PRÓXIMAS RUTAS

martes, 22 de mayo de 2018

ES MUY FÁCIL DE ENTENDER.


 ¿Sabes el por qué no debes comprar Yales y Chirihues en Antofagasta-Chile?

- Porque legalmente no está permitida su captura.

- Porque los cazadores matan a los zorros del lugar para que no destruyan las jaulas que usan para atraparlas.

- Porque algunos de estos cazadores no solo van a capturar aves, aprovechan de abatir a los Guanacos para vender su carne. Tienen a esta subespecie nortina casi al borde del exterminio. Lama guanicoe Cacsilensis.

- Porque en la naturaleza, estos cazadores son un peligro para todos aquellos que se crucen en su camino y más aún cuando se les llama la atención por su delito.

     Esa gente (Los mal llamados cazadores) no cambiarán su modo de vida, es fácil y rentable. Sea usted el que genere los cambios. Si le gusta el canto de las aves, compre un CD o vaya a la naturaleza, pero no las tenga en cautiverio. De esta manera permitirá que esta y otras especies también vivan.


Yal. Phrygilus fruticeti fruticeti ( Kittlitz )

Guanaco. Lama guanicoe Cacsilensis

Zorro chilla. Lycalopex griseus Gray

Legislación Sobre Fauna Silvestre

LUIGI ABD EL KADER


Luigi Abd El Kader


     Es muy probable que su nombre no despierte interés alguno en nuestra comunidad e inclusive su obra - en pro de nuestra ciudad - no sea conocida más, al mostrar una antigua construcción que perdura en antiguas imágenes, la curiosidad se despierta de inmediato en los antofagastinos y es por esto que sacamos a colación al creador de la antigua Torre El Kader, una construcción muy innovadora por aquellos años en nuestro norte (principios de siglo XX) y que nos llevaba imaginariamente en un largo viaje al oriente.



     Luigi Abd El Kader estudió en la Universidad de Milán, Italia. institución que le otorgó el título de Ingeniero Civil. Buscando mejores, expectativas se traslada a América en 1885, poco tiempo después se radica en Antofagasta, construye la torre ubicada en la esquina nor-oriente de Atacama con Bolívar, edificación que lleva su nombre y cuya importancia radica en que incentivó el desarrollo de las construcciones de cara al mar.

    Trabajó en la Empresa de Ferrocarriles de Antofagasta- Bolivia y en la Junta beneficiadora de los Bancos Locales. Se encarga de la división del sector sur de Antofagasta, tarea que también realiza en los terrenos baldíos ubicados al oriente de la línea férrea, entre Prat y el Club de Tiro al Blanco {1894), En 1897, desempeña igual trabajo. en el sector norte de Ia ciudad.



      En 1910, al celebrarse el Centenario de la Independencia de Chile. trabaja en el diseño de la Plaza Centenario y participa en el equipo que. hermoseó la Avenida General José Miguel Carrera y Avda. Libertador Bernardo O'Higgins (conocida como Avenida Brasil), Dirige La construcción del actual Cuartel General de Bomberos de Antofagasta.

     Fruto de su perseverante labor es el Archivo de Mapas y Planos, colección que constituye la base del Archivo Municipal de la ciudad, recopilación compuesta por más de 300 documentos históricos, entre los que destaca el original del Plano General del Puerto de la Chimba (levantado por Adolfo Palacios en 1873). A este documento, se suma el Plano y Sección del Camino, entre el Puerto de Antofagasta y los establecimientos salitreros del Salar del Carmen (realizado en 1870 por orden de Melbourne, Clark y Cia. Limitada)

     Fue miembro de la cuarta Compañía de Bomberos. Fallece a los 53 años. el 28 de junio de 1915.

     Inmigrante de ascendencia argelina, plasma sus conocimientos como ingeniero civil, en construcciones ancestrales de nuestra ciudad. Aún conservamos en nuestra retina la famosa Torre de los Abd El Kader (Calle Atacama esquina de calle Simón Bolívar), luego Funcionó en dicho edificio el Colegio Belga Inglés (1919 —1932) y luego por años paso a ocupar este lugar la Escuela Pública. N° 8.

                                                                 Luigi Abd El Kader

     Su labor, tanto profesional, como personal, tiene injerencia en diversos aspectos en la ciudad de Antofagasta, tales como: División del sector Sur y Norte: diseño de la Plaza Centenario, hermoseamiento de la Avenida General José Miguel Carrera y Avenida Libertador Bernardo O'Higgins, conocida como Avenida Brasil y tantos otros.

     Dirige la construcción del actual Cuartel General de Bomberos, siendo miembro a la vez de la Cuarta Compañía de Bomberos. Debernos agregar también, su legado de documentos históricos, cuya colección de 25 carpetas, forma parte del Archivo Municipal de Antofagasta.

Ottorino Ovalle.

Dice la escritora y actriz antofagastina Julia Soto.

     Tras la muerte de Ab El Kader, ocurrida en 1915, el castillo quedó en poder de una congregación religiosa y luego se transformó en la Escuela Nº 8. Tiempo después fue habitado por la familia de Julia Soto, donde ésta vivió parte de su infancia y adolescencia.

     Recorriendo pasillos y habitaciones, Julia y sus hermanos fueron descubriendo dependencias ocultas de la morada, hasta que encontraron el camino que conducía a un sótano donde se ocultaba una caja de caudales, donde supuestamente el ingeniero de ascendencia árabe ocultó un cuantioso tesoro.

     La leyenda dice que Abd El Kader guardó tres ánforas repletas de monedas de oro, fortuna que desató la codicia de muchas personas que por la noche ingresaban al castillo con el fin de encontrar y apropiarse de un tesoro que no les pertenecía y que era custodiado por seres que se materializan sólo para ahuyentar a los saqueadores.

