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martes, 24 de diciembre de 2019

LOS BILLETES DE LOS BANCOS PRIVADOS DE CHILE



   Han de saber o suponer que, los connacionales que llegaron a establecerse en Antofagasta-Chile, llegaron exclusivamente a ganar dinero. No venían por extraños cupos en el cielo y menos por las dádivas mendigas del apatronado, como ocurría en el sur del país. Este nuevo habitante del desierto tenía la posibilidad de ocuparse en distintas faenas dependiendo de sus posibilidades y de sus antojos, ya sea, en la incipiente industria del salitre, la plata de Caracoles, el cobre del litoral o el oro de Guanaco, por esto, la historia salitrera y minera en Antofagasta es muy distinta a la de Tarapacá y queda de manifiesto que en estos lares circuló el dinero a raudales y, en todas sus formas, inclusive en papel, pero este papel tenía una característica, valía oro.
(En otros escritos hablaremos de la moneda y de la ficha salitrera)

Emitido en Valdivia en 1840. Es considerado el primer billete chileno.


Sobre el Papel Moneda
Escrito de Jorge Queirolo Bravo.

   Los primeros billetes que se emitieron en Chile fueron conocidos con el nombre de “Papelotes” y salieron a circular hacia el final del gobierno de Bernardo O’Higgins. No se conservan ejemplares que permitan saber cómo eran, pero su existencia sí esta debidamente documentada. 

   Hubo emisiones ilegales de dinero en Vallenar alrededor del 1837, las que fueron desautorizadas por el gobierno en 1839. Después vino una serie hecha en Valdivia entre 1840 -1844 y de la que se conocen dos denominaciones de 4 y 8 reales.

4 Reales de Ballenar 1937

   Posteriormente y con la Guerra del Pacífico, salen a la circulación una serie de emisiones colectivas en 1879. Éstas estuvieron respaldadas por varias casas comerciales de importancia en Valparaíso y Santiago. Su razón de existir fue la notoria escasez de circulante que afectó a Chile durante el enfrentamiento bélico con Perú y Bolivia, las denominaciones fueron de 10 y 50 centavos, así como de 1 peso. Los bancos particulares de dedicaron a la emisión de papel moneda a partir de 1865. Esta situación duró hasta 1881, año en que el estado asumió esta tarea, quitándole dicha facultad a la banca privada, en algunos casos se reselló, durante 1898 billetes provenientes de bancos particulares, a los que se agregó la leyenda “Emisión Fiscal” Lei (textual) 1054 del 31 de julio de 1898 en el reverso.

 Banco Nacional de Chile


 Banco Comercial de Chile


 Banco de José Bunster


Banco de Santiago

   En 1891 estalló una cruenta guerra civil que finalmente depuso al presidente Balmaceda, quién terminaría suicidándose al verse derrotado. Esta contienda se constituyó en motivo para que en el norte se pusieran en circulación billetes emitidos por los ferrocarriles salitreros y por la Municipalidad de Iquique. 

 Emitido por los FFCC Salitreros de Iquique


Emitido por la Municipalidad de Iquique

El Banco Central de Chile comienza a funcionar como instituto emisor a partir de 1925, tras la visita de la misión Kemmerer, que fue la base de importantes reformas monetarias.

Billete Provisional 1925. Convertible en oro

   En 1960 se adoptó una nueva moneda, el Escudo, que circuló hasta 1975, desde entonces y hasta la fecha, existe el Peso que todos conocemos.


La Historia del Billete Chileno

   La historia del billete chileno se remonta a mediados del siglo XIX, cuando un inmigrante español, llamado Antonio Arcos y Arjona quiso implantar en el país un sistema de comercio de valores, que no era otra cosa que un banco privado emisor de billetes. A este lo llamó "Banco de Chile de Arcos y Compañía", fundado en 1849. Pero poco tiempo después, éste debió cerrar debido al total rechazo de comerciantes y público en general. Este Banco ostenta el triple récord de ser la primera institución bancaria en la ciudad de La Serena, el primero de emisión que existió en nuestro país, así como el primero que quebró.

Antonio Arcos y Arjona

 El periodo de los llamados "Bancos Privados (Particulares) “se encuentra comprendido entre los años 1849 y 1890. En este periodo se crearon una treintena de bancos los que emitieron diversos billetes en preciosos diseños, generalmente encargados al American Bank Note (ABN) de EE. UU.

