El Ciudadano Abaroa
Hay que
partir explicando – a quién lo amerite por supuesto- que este escrito no pretende
ser una biografía detallada, es tan sólo una breve recopilación que nació por
nuestro interés en el personaje y el merecido respeto que aún se le prodiga a
su memoria por estas tierras. Es decir, tan solo una reseña.
Te contaremos
pues:
Hará un
tiempo atrás, digamos un par de años para ser exactos, un historiador chileno
radicado en Bolivia sacó una publicación. Según él una investigación exhaustiva,
con la finalidad de dejar en evidencia a un ciudadano chileno que usufructuaba
– de manera exclusiva y abusiva - de las aguas del río Silala apoyado por el invasor
del sur, el gobierno chileno. Dicha publicación sería develada - en directo -
en un programa de televisión de dicho país, con las consabidas fanfarrias y
expectación de los teleaudientes. Ver a un chileno hablando en contra de Chile,
¿qué mejor aliciente y publicidad para atraer público?
Al poco andar
– de la conversación – sale el nombre del mercader del agua y, más que dar el
nombre, solo bastó con uno de los apellidos para acabar rápidamente con la entrevista,
pasar a comerciales y desembarazarse del historiador. Este apellido era Abaroa
y el mentado empresario, era ni más ni menos que descendiente directo de aquel venerado
Mártir que murió en el vado de Topater (Combate de Calama) exclamando:
- ¡Que se rinda su abuela carajo! Es decir, Don
Eduardo Abaroa Hidalgo
Ahora bien,
¿por qué digo mártir y no héroe, lo que cabría acotar ante tales
circunstancias?
Porque, según
algunas corrientes de pensamiento de ciertos historiadores bolivianos, héroe es
aquel que, vivo o muerto, logra su objetivo, mientras que mártir es aquél que
muere a sabiendas que su sacrificio en nada cambiará el curso de los hechos (esto
es cosa de ellos, yo solo transmito lo que se dice)
Dicho
programa resultó bastante interesante ya que nos ilustró sobre gran parte de la
vida de este héroe boliviano, la que - a decir verdad - resulta ser una
historia muy desconocida para gran parte de nosotros, ciudadanos que sólo
procuramos aprender -por malla escolar- a ciertos héroes nacionales y alguna
que otra gesta que se considere relevante y de igual manera, en dicho programa
también se dejó en claro que aquel apellido estaba muy bien asentado en este
lado del continente.
¿Que tiene
que ver Abaroa con Antofagasta?
Como
antofagastinos, moramos en el territorio por el cual se dio inicio a la Guerra
del Pacífico (Guerra del Guano y del Salitre) y para muchos (según sus
conocimientos) comenzó un 14 de febrero de 1879 con la Ocupación de Antofagasta,
más la palabra que mejor define dicha acción bélica es Reivindicación, ya que
nuestras autoridades siempre sostuvieron que nuestros límites eran el paralelo
23, es decir, un poco más al norte de Mejillones y los actos bélicos no
iniciaron el día 14 de febrero, sino más bien, concluyeron en aquel día (en una
primera etapa) con el desembarco y ocupación de la ciudad y del territorio al
sur del grado 23. Al norte de este grado seguía siendo boliviano al igual que
los poblados del interior.
¿No se
fueron?
He de
confesarles que nunca fue de nuestro interés el conocer el destino de los
ciudadanos bolivianos que se encontraban por estas tierras durante el 14 de
febrero o para la toma de Calama, Mejillones y Tocopilla. Ciertas referencias –
históricas por supuesto - nos dicen que las autoridades se marcharon luego de
sus correspondientes descargos y alegatos, que algunas familias se embarcaron raudas
al norte y otras (las del interior) partieron rumbo a Bolivia, pero fueron
muchos más los que se quedaron definitivamente por estos lares -en este
terruño- y, sorpresa, entre aquellos que no partieron estaban los hijos de
Eduardo Abaroa, el mismo de la abuela, cuya descendencia se enraizó y prosperó
en este norte bajo el cobijo y simpatía de Moros y Cristianos, es decir, de
toda la comunidad y las autoridades de aquel entonces. No hubo discriminación y
menos aún, antipatías.