     "Nosotros -dice Julia- siempre encontrábamos personas que huían aterrorizadas, aunque esos fantasmas nunca nos asustaron. Estábamos acostumbrados a los pasos que se sentían en los pasillos, a las mujeres vestidas con grandes velos que flotaban en el aire. Los fantasmas recorrían el castillo atravesando los muros de piedra, levitando como seres materializados en siluetas difusas. Eso era normal para nosotros y no nos atemorizaba, a diferencia de lo que ocurría con hombres y mujeres que entraban sin permiso en busca de las monedas de oro que nunca nadie encontró".

lunes, 21 de mayo de 2018

CHILUENO O ARAUCO, IDIOMA DE LOS CAMANCHACOS DEL NORTE DE CHILE.



Estudios Atacameños Nº 4, pp. 113-118 (1976)

Chilueno o arauco, idioma de los changos del norte de Chile, dialecto mapuche septentrional.

André-Marcel D’Ans (1)

     Queremos presentar aquí una información inédita que nos parece importante en relación con la lingüística indígena de una región de América que nos es querida, recordando los años que hemos vivido allí, cuando enseñábamos en la Universidad del Norte, en Antofagasta.

     En efecto, hemos descubierto un antiguo documento que hasta ahora parece haber escapado completamente a la atención de los bibliógrafos. Se trata de: “Le désert d’Atacama et Caracoles (Amérique du Sud), M. l’Ingénieur A. Bresson, 1870-1874. Texto et dessins inédits”.(2)

     Este título no se menciona en el Handbook of South American Indians, ni en América Indígena de Pericot y García, ni en Loukotka. Parece que este relato de viaje pasó inadvertido por los primeros americanistas tales como Chamberlain y Rivet, a quienes no hubiera dejado de interesar de una manera considerable. No hay duda de que, si estos primeros autores hubiesen tenido conocimiento del relato del ingeniero Bresson, esto nos hubiera ahorrado una de esas extravagancias clasificatorias que desfiguran tan enfadosamente el panorama de la lingüística sudamericana.

     La extravagancia en este caso consiste en hacer de los changos de la costa norte de Chile una población de lengua uru, hipótesis todavía acogida en la última clasificación de Loukotka (1968). Sin embargo, el análisis del problema hecho por Mason y bird en el Handbook of South American Indians no dejaba duda alguna sobre la validez de este emparentamiento uru-chango, ni de cualquier otro parentesco que se podría proponer del chango con el atacameño, el chono o el alacaluf.

     En efecto, Mason subrayaba con pertinencia: “No disponemos más que de informaciones insuficientes para la clasificación de chango, lengua extinta de pescadores de la costa chilena. Si consideramos éstos como posibles descendientes de una población arcaica, no sería inverosímil suponer que hablaban un idioma independiente. Pero esta posibilidad es demasiado débil para justificar el establecimiento de una familia separada para ellos solos, como lo hizo Chamberlain en 1913.” El mismo Chamberlain fue quien escribía en 1910: “No tenemos ni vocabulario ni textos en lengua chango, pero su calidad como familia lingüística independiente ha sido afirmada por los indígenas mismos.’’(!)

     Ya en el momento en que Chamberlain firmaba estas líneas habían transcurrido 35 años desde que el ingeniero Bresson publicó su relato de viaje, ¡y éste incluía una lista de palabras de la lengua chango! En las páginas 326-327 se encuentran, dando cuenta de observaciones efectuadas en 1870, una breve, pero interesante descripción etnográfica.

     “En Paposo, hemos tenido la oportunidad de observar indios de la tribu de los changos, curiosos restos de una población primitiva. Los changos son todos pescadores; del mar extraen el alimento que no les puede dar el desierto, que comienza desde la playa hasta perderse de vista. Para establecer su pueblo escogen los alrededores de una aguada que muchas veces les da un agua no muy buena, pero se las arreglan. Su habitación es de una construcción muy simple: fijan en la arena cuatro costillas de ballena –éstas abundan en las playas– y rellenan los intervalos con piel de foca o con trapos. En el interior no se encuentra ni cama ni asiento ni mesa. El único mueble es un odre hecho de un estómago de foca y que sirve para el transporte y la conservación de la provisión de agua dulce que traen de la aguada vecina.”
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(1) Departamento de Lingüística, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, PERU.
(2) En: Le tour de monde. Nouveau Journal des Voyages,T xxIx (750-751: 321-352 (1875).

     “Para pescar usan unas embarcaciones muy extrañas, llamadas balsas. Estas están compuestas por dos cilindros de cuero de foca inflados y dispuestos paralelamente. Las extremidades terminan en puntas un poco levantadas. Las dos partes del esquife son unidas por pequeños travesaños sobre los cuales se extiende otra piel de foca. Es sobre esta especie de puente que se sientan o acurrucan los changos. Mueven sus embarcaciones por medio de remos de madera y cuentan mucho con su habilidad para aventurarse en viajes muy lejanos”. En la p. 328 hay un dibujo de T. Weber (según una fotografía) que representa una balsa de los changos.

     El autor, después de haber subrayado que “los changos son consumidores muy apasionados de hojas de coca” y después de haber descrito ampliamente el consumo y los efectos de este excitante, sigue: “Recogí algunas palabras del idioma de esos changos, el Chilueno o arauco; eso no sin pena, porque esa lengua primitiva está desapareciendo cada vez más; la raza de los changos no cuenta ahora más que con 250 hasta 300 individuos, y casi todos han abandonado su idioma nacional por el español.

     “He aquí el fragmento de vocabulario. Relaciono las palabras del arauco con las palabras correspondientes, pero completamente distintas de la lengua de los atacameños, otra tribu más al norte, que también tiende a desaparecer.
“Son estos documentos auténticos, es preciso asegurar su conservación”



Añade Bresson:

“Se ve aquí cuán diferentes son estos dos idiomas, a pesar de ser vecinos. Uno es mucho más duro que el otro.”

