EL IMPULSO DE CARACOLES. EL CRECIMIENTO EXPLOSIVO DE ANTOFAGASTA
EL AGUA VALE PLATA, LOS MUERTOS DEL DESIERTO
EL AGUA VALE PLATA, LOS MUERTOS DEL DESIERTO
José Díaz Gana
Los indígenas de esta zona, Nos referimos a los Changos relataban que en el cerro Caracoles, al interior de Sierra Gorda, la plata estaba en la superficie, Los changos, Garabito y Osario, decían conocer el lugar. El minero Díaz Gana tuvo fe en la leyenda, organizó una expedición. Un francés el Barón Guillermo Arnoux de Riviere, que vivía en Cobija, se asoció al proyecto de Díaz Gana. El minero preparó una nueva expedición, pero, para asegurar su éxito, trajo desde Copiapó a un cateador de fama: "El Cangalla" José Méndez. La expedición partió en marzo de 1870. Estaba formada por José Méndez, Simón Saavedra Reyes, el carretero Sagredo y José Porras, bueno para cualquier trabajo. Después de mucho caminar se durmieron sobre unos cerros. El cansancio cerró sus ojos. La luz del sol naciente iluminó los cerros. "El Cangalla" miró con asombro: miles de luces centelleantes, como una explosión de juegos de artificios, se desprendía de los cerros. No tuvo dudas. Entonces gritó a todo pulmón y el eco devolvió la voz: "esos cerros tienen panizos de plata". El cerro de la plata estaba descubierto. El descubrimiento de Caracoles impactó violentamente en la población de la región. La plata era un panal de rica miel para aventureros. Hombres de empresas y hasta políticos, (José Victorino Lastarria estuvo cerca de un año en el mineral) la gran riqueza de la plata. Hasta Los poetas populares hicieron versos elogiando a los descubridores chilenos y quedó en el tiempo esta copla.
Viene un enganche y me engancho
Y me voy pa´ caracoles
Y de allá traigo hartos soles
Pa´ remoler con los mauchos.
Para llegar a caracoles a 200 kms. De la costa. Había que entrar por cobija. Hoy puerto muerto, la distancia aparente es corta, pero la ruta era espantosa y he aquí como caracoles determinó la creación de Antofagasta, que se consideraba una mísera aldea sin porvenir antes de ese descubrimiento.
La Placilla
de Caracoles en 1873
Dos hombres animosos don Francisco Bascuñán y don Justo Peña fueron a caracoles a descubrir minas y resolvieron lanzarse al desierto en busca de una ruta más corta, fiera era la aventura, pero la intentaron, bajaron la serranía y tomaron un cauce muerto o tal vez una quebrada y al cabo de unas peripecias trágicas se encontraron en la chimba que después fue Antofagasta el hogar y la esperanza del chango López.
Corto, resultó el camino, los aventureros y los hombres de empresa lo aceptaron, perdió cobija su prestigio y en la tierra del chango sin tierra, Juan López. Surgió un poblado que en muy poco tiempo sería el floreciente puerto de Antofagasta, con prensa, iglesia, bomberos, escuelas, teatros e industrias.
Corto, resultó el camino, los aventureros y los hombres de empresa lo aceptaron, perdió cobija su prestigio y en la tierra del chango sin tierra, Juan López. Surgió un poblado que en muy poco tiempo sería el floreciente puerto de Antofagasta, con prensa, iglesia, bomberos, escuelas, teatros e industrias.
Plano de Antofagasta 1869
Caracoles Fue la causa de la revolución demográfica de la caleta La Chimba (Antofagasta). Antes del descubrimiento habitaban cerca de 300 personas y en el segundo semestre de 1871 subió a 6.000. Antofagasta se convirtió en el centro de embarque exportador del mineral, situación que obligó a Bolivia a declarar puertos menores a Tocopilla y Antofagasta. El puerto se atiborró de barcos cargados con mercaderías y' seres humanos. En abril de 1872 recaló el barco Atacama con 350 personas, dispuestas a seguir viaje a Caracoles. Antofagasta semejó a California un pasadizo para trabajar, divertirse y enriquecerse.