¿Abaroa? No nos suena -para nada- a un origen altiplánico
Pues bien. Cuando
visitamos las páginas – especialmente las genealógicas - en búsqueda de los
orígenes del apellido Abaroa, nos indica que tiene un origen español
específicamente vasco, es decir, alguno de sus antecesores provino de la madre
patria y se estableció por estos parajes. Hasta aquí nada extraño, hablamos de un
ciudadano boliviano que entregó su vida por su país y para los que conocemos
Calama y Topáter -en las márgenes del río Loa- relacionamos de inmediato dicha
escaramuza con su máximo héroe, Eduardo Abaroa y con Bolivia, pero algo ocurrió
posteriormente, ya que las ramas de dicho apellido resultan ser – en la
actualidad - más abundantes en nuestro país, Chile, que en la propia Bolivia, y
para qué hablar de la presencia de los Abaroa en Centroamérica y América del Norte.
Pensar que, hasta
un poco antes de esta miscelánea o viruta histórica, dábamos por cierto que
todos los ciudadanos bolivianos avecindados en estas latitudes, y muy
especialmente los apellidados Abaroa, habían sido los primeros en marchar a su
país luego de la ocupación de Antofagasta y la toma de Calama, ya sea voluntaria
o involuntariamente, y que dicho apellido era -casi– exclusivo del país
altiplánico.
Pero ¿Quién
fue Eduardo Abaroa Hidalgo?
¿Quiénes
fueron sus descendientes?
¿Por qué esta
descendencia se quedó en Chile?
Eduardo
Abaroa Hidalgo nace en San Pedro de Atacama el 13 de octubre de 1839 y muere en
Calama el 23 de marzo de 1879). Proviene de una familia tradicional de la zona
precordillerana de San Pedro de Atacama, fue el quinto de los ocho hijos de
Juan Abaroa y Benita Hidalgo. Sus hermanos fueron: Cesaria, Guadalupe, casada
en 1850 con Mariano Franco Acuña; Ignacio (n. 1833), casado con Francisca
Angulo Almendares; José, Gregoria, Corina e Irene (n. 1842), casada con Juan
Bautista Ascárate Trujillo.
Se desempeñó -laboralmente-
como comerciante, contador y empresario. Poseía
-además- tierras de pastizales y vegas en Calama que eran utilizadas para la
alimentación del ganado y producción de alfalfa. Calama en dicho tiempo era un
pequeño pueblo de paso, tanto de caravanas de ganado y de minerales.
Se casó con
Irene Rivero Pachas, con quien tuvo cinco hijos: Andrónico, Eugenio, Amalia,
Antonia y Juan Eduardo.
La historia
que lo llevó a la gloria.
Tras el
estallido de la guerra del Pacífico en 1879, que enfrentó a los países aliados
de Bolivia y Perú contra Chile, se incorporó voluntariamente a las tropas
bolivianas. Fue el primero de los civiles en ofrecerse como voluntario al
abogado y coronel de milicias Ladislao Cabrera y se convirtió en su brazo
derecho para los preparativos de la defensa. Cuando todo estuvo listo, Cabrera
le aconsejó que volviese al lado de su familia a lo que él contestó:
Soy
boliviano, esto es Bolivia y aquí me quedo.
Nota:
Según otros
documentos, la respuesta de Abaroa habría tenido lugar en el consulado de
Francia en Antofagasta entre Eduardo Abaroa, quien dirigía la resistencia
civil, y el coronel Villagrán, a cargo de la invasión chilena).
Las tropas
chilenas provenían de Antofagasta vía Caracoles en una marcha a pie y en pleno
desierto de 230 kilómetros aproximadamente. Esas fuerzas venían a cargo del
teniente coronel Eleuterio Ramírez Molina.
