“La peste bubónica es una de las
enfermedades inmundas por cuanto tiene su orijen donde existen grandes
aglomeraciones de jentes que viven apiñadas en estrechas viviendas, faltas de
luz y aire, en medio de la pobreza, el desaseo, la suciedad y la mugre. En las
casas bien asoleadas y bien ventiladas, donde se mantiene el aseo esmerado de
las habitaciones y donde se tiene el cuidado de alejar a diario las basuras, no
existen las ratas los ratones y las pulgas. En habiendo en ellas desagües y agua
potable, agregando a los factores anteriores, es casi imposible que aparezca la
peste bubónica en dichas viviendas. En cambio, en las habitaciones que tiene el
piso a un nivel inferior al de la calle, que son húmedas, oscuras, mal
ventiladas y sucias donde no hay desagüe ni llaves de la Empresa de Agua
Potable, todas las condiciones se reúnen para que aparezca en esas viviendas la
peste bubónica. Esta enfermedad ataca de preferencia a personas de hábitos
desaseados, los mugrientos, los trasnochadores, los intemperantes, los
glotones; y respeta a las personas de costumbres puras; templadas en el comer y
en el beber que guardan la decencia y el aseo personal”
Antofagasta
En
una ciudad y región de principios de los 1900. Carente de los servicios más
básicos, con medidas higiénicas deficientes, un marcado hacinamiento producto de cites y conventillos y sin
muchos recursos. El que llegasen enfermedades con carácter de plagas no nos
debiese extrañar. Esta historia habla de eso, de los inicios de las grandes
epidemias que afectaron a nuestro norte, que sembraron muerte y que duraron más
de una década. Una marca de luto.
Pero.
¿Podemos decir que todo partió a principios de los 1900?
La
historia dice que no. Las epidemias fueron un flagelo constante en la historia
del norte de Chile y de nuestra región.
Antofagasta
paso de ser una pequeña aldea a una pujante ciudad. Las condiciones de vida de
los sectores populares y los servicios públicos no fueron los adecuados para
una población en constante expansión. La Región de Antofagasta conoció varias
epidemias, registrándose algunas de antigua data que afectaron a Cobija, Gatico
y Tocopilla, pero la más recordada ha de ser la originada por el vapor
Columbia.
Esa parte de la historia la dejaremos para el final del escrito.
Según
dicen. Todo Partió por el “Columbia”
El
"Columbia" fue un vapor norteamericano que fue conocido en
Antofagasta como el "Buque Maldito", por haber sido portador de una
extraña avalancha de epidemias y enfermedades que castigaron a la región por
dos o tres décadas.
El Vapor Columbia
El
SS "Columbia" de la Union Pacific Railroad, zarpó desde San Francisco
hacia Sudamérica, llegando a costas en 1903. Sin embargo, tras pasar por el
Callao, entre sus pasajeros subió también la temible peste bubónica. Llegó
expandiendo la odiosa enfermedad a las costas de Iquique, Antofagasta y
Valparaíso, pero las más graves consecuencias tendrían lugar entre las
comunidades de trabajadores del salitre en la región antofagastina, donde
causaron muchos contagios y muertes.
En
agosto de 1907, se hizo un catastro de casos en las localidades de Pisagua,
Iquique, Antofagasta, Calama y Taltal, arrojando 695 confirmaciones con 302
resultados de muerte. Para 1910, las muertes habían subido a 988 y los
contagios a 3.053 casos. Los habitantes de la zona, especialmente los de Calama
y al interior del río Loa, creyeron entonces que el buque cargaba con alguna
clase de conjuro o maleficio, y lo sucedido a continuación pareció darles la
razón: a partir de la plaga de peste bubónica del "Columbia",
persistió en la región varios años más, una seguidilla de plagas como la
viruela, la tuberculosis, la fiebre amarilla, el sarampión, el cólera y el
tifus exantemático.
El Vapor Columbia visto por los antofagastinos
Aunque
las plagas motivaron rogativas y procesiones de la comunidad para tratar de
contrarrestar la incomprensible sucesión de epidemias, algunas fiestas
religiosas debieron suspendidas en este extenso período para evitar más
transmisiones, fomentando más todavía la creencia en que una mano diabólica
estaba detrás.
