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viernes, 13 de diciembre de 2019

LA GRAN BATALLA DEL TOROMIRO



Noticias del Toromiro de Rapa Nui

   Al escuchar sobre estas noticias nos puede parecer muy fácil el levantar un juicio (como mínimo) o emitir una crítica y no nos debe parecer extraño, puesto que, los tiempos actuales brindan la tribuna y el público para aquello, pero, este ejemplo es muy importante de contar y de comprender ya que, nos deja de manifiesto la capacidad que tiene el sapiens, sapiens de alterar el planeta a niveles críticos, va en nuestra esencia. Por esto mantenemos la postura que, antes de hacer, es mejor sumar y eso se logra con educación.


El Toromiro un árbol particular

   El primer testimonio escrito del toromiro es del naturalista y etnólogo Georg Forster, a finales del siglo XVIII. Forster fue parte de la segunda expedición alrededor del mundo de James Cook, y en esa ocasión conoció la planta. La describió como un pequeño arbusto, que crecía hasta una altura de tres metros en grandes masas boscosas. El Sophora toromiro, es el nombre científico de este pequeño árbol – que contaba con hojas de unos 45 centímetros y unas hermosas flores amarillas.

Georg Forster

   Esta especie – según estudios – era común a toda la isla, hasta que en el siglo XII comenzó la colonización polinésica y hubo un drástico crecimiento de la población en la isla lo que dio por resultado la degradación de la vegetación natural. En 1886 terminó el proceso de degradación del toromiro, cuando colonos europeos introdujeron conejos, cerdos, caballos, ovejas y ganado. La voracidad de 20.000 ovejas dañó el ecosistema. Fue el comienzo del fin del toromiro en Rapa Nui. Los pocos árboles que quedaban de la especie terminaron siendo talados por una de las mayores amenazas a las que se enfrenta una especie en extinción: el ser humano. La gente fue sacando madera para tallar. Sacando – inclusive - las raíces.

   Según informaciones, el último toromiro que sobrevivía en estado natural crecía en las laderas interiores del cráter del volcán Rano Kau y fue derribado en 1960.

Para que servía está madera.

La leyenda del moai Kava Kava

   Cuenta la leyenda que el primero que los vio fue el hijo mayor de Hotu Matu’a, el primer rey de Rapa Nui. Tu’u Koihu caminaba por la isla en medio de la noche cuando se encontró con dos espíritus —Aku aku, en idioma rapanui— dormidos frente a él. Eran dos cuerpos esqueléticos, que espantaron al entonces rey rapanui. Salió corriendo, pero los aku aku lo sintieron y lo siguieron por miedo a que el rey dijera lo que había visto. Aun cuando lo negó, lo vigilaron dos días y dos noches. Una vez libre de los espíritus, el rey talló las dos figuras de los aku aku que había visto. Las talló en madera, pero no en cualquiera maderam las hizo en madera de Toromiro.

   Ese fue, según la tradición, el origen de los famosos Moais Kava Kava (“estatuas con costillas”), que son representaciones de los espíritus del otro mundo. Cuando una persona rompía un “tapu” —norma sagrada—, al morir su alma deambulaba en forma de Aku aku. Las figuras se tallaban en la madera dura y de color rojizo de toromiro por los mismos isleños, quienes las colgaban en la puerta de sus casas, del lado de adentro, para espantar a los malos espíritus. La sobre explotación de su madera, inclusive para los tallados dio por resultado su desaparición.

Moai Kava Kava

   Luego de la tala del último árbol, la especie quedó identificada como “probablemente extinta”, en 1978 y en 1994 se registró como extinta en estado silvestre. 
Es decir, que ya no se encuentra en la naturaleza.
Lo que no quiere decir que no exista.

El milagro del Toromiro

   Fue en el año 1960 cuando talaron el último árbol, sin embargo, hubo recolección de semillas de este último ejemplar y se logró que sobrevivieran algunas plantas, aunque solo en colecciones privadas y jardines botánicos, especialmente en el Jardín Botánico de Viña del Mar, donde el primer toromiro plantado allí, dio numerosas semillas antes de morir, en 1999.

   Los intentos por re introducir esta planta a su hábitat natural datan de 1965 y desde entonces, ha habido múltiples pruebas, pero la mayoría de ellas fracasaron.



   El cultivo en la isla no es fácil, puesto que las actividades de los antiguos habitantes de Rapa Nui degradaron las condiciones naturales que hacían posible el desarrollo de esta planta y de muchas otras especies. Han de saber que el toromiro es una especie muy sensible, que crece muy lento y que requiere de un suelo húmedo y bastante materia orgánica para poder hacerlo, depende totalmente de su entorno para vivir, inclusive, de otros árboles para protegerse de la radiación y del viento.

   En el año 1990 un empresario decidió donar 400 ejemplares a la isla. Se entregó uno por cada casa en Rapa Nui. Las plantas eran monitoreadas por Conaf. Hace tres años murió la última.

   Casi medio siglo después de la tala del último toromiro, la entrega de seis ejemplares de la casi extinta especie fueron el germen de lo que hoy podría significar su recuperación. Con técnicas de horticultura, cultivo, injertos y generación de semillas se ha trabajado en viveros y uno de los primeros logros ocurrió cuando Jaime Espejo —ingeniero forestal — logró la reproducción por clonaje del toromiro. Las semillas se cultivaron en invernaderos, en Los Ángeles, y luego, en abril de 2012, los clones fueron plantados en la Reserva Nacional Lago Peñuelas. Así nació el primer semillero clonal de toromiro. Lamentablemente, los clones sucumbieron al ecosistema isleño cuando se trató su re introducción en la isla.

   Sin embargo, se desarrollaron otras 3.500 plantas de toromiro que se quedaron en Peñuelas. De ellas, hoy solo quedan 170. Las únicas que resistieron el tiempo y las condiciones climáticas. Aunque la mayoría de estos ejemplares están casi secos.

   Actualmente, Conaf, en Rapa Nui tiene 78 ejemplares de toromiro. 60 de ellos están en el cráter del Rano Kau, donde estuvo el último toromiro, y otros 18 se encuentran en un vivero del lugar. Aunque en la isla están a la espera de una nueva camada, pero se ha de tener presente que, todas las semillas de los pocos ejemplares que quedan de toromiro vienen de una única planta, la última que se vio en el cráter del volcán Rano Kau, por lo cual, el perfil genético para reproducir la planta es escaso y el futuro de la especie – con ayuda o sin ayuda del ser humano – es muy incierto.



Que nos podría quedar como lección a los habitantes de esta región.

   Debemos bajarnos del pedestal de la soberbia, no somos únicos en este planeta. es imperativo proteger nuestro entorno y las especies que habitan estos parajes. Todo aquello que le hagamos a la tierra, en definitiva, nos lo hacemos a nosotros mismos. Hoy puede desaparecer una pequeña especie, mañana inexorablemente seremos nosotros… Somos parte de una cadena, una cadena de vida. 

   También nos ha de quedar la enseñanza y la esperanza que podemos tomar conciencia y cuando el mayor capital de nuestra especie – la inteligencia – se pone en beneficio del planeta, podemos augurar un venturoso mañana.

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