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sábado, 30 de junio de 2018

OLLAGUE-CHILE. EL BASTIÓN DE LOS QUECHUAS


Ollagüe toma su nombre de la palabra Aymara ullañahua, que significa "bella vista”

     Han de ser muy pocos los momentos en donde este escribano recolector puede decir que se encuentra ante una encrucijada y esta es una de ellas. La idea de este escrito es hablar sobre Ollague, pero no sabría decir si es más importante hablar de las bellezas de esta comuna – Tierra de salares y Montañas-  de la bondades y atractivos de su poblado o principalmente de su gente. Pues bien. Tal vez no tengan conocimiento de que Ollague es el espacio en el cual se asienta la mayor cantidad de personas auto reconocidos como Quechuas y con la cual – éstas - poseen un vínculo ancestral.



     El territorio comprendido por la Comuna de Ollague, pertenece a la Provincia de El Loa y se ubica en el extremo noreste de la región de Antofagasta-Chile. Esta comuna limita al norte y noroeste con la Región de Tarapacá, desde la cumbre del Volcán Olca hasta el cerro Alconcha; al oeste con la comuna de Calama, desde el cerro antes mencionado hasta el volcán San Pablo. Al sur nuevamente con la misma comuna, en una línea que va desde el volcán San Pablo, pasando por el cerro Lay Lay, hasta el Inacaliri. Al este limita con Bolivia. Es necesario mencionar que, debido a diferentes procesos migratorios, un importante número de quechuas se encuentran asentados en la ciudad de Calama y reconocen a Ollague como su lugar de origen.


     El territorio de esta comuna (en su totalidad) está ubicado en altura, presenta grandes amplitudes térmicas diarias debido a su alto índice de continentalidad y se caracteriza por tener importantes precipitaciones en verano (desde diciembre a febrero) y no así durante el invierno. En esta zona se aprecia un alto índice de endorreísmo (Fenómeno que consiste en la afluencia de las aguas de un territorio hacia el interior de este, sin desagüe al mar), posible de explicar por las extraordinarias condiciones de aridez, debido a la incidencia que ejerce la distribución longitudinal del relieve en la obstrucción de la humedad atmosférica costera y por el alcance de las lluvias altiplánicas, que son la única fuente de escurrimiento superficial, junto con las acumulaciones de nieve ubicadas a lo alto de la precordillera y cordillera. Los sistemas de drenaje presentan como nivel de base local los salares, a consecuencia de la obstrucción que ejercen las precordilleras para el escurrimiento al océano.

     Los límites de la comuna están bordeados por cerros y volcanes desarrollados en dirección Norte-Sur, cuyas alturas fluctúan entre los 4.831 m.s.n.m., en el cerro Alconcha, y los 6.176 m.s.n.m. en el volcán Aucanquilcha, destacando siempre los conos volcánicos por su mayor altura. El área central presenta una zona baja, extendida en sentido sur a noreste, que se ve rodeada por dos cadenas volcánicas, donde se ubican los salares de Ascotán, San Martín o Carcote y Ollagüe. Están separados por una línea de cumbre que arranca desde el Cerro Chela por el este hasta el cerro Canchajapichina por el oeste. Así, el cordón planiforme del este actúa como biombo orográfico entre los planos inclinados del oeste y los salares prealtiplánicos (Gundermann y González 1993; Romo 1998). Desde los puntos más altos de los faldeos volcánicos surgen numerosas quebradas como las de Amincha, Cuevitas, El Aguilucho, El Quince, El Inca, etc., algunas de las cuales drenan temporalmente la cuenca Ascotán-Carcote. Existen además un importante número de lagunas superficiales como Cuchicha, Aguas Calientes y Luna, producto de la dinámica propia de los salares.


     Se identifican varios subsectores en esta comuna, siendo los más evidentes aquellos conformados por el sistema de salares escalonados en un sentido de sur a noreste, Ascotán, San Martín o Carcote y Ollagüe, los mismos que fueron ocupados desde momentos prehispánicos con fines de caza y que en algunos sectores siguen siendo usados en sus orillas con fines ganaderos. Destacan estos sectores por la presencia de bórax en sus superficies, material que continúa siendo explotado hoy en día. Los otros subsectores rodean o prolongan a los anteriores, uno de ellos se ubica al norte de la comuna y contiene las localidades de Cosca y Puquios, caracterizada por su uso ganadero, la presencia de llareta y de azufre en una de sus cumbres. El segundo, localizado hacia el sur, comprende desde la Pampa de la Perdiz hasta Inacaliri, destacando la actual ausencia de llareta por la sobre explotación, así como algunos sectores ricos en azufre; en este sector hasta hace unos años se criaban animales menores. El tercero es un sector periférico constituidos por los cerros y volcanes que cierran la comuna por el este y oeste, donde se encuentran importantes yacimientos de azufre (volcanes de Aucanquilcha y Santa Rosa) además de llaretales ahora agotados; es posible identificar sectores de uso ganadero que aún siguen siendo aprovechados por algunas familias (Gundermann y González 1993).

     Cabe destacar que actualmente se siguen aprovechando desde el punto de vista agrícola las quebradas de Puquios, Cohasa, el Inca, Caichape y Amincha, correspondiendo dicha producción a un auto abastecimiento de tipo familiar. Siendo, sin duda, la ganadería la actividad económica tradicional más importante de la zona, caracterizándose por una movilidad estacional que involucra a los subsectores antes descritos, además del sector de Chela, correspondiente a la comuna de Calama pero que desde tiempos antiguos integra el espacio de ocupación de esta población.