La
larga crisis sanitaria dejó miles de fallecidos y, siendo probable que las
pestes posteriores a la causada por el "Columbia" hayan sido traídas
en otros barcos (se sabe de la fiebre amarilla pudo entrar desde el Callao con
dos casos reportados en otro barco en 1910, por ejemplo), para el recuerdo de
la región quedaron indivisiblemente asociadas al paso por las costas del
Desierto de Atacama del "Barco Maldito" que, curiosamente, se había
hundido en 1907 tras chocar en California con la goleta vapor "San
Pedro", llevándose 88 vidas.
La
peste bubónica y la viruela que afectaron a Antofagasta a comienzos del siglo
pasado, provocaron cientos de muertos. Los restos no eran entregados a los
deudos por temor a que la enfermedad se propagara. Murieron muchos adultos y
niños a causa de este hecho.
La
enfermedad fue extendida por las ratas que venían en los vapores, las cuales
cruzaban nadando la bahía de Antofagasta. Las pestes vinieron en los barcos
desde el extranjero y las pulgas de los roedores atacaron a la población
generando una mortandad y sufrimiento sin precedentes.
En
ese entonces según los cálculos, se habló de a lo menos 300 muertos a causa de
la peste.
La
cosa no se detiene ahí.
Las
pestes atacaban por y desde todos los puntos cardinales y se ensañaban con los
poblados donde los escasos recursos impedían hacerle frente con éxito.
En
1911, San Pedro de Atacama se vistió totalmente de negro, ante el fracaso de
las autoridades correspondientes para enfrentar y afrontar una epidemia de
alfombrilla neumónica. Toda la población infantil fue atacada. En los tres
primeros meses murieron más de ochenta menores, una muerte cada día y por la
misma causa.
Y
esto era apenas el comienzo. Cuando aún la Segunda Región no restañaba sus
heridas por las desgracias de San Pedro de Atacama, en abril reaparece en
Mejillones la peste bubónica con 9 casos declarados además de dos en
Antofagasta. Como para rubricar, en agosto, cunde la alarma por la epidemia de
viruela que cubre la Provincia El Loa y al lazareto de Antofagasta son
derivados más de 150 casos. Fueron días de dramatismo lacerante, cada día había
muertes. En Calama nació el "Cementerio de los Apestados" al otro
lado del río.
A
nivel regional, entre el 20 de marzo y el 6 de diciembre hubo 515 casos de
distintas epidemias. De esa cifra, 183 fallecieron por viruela y 12 por la
peste bubónica.
En
1912 revivió la fiebre amarilla y entre el 12 de febrero y el 3 de abril hubo
51 casos de los que fallecieron 24 personas. A nivel regional la mayor
desesperación invadió Tocopilla que por entonces tenía 5 mil quinientos
habitantes de los que dos mil decidieron emigrar para salvarse de la fiebre
amarilla que se propagó por el Cantón El Toco y las salitreras Peregrina, Santa
Fe y Coya.
En
octubre de 1915 comienza con el aumento de la tos convulsiva que de 12 mil
casos se elevó a 15 mil. A todo nivel se realizó la gran campaña destinada a
convencer a los habitantes para que no escupieran en el suelo y así evitar la
tuberculosis. Se popularizaron los escupitines, mientras en las escuelas, los
profesores sancionaban a los alumnos por la mala de educación de no usarlos.
Escupitín de Cobre
En
febrero de 1917 la tuberculosis llegó con fuerza, invadió el norte chileno. Los
pobladores del interior se eximían, pero cuando viajaban hacia los centros más
poblados contraían la enfermedad inmediatamente. La epidemia fue inevitable.
“El
pueblo temía. El hospital, con sus cruces y monjas, era la antesala del
sacrifico”
Extracto
de Morir en el antiguo Iquique: cementerios, salud pública y sectores populares
durante la epidemia de peste bubónica de 1903.
¿Habrá
sucedido lo mismo en nuestra ciudad y región?
Investigación de Damián Lo Chávez
Los
médicos implementaron una serie de medidas encaminadas a combatir la peste.
Primero
se procedió a un intento, con resultados a medias, de limpieza en la ciudad,
prohibición de escarbar en la basura, de acumular basura, mejoras en el
servicio de “carretas hijienicas” etc.
Una
guerra sin cuartel a las ratas, cuyas pulgas son los vectores de la enfermedad.
Prevenir
las condiciones donde estas aparecían. Incluso las autoridades llegaron a pagar
por el exterminio y destrucción de ratas.
