto se le concedió la autorización para construir una vía carretera de 30 leguas.


     No es esta la oportunidad para discutir a quién pertenecía la soberanía del territorio ubicado al sur del río Loa. Desde la llegada de Juan López y José Santos Ossa había transcurrido un año y meses. En ese tiempo sólo los chilenos se atrevieron a poblar el territorio. El proceso se aceleró con la decisión de Ossa de traer trabajadores de Tarapacá. Esto ocurrió el 16 de agosto. La caleta La Chimba o Peña Blanca se consolidaba. Juan López, alejado de las faenas mineras, se ganaba el sustento transportando agua desde la vertiente que descubrió en Morro Moreno. El 13 de agosto de 1868 se movió la tierra. El terremoto destruyó Iquique y otros puertos peruanos. El movimiento telúrico y los daños alcanzaron hasta Cobija.


     El fuerte ritmo de actividad que adquirió la caleta decidió a la autoridad boliviana a fundar oficialmente el poblado. El 22 de octubre de 1868, se reunieron en el desembarcadero el Prefecto José Tabargo, el fiscal del partido el abogado Abdón Ondarza, el notario Agustín Vidaurre de Cobija y Calixto de Vizcano el tesorero de Mejillones, para dar cumplimiento a la orden gubernamental.


     Dos nombres eran los habituales para nominarla: La Chimba o Peña Blanca. Sin embargo, el presidente Melgarejo le tenía reservado otro. Su hijo era propietario de una hacienda en el sector de la Puna de Atacama, Antofagasta de la Sierra. Quizás para rendirle homenaje, ordenó que la ciudad fuera bautizada con el nombre de Antofagasta. Pero busquemos en los registros el topónimo u origen del término Antofagasta del cual deriva nuestro nombre.


     En la actualidad se manejan una serie de teorías para explicar el origen del topónimo Antofagasta. Aún no se logra un consenso claro respecto al verdadero origen de la palabra. Probablemente sea una palabra compuesta que proviene del cacán meridional o diaguita que podría explicar el origen ya que la hacienda del hijo de melgarejo se encuentra en el norte argentino "anto" (o hattun, que significa grande), "faya" (o haya, que significa salar) y "gasta" (que significa pueblo), siendo un topónimo que significa "Pueblo del Salar Grande".

     De acuerdo a nuestras investigaciones y en aporte a nuestra historia podemos decir que Los Diaguitas habitaban los cerros y valles del noroeste de Argentina, en las provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, norte de San Juan, extremo noroeste de Córdoba (Argentina) y el Norte Chico de Chile, en los valles transversales de las regiones de Atacama y Coquimbo teniendo al oeste de los Andes como límite aproximado el río Choapa. Su idioma es casi desconocido. Gerónimo de Bibar, quien llegó con los conquistadores españoles, describió en sus crónicas que cada valle tenía “una lengua de por sí ó propia”. Rodolfo Schuller acuñó la hipótesis de que este idioma sería el kakán, hipótesis muy difícil de comprobar, pero lo que podemos aseverar que el nombre Anto, faya gasta o Antofagasta tiene sus raíces en esta zona y deriva de la cultura diaguita ahora bien si buscamos a nuestra ciudad homónima en el noroeste argentino nos encontramos con Antofagasta de la Sierra es la capital del departamento homónimo en la provincia de Catamarca (Argentina), en plena cordillera de los Andes, en la zona denominada Puna. Sin embargo, el territorio en donde se encuentra Antofagasta de la Sierra fue pretendido por Bolivia hasta 1890.


     En esta región es en donde tuvo su hacienda Melgarejo o el hijo de este según diversos historiadores y por la cual se piensa que le dio el nombre a nuestra ciudad, desde ese año 1890 se tuvo que reconocer la plena soberanía argentina sobre el territorio; y en el año 1899 debió hacerlo Chile.


     Su población es, mayoritariamente descendiente de diaguitas y atacameños, aunque bastante mezclada con "blancos", en la actualidad está en crecimiento, y suma 667 habitantes en la planta urbana y 1.282 personas en todo el municipio. En suma, el nombre de Antofagasta proviene del kakán o diaguita y fue impuesto por Mariano Melgarejo en ese entonces presidente de Bolivia para nombrarla en su fundación.


     No dejaremos de lado las otras teorías según la cual, puede ser una palabra compuesta que proviene del quechua "anta" (que significa cobre) y "pakay" (que significa esconder), siendo un topónimo que significa "Escondrijo de Cobre". Otra teoría la relaciona con el chango "Antofagasti" (que significa Puerta del Sol), forma en que los changos llamaban al actual Monumento Natural La Portada.


     A la fecha del bautismo, la Ciudad tenía un año y once meses de vida. Casi un año después de la fundación oficial -en 1869- las mismas personas que la fundaron, designaron una comisión formada por Hilario Ruiz y José Santos Prado, para que indicaran el lugar que debía ocupar la futura población y trazaron un plano que serviría para la distribución y venta de terrenos. Posteriormente se amplió el grupo con la incorporación de Jorge Hicks, administrador de la empresa salitrera, Julio Ordaya y Manuel Franklin Alvarado que más tarde será nuestro diputado en el Congreso boliviano. Según el historiador Jorge Cruz Larenas, "de los planos encontrados, se conserva uno hecho por don José Santos Prada, fechado en Mejillones, el 14 de septiembre de 1869... que, al parecer, sufrió correcciones con posterioridad a la fecha que en él se indica. En él se halla delineado el terreno de Melbourne Clark y Cía., 17 manzanas y la plaza principal. Si se tiene en cuenta que cada manzana quedó dividida en doce lotes, se tendrá un total de 204 lotes para otros tantos vecinos... "Se asegura que Hicks fue partidario de establecer calles anchas con una extensión de entre 17 Y 18 metros. 


     En el plano se consigna la siguiente leyenda "República de Bolivia. Plano Oficial de Nueva Población y Puerto de Antofagasta, ubicado en la Caleta de Peña Blanca (La Chimba). Mejillones el 19 de septiembre de 1869. Tenemos la caleta de la Chimba o Antofagasta, convertida en un vasto campamento, donde miles de operarios desplegaban sus mayores energías para afianzar con sus múltiples labores los cimientos de la naciente población; al frente de ella, como gobernante, y en representación del Poder Ejecutivo, a un Intendente de Policía.


     De esta manera, el insignificante villorrio se iba transformando como por encanto; y los esfuerzos que hacía por darse luego a conocer como verdadero pueblo no eran del todo estériles pues en breve atraería la atención del mundo. La gran empresa de Melbourne Clark y Compañía tenía en construcción, por esa fecha, grandes y magníficos edificios; había encargado también las maquinarias para la elaboración del salitre en el Salar del Carmen, y, cumpliendo con lo estipulado con el Gobierno, construía aceleradamente el muelle de pasajeros y daba mayor actividad al camino carretero hacia el interior, obra que había iniciado desde algún tiempo.


     Esta vía significaba para la empresa un gran beneficio, sobre todo si se consideraba el factor económico. Como hemos dicho, con esto daba cumplimiento al contrato celebrado con el gobierno; al mismo tiempo que sus caravanas de cateo, llevando en las carretas todos los elementos necesarios, hacían prolijos reconocimientos del terreno que recorrían.

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