   Si bien es cierto el primer Banco en Chile habría sido “El Cordovez”, en la ciudad de La Serena, no es menos cierto que Valparaíso era la plaza comercial más importante del país por ese entonces. La mayoría de los Bancos se situaron desde el Puerto hacia el sur, y la ciudad era un puerto cosmopolita, con un creciente movimiento mercantil, que recibía personas e ideas antes que nadie en Chile, situación que le permitía fortalecer su categoría de principal ente portuario del Pacífico.

   Un hecho que demuestra el variado espectro a que llegó la Banca, es que en 1870 se crea el Banco del Pobre, entidad que estaba dirigida a los sectores de menores recursos. 

  Este objetivo destacaba nítidamente en el diseño de sus emisiones, en las que aparecían símbolos y alegorías de los “principios” y “valores” que ostentaban los Libres Pensadores, que por esa época llegaban desde Inglaterra y cuyo accionar solidario se centraba en la clase media y en los artesanos.

El Banco del Pobre

   Ahora bien. Cada Banco buscaba que sus billetes fueran de calidad. Muchos de ellos fueron diseñados por el Bank Note Co N.Y. y otros por Gradbury, Wilkinson y Co Grabadores de Londres.

En la actualidad, todos estos billetes se pueden considerar como verdaderas joyas por su confección y diseño.

   Cuando la situación internacional se tornó un tanto difícil, el sistema hizo crisis y se revocó la disposición que permitía a los Bancos Particulares emitir billetes. Al mismo tiempo, se autorizó a quienes tuvieran este circulante a cambiarlos por billetes impresos por la Casa de La Moneda de Chile.

Bancos Particulares de Chile


Banco Agrícola 
Banco de Ahorro y Préstamo    
Banco de la Alianza 
Banco de J. Bunster  
      Banco Consolidado 
 Banco de Caupolicán 
Banco Comercial de Chile 
 Banco de Concepción
 Banco de Concepción
Banco de Concepción
Banco Constructor Hipotecario
Banco de Crédito Unido 
Banco de Curicó
Banco de Chile 
 Banco de A. Edwards y Cia
 Banco de A. Edwards y Cía.
Banco de Escobar, Ossa y Cia.  
Banco de Ossa y Cia.
Banco de Llanquihue
 Banco de Mc Clure y Cia.
Banco de D. Matte y Cia.
 Banco de Melipilla
          Banco de Melipilla
Banco Mobiliario
Banco Nacional de Chile 
Banco de Ñuble
Banco del Pobre
        Banco de Rere
 Banco de Santiago
Banco de Santiago
Banco de San Fernando  
 Banco de Talca   
     Banco de Talca
   Banco de Tacna
 Banco de Valparaíso
Banco de Valparaíso
Banco de la Unión
Banco de Montenegro y Cia. 
Banco del Sur  
Banco de Arauco

Bancos sin billetes que mostrar

Banco de Bezanilla, Mc Clure y Cia.
Banco de Chile de Arcos y Cia. 
Banco Sud Americano
Banco Popular Hipotecario  
  Banco de Matte, Mc Clure y Cia


        
La Creación del Banco Central

   El Banco Central de Chile se creó para resolver una vieja preocupación, cuál era la de proveer circulante en cantidades adecuadas para apoyar el desenvolvimiento económico del país. De hecho, si nos remontamos a los albores de la República, se encuentran antecedentes que dan cuenta que la escasez de circulante era una preocupación constante que se arrastraba desde muy temprano en la época colonial. Esto, por cuanto el dinero en esos años provenía principalmente de Perú, donde funcionaba la casa de moneda de Lima, fundada en 1565 y que acuñaba monedas de plata. Pero, principalmente, porque el comercio exterior deficitario con España y otras colonias implicaba que Chile permanentemente veía disminuir sus reservas de monedas de oro y plata por períodos prolongados. Todo lo anterior hacía muy difícil acumular un stock adecuado de medios de pagos para apoyar las transacciones internas y, por ende, el desarrollo de las actividades económicas. Esto significó que desde muy temprano existió en Chile una necesidad evidente de producir dinero, la que se intentó resolver inicialmente a través de una autorización de la Corona Española, en 1741, para la instalación en el país de una casa de moneda privada, la autorización para que circularan en el país monedas de otros países y, posteriormente, siendo Chile ya una república independiente, a través de la emisión de billetes por parte de bancos comerciales (Subercaseaux, 1922; Fetter, 1937; Millar, 1994).