     A continuación, presentamos la confrontación de la lista de palabras Chilueno-arauco de Bresson con el Diccionario comentado mapuche-español (araucano - Pehuenche - Pampa - Picunche - Rancülche - Huilliche), de Esteban Erize (Cuadernos del Sur, buenos Aires, 1960):



     Sin lugar a duda, el vocabulario recogido por el ingeniero Bresson en 1870 de la boca de los changos de Paposo es indiscutiblemente mapuche. Por otra parte, no tenemos ningún motivo para dudar de la buena fe del ingeniero Bresson. Su descripción etnográfica no deja ninguna duda de que fue a los changos a quienes interrogó y no a algún mapuche trasplantado casualmente a Paposo. No siendo Bresson ni antropólogo ni lingüista, y estando él notablemente más interesado en minas y en ferrocarriles, no se le puede sospechar de distorsionar los hechos con miras a confirmar una teoría preconcebida. Además, está a la vista que no se dio cuenta el mismo Bresson, que la lengua de los changos era la misma que la que hablaban otros indígenas más al sur.

     Su única preocupación era demostrar la falta aún evidente de parentesco lingüístico de los indios changos con los atacameños, que Bresson conoció también muy bien, cuando hizo sus prospecciones en el interior del desierto.

     Hasta ahora, las estimaciones más generosas extendieron el área de repartición de las lenguas mapuche hasta Copiapó (27° 20’ Lat. S). Sobre la base de este documento olvidado, estaríamos obligados a prolongar este dominio hacia el norte, por lo menos hasta Paposo (25° Lat. S). Parece que había changos mucho más al norte, hasta Cobija, quizás hasta las cercanías de Anca. Pero Bresson, quien tenía que conocer muy bien la costa entre Cobija y Mejillones, ya que durante años tuvo allí su residencia, en ningún momento menciona a los changos en esta región. Como los había conocido en Paposo, si les hubiese encontrado también en esta zona, no hubiera dejado de darnos cuenta de ello.

     De todos modos, tomar en consideración la lista de palabras Chilueno-arauco de Bresson hace definitivamente obsoletas las clasificaciones acrobáticas para reagrupar la lengua de los changos con el uru, el chono o el alacaluf, y se vuelve a demostrar la inutilidad de suponer una lengua chango independiente (3)
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(3) Nota de Lautaro Núñez: Philippi (1860) puntualiza la presencia de lengua araucana en la costa del Desierto de Atacama, pero no fundamentó su observación. El Dr. D’Ans entrega ahora una información que abre nuevas perspectivas para la etnolingüística regional. El problema parece ser complejo. Dagnino (1909) presenta documentos que demuestran tempranos traslados de esclavos araucanos a Anca (1627). Esperamos nuevas indagaciones de los especialistas.



ANDRE-MARCEL D’ANS
APENDICE

De Mejillones a Valparaíso. Paposo. Les changos. Les balsas. Le coca. Les atacameños. Oébris de leur idiome. Les aymaras. La montera et le topo.
De Mejillones a Valparaíso, notre steamer fit de très-nombreuses escales le long des côtes chiliennes; nous visitions parfois trois ports dans la même jornée, mais ils étaient tous aussi monotones et aussi sales d’aspect les unes que les autres. Une usine pour traiter les minerais de cuivre du voisinage, des masures pour les mineurs, des distilleries d’eau de mer, voilà ce qui se représente sans cesse.
A Paposo, nous eûmes l’occasion d’observer des indiens de la tribu des changos, débris curieux de la population primitive. Les changos sont tous pêcheurs; ils demandent à la mer l’alimentation que ne peut leur donner le désert, qui commence dès la plage pour se prolonger à perte de vue. Ils choisissent, pour établir leur village, les environs l’une aguade, dont l’eau est souvent fort médiocre, mais ils s’en contentent. Leur habitation est d’une construction très simple: ils plantent dans le sable quatre côtes de baleine –les plages en sont jonchées– puis ils garnissent les intervalles avec des peaux de phoque ou de vieilles toles. A l’intérieur, il ne faut chercher ni lit, ni chaises, ni table: le seul meuble est une outre, formée d’un estomac de loup marin, et qui sert au transport et à la conservation de la provision d’eau douce qu’on tire de l’aguade voisine.