Durante la
Batalla de Calama (23 de marzo de 1879), el primer choque armado de la guerra,
el coronel Abaroa era parte de una fuerza boliviana reducida en número, cuya
misión era defender un puente (actual puente Topater) que cruza sobre el río
Loa y era la vía de acceso por el lado sur a la ciudad de Calama.
Este se lanzó
a la lucha con inquebrantable decisión. No le bastó quedarse en una de las
trincheras del Topater. Cruzó el río encabezando al Mayor Patiño, el oficial
Burgos y los ocho fusileros que lo acompañaban. Patiño, Burgos y los soldados
cayeron prisioneros. Él permaneció en una zanja armado con su Winchester —que
llevaba desde el principio— y junto a otros dos fusiles recogidos de compañeros
caídos a su lado.
El peón que
vino con él desde San Pedro de Atacama lo ayudaba a cargarlos.
Defensores de
Calama. Recreación.
El
subteniente chileno Carlos Souper narró en una carta que se publicó en un
diario de Valparaíso:
Cuando el
enemigo desamparó las trincheras fuimos avanzando, saltando fosos y cercas,
llegando a un cerco chico, donde había muchos matorrales y un fosito de 10
varas de largo, con un puentecito de menos de una vara de ancho por donde había
que pasar.
Nos
sorprendió constatar que un boliviano desde dentro hiciera fuego a más de 100
hombres, entre caballería y el 2.º de línea, que iban a pasar por allí. Pues
amigos, nos dio balas duro y fue imposible pillarlo por mucho que se lo
buscaba.
Carlos Souper
El coronel
Villagrán consideró la acción de Abaroa como temeraria, pero patriótica, por lo
cual al principio dio órdenes de no abatirlo. Sin embargo, luego de pasadas las
horas y con soldados chilenos heridos, conminó a la rendición a Abaroa. El coronel
Villagrán no podía esperar más, y lanzó un grito a su oponente:
"¡Ríndase
y le concedo la vida!"
El conminante
grito resonó en el Paso de Topater, y la respuesta, plena de orgullo y llena de
la sinrazón de los hombres que combaten, tiro su rifle al suelo y tronó en el
aire:
"¿Rendirme
yo? ¡Qué se rinda su abuela, carajo!"
Y en ese
grito, con esa respuesta, el ciudadano Abaroa pasó a la historia. El coronel
Villagrán no pudo esperar más ya que las fuerzas de Eduardo Abaroa causaban
demoras y bajas al ejército chileno y fue muy difícil dar con él entre las
trincheras. El coronel Villagrán ordenó el disparo de los fusiles. Lo
impactaron 2 proyectiles, por lo cual quedó tendido y mientras intentaba seguir
disparando, murió ante el asombro de los soldados chilenos; junto a él cayeron
20 bolivianos.
Terminada la
batalla, el cuerpo de Abaroa fue enterrado con honores militares por el
Ejército chileno, el día 23 de marzo en el cementerio de Calama. Su entierro
fue hecho con honores de héroe: se efectuaron veintiún disparos en su honor y
fue envuelto en la bandera chilena, a falta de una bandera boliviana para este
póstumo homenaje.
El 21 de
marzo de 1952, con motivo del 73.º aniversario de su muerte, el gobierno
boliviano repatrió el cuerpo de Abaroa, el que fue escoltado por el ejército
chileno con honores militares hasta la frontera, donde fue recibido por su
símil boliviano. En su exhumación, se recuperaron restos de la bandera chilena
con que fue enterrado y casquillos de las balas disparadas en su honor.
Posteriormente, fue enterrado con honores y en medio de una muchedumbre en la
plaza de La Paz que lleva el nombre del héroe.
Reconocimiento
en Chile
Además de los
honores militares durante el traslado de sus restos, en la ciudad de Calama el
10 de abril de 2007, el gobierno chileno instaló una placa recordatoria en su
honor en el Regimiento Topáter.
Calama cuenta
con una de sus calles principales con el nombre del héroe.