   Pero la preocupación sobre la necesidad de proveer a la economía de una cantidad adecuada de medios de pago y establecer un sistema de crédito eficiente trascendió a la época colonial, siendo una constante durante los primeros 100 años de vida independiente del país. Por ejemplo, hacia fines de la década de 1830, ante la aguda escasez de circulante, distintas casas comerciales de varias zonas del país y, en particular, de Coquimbo, un importante centro minero de la época, comenzaron a emitir vales y fichas, e incluso algunas llegaron a emitir billetes que se aceptaban como medios de pagos en parte del comercio, aunque con un descuento.

   La emisión de estos vales llevó al Gobierno a emitir un decreto, en noviembre de 1839, prohibiendo establecer bancos o emitir billetes sin una autorización previa del mismo. Los billetes que se emitirían en virtud de este decreto deberían ser totalmente garantizados, a través del establecimiento de una fianza hipotecaria, y sólo podrían circular dentro de la localidad del emisor. La discusión sobre la conveniencia de crear bancos comerciales comenzó a tomar fuerzas recién en 1840 y se enfocó inicialmente en la necesidad de crear un banco nacional o del Estado, de emisión, que permitiera resolver los problemas de proveer a la economía de una cantidad adecuada de medios de pagos y establecer un sistema de crédito más eficiente, centrado hasta entonces en prestamistas privados. En las discusiones primaba la visión que estas labores las debía asumir el Estado, pero a través de un ente que debiera ser independiente del gobierno de turno.

   Al revisar la historia llama la atención que ya en esos años, en los debates relativos al establecimiento de bancos, existía cierta preocupación respecto a que la creación de un banco estatal, que también fuese de emisión, podía terminar en una expansión desordenada del circulante, que pondría en peligro la supervivencia del sistema monetario bimetálico, y resultaría inflacionaria. En parte esta preocupación se basaba en la noción que las ex colonias españolas tenían escasa experiencia institucional y eran propensas a la guerra (Millar, páginas 59-69).

   En medio de este debate, en octubre de 1849 se crea el primer banco comercial, el Banco de Chile de Arcos, el que dentro de ciertos límites estaba autorizado para emitir billetes convertibles en moneda metálica. Sin embargo, en la autorización otorgada por el gobierno no se aceptó lo solicitado por los dueños, en cuanto a permitir que sus billetes fueran aceptados en las oficinas y tesorerías fiscales, porque esto violaba las Leyes de Indias vigentes en 1849 que exigían que estos pagos se hicieran en dinero (metálico) o especies. Pero desde su inicio el Banco de Chile de Arcos encontró una fuerte oposición del comercio establecido de Santiago, Valparaíso y Coquimbo, tanto por la baja credibilidad de los billetes que emitía como porque reducía los ingresos que el comercio estaba obteniendo por el señoreaje sobre la emisión de vales y fichas, que habían encontrado un uso más allá de los comerciantes que las emitían. Lo anterior significó que el Banco de Chile de Arcos tuviera una corta vida: el gobierno terminó retirándole la facultad emisora en abril de 1850, como resultado de la resistencia que había creado, mientras que la Corte Suprema restringió el uso de sus billetes a menos de un mes de su fundación.

   En la década de 1850 se inició una expansión importante de la banca privada, en respuesta al auge económico asociado con el descubrimiento de oro en California, proceso que se vio facilitado con la promulgación de distintos cuerpos legales que favorecían la fundación de instituciones financieras. Estos bancos, autorizados por el gobierno, eran instituciones de crédito y de depósito y no de emisión, pero de facto sí emitieron billetes y vales, aunque no en grandes volúmenes. Este proceso se acentuó en 1860, con la promulgación de una ley de bancos muy liberal gestada por el reputado economista francés Courcelle Seneuil. De acuerdo con esta nueva ley, que estuvo vigente hasta 1925, los bancos podían emitir billetes convertibles en moneda metálica. 