Historia del poblamiento humano en la zona

     Entregar una breve reseña de la ocupación humana asentada en Ollagüe desde sus inicios, es ciertamente una tarea compleja, sobre todo si se considera la desinformación existente acerca de los procesos prehispánicos que se dieron en este territorio, siendo posible su reconstrucción sólo a partir de los trabajos pioneros realizados por Leandro Bravo en la localidad y por la utilización de la información aportada por las investigaciones efectuadas en zonas aledañas, además de datos aislados entregados por algunos arqueólogos. En cuanto al período colonial también se cuenta con escasa información al respecto, habiéndose articulado dicha información gracias a los trabajos efectuados en zonas cercanas. El período histórico se articuló en base a la información entregada por Bravo (s/f. Ms), Gundermann y González (1993) y Romo (1998). Lo anterior demuestra la poca preocupación que se ha tenido por conocer la historia de este territorio, situación que se quiere revertir en un futuro próximo por la importancia que tiene para la actual Etnia Quechua contar con dicho conocimiento.

Período Prehispánico

     Considerando los escasos antecedentes que se tienen sobre la ocupación prehispánica del altiplano de Ollagüe, es posible plantear que hacia los 5.000 a 4.000 a. C. pequeñas bandas de cazadores recolectores usufructuaban de los recursos ofrecidos por los sistemas de salares y quebradas de la zona. Vestigios culturales de esta etapa de desarrollo han sido encontrados en las antiguas playas de los salares de San Martín y Ascotán, así como en las vegas y lagunas de Cuchicha, Aguas Calientes, Sapunta y Luna asociadas a los salares antes mencionados (Le Paige 1958; Bravo s/f Ms; Núñez 1965; Cárdenas 2000 Ms), además de quebrada del Inca (Núñez 2002 Com. Pers). Al parecer, fueron estos espacios los que articularon la movilidad de estas bandas de cazadores recolectores, ya que sería en estos lugares donde podían cazar camélidos silvestres y aves acuáticas, además de obtener diferentes recursos vegetales para recolectar. Es posible que la movilidad estacional de dichas poblaciones haya alcanzado sectores como la cuenca del Loa, el altiplano de Lípez y/o las inmediaciones del salar de Uyuni, ocupándose desde ese entonces este espacio como un sector de conexión de diferentes pisos ecológicos.


     Posteriormente, en momentos en los cuales la subsistencia de estas poblaciones deja de depender de lo que el medio ambiente le ofrece, gracias al largo proceso de domesticación de plantas y animales, es posible que la zona de Ollagüe haya sido ocupada, de manera dispersa, por grupos de pastores vinculados culturalmente con aquellos asentados en el altiplano boliviano colindante. Así mismo, este territorio pudo ser transitado por las primeras caravanas de llamas que transportaban productos hacia la cuenca del Loa y San Pedro de Atacama o por aquellas que venían desde dichos lugares hacia la meseta altoandina (Núñez y Dillehay 1978). Una vez consolidado el sistema de vida agro pastoril en este territorio, entre el 900 al 1.380 d. C. se continuó ocupando el sector oeste del salar de San Martín, específicamente las vegas y lagunas de Cuchicha, Caichape, Sapunta, Carcote, Laguna Verde y Luna, aunque esta vez dichos espacios --además de la caza de guanacos y avifauna-- aseguraron la supervivencia y reproducción de los rebaños de llamas y alpacas (Bravo s/f Ms; Cárdenas 2000 Ms). También se ocupó la quebrada de Cohasa, donde se construyeron depósitos de almacenamiento, y presumiblemente la quebrada del Inca donde pudo realizarse una explotación agrícola menor, al igual que en la de Puquios. De acuerdo con el tamaño y cantidad de los sitios arqueológicos encontrados para este período, la población asentada en este sector parece no haber sido numéricamente importante, seguramente debido a que se trataba de espacios pastoriles periféricos con relación a aquellos territorios ubicados en el norte de Lípez, con cuya población se encontraban culturalmente emparentados los pastores de Ollagüe. De este modo, a diferencia del sistema estanciero ollagüino, en Lípez se habitaron aldeas de mayor y menor envergadura y estancias dispersas a lo largo de la meseta altoandina, a las que se suman algunos pukaras o sitios defensivos ocupados en momentos de tensión y conflicto social (Arellano y Berberián 1981; Nielsen 1999). Respecto a todo lo anterior, es importante mencionar que la información etnohistórica plantea que, en este período de tiempo, el altiplano de Lípez --integrado también por la puna ollagüina-- se encontraba habitado por poblaciones de habla aymara y al parecer en menor medida por otras lenguas: puquina y/o uruquilla, las que sólo posteriormente conocerán el quechua con la llegada del Inca (entre otros Martínez 1992; Castro 1998).



     Es plausible postular que es en esta etapa cuando más claramente se visualiza a Ollagüe como un territorio de frontera cultural entre los atacameños y las poblaciones altiplánicas, así como un espacio de comunicación entre estos grupos y de articulación de áreas económicamente complementarias. En este sentido, las evidencias arqueológicas confirman la presencia de gente originaria del altiplano de Lípez en el Loa Superior y en las quebradas adyacentes al Salar de Atacama, asentadas de manera temporal o más establemente para acceder a los recursos de estas zonas ecológicas. También se encuentran algunas evidencias de la presencia atacameña en la meseta altoandina, por lo que es posible plantear que la movilidad de estas poblaciones fue en ambas direcciones (Fernández 1977; Aldunate y Castro 1981; Schiappacasse et. Al. 1989; Ayala 2000). En este contexto, Ollagüe pudo operar como uno de los sectores de tránsito de las caravanas de llamas que llevaban y traían productos de estas zonas, conectando así a las poblaciones costeras, vallunas, de oasis y altiplánicas que ocupaban la actual Región de Antofagasta en Chile y el Departamento de Potosí en Bolivia (Núñez y Dillehay 1978).

