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viernes, 6 de diciembre de 2019

EL HOMBRE DETRÁS DE LA IGLESIA DE CHACABUCO




Estas palabras son parte de una historia, no de un deseo.
“Algo así como la Falacia del espantapájaros”


     Personalmente no he conocido a Orlando “Caliche” Valdés, pero si he escuchado bastante de su persona (su apodo) y también he conocido su obra que aún perdura en el ex campamento salitrero de Chacabuco, es más, siempre nos encargamos – como institución – de visitar estos vestigios y dejar en claro que son de un tiempo no muy lejano, son, de cuando este espacio fue usado como campo de prisioneros, por el lapso de un año.

Orlando "Caliche" Valdés

     Ahora bien, tratamos de comunicarnos con el autor de este escrito, el Sr. Rodrigo Ramos Bañados, quién fue el que realizó esta maravillosa entrevista a “Caliche”, y estimo que resulta muy necesario este contacto, por un tema de visión y de recuerdo. Es indudable, estas palabras suenan y resuenan tan distintas a las usadas de manera cotidiana.

     Pero sin más preámbulos, vamos a la historia.

Este hombre saltó por amor a la vida.

     La muralla de la embajada de Italia en Santiago alcanzaba los dos metros. Saltó ante la mirada atolondrada de un Carabinero con una metralleta corta que se dedicaba a pololear. Cayó al pasto y por un rato experimentó el dolor más dulce de su existencia. El ejercicio lo había practicado en la ex oficina Chacabuco, donde meses antes había permanecido preso.

     De vuelta a la vida, en el sur, un viejo amigo, ex militante de Patria y Libertad, le dijo que la Dina quería matarlo. Abandonó su casa de Talagante y escapó a Santiago, con la idea de cruzar la frontera rumbo a Argentina. Sin embargo, cuando pasó por la embajada de Italia, recordó lo que le dijo un preso político bajo el tóxico sol del desierto: saltar una muralla nos puede salvar la vida. Ahora estaba a salvo. Era finales de 1974.

Casas de Chacabuco

     Orlando “Caliche” Valdés con alrededor de 30 años dejaría su marca en la embajada de Italia por sus conocimientos de primeros auxilios. La embajada albergaba a un centenar de personas; todos en busca de refugio por la persecución durante el gobierno de Pinochet. Estuvo un año protegido por Italia. Caliche fue uno de los últimos en partir al exilio, a Rumania. Ya era 1975.

     Dos años antes de partir a Europa, esta vez en el norte, en la ex salitrera Chacabuco transformada en campo de concentración, Caliche inmortaliza tres huellas: una iglesia esculpida en la pared, un tronco de un árbol seco transformado en escultura y recuerdos imborrables como animador de grupos artísticos que intentaron hacer olvidar el calvario. Caliche fue un juglar.

     A 40 años de su paso por el campo de prisioneros y con 79 años en el cuerpo, diez hijos, este hombre de ojos claros, rostro rojizo, recuerda mientras camina por las calles marchitas en busca de su iglesia.

Al norte en barco

     Su supervivencia partió después del 11 de septiembre de 1973. Su relación con el Mapu campesino hizo que lo detuvieran en Talagante. El 22 de septiembre de 1973 donde es trasladado al Estadio Nacional.

     En noviembre Valdés y un grupo de alrededor de 800 prisioneros navegan en el buque “Andalien” hasta Antofagasta. Viajan sobre la tercera cubierta. El barco se bambolea. La gente va en sus mantas y frazadas, bailando con el movimiento del océano. Parecían muertos, dice Valdés. “En un momento pensamos que nos lanzarían al océano”.

Transporte Andalién

     Fueron tres días de navegación. La bienvenida fue a golpes. A las 5 de la mañana se subieron como borregos al tren. Iban amarrados. Despertaron a mediodía en el flamante campo de prisioneros de Chacabuco. La imagen fue desoladora. Nada en los cuatro puntos cardinales.  Lo suben a un camión. Baja en al medio de la cancha de fútbol del pueblo. Luego los militares le señalan su nuevo domicilio.