(Paseo por la plaza Colón, el Orfeón y la venta de pescado. Cuadro perteneciente al Museo de Antofagasta)
Las casas de chingana brotaron como callampas. En el día trabajo y en la noche diversión. El vino y los licores saciaban las gargantas secas. Relinchos de caballos y estampidos de armas. Mujeres que reían. Otras lloraban. El juego se practicaba hasta en la calle. El desorden ciudadano quebró el silencio del desierto. El dinero se ganaba a manos llenas, en verdad costaba esfuerzo, pero ¿qué podía importarle al estupendo roto el esfuerzo? Los establecimientos mineros. Reunía como se ha dicho, muchos obreros que ganaban mucho dinero y vivían la peor de las vidas. Derrochaban sus ganancias y su salud. Estaban desatendidos por las autoridades y eran diezmados por las enfermedades. La ciudad en aquel tiempo semejaba una mancha de sombra junto a la claridad del océano. Poseía muchas calles donde vivía la gente de trabajo y los maestros, pero había una nombrada la calle nuevo mundo donde estaban las casas de amor, frente a cuyos portales brillaban los más fantásticos faroles, en toda su extensión, reinaban las canciones y las cuecas, entonces zamacuecas. Y en todos los sitios, la razón suprema era la embriaguez, con su cortejo temible de incoherencias, los rotos aparecían con los bolsillos rebosantes de monedas que arrojaban a la calle como quién tira piedras. El más insignificante pedía cien vasos de ponche. El amor iba con el que poseyera más fuerza o mejor supiera manejar el corvo, ese mismo corvo que hiciera célebre a los soldados del batallón atacama formado por mineros. Hubo pecadoras célebres, se dice de una que sorprendida en Santiago buscando esclavas blancas y a la que para dejarla en libertad le exigieron como garantía una crecida suma que no llevaba encima, dejo en prenda sus joyas avaluadas por la autoridad en 500000 pesos de aquella moneda, ese medio millón representaba proporcionalmente trozos de vida del pueblo de Chile tan sufrido y tan desorientado en este norte lejano.
(Mapa de Antofagasta 1873)
La población de la caleta que ya era por esa época relativamente numerosa con el descubrimiento de Caracoles se duplicó, como quien dice, de la noche a la mañana. De todas partes acudía gente ávida de hacer fortuna. Los vapores venían repletos. Traían de todo: hasta carretas y mulas para establecer cuanto antes el tráfico con el mineral y proceder desde luego al acarreo de sus valiosísimos productos. El gran problema del agua se volvió a presentar otra vez, pero ahora con caracteres más serios que al principio. El repentino aumento de población y el número considerable de animales que se traían día a día, hicieron que fuese insuficiente la producción de la única máquina condensadora que existía, y que era la que, hacía ya algún tiempo, había instalado la Empresa Salitrera.
(Compañía de Salitres de Antofagasta 1879)
A fin de poder subsanar, en parte, esta gravísima situación, se apeló al recurso de que ya se había echado mano en los primeros tiempos, y que, montada la máquina a que aludimos, se abandonó por innecesario; esto es, traer agua en los vapores, como fue necesario hacerlo, desde Valparaíso, Caldera y de varias aguadas ubicadas al sur de Antofagasta. Por su parte, la empresa salitrera puso a disposición de los dueños de animales sus pozos de la quebrada de Mateo (Carrizo) para que mezclasen esta agua salobre con agua potable y de esa manera aliviar un poco la tan aflictiva situación.
Algunos dueños de minas y empresarios de carretas, como don Emeterio Moreno, don Juan de Dios Varas y otros, que ya se habían radicado en La Chimba, (Antofagasta), comprendieron que era de urgente necesidad la instalación de otras condensadoras y al efecto, con la rapidez que las circunstancias lo exigían, pidieron las máquinas y sus correspondientes accesorios para montarlas sin demora. Así fue como en poco tiempo hubo 3 condensadoras más, que vinieron a salvar la aguda crisis por la que atravesaba la población. Más o menos normalizadas las condiciones de vida del pueblo, esta siguió su extraordinario desarrollo y el comercio su enorme actividad con que se caracterizó desde un principio. El gobierno de Bolivia impuesto de todas estas circunstancias, y dándole la importancia que tenía el portentoso descubrimiento del mineral de Caracoles, elevó la Caleta de la Chimba a la categoría de puerto menor, según decreto fechado en Cochabamba el 8 de mayo de 1871. Por esta misma disposición se elevó a igual rango la pequeña caleta de Tocopilla, que ya por esa época iba tomando cierta importancia. Este decreto que marca una nueva era en la rápida y próspera vida de la Chimba, dice como sigue:
EL Presidente Provisorio de la República.