Rata
negra (Rattus rattus)
Las
casas donde se reportaban casos de pestes podían ser “desinfectadas”,
introduciendo maquinas que vaporizaban diversos químicos o quemadas, junto con
ropas y muebles, según la gravedad del caso, operación controlada por el cuerpo
de bomberos para evitar la propagación del fuego.
Los
casos de peste, confirmados o sospechosos, debían ser avisados obligatoriamente
y con la mayor rapidez posible. En ese caso, su aislamiento y/o traslado al
lazareto era realizado por personal de la Oficina Sanitaria con apoyo policial.
De
morir el afectado, se le inhumaba en el cementerio previamente instaurado para
dicho menester, de forma inmediata, sin velorio ni funeral.
Todas
estas medidas eran dictadas por el supremo gobierno, vía intendente, y
respaldadas activamente por la Junta de Beneficencia, la Municipalidad, la
policía y los cuerpos de bomberos de la ciudad. Las medidas preventivas fueron distribuidas
en una cartilla a la población, cartilla que fue reproducida, a su vez, en los
periódicos que circulaban en la ciudad.
Las
medidas de limpieza en las calles y viviendas eran fuente de diversas tensiones
entre la realidad de su cumplimiento y lo esperado por las autoridades.
Provocaron diversas formas de rechazo. La tendencia en numerosos casos fue
ocultar la enfermedad del conocimiento de la autoridad.
Al
comenzar la epidemia, los primeros contagiados y sus familias tuvieron que ser
trasladados a un improvisado lazareto de emergencia, dado que el pequeño lazareto
del Hospital no debió tener la capacidad para un brote epidémico superior a un
puñado de casos.
Dada la alta mortalidad que generaba la
enfermedad en los afectados, es posible que haya existido la percepción de que
el traslado al lazareto era un viaje sin retorno. No existen registros de cómo
se comunicaba a los familiares el lugar exacto donde iban a dar sus familiares
fallecidos, Directamente en fosas comunes o tumbas precarias, excavadas
apresuradamente, De las cuales no sabemos si hubo nombres y cruces, aunque es
evidente que este último se borraba rápidamente al erosionarse la madera de la
cruz. De modo que el traslado obligatorio al lazareto, era probablemente, el
último adiós, dado que en dicho lugar la norma impuesta por las autoridades era
la incomunicación y el aislamiento absoluto. A su vez, el rito del velorio y
del funeral estaba prohibido.
No
podríamos aseverar que lo sucedido más al norte. En Iquique, fuese la realidad
de nuestra ciudad.
Esta
tendencia a ocultar la enfermedad, provocó que al lazareto llegasen numerosos
individuos “atacados de peste en tal estado de gravedad que solo llegan a morir
a este establecimiento, lo que significa han permanecido varios días ocultos en
sus domicilios exponiendo al contagio a sus propias familias y al vecindario”
Las
Pestes, plagas o epidemias en la Región de Antofagasta
Establecida
Cobija (Puerto La Mar), los pocos médicos que ejercían eran extranjeros, y las
necesidades de atención médica se hacían cada vez más apremiantes. Con el fin
de dar solución a este problema para que el país contara con un número de
médicos que por lo menos se aproximara a lo requerido, se promulgó la Ley del
31 de octubre de 1833 que disponía la fundación del Colegio Nacional de
Medicina en la ciudad de La Paz, reglamentando que cada departamento debía
sostener a 3 jóvenes -Los departamentos de Tarija y Litoral-, obligándose estos
becados a la conclusión de sus estudios a ejercer la profesión en su
departamento.
Aniceto
Araujo fue becado por el departamento del Litoral. La falta de médico en
Cobija, la suplía Pedro Valdez, practicante vacunador de excelentes cualidades
humanas que cubría todas necesidades de atención sanitaria en el puerto con
responsabilidad y ejemplar bondad. Todo el mundo lo conocía por el “Cirujano”
Valdez. En 1834, el Gobierno contrató para Cobija al médico de origen francés
Dr. Andrés Layseca de la Universidad Central de Bogotá, que según el Dr.
Valentín Abecia, trabajó en el Hospital Santa Bárbara de Sucre. Loayza llegó a
Cobija en septiembre de 1834. Lamentablemente el Dr. Layseca no era el médico
que solucionaría los problemas de salud del puerto, porque según testificaron
muchas personalidades de puerto, era un hombre que se preocupaba más del lucro
que podía darle su profesión que de curar racionalmente.
