No lo sabemos, aunque estamos claro que, después de muertas, no lo podrían hacer.
Los cicádidos (Cicadidae), conocidos vulgarmente como cigarras o chicharras, son una familia de insectos del orden Homoptera (ahora perteneciente a hemíptera). Tienen un desarrollo vital completo que dura varios años, según la especie. Las ninfas viven enterradas mientras que los adultos viven sobre vegetales, alimentándose de su savia.
Una de sus características es la capacidad que poseen para producir sonidos, muchas veces muy estridentes los que son cualidad propia de los machos.
Según el estudio del entomólogo Luis E. Peña Guzmán. (Introducción al estudio de los insectos de Chile) En nuestro país existen varias especies distribuidas en diversos géneros y se encuentran desde Atacama (Taltal según Caminantes) hasta Valdivia.
De nuestra consideración.
Increíblemente, son 22 las especies presentes en el país y nosotros (en este norte) contamos con una de ellas. Por sus características y su abundancia puede resultar o ser consideradas nocivas para la flora, pero es nortina y forma parte de patrimonio natural de nuestra región.
Ahora bien, la única duda que nos podría asaltar. ¿La Cigarra de Paposo es Tettigades chilensis Arm. y Serv. o podrá corresponder a una nueva especie? Digo esto porqué, según los estudios, la especie - antes nombrada – solo es factible encontrarla desde la región de Coquimbo al sur y los cicádidos (familia) se distribuyen de Atacama a Valdivia.
Pero citemos al que sabe:
Una breve nota de don Mario Elgueta, jefe del Área de Entomología del Museo Nacional de Historia Natural sobre la Cigarra o Chicharra.
Los machos de estos insectos del orden Hemiptera (familia Cicadidae), tienen la capacidad de emitir sonido, frotando las alas sobre una hilera de dientes en el dorso de su tórax. Activos en la época de calor, el sonido puede llegar a ser ensordecedor al ser emitido por cientos de ejemplares; toda esta algarabía tiene que ver con el encuentro entre sexos.
En Chile se registran 22 especies, de ellas 18 son endémicas a nuestro territorio; la mayor cantidad se ubica en el género Tettigades y la especie más común de estas corresponde a Tettigades chilensis, la que puede encontrarse afectando cultivos frutales.
A comienzos de verano la hembra coloca hasta 80 huevos en heridas de ramillas de plantas; de los huevos nace una pequeña ninfa de color rojizo hacia inicios de otoño, dejándose caer y penetrando en el suelo con sus patas cavadoras. Estos inmaduros o ninfas se fijan al sistema radicular de las plantas, insertando su aparato bucal a modo de jeringa y succionando la savia. El daño que producen es proporcional a la cantidad de ejemplares que estén alimentándose de manera simultánea; en árboles frutales nuevos puede llegar a ser muy severo, razón por lo que se les considera como un organismo plaga ocasional.
La vida de la chicharra transcurre la mayor cantidad del tiempo como estado inmaduro y bajo el suelo, al emerger su actividad se limita al encuentro de sexos y así asegurar la descendencia. Sobre la duración del ciclo biológico en las especies chilenas hasta ahora no se tiene certeza, aunque se piensa que demora al menos 2 a 3 años.
Usaremos, para esta breve reseña, dos imágenes del gran Ricardo Martini, con la certeza de preservar su trabajo (legado) y mostrarlo a las nuevas generaciones.
Un artículo muy antiguo de la revista Chilena de Historia Natural
Sobre nuestra especie en observación (Estudio).
Nota sobre la Tettigades chilensis
POR EL R. P. Anastasio Pirión
(Profesor en el Colegio de los SS.CC., de Santiago)
En los meses de verano de 1926, un hecho que llamó de un modo especial la atención de los habitantes del valle de Marga-Marga, fue la aparición repentina de una multitud de cigarras pertenecientes a la especie Tettigades chilensis.
Cada año, durante los meses de Enero y Febrero, tenía oportunidad de observar sobre distintos árboles que crecen en los faldeos asoleados de los cerros, la Tibicen crassimargo, la única especie que conocía del valle; pero no sospechaba la existencia de los Tettigades chilensis, ya que desde hace 15 años jamás había visto un solo ejemplar en el valle.
Pues bien, a fines de Noviembre, ya era tan abundante el número de este homóptero que se veían por centenares en las ramas delgadas de los quillayes corpulentos que se yerguen en los faldeos y en la cumbre de los cerros. Desde temprano volaban sin cesar de un arbusto a otro de tal manera que los trabajadores tenían que apartarlos con las manos para que no fueran a darles en la cara o en los ojos. Su canto era tan estridente y ensordecedor, especialmente en las horas de más calor, que llegaba a apagar la voz. A veces atravesaban las quebradas en un vuelo rápido y sostenido para dejarse caer en algún arbusto.
Cuando habían escogido una ramita, su trabajo consistía en una serie de cortes hechos de arriba a abajo, que desgarraban las fibras leñosas y las expulsaban. La serie de los cortes era longitudinal, y a un centímetro más o menos los unos de los otros, siguiendo casi siempre una línea recta, a no ser que el tallo careciera de regularidad.
Si a veces se notaba cierta confusión en los cortes, ella provenía de que varias habían trabajado en una misma parte. .