   La emisión estaba sujeta a un límite máximo igual al 150 por ciento del capital efectivo de los bancos y los billetes eran aceptados por el Estado en el pago de impuestos y deudas.

   Los bancos también estaban autorizados a abrir cuentas corrientes, las cuales eran pagaderas en billetes o en moneda metálica. El ingreso al sector bancario era bastante automático y la capacidad de regulación y supervisión de la banca por parte del Estado era prácticamente nula, por cuanto con esta ley se implantó un sistema de banca libre (free-banking).

   En este esquema la principal limitación a la toma de riesgos de los bancos era auto impuesta y venía dada por la reputación de las instituciones y las personas detrás de ellas (los directores respondían solidariamente respecto de las obligaciones contraídas por el banco). Así, por ejemplo, la ley no limitaba los préstamos y descuentos a los directores y miembros de la administración de los mismos bancos. La poca supervisión se ejerció a través de la obligación, impuesta al presidente de la República, de nombrar agentes para que verificaran los libros, cajas y carteras de las instituciones.

   En este escenario, la guerra entre Chile y España de 1865 agudizó las necesidades de financiamiento del Estado, el que autorizó la emisión de billetes inconvertibles a aquellos bancos que le otorgaran préstamos. Esto no solo llevó a la suspensión de la convertibilidad, en septiembre de 1865, sino también a una expansión de la banca y de la emisión. Este aumento en la emisión, sin embargo, fue poco inflacionario —la inflación aumentó recién en el período 1870-1874, siendo negativa en 1865-1869—, por cuanto la emisión y el dinero crecieron en promedio a tasas moderadas (1.5% y 4.3% anual, respectivamente), el crecimiento del producto se aceleró en 1865-1869 y los precios de los bienes importados tendieron a la baja.

  La convertibilidad de los billetes en metálico se restableció a fines de 1866, pero debió suspenderse 12 años más tarde a causa de una severa crisis de balanza de pagos.

   Cabe hacer notar que la guerra chileno-española de 1865 marcó el inicio de medio siglo de déficit fiscales sostenidos, situación que sólo se revirtió después de finalizada la primera guerra mundial, para deteriorarse nuevamente entre 1950 y 1974.

   La prosperidad económica de comienzos de la década de 1870, como resultado de la mayor prosperidad de la economía mundial y el descubrimiento del yacimiento de plata de Caracoles, Antofagasta, le dio un gran empuje a la creación de bancos y a la expansión monetaria y del crédito, aunque esto ocurrió en un contexto de casi nula regulación y supervisión bancaria. 

   Pero la difícil situación internacional que se dio a partir de 1873, por el estallido de una crisis económica en Europa, llevó a un deterioro importante de los precios de los bienes exportados —el cobre alcanzó su precio más bajo en 1879, después de un paulatino descenso desde 1873, mientras que entre 1871 y 1879 el precio de la plata y el trigo cayeron un 15% y un 23%, respectivamente.

   Debido a que los ingresos fiscales dependían en gran medida de los derechos de aduana, la situación fiscal se deterioró de manera significativa —el comercio exterior cayó un 25% entre 1873 y 1879—, lo que indujo al fisco a contraer significativos préstamos tanto internos como externos. Todo lo anterior terminó por engendrar una crisis económica, producto de una situación externa deficitaria que causaba una pérdida permanente de reservas metálicas de los bancos, contracción monetaria y tipos de interés más altos —la tasa de interés real efectiva (ex-post) cobrada por los bancos en operaciones de corto plazo subió del 1.95% en 1872, al 12.4% en 1874, retrocediendo a un 10.13% en 1875 y subiendo nuevamente hasta un 17.27% en 1878 (gráficos III.A y III.B)13. La difícil situación económica causó la quiebra o fusión de algunas instituciones financieras en 1877 y 1878, y llevó a que finalmente en julio de 1878 se terminara con el billete bancario convertible, dando paso a un régimen de papel moneda de curso forzoso.