Le Desert d’Atacama et Caracoles

Pour pêcher, ils se servent d’embarcations très étranges, nommées balsas; elles se composent de deux cylindres en cuir de phoque, gonflés d’air, et placés parallêlement. Les extrémités sont terminées en pointe un peu relevée, et les deux parties de l’esquif sont réunies par de petites traverses sur les quelles on étend une autre peau de loup marin; c’est sur cette espèce de pont que sont assis ou accroupis les changos; ils mettent leurs embarcations en mouvement à l’aide de pagaies en bois, et ils se fient assez à leur adresse pour s’aventurer dans des voyages fort lointains.
Les changos sont au nombre des amateurs les plus passionnés des feuilles de coca; ils en mâchent continuellement. Plusieurs d’entre eux vont porter, dans les villes de l’intérieur, du poisson sec et se procurent en échange cette denrée si précieuse a leurs yeux. Elle a pour eux une grande valeur, car elle possède, dit-on, le pouvoir de soutenir les forces en l’absence de toute alimentation; le système nerveux reçoit par la mastication de ces feuilles une excitation qui empêche l’épuisement. C’est grâce au coca, paraît-il, que les indiens, les indiennes, les soldats, les muletiers, font des marches prolongées sans vivres, trottinant sans s’arrêter dans des sables brûlants et mouvants, et toujours contents, pourvu qu’ils aient dans la bouche un reste de leur cher coca.
L’usage de cette mastication remonte au temps des Incas. La feuille est produite par l’arbrisseau nommé par Ant.-Laur. de jussieu Erythroxylon coca. Le bolivien porte sa provision dans un petit sac appelé chuspa; lorqu’il veut faire sa chique, qu’il renouvelle à intervalles égaus, il prend, une à une, les feuilles desséchées dout il a besoin, les étale lentement sur la paume de sa main gauche, où il les mouille avec sa langue; au moyen d’une baguette, il y met une petite quantité de chaux ou de pâte alcaline nommée llipta (formée des cendres du quinoa ou du cactus cierge), et roulant le tout en forme de boule, il l’introduit dans le coin de sa bouche.
Le mélange d’un alcali avec la feuille de coca est destiné à neutraliser un principe acide qu’elle contient, en même temps qu’il favorise la production de la salive qui doit la dissoudre.
La feuille de l’Erythroxylon ressemble assez à celle du thé, mais elle n’a pas de dentelures; son odeur est également analogue à celle du thé; en infusion, elle a une amertume sui generis. Prise comme tisane, elle donne un peu d’exitation et d’insommie. Elle ne peut être mâchée sans conséquences fâcheuses par l’Européen qui n’a pas cette habitude dès l’enfance.
j’ai pu recueillir quelques mots de la langue de ces changos, le chilueno ou arauco; ce n’est pas sans peine, car cet idiome primitif disparaît de plus en plus; la race des changos ne compte guère maintenant que deux cent cinquante à trois cents individus, et presque tous ont abandonné leur langue nationale pour l’espagnol.
Voici ce fragment de vocabulaire; j’en rapproche les mots correspondants et tout à fait distincts de la langue des atacameños, autre tribu, plus au nord, qui tend aussi à disparaitre. Ce sont là des documents authentiques dont il faut se hàter d’assurer la conservation:



On voit combien ces deux idiomes, malgré leur voisinage, sont différents. L’un est bien plus dur que l’autre.

A côté des changos et des atacameños, on trouve en bolivie les aymaras, qui sont la race véritable indigène et nationale. Il faut avouer qu’elle n’est pas belle. je n’ai jamais rencontré un visage qui fût seulement passable. Pour comble de malheur, le costume adopté par les femmes aymaras est aussi disgracieux que possible. La pièce la plus caractéristique est le chapeau appelé montera, dont l’aspect se modifie beaucoup, selon son état de vétusté plus ou moins avancé. Sa forme est celle d’une énorme corolle dont le limbe aurait environ deux pieds. Le reste du costume consiste en un nombre indéterminé de jupes noires ou bleu foncé, qui sont plus ou moins abondantes selon la fortune et l’âge; à ces jupons s’ajoute une camisole de même étoffe recouverte d’un gros fichu de serge oblong; les bouts de ce fichu, ramenés sur la poitrine, sont fixés au moyen d’une énorme épingle, appelée topo, dont la tête a tout à fait la forme d’une cuiller. Hommes et femmes tressent leurs cheveux en un grand nombre de petites nattes qui pendent sur le cou, ou sont réunis en queue avec un cordon.




LA HISTORIA PINTORESCA DE ANTOFAGASTA


Por Antonio Acevedo Hernández.

     Los viejos, sentados a la orilla del mar, queman sus cigarrillos y piensan en las macabras caravanas vestidas de seda, del pecado tan fascinante y tan. fugaz. Se estremecen todavía al recordar a las maravillosas mujeres, venidas desde todos los rincones del mundo, a Antofagasta, a cambiar pecados por oro, a confundir lágrimas con risas, y placer, con muerte.

Plano de Antofagasta 1869

     Ni los marinos que hacían la carrera al norte, orillando las costas de Chile, ni los bolivianos dueños del predio en que se alzaría Antofagasta, tenían la menor idea de que un día seria uno de los puertos más importantes del Pacífico. Antofagasta nacería sobre tierras y mar de La Chimba o Peña Blanca, nombres ya casi olvidados.

     Pero vino un hombre: el Chango López, Juan López. que al decir de la gente informada no era. chango, sino huaso de Copiapó. Lo cierto es que fue ese hombre quien descubrió y habitó, solitariamente, La Chimba, o Peña Blanca. También descubrió el agua de la quebrada de Cerro Moreno, edificó un refugio y se dio a explorar el tremendo desierto que un día tuvo un parto milagroso: entregó el nitrato del Salar del Carmen, y también el Cerro de la Plata rebautizado por los descubridores, con el nombre de Caracoles, una de las riquezas más grandes que ha dado el planeta.

Monumento a Juan López

     El Chango López, el primer habitante de Antofagasta, era minero; en busca de fortuna arribó a esa zona; trabajó desesperadamente, cerca de las manos tuvo la riqueza; la cogió alguna vez, más el destino adverso le impidió cobrar el fruto de su esfuerzo. López fue el símbolo de la mala suerte.

     Unos franceses de apellido Latrille, se enriquecieron explotando las guaneras: don José Santos Ossa y don Francisco Puelma encontraron el salitre y don José Diaz Gana, asociado al barón Guillermo Arnoux de Riviere, el fantástico Cerro de la Piala. Dos expediciones habían practicado en busca del cerro legendario, sin provecho alguno; las manos del destello le hicieron daños estuvo a punto de retroceder; pero determinó hacer una nueva tentativa. El barón Arnoux se fue a Francia, pero dejó el dinero para la nueva Intentona. Y fueron hombres de minas los que encontraron el famoso Cerro de la Plata. Sus nombres hay que anotarlos: el jefe de la expedición fue Simón Saavedra y los acompañantes, Ramón Méndez (Cangalla), José Méndez, Ramón Porras y Ezequiel Reyes. La hazaña se cumplió o debió cumplirse el 13 de mayo de 18881 no siendo segura esa fecha.