     En distintas momentos del siglo XIV, estas poblaciones del altiplano de Lípez y de la Región Atacameña se ven envueltas en el proceso de expansión del Tawantinsuyu, el cual se observa claramente en los tramos del camino del inca y en la presencia de su patrón arquitectónico en asentamientos locales y/o en otros construidos a su llegada a estos territorios; las evidencias de dicho proceso también son vistas en los patrones funerarios, la cerámica utilizada y los tejidos que forman parte del vestuario de estos grupos humanos, además de otros indicadores materiales (entre otros Aldunate 1993; Castro 1992; Castro et. al. 1993; Adán y Uribe 1995 y 1999; Nielsen 1999). En Ollagüe se encuentran vestigios de la presencia incaica en las quebradas de Cohasa y El Inca, destacando la primera por haberse identificado allí el entierro de un individuo con ofrendas de tejidos, cántaros, un arco y un quipu de indudable filiación incaica (Jorge Condori 2002 Com. Pers.). Hasta el momento no se sabe si la quebrada El Inca fue aprovechada agrícolamente desde momentos previos o recién con la llegada de influencias incaicas a la región, pero sí se sabe que con estos fines se construyeron terrazas de cultivo en sus laderas, así como se utilizaron depósitos de almacenamiento construidos en los farellones de las quebradas.

     De acuerdo con la tradición oral de los actuales habitantes de Ollagüe, en este territorio es posible identificar diferentes tramos del camino incaico o inkañan, el cual entra desde el altiplano de Lípez y cruza por Ollagüe y/o Portezuelo del Inka, para seguir por Cebollar y Ascotán, bajando a las cuencas del Loa y el Salado por el sector de Colana. Desde allí sigue hacia Paniri y/o Cupo, llega a las vegas de Turi y continua hacia Caspana, desde donde sigue hacia el sur hasta llegar a San Pedro de Atacama (Aldunate et. al. 2002 Ms). En Lípez este camino pasa cerca de la actual localidad de Alota, desde donde se conectaría con los núcleos poblacionales más importantes de la región, entre los cuales sobresale Lakaya por presentar estructuras de patrón incaico (Nielsen 1999). A su vez, un ramal de este camino conecta a Ollagüe por el norte con el asentamiento minero de Collahuasi, el cual ocupó una posición importante en la red vial incaica gracias a que sus recursos mineros (cobre y oro) marcaron la orientación productiva de la zona. Al respecto, cabe mencionar que los sitios incaicos de la localidad de Caspana también dan cuenta del interés del Tawantinsuyu por acceder a sectores ricos en mineral de cobre, destacando Cerro Verde por haber sido un centro minero de importancia regional (Adán y Uribe 1999).



Período Colonial

     Posteriormente, con el arribo de los españoles durante la época colonial (ca. XVI-XVIII) se produjeron profundos cambios en la vida de las poblaciones indígenas, desde la llegada de enfermedades desconocidas hasta la imposición de una nueva religión. Junto con esto, se los redujo en pueblos de indios, su trabajo era entregado a nuevos señores, debieron participar de una labor minera en creciente desarrollo, insertarse en una economía mercantil y convivir con un idioma diferente en desmedro del propio. Era de esperar que todo esto contribuyera a un choque cultural violento, ya que las estrategias de conquista española no sólo pretendían cuestionar el bagaje cultural de estas poblaciones, sino modificarlo por completo dentro de un proceso de dominación absoluto e impuesto por la fuerza.

     La evangelización colonial consideró medidas tan extremas como el proceso de extirpación de idolatrías, a través del cual se prohibía a los indígenas practicar cualquier tipo de ritos en honor a sus dioses. De este modo, se quiso erradicar todas aquellas costumbres y fiestas relacionadas con el culto a los cerros, a la tierra y al sol, entre otros, para obligarlos a aceptar las creencias católicas con el culto a su dios y sus santos (Castro 1997). Sin embargo, a pesar del fuerte proceso al cual fueron sometidos, los indígenas pusieron en marcha diferentes mecanismos para mantener de algún modo sus prácticas religiosas, ya sea realizando sus ceremonias a escondidas o combinando sus antiguas creencias con las recién impuestas, generando así el catolicismo andino indígena.

     Por otro lado, sin duda el fenómeno colonial que produjo una drástica transformación de la organización territorial preexistente fue la reducción de los indígenas en "pueblos de indios", promulgada a finales del siglo XVI por el Virrey Toledo. De acuerdo con Gundermann (Ms), con este proceso se objetiva el proyecto de una sociedad colonial dualizada con un segmento social espacialmente situado –“la república de indios” -- y, por ésta y otras razones, sujeto a formas eficientes de control. Con las reducciones se instituyen las condiciones para la transformación de las sociedades indígenas andinas precolombinas en la etnia "india" colonial. En este contexto, Ollagüe debió ser importante como territorio articulador de diferentes pisos altitudinales, aunque sin duda, siguió siendo una zona periférica en relación a los pueblos de indios del altiplano inmediato, la cuenca del Loa y San Pedro de Atacama. Como vimos en páginas precedentes, desde tiempos prehispánicos la ocupación humana de Ollagüe se caracteriza por no ser numéricamente considerable, razón por la cual es lógico que en este territorio no se haya establecido ninguna reducción, a diferencia de lo que ocurrió en aquellos sectores adyacentes de mayor densidad poblacional como Nor Lípez y Atacama.