“Considerando:
- Que el desarrollo del comercio en las costas del Pacifico, ha tomado gran auge e importancia
- Que es necesario habilitar otros puertos, además del de Cobija para que todas las naciones del Mundo puedan ensanchar sus negocios mercantiles en el litoral de Bolivia.
- Que es manifiesta esta necesidad en razón de las riquezas minerales y depósitos de guano descubiertos en dicho litoral, que han aumentado las transacciones con las plazas de Chile y el Perú. Un incremento considerable.
(Puerto Boliviano de Cobija)
Decreto:
Art. 1” Son declarados puertos menores de comercio, el de Tocopilla y la Caleta de la Chimba, quedando habilitados y abiertos al comercio de todo el mundo. Podrá desembarcar en ellos toda clase de mercaderías que vengan del exterior y los artículos que se dirijan al asiento mineral de Caracoles y sus adyacentes.
Art. 2” Para el desembarque y descarga en los puertos habilitados, se solicitará permiso de la Aduana de Mejillones, para el de la Chimba, y de la de Cobija, para el de Tocopilla.
Art. 3” Para el aforo de las mercaderías que adeudan derechos, se constituirá, respectivamente, a bordo de los buques que conduzcan el cargamento, uno de las vistas depositarias de la Aduana de Cobija, o el vista de Mejillones, concurriendo constantemente a este acto los capitanes de puerto y los Administradores respectivos, cuantas veces puedan.
El Secretario General queda encargado de su ejecución y cumplimiento, mandándolo publicar y circular a los Agentes Diplomáticos y Consulares de Bolivia en el Perú y Chile.
Es dado en la ciudad de Cochabamba, a los 8 días del mes de mayo de 1871.- Agustín Morales. - (Refrendado). - El Secretario General. - Pedro García. - Es conforme. - El Oficial Mayor.- Donato Vásquez.”
El servicio de Aduana y Resguardo, que era atendido por un escaso personal, fue aumentado en relación a las exigencias del mayor movimiento. La planta de empleados quedó pues, reorganizada en esta forma y con los sueldos anuales que se indican:
ADUANA
Un Teniente Administrador con 2.400
Un Auxiliar 720
Un Vista depositario 1.800
Un Liquidador 1.600
Un Portero 300
RESGUARDO
Un Capitán de Puerto y Jefe de Resguardo con 1.800
Un Jefe de Guardas y celadores 1.500
Diez Guardas, celadores y marineros, cada uno " 600 Bolivianos anuales"
Estamos en 1871. El desorden generalizado, la inseguridad para las familias, el juego de azar incontrolado y las fiestas de amanecida, motivan a los ciudadanos a organizarse. Antofagasta en esa época estaba pletórica de vida. Su población se contaba por miles y, como es de suponerlo, nuestros connacionales eran los que superaban en número. Chilenos habían sido los descubridores del Salitre; chilenos los que descubrieron el mineral de Caracoles y chilenos eran los que, en su mayoría, fomentaban y poblaban estos territorios. Ellos han sido siempre los primeros en las grandes aventuras, así como los primeros y los más audaces en las peligrosas excursiones del desierto. Decimos esto sin dejar de reconocer el valiosísimo contingente que trajeron a estas regiones, en ese entonces, las distinguidas colonias inglesa, francesa y alemana, aportando su esfuerzo y sus cuantiosos intereses. Desde su infancia, aficionados a la minería y a las empresas más arriesgadas, no es de extrañar que en los albores del descubrimiento del salitre y del mineral de Caracoles fueran los que marcharan a la vanguardia con su poderoso empuje, como lo habían hecho años atrás en los minerales de Tamaya, Chañarcillo, Paposo, etc., y como igualmente lo hicieron cuando el descubrimiento de oro de California y después en las salitreras de Tarapacá.
(Fotografía de Cantina de Obreros)
No solo la gente del pueblo había venido a trabajar en las áridas pampas del desierto y en estas calcinadas playas, sino que también, junto con nuestro” roto”, llegaron el comerciante, el industrial, el capitalista y aun hasta el profesional. De ahí vino el rápido progreso de Antofagasta; y fue así como el mismo pueblo creyó ya necesario, por esa época, que se constituyese el gobierno municipal, para poder atender a las más premiosas necesidades locales, idea de que también participaba la primera autoridad, que era el Subprefecto Doctor don Manuel Buitrago; y tanto por esa especial circunstancia, como por presentarse el caso extraordinario de ser extranjeros la casi totalidad de sus pobladores, creyó esta autoridad de absoluta necesidad dirigirse en consulta a su superior jerárquico, que lo era el Prefecto de Cobija, quien a su vez se comunicó sobre el particular con el Supremo Gobierno de Bolivia, el que no tardó en contestar. Su respuesta está consignada en la comunicación que va en seguida:
(Sub-prefecto Sr. Manuel Buitrago)
“Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores. - Sucre, a 30 de octubre de 1871.- Al Señor Prefecto del Departamento de Cobija.