José Santos Ossa

Francisco Carabantes

José Díaz Gana

     La voz de la plata se oyó en todos los corazones aventureros: millares de hombres de minas, comerciantes, mujeres y trabajadores inundaron Caracoles. Fueron muchos los pedimentos, muchas las minas. Los senos de la tierra no se cansaban jamás de dar plata. El roto de Chile acudió el primero; no le arredraba el desierto sin agua, quemante en el día, helado en la noche; él reía y cantaba. Los poetas populares hicieron versos elogiando a los descubridores chilenos. Y surgió una copla:

"Viene un enganche y me engancho,
y me voy pa. Caracoles;
y de allí 'traigo hartos soles.
pa' remoler con los Mauchos."

     Se vio de nuevo la avidez de California y Chañarcillo. La voz de la fortuna es cosa de encanto: es dolor, duda, temor y acumulaciones de deseos. ¿La muerte? ¿Qué significa la muerte, si al margen de ella se puede encontrar la fortuna?

     Para llegar a Caracoles, a 180 kilómetros de la costa, había que entrar por Cobija, hoy ciudad muerta; la distancia aparente es corta; pero la ruta, espantosa. Y he aquí cómo Caracoles determinó la creación de Antofagasta, mísera aldea sin porvenir antes de ese descubrimiento.

     Dos hombres animosos, Don Francisco Bascuñán y don Justo Peña, fueron a Caracoles, descubrieron minas y resolvieron lanzarse al desierto en busca de una ruta más corta. Fuerte era la aventura, pero la intentaron. Bajaron la serranía y tomaron un cauce muerto, o tal vez una quebrada, y al cabo de unas peripecias trágicas se encontraron en La Chimba, que después fue Antofagasta, el hogar y la esperanza del Chango López.

     Corto, relativamente, resultó. el camino: los aventureros y los hombres de empresa lo aceptaron; perdió cobija su prestigio y en la tierra del Chango sin tierra, Juan López surgió un poblado que, en muy poco tiempo, sería el floreciente puerto de Antofagasta, con prensa, iglesia, bomberos, escuelas, teatros, industrias, etc.

     Debió fundarse corno aldea en 1868. Es interesante anotar que los tratadistas están en desacuerdo con la fecha de la efectiva fundación de la aldea de Antofagasta y también del puerto.

   El factor más importante en la fundación de Antofagasta fue sin duda el descubrimiento del camino que acortaba la distancia entre la costa y el mineral de Caracoles: pero nadie presintió lo que llegaría a ser.

     Si se considera que en Caracoles la población alcanzó a 20.000 habitantes, que sumados a los del salitre formaron una gran cantidad, y que Antofagasta era una ciudad llena de comercio, debernos admitir que esa gente Invadiría al puerto en busca de esparcimiento. Le era necesario separarse del desierto demoledor, En Antofagasta lo encontraría todo, desde las cosas más apremiantes, hasta el vino y el amor. Por lógica la ciudad debió ser el más resonante sitio de riqueza y vicio.

La Placilla de Caracoles 1873

     Con el descubrimiento de los minerales de Caracoles y Huanchaca, que alzaron sus altos hornos en Antofagasta, que derramaban un río de metal precioso sobre la dudad, vino La edad fantástica, increíble, de la población: envueltos en el brillo del oro, formaron allí su aquelarre los siete pecados capitales.

     El dinero se ganaba a manos Llenas. En verdad, costaba esfuerzo. pero ¿qué podía importarte al estupendo roto el esfuerzo? Los establecimientos de Huanchaca, Templemann y Caracoles reunían, como se ha dicho, muchos obreros que ganaban mucho dinero y vivían la peor de las vidas. Derrochaban sus ganancias y su salud: estaban desatendidos por las autoridades y eran diezmados por los caciques políticos sin más perspectiva que enriquecer a los ricos y jugar sus vidas con los dados de la muerte.

     La ciudad, en aquel tiempo, semejaba una mancha de sombra Junto a la claridad del océano; parecía un gran pulpo succionador de vidas. Poseía muchas calles, donde vivía la gente de trabajo y los maestros; pero había una nombrada Nuevo Mundo donde medraban las casas de amor, frente a cuyos portales brillaban los más fantásticos faroles.

Plano de Antofagasta 1873

     En toda su extensión reinaban las canciones y las cuecas --- entonces, zamacuecas -- y en todos los sitios la razón suprema era la embriaguez. con su cortejo temible de incoherencias. Los rotos aparecían con los bolsillos rebosantes de monedas, que arrojaban a la calle, como quien dispara pedruscos.

     El más insignificante pedía cien vasos de ponche. El amor iba con el que poseyera más fuerzas o mejor supiera esgrimir el corvo, ese mismo corvo que hiciera célebres a los soldados del Batallón Atacama formado por mineros.

     Hubo pecadoras célebres. Se dice de una que, sorprendida en Santiago buscando esclavas blancas, y a la que, para dejarla en libertad, le exigieron como garantía una crecida suma que no llevaba encima, dejo en prenda sus joyas, avaluadas por la autoridad en 500.000 pesos de aquella moneda en peniques. Ese medio millón representaba, proporcionalmente, trozos de vida del pueblo de Chile, tan sufrido y tan desorientado.

     También las calles 12 de febrero y Angamos. Hoy Manuel Antonio Matta-- lucían esa especie de negocios.

     Y había uno más, un tanto oculto disimulado, que llegó a ser el punto de reunión de toda la ciudad, sin distinción de clases. Llamábase Las Delicias del Canario. Atraía, probablemente, ese nombre, por parecer arrancado de algún relato de piratería. Un día, alguien escribirá la novela de aventuras de Antofagasta y hará una obra de gran palpitación.