En
cuanto a la epidemia de la región, se conoce por el informe que prestó O´Connor
a su regreso de Cobija, que pocos años antes de su llegada a ese puerto, se
presentó una epidemia de viruela que terminó con los changos de la Bahía.
A
fines de 1825, se produjo una epidemia que por su gravedad pudo haber sido
Difteria, que obligó a que el General Sucre escribiese al Gobernador de Atacama
para que el mal sea erradicado. El gobernador del Litoral. En fecha 27 de
febrero se dirige al ministro del Interior con la siguiente nota: “Anuncié a
V.E. anteriormente por una de mis comunicaciones particulares, que las viruelas
agitaban a los naturales de este puerto, esto sigue y deseo de V.E. Ordene se
mande la vacuna que sea precisa para evitar este mal. Dios Guarde a V.E. S.M. –
G. Ibáñez”.
En
nota Nº 30, de octubre de 1830, el Gobernador Gabino Ibáñez, comunica haber
recibido cuatro cristales con fluido vacuno. Junta De Sanidad La Junta de
Sanidad del Puerto La Mar o Cobija, se estableció por Decreto de enero de 1835,
compuesta por el Gobernador, Capitán de Puerto, médico y un escribano que debía
mantener un bote con su patrón y dos remeros. Esta Junta de Sanidad debía velar
en todo lo que tenía relación con la salud. Comprendiendo que como en todo
puerto, había peligro de contagio de enfermedades transmisibles, los buques
anclados en el puerto antes de desembarcar eran sometidos a una minuciosa
inspección, pudiendo la Junta de Sanidad ordenar la cuarentena en caso de
peligro. A pesar de estas medidas, cuando Cobija estaba en pleno desarrollo, el
año 1869, fue invadido por el terrible flagelo de la fiebre amarilla, al
extremo de dejar el puerto casi deshabitado. El Prefecto del departamento el
Litoral, en el informe elevado a las autoridades dice entre otras cosas: “El
triste cuadro que presenta este puerto es digno de llamar la atención de los
demás pueblos de Bolivia. La fiebre amarilla hace sentir el formidable peso de
devastación. Todo esfuerzo ha sido inútil para evitar su propagación, a pesar
de haberse tomado todas las medias posibles.”
El
año 1872, asoló a la población de Antofagasta una virulenta epidemia de
viruela. Este lamentable suceso tiene relación con la fundación del hospital de
la ciudad. En la colección René Moreno del Archivo Nacional de Bolivia, bajo el
Código M-547, se encuentra la memoria presentada por la Junta de Beneficencia
fundada por Don. Luis F. Puelma, Luis Liechtenstein, Vidal Martínez Ramos,
Hilarión Ruiz, Joaquín Castro Tagle. Esta memoria nos hace conocer, que, en el
mes de mayo de 1872, asoló la población de Antofagasta una epidemia de viruela
que amenazaba arrasar el vecindario, las condiciones en que vivía la población
eran propicias para la extensión de la epidemia.
Gran número de pobladores vivían
casi en la intemperie y eran pésimas las condiciones de higiene con infinidad
de corrales desaseados, añadiéndose a ello centenares de personas que llegaban
contagiadas con el mal. En esas críticas circunstancias se organizó la Junta de
Beneficencia con el fin de remediar esa angustiosa situación que afectaba a un
gran número de víctimas. Recurrió la Junta al vecindario solicitando limosnas
que le fueron concedidas generosamente, con este aporte solicitó apertura de
crédito en algunas casas de comercio para atender las necesidades más urgentes
para la construcción de un Lazareto donde se internen los apestados.
Después de
7 días de trabajo permanente, se recibieron los primeros enfermos que
alcanzaron a sesenta los primeros diez días. Se puso en el establecimiento la
dotación necesaria de empleados, se construyó la vivienda para el administrador
y los que hacían el servicio. Durante cinco meses el Lazareto prestó grandes
servicios a la población, en ese tiempo el movimiento de enfermos pasó de
doscientos. Según el libro de defunciones los muertos llegaron a 104. Antes de
ser construido el Lazareto, la mortalidad era del 90%.
