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jueves, 2 de marzo de 2017

UNA HISTORIA DE AMOR EN BICICLETA

El Recuerdo de Gatico

     Es una historia simple pero maravillosa en donde cada palabra es el reflejo de un ayer que parece a la vuelta de un sueño, pero es una historia que ya va para las tres décadas. Una Historia de Amor en Bicicleta.

    Por esas cosas del destino y bajo el embrujo de una imagen que muestra una desolada casona en el litoral costero de Tocopilla-Chile. Específicamente en un lugar llamado Gatico. Se comunicó con nosotros una agradable señora que al poco hablar nos dijo:

    Me llamo Sandra Fuentes Parra y quiero contarles una historia. Una historia de amor, pero en bicicleta. La cual incluye a Gatico como parte importante de mis recuerdos.

Sandra Fuentes Parra

      Cuando era joven -20 añitos-  yo tenía un novio alemán con el que decidimos viajar por el mundo en un velero. Después de un año de trabajo y de ahorros, nos dimos cuenta que no nos alcanzaba ni para las velas por lo que se me ocurrió la idea de viajar en bicicleta (Un gran cambio de planes). Yo nunca había tenido una de estas, por lo que demoramos 3 meses en armar el viaje y subirme en uno de estos artefactos.

     Con los ahorros compramos una carpa usada de militares, la cosimos para achicarla, buscamos los mapas necesarios, vendimos todo lo que teníamos y partimos desde Santiago en dirección al norte en octubre del año 1990.



   El comienzo fue muy difícil. Recuerdo que, al segundo día de viaje, tuve un accidente y me dañé levemente la cabeza (Un comienzo poco auspicioso). En esos primeros días de recorrido avanzamos muy poco, de 25 a 30 kms. diarios. Todo esto cambió al norte de la Serena, parece increíble, pero mientras más nos adentrábamos en el desierto, más energía teníamos. Tuvimos en este trayecto tramos muy difíciles, como en la estación Los Vientos mucho antes de llegar a Antofagasta. Este último tramo lo hicimos en un día con una distancia total de 100 kms ¡En un día! Me sentía súper energética por lo que subimos Inmediatamente a San Pedro de Atacama, poblado del que tanto me habían hablado.

    Ahí me enamoré inmediatamente del lugar, que por supuesto no tiene nada que ver con el San Pedro de hoy. El viento mecía los pimientos de la plaza en cada atardecer y en sus calles sólo transitaban rebaños de llamas y cabras en dirección a sus corrales. Todo era paz, una postal del ayer.

   Después de permanecer por espacio de una semana, volvimos a Antofagasta y seguimos en dirección al norte, pero por la costa. Fue ahí cuando conocí el castillo de Gatico, hasta ese momento nunca había escuchado su nombre, es más. Fueron los trabajadores del casino de Michilla quienes me dijeron que había sido un castillo de la armada de fines de los 1800.


    Estuvimos dos días acampando en la casona, el camino era tan malo que no sentí con la calamina del camino, cuando se cayeron los ganchos de la carpa y se perdieron, así que este lugar fue perfecto para tener un techo en esas noches.

Casona Patrimonial de Gatico. Imagen tomada el 2016

    Más adelante llegamos a Iquique y nos dirigimos a sacar la visa para entrar a Bolivia. Seguimos con nuestras bicicletas rumbo al altiplano, pero la puna me la ganó. Llegó un momento en el que ya no podía mantenerme en pie e hicimos dedo a un camión que nos dejó en Quebe, un pequeño poblado sin habitantes cercano a Colchane. En el lugar solo vivía un abuelito de unos 80 años que nos dejó ocupar el patio de una casa vacía, la cual era de adobe. Nos dejó además agua caliente para el mate y en la mañana nos llevó a tomar un baño caliente en una vertiente del lugar. ¡Estábamos en el paraíso!

     Parece extraño, pero el pueblo estaba abandonado y recorrí con toda tranquilidad sus calles y casas, había también una escuela cuyas protecciones de ventana se golpeaban por efecto del viento y en su interior todo estaba como si los niños recién hubieran salido a recreo. Sus útiles intactos, los pizarrones con tareas y una gran foto de Pinochet en cada sala.

     Seguimos rumbo a la frontera y cruzamos a Bolivia para continuar en dirección a Oruro en donde descansamos un par de días, después de la pesada ruta arenosa. Seguimos nuestra ruta por el altiplano visitando varios poblados que me dejaban cada vez más triste. Las condiciones en la que vivían las personas eran fuera de todos los conceptos de pobreza que yo había conocido hasta ese momento.



   Llegamos a La Paz en diciembre. Nos quedamos visitando los mercados y conociendo a la gente de esa ciudad maravillosa, hasta que decidí que quería terminar el viaje ahí mismo y también la relación con mi novio. Volví a Santiago en bus, lloré todo el viaje al reconocer los lugares y las piedras del camino.

      Después de dos meses volví a San Pedro, a este norte mágico en donde hice toda mi vida, formé mi familia y cumplí todos mis sueños.

Hace un mes atrás abandoné definitivamente San Pedro….


Cuan grato es comprobar como una simple imagen puede despertar los recuerdos de las personas, nos sentimos honrados al poder contarles esta historia, “Una Historia de Amor en Bicicleta”

2 comentarios:

  1. El amor de las mujeres... que puede durar un viaje o toda la vida. Me intriga el qué hubiese ocurrido, si la travesía hubiese sido en velero.

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