     Los viejos, sentados a la orilla del mar, queman sus cigarrillos y piensan en las macabras caravanas vestidas de seda, del pecado tan fascinantes y tan. fugaz. Se estremecen todavía al recordar a las maravillosas mujeres, venidas desde todos los rincones del mundo, a Antofagasta, a cambiar pecados por oro, a confundir lágrimas con risas, y placer, con muerte.
                                                                                                                                     A. A. H.


Antonio Acevedo Hernández






LOS CAMANCHACOS


ANTECEDENTES HISTÓRICOS SOBRE LOS CHANGOS:



1. El término "chango" aparece documentado por primera vez a mediados del siglo XVII para denominar a toda la población que ocupaba el litoral costero entre Copiapó y Coquimbo. Con el paso del tiempo, el apelativo se amplió también a los pueblos pescadores que habitaban más al norte hasta el sur del Perú, conocidos hasta entonces como camanchacas, proanches o uros, todas denominaciones que parecían hacer referencia a un grupo étnico en particular de pueblos pescadores.

Cuadro explicativo presente en el Museo Regional de Antofagasta

2. El pueblo de los Changos fue pescador y nómada. Se dedicaban a la extracción de moluscos y peces y, a la cacería de lobos marinos. Sus herramientas eran arpones y anzuelos. Utilizaban balsas, confeccionadas con el cuero de los lobos marinos y cocidos con fibras vegetales. La singular estructura de los botes consistía en dos odres de forma cilíndrica inflados y unidos entre si por medio de sogas. Al centro dejaban un espacio que les permitía poner una tabla sobre la que iban los Chonos de rodillas. Este pueblo nómade fabricaba sus casas con la misma piel de lobo que sus barcazas, siendo exclusivamente un toldo o carpa de cuero que armaban y desarmaban cuando consideraban que debían dejar el lugar donde estaban.

3. A la llegada de los españoles, en 1536, un grupo de Changos habitaba en la costa de Valparaíso. Más al norte los conquistadores conocieron a Carande (cara grande), jefe de la tribu de Changos que habitaba esa zona costera, rebautizándolo como Papudo. Aquel poblado es conocido hasta el día de hoy con ese nombre, avistado por primera vez por las fuerzas marítimas que prestaban apoyo a Diego de Almagro en 1536.

4. La investigación etnohistórica y arqueológica revela la presencia en el litoral de agrupaciones étnicas conocidas en Chile como Changos, coetáneos al período de la cultura Diaguita. Los Changos fueron descritos, por diversos viajeros durante los siglos XVIII y XIX; pero poco sabemos de su origen, lengua y organización social. Tal presencia changa es con asiduidad descubierta con el alumbramiento de yacimientos líticos, piedras horadadas y cementerios que se han encontrado en Tongoy, Guanaqueros y Puerto Aldea.

Recreación

5. Desde los inicios de la presencia colonial, diversos autores se refirieron a los habitantes de Cobija denotando Ia riqueza de los recursos marinos de esta ensenada. En términos generales, los pescadores que vivían a lo largo de Ia costa del norte grande de Chile llamaron Ia atención de los europeos fundamentalmente en tres aspectos: su condición de vida; su movilidad y el aprovechamiento integral del lobo marino, para Ia construcción de balsas, viviendas, vestimenta, recipientes, cordelería y alimentos. Estas poblaciones habían logrado una buena adaptación a este ambiente que incluía el mar, roqueríos, playas e Islas y Ia zona de la Cordillera de la Costa que les proporcionaba otro tipo de recursos, vegetales y animales, coma el guanaco. Además, pudieron disponer de ciertos excedentes - productos del mar secos y/o salados, conchal y guano -  susceptibles de intercambiarse con recursos y bienes de tierras altas.

6. Durante el siglo XVI, la población indígena presente en Cobija fue denominada bajo los siguientes términos: Camanchacas, urus, pro - anches y changos. La única referencia de uros en Cobija, esta señalada por Pedro Sande en 1561.  "En ensenada de Atacama, ques donde está el puerto hay cuatrocientos indios pescadores uros, que no son bautizados ni reducidos ni sirven a nadie, aunque los caciques de Atacama dan pescado en señal de reconocimiento. Es gente muy bruta, no siembran ni cojen y susténtanse de solo pescado".

7. En cuanto al término Camanchaca, una de las primeras menciones parece ser la de Francis Drake en 1578, al referirse a los habitantes de la costa al norte de Copiapó. Mucha más específica es la Información de Juan de Segura en 1591, aludiendo a camanchacas de Cobija. Esta denominación siguió en uso hasta mediados del siglo XVII, para nombrar Ia población de este lugar. Quizá si el único relato temprano que intenta caracterizar físicamente a los camanchaca, situándolos en el primer repartimiento de Chile, Copiapó y que de paso, refiere alguna de sus costumbres, es el de Lizárraga, a fines del siglo XVI: en este trecho de tierra hay algunas caletillas con poca agua salobre, donde se han recogido y huido algunos indios pescadores, pobres y casi desnudos; los vestidos son de pieles de lobos marinos y en muchas partes de esta costa beben sangre de estos lobos a falta de agua; no alcanzan un grano de maíz y no lo tienen; su comida solo es pescado y marisco. Llaman a estos indios camanchacas, porque los rostros y cueros de sus cuerpos se les han vuelto como una costra colorada, durísimo; dicen les proviene de la sangre que beben de los lobos marinos, y por ese color son conocidísimos. Por su parte Bittmann sugiere que es probable que los pescadores del norte de Chile en la época colonial temprana hayan comprendido diferentes etnias cuya área de distribución en algunos casos o, por lo menos, en el de los "camanchacas", comprendiera hasta el litoral del sur del Perú. Estas etnias incluirán a camanchacas, pro-anches y changos, ya que ellos aparecen diferenciados en distintas fuentes; "pro-anches" y "camanchacas" registrados en los libros parroquiales de Cobija y la presencia de "camanchacas diferenciados sobre la base de un criterio lingüístico en Chulin, Perú.