Los Descendientes
Los hijos de
los Abaroa Rivero mantuvieron contacto con los territorios en disputa -actualmente
parte de Chile- donde desarrollaron sus actividades posteriores.
Andrónico
Abaroa Rivero (San Pedro de Atacama, 24 de octubre de 1863-Calama, 27 de
febrero de 1937), fue comerciante, ganadero e industrial, fue también cónsul
vitalicio de Bolivia en Calama. Casó con
Lastenia Córdoba, con quien tuvo dos hijos, Juan y Elena, esta última radicada
en Antofagasta y casada con el inmigrante croata Policarpo Luksic Ljubetic, siendo
los fundadores de la familia Luksic.
Eugenio
Abaroa Rivero (San Pedro de Atacama, 1866- ¿?), casado con Margarita Franco,
fue agricultor, con descendencia en San Pedro.
Amalia Abaroa
Rivero (bautizada en San Pedro de Atacama, 23 de septiembre de 1868- ¿?), se
casó el 26 de octubre de 1891 en su pueblo natal con Luciano de los Ríos, con
quien se estableció en Salta durante el siglo XX.
Antonia
Abaroa Rivero (bautizada en Chiu-Chiu, 13 de agosto de 1874- ¿?), radicada en
Antofagasta durante el siglo XX.
Juan Eduardo
Abaroa Rivero (Calama, 1878- ¿?), radicado en su ciudad natal, fue comerciante
y tuvo por hijos a José, Óscar, Elsa, Eliana y Adelaida.
Andrónico, el
emprendedor
De estos herederos,
fue Andrónico Abaroa Rivero, el hijo mayor del matrimonio, quien detentaba un
espíritu emprendedor y se convirtió en un importante y altruista empresario de
Calama. A finales del siglo XIX, aprovechando la fertilidad de este oasis, se
dedicó al sembradío de alfalfa en los terrenos que heredó de su padre, y al
abastecimiento de ganado para los campamentos mineros cercanos a Calama,
formalizando en 1909 la famosa “Ganadera Abaroa”. Creó una importante corriente
de comercio entre los oasis del desierto Atacama con los países vecinos.
Él tuvo
siempre un talento especial para los negocios, y un cariño especial por su
ciudad. Su fortuna le permitió ser el primer Calameño en contar (entre otras
cosas) con vehículo motorizado, además, en 1907 fue el fundador y primer
director de la Primera Compañía y Cuerpo de Bomberos de Calama, sitios donde,
hasta el día de hoy, se mantienen algunas piezas históricas de él, tales como
su retrato y las actas de fundación. También financió gran parte de la
construcción de la actual catedral de Calama, y su nombre quedó ligado
estrechamente a la historia de esa ciudad.
La historia nos
dice:
… Tras la
muerte de su padre en la defensa de Calama, en 1879, Andrónico -con tan solo 14
años- se encargaría de administrar las tierras heredadas de Eduardo Abaroa…
Fue el
primero en crear una fábrica de explosivos en Calama y, en el año 1913,
construyó una empresa hidroeléctrica, para abastecer a sus fábricas y vender
energía a terceros. La hidroeléctrica se instaló en Calama a orillas del río
Loa, en un sector popularizado, en aquellos años, con el nombre de “Las
Turbinas”, estableciendo la “Firma Abaroa y Compañía”.
Sin embargo,
el elemento clave para acrecentar la fortuna familiar fue el descubrimiento de
las reservas de cobre más grandes del mundo, ubicadas en la mina de
Chuquicamata, ya que, al ser de la zona, ellos tuvieron la oportunidad de convertirse
en los principales proveedores de alimentos, materiales y servicios para
Chuquicamata (entonces perteneciente a la Anaconda Copper Company). Es ahí
donde comienza a hacerse su fortuna y la de sus hermanos.
En la década
de 1930, el municipio de Calama da lectura a un contrato con la firma Abaroa y
compañía, para el suministro de energía para el alumbrado público eléctrico del
entonces pueblo de Calama. El mismo año en que Andrónico dejó este mundo.