Controlada la epidemia,
la Junta de Beneficencia comprendió la importancia y utilidad que tendría la
transformación del Lazareto en un hospital permanente en beneficio de la
población. Con decidido empeño, se procedió a reformar el local para prepararlo
y ofrecerlo sin peligro alguno al vecindario. Se cambió la tierra quitando los
pisos de madera, se desinfectó cuidadosamente durante un mes su tuvo
deshabitado el establecimiento y cuando a opinión del médico de la ciudad no
había el temor de existir algún contagio, se abrió al servicio público con el
nombre de Hospital del Salvador en abril de 1872.
Antigua imagen del Hospital Del Salvador. Antofagasta-Chile
Esta es la descripción que
hace del hospital entregado al servicio público el Sr. Luis F. Puelma,
presidente de la Junta de Beneficencia: “El hospital del Salvador tiene dos
departamentos principales, que están destinados a salas para enfermos y ocupan
el frente del edificio. Uno de ellos con 18 camas para hombres y con 12 para
mujeres el otro. Se tienen además dos habitaciones pequeñas de reserva
provistas de dos camas para casos extraordinarios de enfermos que según opinión
del médico deben estar fuera de la sala común. Todo está y se conserva en
perfecto aseo. Catres de fierro, colchones de lana, sábanas y frazadas cuantas
son necesarias, al lado de cada cama una mesita donde colocar los medicamentos
y demás cosas que fueran necesarias. A los dos costados del cuerpo principal
del edificio, está en uno la Botica, despensa y dos habitaciones para el
administrador; en el otro el guardarropa, habitaciones de empleados y cocina.
Existen, además, separados por el patio del establecimiento, la sala de
depósitos bastante espaciosa y decente, el departamento de lavandería, los
lugares secretos (letrinas) y pesebres para los animales de servicio. La botica
tiene escasas medicinas y las recetas diarias generalmente se compran en una de
las boticas del pueblo. Existen algunas herramientas (instrumentos) obsequiados
por el médico de la casa Señor Walker y se forma un regular estuche de cirugía.
Se ha pedido directamente a Inglaterra aquellos objetos inexistentes. En el
centro del patio se ha formado un pequeño jardín donde crecen las plantas y dan
sus flores dando un bonito aspecto en medio de la aridez que nos rodea. El
número de enfermos que ha acudido al hospital en los seis meses de existencia
que tiene ha sido de 144, de ellos han muerto 25 consiguiendo restablecer su
salud 119. En todo, el hospital ha atendido en seis meses a 209 enfermos.
El
servicio del hospital con la asistencia diaria del médico Señor Enrique Walker,
no deja que desear por la atención y cuidado con los enfermos que tiene. La
alimentación es abundante y está sujeta a las órdenes del doctor, quien lo
dispone en atención a las necesidades de cada enfermo. Es satisfactorio y
recomendable el empeño con que cada uno de sus empleados da cumplimiento a sus
deberes. Distante a 200 metros del hospital, está ubicado el Aislamiento o
Lazareto, destinado a enfermos infecto contagiosos, cuenta con diez camas
perfectamente arregladas; ha sido construido con la ventilación y demás
requisitos que le son precisos.
El Reglamento del hospital del Salvador tiene
26 artículos que definen cada una de las actividades. Publicado en el periódico
El Caracolino el martes 20 de mayo editado en Antofagasta es el siguiente: Del
servicio interno del hospital:
Art.
1º…: La dotación de empleados del hospital constará por ahora de un médico, un
administrador, un ayudante, un cocinero, una lavandera, un carretonero.
Art.
2. El médico será nombrado por la Junta, las obligaciones de éste son:
(detalles administrativos puntuales para los cuatro funcionarios y los cuidados
de su conducta es atender a los enfermos igualmente con toda voluntad y poner
el mayor cuidado en cumplir las instrucciones que del médico reciba)
:EXCELENTE REPORTE DE LAS PESTES EN LA REGIÓN EN LOS AÑOS DE LOS SIGLOS PASADOS ,Y DE LA CREACIÓN DEL HOSPITAL DE ANTOFAGASTA. Muchas gracias por sus estudios y crónicas, sobre los lazaretos,cementerio de los apestados. Fue muy interesante leerlo y relacionarlo hoy que estamos sufriendo con el corona virus en nuestra región Antofagasta Chile y es una pandemia mundial.Atentamente nancy monterrey C donaldnancymc@gmail.com
ResponderEliminarNuestros saludos y agradecimientos Nancy
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