   Los billetes, ahora no convertibles, seguían siendo bancarios y su emisión estaba controlada por el gobierno. Cabe señalar que el entorno externo hacía particularmente difícil la continuidad de la convertibilidad en la forma del patrón oro: una escasez generalizada de oro en el mundo dio origen a 20 años de deflación entre 1875 y 1895.
A estas circunstancias externas adversas vino luego a sumarse un hecho histórico que hizo aún más difícil regresar a la convertibilidad: el inicio de la Guerra del Pacífico en 1879, la que condujo a la emisión de papel moneda directamente por el Estado para hacer frente a las necesidades de financiamiento de la guerra, ante las dificultades para obtener crédito bancario.

   La conjunción de estos elementos –deflación mundial, déficit fiscales persistentes y mala regulación y supervisión bancaria– hacían el retorno al patrón oro extremadamente difícil.

   En este período la inflación no muestra una tendencia clara, pero sí gran variabilidad y un leve incremento hacia fines del período. Así, mientras la inflación para todo el período 1860-1896 alcanzó en promedio un 2.0% anual, ésta fue de un 1.7% en 1860-1880 y un 1.3% en 1880-1889, llegando al 5.1% en 1890-1917.

   La preocupación por controlar la inflación llevó a pensar que la única solución era volver a la convertibilidad, lo que se consiguió recién en 1895 (luego de años de debate legislativo), esta vez en un régimen de patrón oro. La convertibilidad empezó a imperar en junio de 1895, y se sustentaba en leyes aprobadas en enero y junio de ese mismo año, que establecían la paridad del peso y la manera en que se canjearían los billetes bancarios y del Estado en circulación. Para llevar a cabo el canje de billetes se había entregado, a través de leyes específicas de años anteriores, recursos al Estado a través de impuestos para proveer recursos adicionales y se autorizó un préstamo externo de hasta dos millones de libras esterlinas. Además, el Estado se comprometió a avalar los billetes de bancos privados.

   La conjunción de la elección de una paridad muy fuerte para el peso, la desconfianza generalizada del público al proceso de conversión luego de la crisis de 1878, el pobre desempeño económico del país en el período, las malas prácticas de algunos bancos y el temor de una guerra con Argentina llevaron a que la convertibilidad fuera nuevamente abandonada en 1898, iniciándose en Chile un período de pleno desarrollo del papel moneda, el que iba a durar hasta la creación del Banco Central en 1925. La continua y volátil expansión monetaria que se generó bajo este nuevo régimen dio origen al comienzo de inflaciones más persistentes y a una continua depreciación de la moneda. Así, mientras en promedio entre 1904 y 1915, el tipo de cambio nominal se depreció un 6.5% anual, entre 1918 y 1925 lo hizo al 16% por año. La inflación, por otra parte, si bien no fue alta comparada con las que se verían en décadas posteriores, se mantuvo volátil y apareció como un fenómeno más constante que en años previos: mientras que en 1860-1895 fue solo de 2% anual, en el período 1898-1925 ésta promedió un 6.2% anual, y a partir de 1904 se hacen menos frecuentes los años con deflación.

   En suma, a partir de 1850 empezaron a proliferar en Chile bancos privados, los que estaban autorizados, legalmente a partir de 1860, para emitir billetes convertibles en moneda metálica. A partir de esa década, y hasta la creación del Banco Central en 1925, la preocupación por la escasez de circulante fue reemplazada por una preocupación por el control de la emisión de medios de pago, de modo de evitar los efectos nocivos de la creciente, más persistente y volátil inflación y el quiebre del sistema bimetálico. Esta preocupación tenía sus raíces, en parte, en un sistema de banca libre donde la falta de una supervisión efectiva les permitía a los bancos emitir dinero sin mayores restricciones, pero también en la ocurrencia de persistentes déficit fiscales provocados por guerras o fluctuaciones de los ingresos del gobierno, provenientes mayoritariamente del comercio exterior, y que inducían a una mayor emisión para financiar al Estado. En este escenario se hizo evidente la necesidad de crear una institucionalidad que ordenara la emisión con el fin de estabilizar los precios y el tipo de cambio. Pero siempre existió la duda de si la emisión debía ser centralizada y entregada en forma exclusiva a una entidad única, fuera ésta privada, pública o mixta, o podía quedar en manos de varios bancos.