Señor: En protección al desarrollo económico y social del Departamento litoral de Cobija, al estado excepcional en que se encuentra, y en atención a su naciente población, compuesta en su mayor parte de inmigrantes extranjeros, S. E. el Sr. Presidente de la República ha resuelto:
- Que pueden los extranjeros domiciliados en ese departamento por más. de un año, y establecidos con alguna industria o profesión, desempeñar los cargos concejiles que se necesitaren para servir los intereses de cada localidad, teniendo el libre ejercicio de su culto las colonias que se estableciesen en las poblaciones de nueva creación, como está prescrito en el inciso ultimo del artículo 1” de la Constitución Política del Estado. Así queda contestada la consulta que Ud. ha hecho. - Dios guarde a Ud. - Rúbrica de SE.- Casimiro Corral.”
Estas acertadas disposiciones del Gobierno boliviano, colmaron las justas aspiraciones de todo el pueblo, que cada día sentía la necesidad de que se constituyera una Junta Municipal para que se ocupara preferentemente del aseo, alumbrado y tantos otros servicios que con verdadera urgencia reclamaba la nueva población. Impartidas las órdenes correspondientes, el Subprefecto señor Buitrago convocó al pueblo, con fecha 25 de enero de 1872, tras una sesión dirigida por el Subprefecto del Departamento de Mejillones, se fundó la Municipalidad de Antofagasta conforme a la ley boliviana de Municipalidades, (posteriormente renombrada como Junta Municipal de Antofagasta), integrada por seis chilenos, dos alemanes y un inglés Después de una especie de Cabildo Abierto citado por la autoridad se conforma el primer Cuerpo de Agentes Municipales.
(Cuadro perteneciente al Museo de Antofagasta)
Es bueno tener en cuenta que aun cuando, entre los años 1872 y 1878, la Municipalidad de Antofagasta se desenvolvió bajo la jurisdicción boliviana, fue administrada por ciudadanos chilenos, salvo los meses de la Presidencia del Alcalde Ondarza, en 1876, y, además, que la relación vital estuvo siempre ligada más estrechamente con Chile.
Lo primero es explicable, ya que el poblamiento de Antofagasta fue realizado por chilenos provenientes del Norte Chico y el resto del territorio nacional. Y en este aspecto, las cifras no dejan de ser decidoras y contundentes. En 1875, la Junta Municipal realizó el primer censo poblacional, conforme a una petición del Inspector de Instrucción Pública de Cochabamba. El alcalde Matías Rojas, se encargó de transmitir los siguientes antecedentes:
"La población de Antofagasta, tomando en cuenta sólo los nombres anotados en los registros, sube de 5.384 habitantes; pero tomando en cuenta el cálculo general de un 10% sobre el total, que deja de anotarse, y calculando que sólo 50 operarios se hallan en las minas de los alrededores, tendremos que la población total será de 5.972 habitantes".
Con el afán de destacar lo que nos parece interesante, esto es que el poblamiento fue realizado en un 90% por chilenos, copiamos aparte la observación que el mismo Matías Rojas hace un informe: ..."Hay una particularidad que debo hacer notar a Usted, respecto a la nacionalidad de los habitantes, y es que, sobre el total de 5.384, existen en este puerto 4.530 chilenos. Habiéndose formado aparte un cuadro de los nacionales, (-se refiere a los bolivianos-), resulta que el total es de 419, siendo de estos, niños nacidos en este puerto, 260...".
Los datos confirman la afirmación de que Antofagasta fue poblada por chilenos y de este importante grupo humano se eligieron la casi totalidad de los ediles y alcaldes entre 1872 y 1878. Este equipo de gobierno comunal, pensaba y actuaba de acuerdo a las tradiciones políticas nacionales y al espíritu de nuestro pueblo, lo que naturalmente era obvio. Por lo mismo, el grupo de gobernantes no perdió su contacto con el país. Por esos años el tráfico en la bahía se efectuaba sin reglamentación alguna; por otra parte, la barra era más peligrosa de lo que ha sido después, lo que se ha podido comprobar en el transcurso de largos años. Además, los vapores recalaban en el puerto a horas inconvenientes y eran recibidos, aunque ya fuese entrada la noche. Por eso no era raro que hubiesen continuos naufragios de embarcaciones menores y que estas ocasionaran numerosas víctimas. Detalles de una de esas grandes desgracias encontramos en una correspondencia enviada desde este puerto a un periódico de La Paz, con fecha 30 de agosto de 1872, y que pasamos a transcribir a continuación: "El día 24 del presente, a las 5 de la tarde, el vapor "Limeña" de la Compañía Inglesa, fondeó en la bahía, de tránsito para el Sur; el mar se encontraba casi tranquilo, y muchas personas, algunas por acompañar a sus amigos que volvían a Chile, otras por negocios particulares y varios comerciantes en pequeña escala se dirigieron a bordo. Poco después de las 6 casi todos regresaban a tierra sin temor alguno; pero la noche les sobrevino, de un modo repentino, antes de llegar a tierra y en la inmensa oscuridad de ella, una gran agitación en el mar; las olas que se levantaron eran furiosas, cerraron la barra y arrastraron a gran número de embarcaciones, sepultando en su seno a sus tripulantes.
Los gritos de los que pedían auxilio llegaron a tierra y la campana de la capitanía tocó alarma. Momentos después la gente se agrupaba en el muelle, en la mayor confusión, al oír los gritos de las víctimas y ver la falla de recursos para prestarles el auxilio que invocaban. Triste y dolorosa era la impresión que causaban los sollozos de los que tenían algún pariente en el mar y cuya pérdida creían inevitable; sin embargo, logróse hacer salir dos embarcaciones: una de fleteros y la otra de la compañía de vapores, y se consiguió salvar solo a 8 de los náufragos, pues aunque las embarcaciones volvieron a salir, la oscuridad de la noche y el ruido ensordecedor de las olas no les permitían ver ni oír las agitaciones y gritos de los que quedaban luchando con las aguas por salvar su vida. A la mañana siguiente, los cadáveres se encontraban sobre la playa: los que habían perecido eran once".
El señor Cónsul de Chile, don Salvador Reyes, que fue uno de los que más interés tomó para que salieran algunas embarcaciones, inició ese mismo día una suscripción para premiar a los abnegados tripulantes de los botes salvadores, y logró reunir 770 pesos, cantidad que el Domingo último fue públicamente distribuida en el teatro, con toda solemnidad y en presencia como de 400 personas. Allí se llamó uno a uno a los tripulantes, se les elogió su conducta y se les instó a que continuasen en tan abnegada senda y se les dio su correspondiente premio; en seguida, el mismo señor Cónsul formó de los Concurrentes una comisión para colectar fondos a fin de auxiliar a las viudas de los náufragos, logrando reunir ahí mismo una regular cantidad". Varios otros accidentes tan fatales, aún más lamentables que el que dejamos relatado, continuaron repitiéndose con una frecuencia aterradora. En uno de estos, en que el número de víctimas superó a las que había habido anteriormente, y que, con sobrada razón, fue considerado como un duelo público para todo Antofagasta, se ahogaron 22 personas.
El conocido comerciante francés don Luis Dumond, socio de don Julio Chebroux en el negocio de panadería que tenían establecido en calle Baquedano, entre Condell y Angamos (antigua Panadería Francesa) fue una de las víctimas de este infausto suceso. Y así como este señor perecieron tantos otros. Algunos eran comerciantes en verduras; otros tranquilos y honrados vecinos que iban a tomar el vapor a fin de emprender viaje; ¡y otros que llegaban y que el destino les tenia deparado tan triste fin!
El joven don Jerónimo Ossa, sobrino de uno de los socios del Banco Escobar, Ossa y Cía. que recientemente había establecido una casa compradora de metales en este puerto, y que se desembarcaba en ese aciago día, se salvó de ahogarse, únicamente debido a su pericia y habilidad para nadar. Luchó denodadamente cerca de una hora con el mar embravecido, hasta que al fin logró llegar a tierra, casi extenuado por el cansancio.
(Plano boliviano 1879)
(Palacio o Quinta Díaz Gana)
(Intendente Boliviano en el litoral. Sr. Ladislao Cabrera)
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