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domingo, 10 de marzo de 2024

EL CARACOL OLIVA O DE PORCELANA

En nuestras costas viven muchas especies animales, la mayoría de ellas desconocidas para el antofagastino medio, que nunca se ha sumergido en nuestras frías aguas.



De una buena cantidad de ellas conocemos algo de su aspecto por los restos que encontramos en nuestras playas. Por ejemplo, aparte de aquellas de las almejas, que muchos hemos consumido y por ende podemos reconocer, encontramos en las orillas una serie de conchas de caracoles y moluscos, de diversas formas y colores, que las más de las veces después de verlas una vez, las dejamos en el olvido, y las pisamos sin preocuparnos más de ellas. Hasta se diría que olvidamos que esa concha fue formada por un ser vivo, que vivía en su interior.


Y, dentro de esas conchas, en alguna (ahora rara) ocasión, podemos encontrar una muy llamativa, de aspecto fusiforme y bastante diferente a otras conchas de caracoles, esta es la del Caracol Porcelana, Caracol Oliva (aceituna) o -según la ciencia- Felicioliva peruviana Lamarck.

Tiene este caracol tal variedad de colores, diseños y hasta formas, que muchos científicos han creído que se trata de especies, o subespecies, diferentes. Pero no. Son todos caracoles de la misma especie, que parecieran esforzarse por no ser como los demás, por distinguirse del resto de ellos de alguna manera. Se reconocen al menos 7 colores básicos: blanco, lila, rosa, leonado, café, oliva y plomo; y no menos de 5 formas: cónica, conoidal, oliva, semi-ahusada y ahusada. La combinación de estos colores y formas, más la gran variedad de diseños (generalmente zigzagueantes) en colores cafés y lilas, producen una enorme cantidad de variaciones, no menos de 60 distintas reconocibles (Gigoux, 1937). Y, por si fuese poco, se sabe que tienen la capacidad de cambiar el color de sus diseños.


Años atrás, era común verlos. Aún más años atrás -quizá alguien lo recuerde todavía- los varones los utilizaban como adorno de sus pantalones de baño, colocándolos en los extremos del cordón con que se ataban. Obviamente, se esforzaban en encontrar el más bonito y llamativo, para atraer más miradas. Y si regresamos aún más en el tiempo, un milenio, veremos que los Camanchacos les daban un valor ornamental, utilizando los más pequeños como cuentas para hacer collares, y los más grandes y bonitos como ofrendas mortuorias, en sus entierros.

No se les considera comestibles, ya que su carne es dura, correosa y sin sabor, aunque se cree, por el número de ellos encontrados en los conchales de los Camanchacos, que éstos llegaban a consumirlos en ocasiones, probablemente por necesidad.

Hoy en día su número es muy escaso, y son pocas las playas de nuestra ciudad, o sectores de ellas, en los que se puede hallar una de sus conchas, indicio cierto y triste de que en el mar ya no van quedando, que se están desapareciendo poco a poco (nos referimos, obvio, a nuestras playas, es posible que sea abundante en otra zona a lo largo de su distribución).

Tras encontrar uno de ellos, hace unas semanas, y guiados (mayorcitos que somos) más por la nostalgia que por otra cosa, nos pusimos a buscarlos playa tras playa. En la gran mayoría de ellas ya no se les encuentran, sólo en una que otra pudimos, tras revisar incontables conchales, recoger algunos ejemplares. No todos en buenas condiciones (más bien al revés), aún pudimos conseguir dos o tres “casi nuevos”, completos y con sus colores y diseños vívidos todavía.



Una cosa lleva a la otra, y se nos ocurrió entonces hablarles de ellos y mostrárselos, en la seguridad de que serán muchos los que no los hayan visto nunca. Pero, atención, tampoco nosotros podemos decir en estricto rigor que los conocemos, ya que jamás hemos visto uno vivo, sólo sus vacías conchas. Ni siquiera en internet hay fotos de ejemplares vivos, son muy escasas. Les compartimos una en que se puede apreciar bastante bien.

Estos coloridos caracoles viven en la zona submareal, entre 4 y 20 metros de profundidad, en playas rocosas y con fondo de arena fina, entre Sechura, Perú, y Lota, en Chile. Miden hasta 6 cm (Gigoux, 1937) y se mueven con gran rapidez, sobre todo cuando buscan enterrarse en la arena para escapar.

Se le considera el caracol más bonito de Chile.


Para saber más:

 

Felicioliva peruviana

https://www.mnhn.gob.cl/noticias/felicioliva-peruviana-lamarck-1811

https://www.ifop.cl/macrofauna/oliva-peruviana/

 

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