II. La Creación del Banco Central de Chile

   La experiencia de las décadas anteriores llevó, en los inicios del siglo veinte, a pensar que había que poner orden en la emisión para controlar la creación de dinero, terminar con la depreciación de la moneda y, en último término, con la inflación. Una propuesta que logró gran apoyo fue la que surgió en 1913 de crear una caja de convertibilidad, aunque la misma finalmente fracasó por los problemas que acarreó la Primera Guerra Mundial, que llevaron a otra expansión de la emisión, esta vez para cubrir los déficit fiscales que resultaban de las necesidades de auxiliar a la industria salitrera y a los bancos en dificultades. Después de muchas e infructuosas iniciativas, tanto del Ejecutivo como del Legislativo, en 1918 el Ministro de Hacienda, Luis Claro Solar, presentó en la Cámara de Diputados un proyecto sobre la creación de un banco central, pero el Congreso no tomó ninguna decisión sobre la materia. Esta iniciativa fue seguida de una propuesta, en 1919, del entonces Ministro de Hacienda, Guillermo Subercaseaux —más tarde presidente del Banco Central de Chile—, la que sin embargo encontró la oposición del Senado por el carácter estatal del banco que se proponía crear. Pero a partir de esta propuesta se inició una discusión más profunda —que también se daba en el ámbito internacional— sobre la necesidad de crear un banco central que regulara la emisión, garantizara la estabilidad cambiaria y preparara al país para un eventual retorno a la convertibilidad. El tema lo retomaría el presidente Alessandri en su mensaje del 1 de junio de 1921 y tomó gran fuerza en el período 1921-1925, centrándose la discusión principalmente en tres aspectos:

(2) El valor del tipo de cambio en el nuevo sistema monetario, cuando se restableciera la convertibilidad; y

(3) Si el sistema monetario a adoptarse sería un patrón oro estricto (gold standard) o si se aceptase la convertibilidad a otras monedas duras (gold-exchange standard).

   El asunto llegó a su apogeo en la Semana de la Moneda, organizada por la Facultad de Comercio de la Universidad Católica de Santiago en agosto de 1924, evento en el cual se presentaron variadas propuestas sobre cómo resolver el problema monetario de Chile y, en particular, sobre cómo crear una moneda estable. La postura mayoritaria fue que el orden en las cuentas fiscales y la creación de un organismo central, controlado mayoritariamente por el sector privado para que no fuera abusado por el Estado, que manejara la emisión de medios de pago, eran elementos fundamentales para alcanzar la estabilidad de la moneda.

   En suma, la creación del Banco Central, y unas décadas antes de los bancos comerciales, estuvo precedida de una profunda discusión sobre la necesidad de enfrentar los problemas de escasez de circulante y la carestía e ineficiencia de un sistema de crédito basado en prestamistas privados, juntamente con alcanzar mayor estabilidad de los precios internos y del tipo de cambio.

  Aunque hubo muchas propuestas internas, no se pudo llegar a ningún acuerdo político sobre un proyecto específico de Banco Central. Al final le correspondió a la misión encabezada por el profesor de la Universidad de Princeton, Edwin Kemmerer, sentar las bases de la ley que el 22 de agosto de 1925 fundó el Banco Central de Chile.

   Al momento de crearse el Banco se aprobaron también otras dos leyes relacionadas: la Ley Monetaria y la Ley General de Bancos.

   La primera ley restauró la convertibilidad en 1926, remplazándose el régimen monetario de papel moneda no convertible —de curso legal y emitido entonces exclusivamente por la Tesorería— por el régimen monetario de patrón oro, aunque esta vez se tuvo más cuidado en la elección de la paridad inicial del peso. Esta ley fijó una paridad de 6 peniques del Reino Unido por peso chileno.

   La segunda ley creó una Superintendencia de Bancos para regular y supervisar a los bancos comerciales.

   Al Banco Central se le confirió el monopolio de la emisión de billetes, los que serían convertibles en monedas de oro chilenas, en oro en barras, o en letras a la vista sobre Londres o Nueva York, pagaderas en oro. Para poder retirar todos los billetes y vales fiscales en existencia, el Banco Central recibiría el oro del Fondo de Conversión que había acumulado el gobierno para un eventual retorno a la convertibilidad. La ley también autorizó al Banco Central para realizar operaciones de crédito con el gobierno (sujeto a ciertos límites), los bancos accionistas, empresas y personas naturales, y quedaba bajo la supervisión de la recientemente creada Superintendencia de Bancos. El Banco también podía operar con el público en lo que se refiere a compra y venta de oro, en monedas o en barras, y la toma de depósitos a la vista sin pago de intereses.