     Por otro lado, el establecimiento del sistema de repartimiento de tierras y encomiendas de indios permitió explotar la fuerza laboral de los indígenas, quienes además debían pagar tributo, convirtiéndose así en una verdadera esclavitud disfrazada por parte de la Corona Española. En estas circunstancias, ante la imposibilidad de pagar, algunos indígenas huían de los encomenderos y corregidores, pero eran perseguidos, capturados y obligados a trabajar, siendo retenidos "legalmente" y forzados a trabajar gratis (Rivera 1995). Al respecto, cabe mencionar que una de las características más sobresalientes de los territorios comprendidos por los Corregimientos de Lípez, Atacama, Chichas y Tucumán --cuyos orígenes pueden remontarse a tiempos precolombinos--, fue el desarrollo de actividades económicas regidas por un sistema de complementariedad ecológica que obligaba a una alta movilidad dentro de un espacio macro regional; movilidad que al parecer también estuvo relacionada --en parte-- con la necesidad que tenían los indígenas de liberarse de los tributos (Martínez 1992; Castro 1998). Al parecer, en momentos más tardíos de la colonia era cada vez más común no encontrar a los tributarios en su núcleo de origen: "en Atacama la característica heterogénea del terreno, los diferentes sistemas de trashumancia del ganado y la inserción de los tributarios en haciendas del Tucumán, Chichas y minas de Lípez sin perder los derechos en las unidades de origen, favorecieron un movimiento constante de la población y un patrón disperso de asentamiento. Aun cuando quienes emigraron a otras circunscripciones seguían pagando sus tributos a caciques, su cobranza se hizo cada vez más difícil a medida que avanzaba el siglo XVIII" (Hidalgo 1987).



     De este modo, el territorio de Ollagüe pudo desempeñarse como uno de los corredores de conexión entre diferentes pisos ecológicos que posibilitó dicha movilidad interregional. Al respecto cabe mencionar que para el siglo XVI se describen relaciones comerciales entre Lípez y Atacama y, aunque no se cuenta con referencias concretas sobre la presencia de originarios de Lípez en Atacama, existe información sobre indios de Atacama en el altiplano de Lípez, frente a los cuales el Inca habría puesto orejones para vigilarlos. Durante el siglo XVII gente de Lípez se congregaba en el Loa Medio y Superior, estando Calama y Chiu Chiu vinculados a las rutas de tráfico de pescado desde la costa hacia Potosí. Para el siglo XVIII sólo se tiene información que vincula a Lípez con Ayquina durante las sublevaciones kataristas, además de la referencia de un mestizo de Lípez en dicha localidad. Posteriormente, durante el siglo XIX se registran pobladores de Lípez en Calama, Chiu Chiu y Ayquina, convirtiéndose este último poblado en el centro de las actividades de gente de Lípez en Atacama. A mediados del siglo XIX e inicios del XX nuevamente se encuentran datos sobre su estadía en Toconce, Paniri, Incaliri, Linzor y Tatio (entre otros Martínez 1992; Castro 1998).

Período Republicano

     En tiempos republicanos, la población pastoril de Ollagüe comienza a articularse al desarrollo de la minería con diferentes modalidades, ya sea vendiendo sus productos pecuarios a los centros mineros, o posteriormente cuando las azufreras están en funcionamiento y comienza la explotación a gran escala de cobre, con la venta de combustible vegetal (llareta) a estos centros mineros. En este contexto, una de las características principales de la ocupación de la zona de Ollagüe es su vinculación con la actividad minera, en circunstancias en que el trabajo agrícola se vio siempre limitado por las restricciones que impone el medio ambiente en este sentido, las cuales incluso afectaron en alguna medida a la ganadería. Como vimos en páginas precedentes, se trata de una puna árida y salada, con escasas precipitaciones y con un régimen térmico extremo, en la cual sólo las llamas y los burros han podido mantenerse en ciertas cantidades al haberse integrado a diversas actividades extractivas.

     Durante momentos coloniales tardíos y republicanos previos a la anexión de este territorio al Estado chileno, esta zona fue una de las rutas utilizadas para conectar los centros mineros y de población del altiplano sur y la cordillera oriental con la costa, pasando por los oasis de Atacama la Baja ubicados en la cuenca del Loa. Esta misma ruta sería aprovechada más tarde para la salida de minerales mediante la utilización de carretas, como ocurría con el bórax antes de la construcción del ferrocarril Antofagasta-Bolivia.

     Durante la ocupación chilena, incluso algunos momentos después, los centros de mayor actividad económica de la Región de Antofagasta estaban situados en la pampa salitrera. En estas circunstancias, Ollagüe era un distrito minero bastante marginal, existían yacimientos que tenían poca actividad y escaso nivel de desarrollo tecnológico y de infraestructura debido a la ausencia de capitales, la imagen de fuerte actividad que evocan los restos de minas, plantas e instalaciones mineras, no es posible entenderla sin la existencia del ferrocarril Antofagasta - Bolivia. Casi todo fue posible gracias al ferrocarril, ya que se trataba de explotaciones a gran escala para la época, cuya producción estaba destinada al mercado interno (azufre), pero la mayoría a la exportación (bórax y cobre). Esto suponía medios de transporte capaces de trasladar grandes cantidades a costos convenientes. Antes existían explotaciones como en Ascotán, pero es con la construcción del ferrocarril que se incentiva la apertura y ampliación de las explotaciones mineras.


     Respecto a la explotación de bórax en particular, fueron compañías mineras extranjeras las que se instalan en la zona para explotar el mineral no metálico, una de las más importantes La Bórax Consolidated Ltda., que inició sus actividades a fines del siglo pasado (hacia 1885). Esta empresa dejó de funcionar alrededor de 1966, al parecer a raíz de una caída de la ley del mineral disponible en Ascotán y por tanto a un aumento de los costos de producción, así como a una eventual baja de los precios internacionales del bórax. Como la habilitación definitiva del ferrocarril se efectuó durante los últimos años del siglo XIX, habría unas décadas en que el transporte del mineral refinado se hizo en carreta por la vieja ruta que unía Calama, Chiu-Chiu, Ascotán y Ollagüe, esta ruta tenía además prolongaciones hacia Potosí en Bolivia.