Noté constantemente que las ramitas escogidas para este fin eran verdes y delgadas ya que no pasaban de 1 cm. de diámetro para que el oviscapto llegara casi siempre hasta la médula.
Parece que no tenía preferencia especial en la elección de los árboles para efectuar sus cortes. Los más atacados fueron el quillay (Quillaja saponaria) el colliguay (Colliguaya odorífera) el Mitriu (Podanthus mitiqui) el ciprés macrocarpa, el Baccharis marginalis, el Peumo (Cryptocaria peumus) el Litre, (Litrea caustica) el Tebo (Trevoa trinervis), el Retamo europeo. Los únicos que no presentaban herida alguna, eran el Espino (Acacia cavenia) quizás por la dureza de su madera que no alcanzaba a perforar el oviscapto del insecto, y el Eucalipto (E. globulus) que sin embargo era muy común en esa región.
A pesar de todo, los perjuicios fueron de muy poca importancia aunque algunos pequeños cipreses y ramas de quillay se secaron a consecuencia de los numerosos cortes que impedían el paso de la savia.
Cada uno de los cortes era la entrada de una cavidad que estaba perforada hasta la médula del tallo y que alcanzaba alrededor de 5 mm. En ellos se encontraban los huevos de un blanco reluciente, de forma alargada, algo cónica y colocados unos tras otros en filas apretadas; medían como 3 mm. de largo. En los numerosos cortes que abrí conté unos10 huevos en cada cavidad; nunca más de 12.
¿Cuánto tiempo demora esta operación?
Las pocas veces que tuve la feliz oportunidad de sorprender al insecto en pleno trabajo, lo observé a lo menos durante 5 minutos para cada corte; tenía la cabeza arriba; y como se dejaba examinar muy de cerca, pude notar los rápidos movimientos de la punta del abdomen al clavar su oviscapto en los tallitos.
Cuando llegué a fin es de Diciembre. a Marga-Marga, las cigarras estaban para concluir los cortes y la postura de los huevos, de modo que no pude averiguar con seguridad el número de nidos que hace; pero nunca he contado más de 15 en línea recta.
Principiaron a desaparecer en forma muy rápida a mediados de Enero y antes del fin del mes no se veía volar un solo ejemplar. A la agitación bulliciosa de los días anteriores había sucedido el más completo silencio.
Sólo al pie de los arbustos donde depositaron sus huevos, el suelo, en algunas partes, estaba cubierto de cadáveres que no tardaron en ser comidos por las hormigas, los ratones y las aves. Su corta vida, en estado imago, había durado apenas 2 meses.
¿De dónde provinieron tan innumerables e insólitos visitantes?
No fue difícil averiguarlo. En las faldas de los cerros muy áridos y asoleados, en lomas, formadas de terreno gredoso, se veían numerosísimos orificios, cuyas aberturas tenían alrededor de 2 cm. de diámetro; esas aberturas fueron las puertas de salida de las cigarras.
Al lado de los orificios yacían despojos larvarios que indicaba que la última metamorfosis se había efectuado en el suelo y no sobre las ramas de árboles como acontece para algunas especies europeas.
A principios de marzo antes de abandonar el valle, volví a abrir numerosos cortes y no noté modificación alguna en la disposición de los huevos.
En qué momento nacen las larvas y se dejan caer al suelo para sepultarse en sus moradas subterráneas? No lo pude averiguar.
Al año siguiente busqué en las raíces de los quillayes más próximos al suelo, pero no encontré vestigio de ellas; seguramente se hallaban en galerías de mayor profundidad.
Sin duda no es la primera vez que esta cigarra aparece en el valle; pero en sus apariciones anteriores, su número no debe haber alcanzado las proporciones de ahora, ya que los habitantes del valle no conservan de ella ningún recuerdo.
A semejanza de la Tibicen septemdecim, de los Estados Unidos, que aparece cada 17 años, nuestra cigarra debe de necesitar un período más o menos largo de años para completar las diferentes fases de su metamorfosis.
¿Cuántos años necesita? Sólo puedo decir que su aparición última ha sido anterior al año 1910. Es de esperar que algún día se descorra el velo que cubre este misterio.
A pesar de lo incompleto de estas notas, me he resuelto a publicarlas, gracias a la proverbial amabilidad del Dr. Carlos E. Porter que me ha ofrecido las páginas de su hermosa revista.
Link de Referencia:
- Museo Nacional de Historia Natural
https://www.mnhn.gob.cl/613/w3-article-89329.html _noredirect=1&fbclid=IwAR2Hd8KQYNwH_d3Y8BOjo9nNWOPNm_1o05h-ozsp9HAYjSBeqUSpBqd9Q48
- Un caso teratológico notable en Chigallia simplex Linnavuori & DeLong, 1977 (Hemiptera: Auchenorryncha: Cicadellidae)
- Insectos de Follaje de Bosques Pantanosos del Norte Chico, Centro y Sur de Chile.
http://www.insectachile.cl/rchen/pdfs/VOL._21_(1994)/Solervicens_Elgueta_1994.pdf
- Historia Física y Política de Chile. Tomo Séptimo Zoología.
http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/colecciones/BND/00/SM/SM0000572_0007.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario