Hoy nos ponemos Chinchosos
Don Rodrigo Castillo del Castillo y Castillo Tapia nos dice:
En Chile, si nos comparamos con otros países de nuestra
américa, tenemos una baja variedad de insectos. Pero igual tenemos algunos que
nos son propios y exclusivos (lo que la ciencia llama “endémicos”).
Uno de éstos es el chinche de la Familia Lygaeidae Oncopeltus
miles Blanchard. Este insecto, de llamativos y contrastantes colores, se puede
encontrar en gran parte del país, al menos desde nuestra región hasta la
Araucanía.
Como la gran mayoría de los Hemípteros (Orden al que
pertenecen los chinches), se alimentan de la savia de las plantas, la que
extraen mediante un aparato chupador conocido como rostrum (rostro). No
obstante, también pueden -en ciertas circunstancias- absorber jugos de otros
insectos o animales, para conseguir nutrientes que las plantas no les entreguen
(como ocurre también con las mariposas, cuando absorben sudor o lágrimas de
mamíferos).
Los Oncopeltus miles tienen -como muchos en su familia- una
hermosa librea roja y negra, en un atractivo diseño geométrico. Estos colores
los hacen muy notorios cuando se encuentran sobre el verde del follaje, pero
ellos no temen mucho a los depredadores. Ni arañas ni aves parecen interesarse
en ellos (no sé si otros insectos, no lo he observado), y esto tiene una simple
explicación: ellos no se alimentan de cualquier planta, sino solamente de
aquellas de la Subfamilia Asclepiadoideae, las que se caracterizan -entre otras
cosas- por poseer una savia de apariencia lechosa, un látex que contiene
cardenólidos. Los cardenólidos son un tipo de esteroide, el que se encuentra en
estas plantas mezclado con azúcares, formando glucósidos cardenólidos que, al
ser consumidos, producen fuertes efectos, que pueden llegar a causar paros
cardíacos. Obviamente, estos chinches no sólo los soportan, sino que los
acumulan en su cuerpo, de manera que sus depredadores aprenden de manera muy
desagradable que no es conveniente comérselos.
Yo he podido observar cómo las arañas salticidas pasan junto
a ellos sin hacerles el menos caso, en tanto saltan de inmediato sobre
cualquier otro insecto que se les acerque. Tampoco parece preocuparles la
presencia de los gorriones, chercanes y tijerales que visitan el follaje de las
plantas, buscando insectos.
Se reproducen activamente en la misma planta hospedera de la
que se alimentan, que en el caso de mi jardín es una enredadera del género
Tweedia (que no he logrado identificar plenamente). Las pequeñas ninfas, de
color rojo-anaranjado y casi carentes del negro que tan elegantes hace ver a
sus padres, pasan por varios estadios, en los que van mudando de forma y
colorido, adquiriendo más negro a medida que crecen, hasta llegar a convertirse
en adultos.
Sus huevos los ponen en las vainas de semillas de estas plantas,
y dentro de ellas se esconden las pequeñas ninfas de primer instar, para ir
saliendo y alejándose poco a poco a medida que crecen. Al parecer, al menos acá
en Antofagasta, no tienen problemas para reproducirse incluso en invierno, no
sé si en el sur del país hibernarán. No hay mucha información sobre su vida y
comportamiento.
Generalmente, a los chinches que se alimentan de plantas se
les califica de perjudiciales, pero según he podido ver, salvo que se les deje
reproducirse descontroladamente (en número excesivo), la planta puede soportar
que vivan de ella sin sufrir gran daño. Siendo una especie endémica de nuestro
país, se le debe respetar y darle espacio.
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