     En sus faenas la empresa empleaba unas 35 personas de manera permanente. Los operarios y trabajadores de pampa eran casi exclusivamente bolivianos, provenientes de poblados cercanos a la frontera como Calcha, Copacabana, San Agustín y Alota. Los empleados y personal de mayor rango y responsabilidad eran chilenos y por lo general provenían de la zona (Ollagüe, Amincha u otras faenas mineras). Estos últimos trabajaban por sueldos fijos, en tanto que los operarios lo hacían a trato, sistema imperante hasta hoy.

     Para las labores en los yacimientos y el transporte de borato a canchas de secado, procesado y almacenaje se contaba con un ferrocarril de trocha angosta, tirado por locomotoras a vapor, que posteriormente se reemplazaron por motores a diésel, el cambio de sector dentro de los yacimientos en explotación determinaba también traslados de los tendidos de los rieles. Se producían diariamente unas 80 toneladas de mineral de alta ley. El mineral era transportado a Brasil y Uruguay, una parte era también vendida a Soquimich y a la Química Sudamericana de Santiago. Esta era la única empresa presente en el salar de Ascotán.

     Otra empresa inglesa operaba también en el yacimiento de Collahuasi, al norte de Ollagüe, el cobre era transportado desde la mina hasta Ollagüe, para llegar finalmente a Antofagasta. En la última etapa de su explotación (fines de los años 20 y comienzos años 30) se empleaban camiones para hacer los empalmes entre la mina y la estación receptora. Sus faenas paralizaron en el año 1932-33, posiblemente como una secuela de la gran crisis del 30. En ella llegaron a laborar 1500 personas de muy diversas procedencias. Posiblemente, se trató en su mayoría de quechuas bolivianos, tal como ocurrió en los yacimientos de bórax y azufre, (Gundermann y González 1993).

     En cuanto a la explotación de azufre en este territorio, la evidencia más clara de sus inicios se relaciona con la elaboración de minerales de cobre a gran escala, su activación estaría vinculada con la demanda generada por Chuquicamata desde los años 20 y por Mantos Blancos después, siendo las más antiguas e importantes explotaciones de la zona las de Aucanquilcha y el volcán Santa Rosa u Ollagüe. Además, aprovechando el sistema ferroviario que empalmaba hacia Collahuasi también se desarrollaron otras explotaciones de este tipo en Puquios de Borlando, Oacaña de Petrinovic, las minas bolivianas de San Pablo de Napa, Beatriz y Caite, en el cerro Polán.

     Sin duda, la azufrera más importante fue la de Aucanquilcha que en ciertos períodos de auge habría llegado a ocupar 700 hombres, aunque las dotaciones normales habrían sido de 200 personas más o menos. El mineral era transportado en andarivel desde la cumbre hasta Amincha, desde donde se llevaba en camiones hasta la planta instalada en las afueras del pueblo de Ollagüe. Posteriormente, hacia 1950, la planta fue comprada por Carrasco a la Caja de Crédito Minero. La planta y campamento se trasladó a Amincha, donde sigue actualmente, aunque paralizada. Esta azufrera es la última gran explotación minera de la zona y al paralizar sus faenas el año 1992 se desencadenó la crisis de población que vive actualmente la Comuna de Ollagüe.

     Gran parte de la fuerza de trabajo que ocupaba esta mina era boliviana, de sitios cercanos como Uyuni, San Agustín, Copacabana, San Juan de Colcha y Santiago. El resto eran atacameños de lugares como San Pedro de Atacama, Caspana o Calama. Los salarios que recibían los mineros bolivianos eran inferiores, pero, a pesar de dicha situación, para ellos era conveniente trabajar en Chile porque los ingresos eran más altos de los que podían percibir desarrollando las mismas actividades en su país. Un cierto número de ellos llegaba con toda o parte de su familia. Otros, que llegaban solos, por lo común permanecían temporadas cortas de 3 a 4 meses, lo que ocasionaba una rotación permanente de personal.

     La segunda compañía importante de la zona era la azufrera de Buenaventura de Borlando, donde laboraban unas 80 personas, la mayoría de ellas quechuas bolivianos. Paralizó sus actividades hacia el año 1976, al parecer por agotamiento del yacimiento. En una primera etapa el mineral se bajaba en andarivel hasta la planta de refinación y almacenaje, ubicada en Buenaventura. Luego en el año 1948 el andarivel fue vendido y reemplazado por camiones. Tanto en esta azufrera como en Amincha los principales clientes eran Chuquicamata y Mantos Blancos.

     Por otro lado, otra importante actividad económica del siglo XX fue lo que en Ollagüe y sus inmediaciones se llamó "el ciclo de la llareta". Entre 1930 y 1955 esta actividad involucró a un contingente de campesinos locales, atacameños del sector del río Salado y quechuas de Bolivia. Además de la enorme demanda de Chuquicamata, las empresas mineras de la zona también ocupaban grandes cantidades de este combustible vegetal en los procesos de secado, calcinación, fundición, generadores eléctricos y en general maquinaria a vapor.