A Considerar:

1 En esos años (1565) el oro y principalmente la plata de Chile era enviada para la acuñación de monedas en Perú, de donde retornaba una cantidad muy pequeña (Subercaseaux, 1922 y Banco Central de Chile, 2005).

2 La casa de moneda de Chile pasó a ser administrada por autoridades reales en 1770, principalmente atraídas por las utilidades que en ella se generaban. Además, por orden de la Corona Española se construyó, entre 1784 y 1805, un edificio que albergaría a esta entidad. Este edificio pasó a ser la sede oficial del gobierno de Chile en 1846 (Banco Central de Chile, 2005).

3 Se autorizó la circulación en Chile de monedas de oro y plata argentinas, colombianas y peruanas, entre otras (Millar, 1994).

4 Las fuentes que documentan este período destacan a Coquimbo, principalmente porque allí empezaron los primeros debates y reclamos de algunas autoridades locales por el extensivo uso que se hacía de estos vales y fichas. Pero en otras zonas, como Valdivia, la escasez de circulante llevó a las autoridades locales a emitir vales al portador, los que gozaban de garantía de la Aduana y Tesorería local (Millar, 1994).

5 Algunas de las fichas circulantes eran conocidas con el nombre de “señas” y “macuquinas” (Millar, 1994).

6 Las formas que tomaron las operaciones de crédito realizadas por prestamistas fueron varias. En algunos casos se prestaban bienes de capital y consumo para realizar operaciones agrícolas y mineras. En este caso el préstamo se devolvía a través de minerales o cosechas, los que se tasaban a precios inferiores a los de mercado (estas operaciones recibían el nombre de habilitaciones). En otros casos las operaciones consistían en gravar un inmueble con un canon anual, correspondiente a un interés por haber recibido un cierto capital (estas operaciones recibían el nombre de censos). En este último caso actuaron como prestamistas diversas órdenes religiosas las que poseían grandes capitales.

7 El sistema bimetálico imperante en Chile consistía en que circulaban en el país indistintamente monedas de oro y plata. En 1834 se autorizaron las monedas divisionarias de cobre.

8 El Banco debía garantizar sus operaciones con un depósito en la Tesorería General de 100 mil pesos, lo que equivalía a 5% del capital autorizado.

9 Ley de prelación de créditos de 1854, ley de sociedades anónimas del mismo año y Código Civil de 1855.

10 Monsieur Seneuil, quien era contrario a la creación de un banco estatal, había venido a Chile como asesor del Ministerio de Hacienda y como profesor de Economía Política de la Universidad de Chile.

11 La inconvertibilidad se decretó por un período que duraría hasta seis meses después de finalizado el conflicto bélico o, a más tardar, hasta junio de 1867. En la práctica la inconvertibilidad duró sólo 11 meses (Millar, 1994).

12 La inconvertibilidad se aprobó en sesión secreta de la Cámara de Diputados en la madrugada del 23 de julio, y la misma se extendería hasta el 31 de agosto de 1879 (Millar, 1994).

13 Los bancos que podían emitir billetes no convertibles fueron, inicialmente, aquellos que habían participado en un préstamo al Estado en junio de ese año. Posteriormente se hizo extensivo este beneficio a otros bancos. La emisión máxima de cada banco estaba en relación con el préstamo del mes previo otorgado al gobierno, y los bancos debían pagar un interés de 4% anual al Estado sobre el monto de billetes inconvertibles emitidos que mantuviesen en circulación.

14 El sistema de Gold Exchange Standard consiste en fijar la paridad de la moneda local (peso) con respecto a una tercera moneda (por ejemplo, el dólar) que está fija vis-à-vis al oro. La ventaja es que no exige mantener reservas en oro y, por otra parte, permite devaluaciones con respecto a este metal si la moneda ancla elegida (dólar) lo hace.

Referencias:

Origen y desarrollo de los bancos en Chile

Iconografía de Monedas y Billetes Chilenos



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