Fue operado
de emergencia la mañana del 27 de febrero de 1937, en el cercano puerto de
Antofagasta, falleciendo al mediodía de aquel triste día. Sus restos llegaron a
Calama el día siguiente, a las 16:00 hrs, en un carro ambulancia proporcionado
por el FFCC. Andrónico descansa hasta nuestros días en el mausoleo que
construyó en vida en el cementerio municipal de Calama.
Elena, la
hija boliviana
La hija de
Andrónico Abaroa se llamó Elena, que nació en Tupiza (Potosí, Bolivia) y llegó
a vivir a Chile cuando cumplió los 18 años. Los medios impresos chilenos, como
La Segunda y la revista Qué pasa, entre 2013 y 2014, la citan como “la hija de
un acaudalado empresario antofagastino” (Andrónico Abaroa), que detentaba “mucho
carácter y una inteligencia privilegiada”. Elena se casó a principios del siglo
XX con Policarpo Luksic, originario de Croacia.
A la muerte
de don Andrónico Abaroa, Elena heredó los negocios de éste, junto a su hermano
Juan, pero ella resultó heredar también el talento organizativo y la habilidad
de negocios de su padre, con los que conservó la fortuna familiar y educó a sus
hijos en Europa y Estados Unidos. De los dos hijos que tuvo Elena con
Policarpo, fue Andrónico Luksic Abaroa quien heredó el talento para los
negocios (el otro hijo se llama Vladimir)
Cuando sus
dos hijos terminaron sus estudios de colegio, Elena los citó en su escritorio y
les dijo que su responsabilidad terminaba ahí y que de ahora en adelante ellos
debían forjar su destino; además, la madre le dio 1.000 dólares a cada uno,
según el reportaje “Una historia personal”, que publicó Qué pasa en marzo de
2013.
Andrónico
Luksic Abaroa partió rumbo a Europa, a París, a estudiar leyes. Sin embargo, en
ese viaje es que se adentra en el mundo de los negocios, relacionados con el
intercambio de dinero. “Cuatro años después regresó a Antofagasta con US$ 30
mil (unos US$ 1,3 millones de hoy) los que invirtió en una casa de cambios y
una concesionaria Ford de su tío Juan. Luego, adquirió -con un socio- la mina
de cobre Portezuelo, pero cuatro años después una firma japonesa le ofreció
comprarla, pagándole 500 mil dólares (US$ 21,5 millones actuales). A los 30
años ya era millonario, nos dice un reportaje de La Segunda.
El Grupo
Luksic fue fundado por Andrónico Luksic Abaroa en los años 50 en Antofagasta.
Sus actividades iniciales se relacionaban con la minería, con el cobre como
punta de lanza, y con su concesionaria Ford. En la actualidad, las inversiones
de este emporio están en varios rubros, que van desde las telecomunicaciones,
pasando por servicios financieros, hasta la manufactura, e incluso se sabe que
tienen inversiones en Inglaterra, China y Croacia. En agosto de 2005 murió
Andrónico Luksic Abaroa, a quien se le llama “el Patriarca”. Sus tres hijos, Andrónico, Guillermo (quien murió
en 2013) y Jean Paul, se pusieron al frente de sus negocios.
Una paradoja
de la historia de esta familia es, sin duda, que el centro neurálgico desde
donde los Luksic-Abaroa alcanzaron el éxito y comenzaron a construir su fortuna,
fue en Antofagasta, en territorio chileno.
Como
corolario:
Mientras los
restos de Abaroa reposan en Bolivia, parte de su descendencia aun transita,
vive y prospera por el territorio chileno.
Ahora ¿Quién
es el insigne historiador que procura sacar algún rédito hablando tan mal de
nuestro país?
La verdad, no
vale la pena el siquiera nombrarlo. No debe de haber sido muy feliz su estadía
en este país que lo vio nacer.
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