     En el caso de Chuquicamata actuaban empresarios intermediarios (en el sector de Ollagüe los hermanos Undargarín). Las empresas de la zona tenían llaretales propios que explotaban a través de sistemas de trabajo a destajo. La azufrera Aucanquilcha explotaba la llareta del mismo cerro y Buenaventura se abastecía en Puquios, pero también aprovechaban los llaretales de los cerros Cebollar, Polapi y Palpana. Compraban quintales de 50 kgs. a campesinos y peones, los que después de cortarla la dejaban secar unos 6 meses antes de trasladarla a los sitios de acopio y compra. Además de explotar llaretales propios, estas empresas también adquirían este combustible a arrieros bolivianos (que lo traían desde los cerros Araral, Cañapa y Jardín) y chilenos (que llegaban desde el río Loa, Ojos de San Pedro y Cupo). Posteriormente estos últimos concentraron sus entregas en la estación San Pedro. Según un testimonio rescatado por Gundermann y González (1993) “En todos los cerros había gente que tenía ganado, en Caichape, Cosca, Cuchicha, Cebollar y Chela... en Caichape se encontraban los Aymani y aquí en Cebollar los Bautista. En Polani estaban los Barrientos y Ballesteros. En Puquios estaban los Urrelos, que se trasladaban de un lugar a otro en busca de pasto...en ojos de San Pedro también había como diez habitantes, ahí se encontraban los Llipes y Cruz”. En total no alcanzaban a ser más de 30 familias.

     Se trataba de familias o pequeños grupos de familias aisladas, que se asentaban con su ganado en sectores provistos de agua, pastos permanentes y praderas estacionales, entre los cuales se rotaba el pastoreo. Eran tiempos en que llovía más y la cubierta vegetacional era más abundante. La composición de sus rebaños era mixta: llamas, burros, ovejas y cabras. Al parecer, el promedio de tenencia no pasaría de 100 cabezas por hogar. Además de productos de autoconsumo (carne, leche, lana para tejidos, cueros), estas familias abastecían de carne a las empresas mineras. En algunos sitios también eran posibles cultivos a pequeña escala, como en Quebrada del Inca, Chela, Cosca, Puquios y Caichape. Se trataba de siembra de hortalizas (como zanahorias y habas), quinoa y papas, con un carácter marcadamente estacional. (Gundermann y González 1993).



     Al parecer, en la mayoría de los casos las entradas generadas por la venta de productos pecuarios no eran suficientes para asegurar la reproducción de las familias campesinas. Por esta razón también laboraron por mucho tiempo en las llareteras de los cerros en que vivían o trabajando directamente, de manera estable o esporádica, en las mismas faenas mineras. Se trataba de economías familiares mixtas, que se mantuvieron y prosperaron por haber sido capaces de conjugar una estrategia de diversificación de ingresos. Esto señala que, en condiciones ambientales mejores, la ganadería no fue un rubro a partir del cual pudiera sostenerse un número muy alto de población. De esta manera, Con el término del ciclo de la llareta después de 1955 y con el cierre de faenas y el progresivo decaimiento de la actividad económica local, muchos de estos pastores migraron junto a los demás mineros, preferentemente hacia Calama. En este sentido, debemos destacar que el fenómeno de la migración hacia los centros poblados cercanos es un proceso que se viene dando desde hace bastante tiempo, de acuerdo con las características estacionales de este tipo de actividad extractiva.

     Respecto al actual poblado de Ollagüe, éste se constituyó alrededor de la última estación del mismo nombre del ferrocarril Antofagasta-Bolivia, la que, junto a San Pedro, es la más importante de las estaciones del tramo comprendido entre Calama y la frontera. Otras estaciones intermedias fueron San Salvador, Conchi, Polapi, Ascotán, Cebollar y San Martín. Por ser la estación terminal en la frontera chilena, desde temprano Ollagüe fue dotada de servicios de agua potable y luz eléctrica a motor para la administración, bodegas, almacenes, casas del personal e instalaciones anexas. Por su ubicación fronteriza supuso también la instalación de diversos servicios estatales. Para dimensionar su importancia, se puede decir que contó con un Juez de Distrito y un Cónsul boliviano asignado permanentemente al lugar. Así mismo, fue un centro neurálgico del movimiento ferrocarrilero, no sólo de las explotaciones mineras aledañas, sino también de las azufreras bolivianas de más al norte, así como en su momento lo fue en relación con Collahuasi. En este sentido y según informan los mismos habitantes de Ollagüe en la actualidad, en algunos momentos el poblado llegó a tener 1.500 habitantes.


     Tal como se puede observar a lo largo de esta presentación, históricamente la zona de Ollagüe ha sido un área periférica, aunque durante el siglo XX tuvo ciertos períodos de esplendor con bastante actividad económica y población numerosa. Sin embargo, la actividad minera ha sido el factor clave de activación en complementación con su característica como zona de rutas y transporte, en los primeros tiempos con las caravanas de llamas, posteriormente con la arriería, después con las carretas, con el ferrocarril y finalmente por el transporte terrestre.


Manifestaciones Culturales de la Comunidad Quechua de Ollagüe

     A través de lo anterior hemos podido dar cuenta de la historia ocupacional de la comuna de Ollagüe, donde se asientan la mayoría de los quechuas de la Segunda Región de Chile. Actualmente, la Comunidad Quechua de Ollagüe, se caracteriza por poseer manifestaciones culturales propias que le otorgan especificidad como grupo, éstas son parte de una cultura campesina de comunidades pastoriles de altas montañas, originada en la síntesis cultural colonial que desde el siglo XVII tomó forma por la región andina. La expresión más conocida de estos sistemas culturales es el catolicismo andino indígena, resultante de la imbricación de aportes culturales propiamente amerindios y elementos peninsulares (Gundermann y González, 1993).


     Entre éstas, una de las más importantes es la Fiesta del Santo Patrono del Pueblo San Antonio de Padua que se realiza durante cuatro días y congrega tanto a los habitantes de la comuna como a los migrantes urbanos. Las actividades se inician el día 12 de junio con el sacrificio ritual de dos llamos, uno correspondiente al Alferado y otro al Mayordomo, quienes son los pasantes de la fiesta. Ese mismo día en la tarde se efectúa la Entrada de Ceras, que es el traslado del santo a la iglesia. El 13 de junio, día del Alferado, las actividades comienzan con una Chocolatada a los niños y después la “mesa de 11” donde a los asistentes se les entrega golosinas; luego hay una misa y posteriormente una procesión por las calles del pueblo. El ciclo de actividades del día 13 se repite el día 14 que es el del Mayordomo cuando también hay misa y procesión. El último día termina con la entrega oficial de los santos a los nuevos pasantes y con el recuento y Contabilidad de los que ya pasaron. Cada pasante debe velar semanalmente el santo y ofrecerle una misa a mitad del período anual. Durante todos los días que dura la fiesta y luego de las actividades sagradas se realizan bailes con música de bandas bolivianas, o a veces, de Caspana.