Imagen presente en el Museo Regional de Antofagasta
La visita a este Museo es gratuita.

8. Esta misma investigadora consigna un dato aislado y novedoso al mismo tiempo, respecto de los "camanchaca", apelativo dado a ciertos indígenas de la costa meridional del Perú de acuerdo a un documento de la Colección "Egerton 1816" (Museo Británico, Londres, fol.223) que contiene datos acerca de un relato proporcionado al Capitán Francisco de Cadres, por un indio nombrado Chepo, de 115 o 120 arios de edad, en el que narra viajes marítimos realizados por los indígenas desde los puertos de Anca e Ilo, respectivamente. Según la declaración de Chepo, llegaron después de dos meses de viaje a una isla desértica llamada Coatu y, posteriormente, a dos islas llamadas, la una Qüen, la otra Acabana. Estas islas eran gobernadas por jefes; allí había llamas y venados y los habitantes vestían ropas de algodón y lana. En dichas islas adoraban a un ídolo de oro al que le hacían ofrendas de este mismo metal, piedras azules, rojas y blancas y finos textiles de lana y algodón de todos los colores. Consultado sobre el idioma de los moradores de estas islas, Chepo contesto que “entendían la lengua de D. Sebastián Camanchac". Señaló, además, que los indígenas habían realizado dichos viajes en balsas de madera. Aunque tan sólo se refiere a un caso, la nota es de interés, ya que indica que don Sebastián Camanchac y presumiblemente los demás "camanchacas " que estaban en el sur del Perú eran considerados "forasteros*" o, por lo menos, se distinguían como grupo lingüístico de los demás indios de aquella parte del litoral. Bittmann no conoce la fecha del documento citado, pero supone -creemos que acertadamente - que dataría del siglo XVI, siglo de documentadas exploraciones de sajones a las costas del Pacífico sur.

9. De naturaleza diferente y aunque brevísima, la Información que ofrece Santa Cruz Pachakuti es tremendamente significativa, cuando cualifica a los camanchacas pescadores de Atacama como "grandes hechiceros". Los ibéricos, no sólo estigmatizaron a los indios cazadores recolectores considerándolos "salvajes", sino también quisieron hacer notar que a ello se sumaba el ser "idólatras".

10, María Rostworowski ha observado una relación longitudinal entre valles de la costa sur andina, que Galdós ha constatado entre los puertos prehispánicos de Arica, Ite, Ilo y Chule, a cuya población los cronistas y visitadores llaman "yungas pescadores" y que serían los camanchacas mencionados por Lizárraga, quienes, como etnia, figuran en documentación del siglo XVII (1639) en el Archivo Departamental de Arequipa.

11. Es también a mediados del siglo XVII que se utiliza el término de pro- anches para población del sector de la costa aledaña de Morro Moreno y de Caldera, más al sur. Este apelativo sólo aparece en esta centuria e identifica a los pro-anches como originarios de Copiapó y Morro Moreno, aunque inscritos en partidas de bautismo y matrimonio de Cobija. En esta misma época, se empieza a usar la denominación de changos que a partir de 1665 es la única que permanece vigente hasta el siglo XIX, para identificar a las poblaciones de Cobija y de Copiapó. Para Bittmann "Changos" o “chiangos" también es un nombre utilizado para designar desde por lo menos mediados del siglo XVII, a grupos de pescadores recolectores y cazadores costeros, habitantes de la franja del Pacífico entre aproximadamente los 17 º grados Lat. S. (sur del Perú) y los 30 º grados Lat. S. (Tongoy en la costa chilena). Casassas especula que el término pro-anche es una deformación del vocablo quechua purum -auca o poro - auca y que podría haberse aplicado a camanchacas no sometidos; la argumentación es débil, aunque sugerente.

12. En el Libro de Varias Ojas de la Parroquia de Chiu-Chiu, aparecen nombres propios de los proanches, que no se repiten para otras poblaciones y que desaparecen de los registros parroquiales a partir del siglo XVIII. Según Bittmann los apelativos Alaguana Jaguaña, Chacaguaina, Anchuño; Calpiche (Chalpiche), Cancota, Coimas, Cherepe, Chamalco, Chiquin, Lacmor, Laicor, Maqueta, Quilama, Sacaya (Sajaya, Sacalla), son nombres que con la excepción de "Cacaia" y "jaguaña", eran propios de la población del litoral designada "pro-anche " en el sentido de que estos nominativos no aparecen en las inscripciones referentes a personas del interior de la región atacameña, ni se encuentran asociados a los demás pobladores de la costa.

Vestigios de la presencia de antiguas culturas en la costa antofagastina

Vestigios de proyectiles en las quebradas antofagastinas

13. Se señalan además matrimonios entre pro - anches y camanchacas, lo que al menos, implica su coexistencia y diferenciación. La mayoría de las menciones a pro -anches en el LVO, se centran entre los años 1646 y 1662 y generalmente se denota que proceden de la jurisdicción de Chile y más específicamente de Morro Moreno y Copiapó.

14. Por lo señalado, una primera aproximación, podría hacer pensar que se trata de grupos étnicos distintos; no obstantes, la complejidad que encierran alguno de estos vocablos - como el de Uro, por ejemplo- y la poca precisión de las fuentes obligan a una saludable cautela. Estamos frente a conceptos que pueden comprender actividades diferentes, procedencias u orígenes, niveles sociales, entre otras posibilidades. En este sentido es sugerente la observación de Bibar en 1558 que señala que; los que matan lobos no matan otros peces como habernos dicho y los que matan toninas es en ejercicio. Así que cada género de pescador mata el género de pescado a que se aficiona y no otro.