La vida es bella

     Los días son tristes para los presos. Valdés y sus compañeros intentan subir el ánimo. “Empezamos a teatralizar chistes a la hora de la colación. Dejábamos contentos a la gente”.

- ¿Qué le decían los militares?
- Nada en un principio.

     El impulso de Valdés permitió que otros se animaran. Pronto aparecieron otros artistas. Así surgió la “Sonora entre rejas”. “Ellos eran delincuentes comunes. Con tarros de otro tiempo que encontraron; los patitos malos fabricaron baterías, luego apareció una guitarra. Tocaban chachachá. El show se hizo conocido”.

La Iglesia tallada de Chacabuco

     El rumor de fiesta llegó a los soldados que, a juicio de Valdés, eran tan prisioneros como ellos. Resultó que un día, la tropa de turno se interesó por el show de teatro y chachachá. “Un grupo de la aviación fue sin autorización del militar de turno. Al final se armó una trifulca entre el militar de turno y los de la FACH. Estuvieron a punto de terminar a balazos. Al otro día llegó el general Lagos y me llaman a la guardia”.

- ¿Y qué le dice el general Lagos?

-Fui con temor. Ahí el general me dice, señor calichito, sabía mi apodo, hubo un problema con la tropa y quiero hacerle una proposición. Me pidió que actuáramos en el teatro para todas las tropas. Lo condicioné a que también estuvieran presentes los presos políticos. Así que las actuaciones fueron para los presos y los milicos; todos por igual. En los chistes agarrábamos para el leseo a los milicos.

La iglesia

     Caliche indica el lugar que durmió. Luego repasa anécdotas. Responde que hubo un grupo de presos homosexuales. Vivían juntos. Al final, hicieron un lote con la “Sonora entre rejas”; hacías fiestas (ríe).

- ¿Y algún militar homosexual?

-Lo más raro era el curita de Carabineros; le decíamos la yegua de las pampas (ríe). Nos trajo la pintura para terminar la iglesia.

Frente a su dormitorio está su mayor obra: la iglesia de Chacabuco.

     Ocupó clavos para tallar la muralla de adobe. De esa forma generó los relieves. “Este tipo de tallados los realizamos casi de manera industrial. Los milicos los vendían en Calama, a cambio nos traían pasas y harina para fabricar empanadas, entre otras cosas; al final hacíamos chicha con las pasas, panes y otros restos de comida”.

El Cristo tallado en Chañar

 - ¿Y cuándo es la primera vez que se reencuentra con Chacabuco?

- En 1994. Vine con un hijo (se emociona) ... Hay que venir aquí más seguido pues uno se mejora. No se puede vivir toda la vida con esa pena al hombro.

- ¿Y el Estadio Nacional que fue para usted?
- Ahí mataron mucha gente. Es terrible verlo por televisión.

     Caliche, en tanto, recuerda que una vez el “Mamo” Contreras, jefe de la DINA, llega en helicóptero a Chacabuco. Iba con malos propósito, dice. A todos nos mandaron a la cancha; nos formaron. Contreras comenzó a separar gente; en eso llega el general Lagos. Se baja Lagos del jeep, y le dice: “vos que hacís aquí”. Contreras, coronel, responde: tengo órdenes de mi general Pinochet.

“Me importa una mierda quien diera las órdenes”, afirma Lagos. Continúa el general: “si te llegas a llevar a una persona, tu cagada de helicóptero no dura ni cinco minutos en el aire”.

 Contreras se fue con la cola entre las piernas.

- ¿Cree que es necesario valorizar más la figura de Lagos?

     Él se dio cuenta que no éramos bandidos y que nunca hubo Plan Zeta. En Chacabuco no se torturó, incluso llenamos un estanque de agua que usamos como piscina.

- ¿No la pasaron mal?
-- Dentro de lo peor fue lo mejor.    

 Plaza de Chacabuco
Plaza desde la ventana del teatro

Escrito original, página de los escritores provincianos

Publicado 27th noviembre 2013 por Rodrigo Ramos Bañados


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