     Otra manifestación cultural de importancia es la Virgen de Andacollo de Coska, también conocida como Virgen del Rosario de Coska, que se celebra en el poblado ritual del mismo nombre, en las cercanías de Ollagüe, el día 25 de diciembre. En esta se conjugan tanto los aportes del catolicismo andino con ciertas prácticas con correlato prehispánico. Esta festividad, que crece año tras año, también es un espacio de encuentro de las familias que han migrado. Esta celebración se organiza alrededor de cuatro pasantías: la de un alférez de la Virgen de Andacollo, un mayordomo de una segunda Virgen de Andacollo, un pasante de la Otava y un pasante llamero, cada uno con su sala. La jerarquía o importancia de las pasantías estaría dado en el orden descrito. El día 24 se efectúan costumbres que corresponden a pagos a la tierra y a las divinidades, estos son oficiados por un Auki (viejo, anciano o sabio en lengua quechua). El día 25, de la víspera se sacrifican cuatro llamas blancas, machos, uno por cada patrocinante. El día 26 es el del Alferado mayor, en ese día se hace una misa de campaña, luego un almuerzo, y posteriormente una procesión alrededor del pueblo. La atención de comida a los asistentes corre por cuenta de cada patrocinador, al igual que el baile nocturno y la animación. El día 27 es el día del mayordomo, en general es un día que reproduce las actividades del día anterior. El 28 finalmente, es el día del pasante de la otava y del baile llamero, donde se presentan los bailes religiosos promesantes (Llameritos, Gitanos, Negros Tundiques, Caporales, Tobas, Morenada), este día también se hace la contabilidad y la entrega de los patrocinantes que acaban de cumplir a los que han asumido la responsabilidad para el año que se inicia.


     Una tercera tradición local es el “enfloramiento de animales” que se realiza entre los meses de enero y febrero (en la zona es llamado el día de Comadre), en esa oportunidad se adorna a todo el ganado con “flores” de lana de diferentes colores, se sacrifica a un animal en el corral, de esa carne se prepara la comida para toda la gente que está acompañando y su sangre es desparramada alrededor de éste mientras se efectúa una oración pidiendo por la prosperidad de la tropa a los cerros, aguadas, vegas y bofedales nombrándolos.

     Por último, podemos nombrar el Día de los Difuntos (1° de noviembre) que también es objeto de un ritual de mucha riqueza y complejidad. Para este día se preparan mesas con comida y pan, éste los lugareños lo nombran como Turco. Cuando muere una persona esta preparación se hace durante tres años consecutivos, al tercer año hay que preparar la misma mesa que se hizo para el primer año. Cuando muere alguien, a los ocho días se junta su ropa y se quema, para que descanse el alma de la persona que ha muerto se le hace una misa en la iglesia. También hay gente que sacrifica un llamo o un cordero al cumplirse un año.


Caracterización social y poblacional de los quechuas de Ollagüe en la actualidad

     La Comuna de Ollagüe se define como rural debido a la carencia de centros urbanos, siendo el poblado del mismo nombre el centro político y administrativo. Su ubicación en la frontera con Bolivia, lo ha constituido en un lugar estratégico geopolíticamente hablando, ya que desde tiempos remotos existe un constante tráfico de personas entre ambos países (Romo 1998).

     En términos generales, cabe mencionar que en 1996 la población total de la comuna era de 219 habitantes distribuidos en el poblado de Ollagüe (centro de la comuna, 139 habitantes), Amincha (5 habitantes), Puquios (2 habitantes), Ascotán (25 habitantes), Coska (5 habitantes) y Cebollar (32 habitantes) y el caserío de Chela, que, aunque administrativamente depende de Calama, posee vínculos históricos con Ollagüe, donde se concentra la mayor parte de la población. En segundo lugar, en cuanto a cantidad de población, se sitúan los centros mineros de Cebollar y Ascotán; el resto de los poblados se encuentran escasamente habitados y básicamente por pastores.

     El tipo de asentamiento predominante en esta zona es el campamento minero de tipo temporal, algunos lograron mantenerse en el tiempo (Ascotán, Cebollar) y otros se encuentran hoy abandonados (Amincha y Buenaventura). Los campamentos se ubican en lugares cercanos a sitios de acopio o elaboración del mineral, su construcción es rústica y muchas veces de carácter temporal. Varios de los asentamientos han desarrollado más de una actividad, como es el caso de las estaciones de ferrocarril, relacionadas con el transporte de mineral, las que se convirtieron en poblados mineros. Una tercera forma de asentamiento, menos numerosa que la anterior en cuanto a cantidad de población, es la de los caseríos ganaderos, los que pueden ser ocupados permanente o temporalmente en las localidades de Chela, El Chaco, Quebrada del Inca y Puquios. El poblado de Coska posee características particulares, ya que se encuentra habitado por pocos pastores, pero debe su importancia a que es un centro ceremonial cuyas casas son ocupadas con ocasión de la fiesta religiosa de la Virgen de Andacollo de Coska, permaneciendo abandonadas durante el resto del año.