15. Aunque la observación es general para la costa comprendida entre Arica y Coquimbo, sabemos que las denominaciones de camanchacas y changos fueron usadas con la misma extensión. Por otra parte, el término uro, tiene una serie de connotaciones, entre otras, de personas que no se dedican a la agricultura, sino más bien a la recolección, la pesca, la caza y eventualmente el pastoreo y por añadidura son percibidos como "pobres".

16. Bien podría tratarse, de que estas denominaciones no designen etnias distintas, sino grupos con actividades económicas especializadas y de otro lado, similares, como en este caso las propias de una economía marítima. John Murra señaló hace 40 años, que se necesitaba más investigación para determinar hasta qué punto “uru” se refería a un grupo étnico o a un estrato ocupacional bajo o más probablemente a ambos. A pesar de las nuevas investigaciones sobre este grupo, todavía el problema no está resuelto. Hacemos notar que prácticamente en todas las descripciones sobre los uru, está siempre presente la idea de lo no domesticado en toda su extensión.

17. Según Espinoza Soriano, la documentación del siglo XVI y primera parte del XVII, demostraría que la lengua puquina se extendía por el altiplano peruano-boliviano, más al sur del departamento del Cuzco, Arequipa. Moquegua y el Norte de Tarapacá incluyendo a Atacama. La tesis de que la lengua de los uros era el puquina es una proposición bien documentada, pero aún parcial.

18. En cuanto a la lengua o las lenguas que se hablaban en Cobija, documentos del siglo XVII son claros en denotar que "hablan diferente lengua y tan rudas que no hay, quien los entienda, si bien hablan la española'', A mediados de este siglo. relatando su experiencia evangelizadora, el cura de Atacama, escribe que desarrolla sus prédicas en Cobija "en la lengua materna de los indios camanchacas" a quienes alude como "los del mar que son camanchacas Pescadores y de diferente nación que estos atacamas" (...) enseñando e industriando a los indios de este su beneficio de atacama la baja y camanchas y changos habitadores en estos puertos de mar por que más de veinte y un años que aquí les administra.

19. Desde luego, el párrafo es muy sugerente. No sólo usa el término camanchacas sino también changos, distingo que también es claro en otro documento de la época. En lo que concierne al área de distribución de los changos. existe una referencia a los indios camanchacas y changos, pescadores y no pescadores, que de mi encomienda estuvieron en Cobija y costa de Atacama...". Dichos indígenas habían huido de su encomendero de acuerdo a un documento otorgado en la ciudad de La Serena en 1659 y que se refiere a la encomienda de Fernando de Aguirre Riberos. Pero, en opinión de María Rostworowski, el nombre camanchacas, prácticamente es sinónimo de pescadores y recurre a Cuneo Vidal que señala que camanchaco, camachango o chango eran voces para designar a los mismos grupos de pescadores; la palabra chango habría derivado de las primeras, aseveración esta última que nos parece acertada y que podemos refrendar, teniendo en consideración el documento que hemos citado en líneas precedentes.

20. Concordando con Murra, Martínez sugiere la posibilidad de que los conceptos con los que se identifican a los grupos costeros podrían estar encubriendo categorías sociales, religiosas o especializaciones productivas y no necesariamente identidades étnicas distintas.

Pinturas de Quebrada el Médano.

21. Otro problema que no escapa a los investigadores y que está presente a partir de los documentos del siglo XVI, es la aparente relación de subordinación que tienen los pescadores frente a los señores de Atacama y que ya Pedro Sande notara cuando relataba que los indios "pescadores tiros "(…) á los caciques de Atacama dan pescado en señal de reconocimiento". En este contexto recordemos que Polo de Ondegardo en 1571, señalaba las dificultades que surgían en el Collao, al tratar de encomendar los indios de los valles costeros, porque pertenecía a cabeceras que estaban en la altiplanicie.

22. Sin duda que la problemática reseñada respecto de los grupos indígenas asentados en la costa nos deja muchas más preguntas que respuestas. Hablar aquí de una identidad cultural sólo nos puede remitir por el momento, a la configuración común del compartir prácticas en torno a ciertas actividades económicas relacionadas fundamentalmente con los recursos marinos y retazos de una historia precolombina aún no bien delineada.

23. La gente que a principios del siglo XX es reconocida como chango, pertenece a un conjunto de familias de pescadores que habitan el litoral chileno, en asentamientos precarios y transitorios, de acuerdo con la percepción de Latcham, quien relata que construyen sus casas con lo que encuentran en las caletas: Aun hoy en día, en los lugares más apartadas, hacen la misma cosa, usando además cuando los pueden conseguir, hojas de lata sacadas de los tarros parafineros; sacos viejos, lonas, etc. Cuando la vecindad de algún puerto lo permite, a veces procuran algunas planchas de fierro galvanizado, o tablas, por la mayor parte sacadas de los cajones usados para la transportación de mercaderías. El ajuar de estos ranchitos es de lo más escaso primitivo. Duermen en cueros tendidos en el suelo, no usan almohadas, o cuando más un trozo de madera. Sus ollas son de barro, de fabricación tosca, pero de varias formas. Una concha de mejillón les sirve de cuchara, i a veces también de cuchillo. Unos sacos de cuero, colgados de los postes de los ranchos sirven para guardar su comida.

24. Hoy no existen descendientes reconocidos de los grupos changos, dado el profundo mestizaje que ha ocurrido en los últimos siglos. No obstante, su modo de vida sigue siendo practicado por pescadores, algueros y orilleros desde Chañaral a Cobija, quienes mantienen mucho de la tecnología, la economía y el patrón de asentamiento de estas antiguas poblaciones del desierto costero.

EXTRAÍDO DE PROYECTO DE LEY.


MODIFICA EL ARTÍCULO 10 DE LA LEY 19.253, RECONOCIENDO LA EXISTENCIA DE LOS CHANGOS COMO PUEBLO INDÍGENA DE CHILE Y LA CALIDAD DE INDÍGENAS DE SUS INTEGRANTES.