     Debido a la relación existente entre el poblamiento de esta zona y la actividad minera, siempre se han presentado repentinas fluctuaciones en cuanto a la cantidad de población, las que van a la par con la apertura o cierre de las fuentes laborales existentes en el lugar. Esto se observa claramente en las bruscas variaciones de la población en los diferentes asentamientos mineros, en contraste a la estabilidad que presentan los pastores, como nos muestra la Tabla 2. Cabe destacar que debido a la alta movilidad de los pastores algunos sectores se muestran deshabitados en el censo ya que sus habitantes no se encontraban en el lugar en ese momento.

     Hacia 1970 la Comuna de Ollagüe contaba con 911 habitantes, ya desde esa fecha se notaba un decrecimiento poblacional progresivo, acentuándose esta situación de manera dramática a fines de 1992, con el cierre definitivo de la última mina de azufre en explotación, tal como se señaló en los antecedentes históricos (ver Tabla 2). En la actualidad los saldos migratorios resultan negativos, proporcionando una tasa de crecimiento de la población que para 1993 era de – 47%. (Romo 1998).


     De acuerdo con la información de 1993, la distribución por sexo, como consecuencia de la actividad minera, muestra que un 68% de la población sería masculina, con el resultado de un índice de masculinidad de 0,46 mujeres por cada hombre. La estructura de población por edad muestra el predominio de personas adultas jóvenes, correspondiendo al 60% de la población en dicho año. De esto se deduce que se trata de trabajadores, en algunos casos con sus familias, mientras que las personas mayores migran hacia los centros urbanos.

     Actualmente Ollague cuenta con una población de 321 habitantes, según el censo realizado en 2017 y es la comuna menos poblada del norte del país.

     Hoy día, la falta de empleos en la comuna es un hecho notorio, la principal fuente laboral son los servicios públicos (municipalidad, escuela, carabineros, posta, etc.) y en este último período la municipalidad cumple un rol fundamental subsidiando a la decaída actividad económica en la zona. Otras fuentes de ingresos son la actividad minera reducida a la explotación del bórax en Ascotán y Cebollar, las que actualmente cuentan con una mano de obra mayoritariamente de Bolivia, y el ferrocarril.

     Otro problema que presenta la zona es su aislamiento geográfico, lo que redunda en problemas de abastecimiento y comunicaciones. En cuanto al transporte público, el principal lo constituye en tren Antofagasta – Bolivia, en el que se trasladan personas y bienes desde y hacia Calama. Otra vía de comunicación es el camino internacional que va desde Calama hacia Bolivia, pasando por Ollagüe, a través de esta vía existe un medio de transporte público (bus) que sube a Ollagüe dos veces por semana. También existen una serie de caminos secundarios que unen los distintos poblados, los cuales no tienen mantenimiento constante, por lo que continuamente quedan inutilizados por el mal tiempo. Respecto al abastecimiento, este es un tema de crucial importancia en toda la comuna ya que presenta graves deficiencias. Existe particular carencia de frutas y verduras, la carne por lo general es menos escasa ya que eventualmente puede obtenerse de los ganaderos de la zona. Los almacenes se ven desabastecidos muchas veces por la dificultad de conseguir transporte para las mercaderías, por lo que muchas personas se abastecen directamente en Calama y algunos productos se adquieren de comerciantes bolivianos.



     Como vimos, el poblado de Ollagüe es el más importante de la zona y sigue siendo un polo de atracción para los pastores de la comuna que migran de forma temporal o definitiva. Allí se encuentra la Escuela San Antonio de Padua que cuenta con enseñanza básica completa y un internado, ambos gratuitos, donde en 1996 asistían 43 alumnos (7 de ellos internos). Además, existe un centro de acogida para niños menores de 6 años. Otro servicio importante es la posta, que es atendida por un auxiliar paramédico y se encuentra debidamente equipada, sin embargo, la mayoría de la población atiende sus problemas con la ronda médica, recurre al autotratamiento mediante la medicina tradicional (Romo 1998) o en Calama. Otra atracción que ejerce este poblado es la presencia de ciertas comodidades que no existen en los caseríos rurales, entre estos se cuenta el agua potable y alcantarillado, la energía eléctrica, el teléfono público, la televisión y la radio.

     Entre las instituciones que se encuentran presentes en este poblado están la Municipalidad, la Aduana, Policía Internacional, Servicio Agrícola y Ganadero, y una Tenencia de Carabineros de Chile. La presencia de estos organismos se debe a la ubicación fronteriza con Bolivia, siendo este poblado la última estación chilena del ferrocarril, por lo que allí se realiza el control de movimiento de personas y bienes entre ambos países. Un hecho importante de destacar es que la presencia de estos organismos ha afectado el tráfico de productos y personas históricamente realizado por esta zona, limitándose de manera significativa y contribuyendo al desabastecimiento del lugar.

     Las dificultades para determinar la cantidad actual de población autodenominada quechua se relacionan principalmente con la ausencia de esta categoría de adscripción étnica en los censos de población anteriores, esto conlleva a que la acción estatal en pro de los indígenas no sea eficientemente, sobre todo para la cantidad de indígenas quechuas presentes en los centros urbanos. Por datos entregados por la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (PET-CONADI 1998), se puede determinar que, del total de indígenas a nivel nacional, sólo un 0,54% pertenecen a la etnia quechua, cifra que incluiría a los residentes en Ollagüe como a los migrantes de Calama (ver Tabla).


    Aunque escuetos, estos datos sirven para contextualizar de manera muy somera la situación de los quechuas en el contexto nacional y regional en relación con los otros grupos indígenas que se encuentran en nuestro país. Los estudios realizados sobre los quechuas propiamente tal dentro de Chile son mínimos y no permiten establecer de manera más precisa cuales son las necesidades, realidad y contexto en el cual se desarrolla este grupo.



Información

Los Quechuas y Ollague

Ollague

Los Quechuas


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