Arriba del refugio y sin los 33
Por la Comuna de Caldera
Pregunté -como se amerita en una persona nacida y
educada para el bien- por los otros 32. En mi mente me había hecho a la idea
que en este recorrido los vería a todos y no fue así y la respuesta tampoco estuvo
a la altura de lo que yo quería oír. Pero entendí, porque viví en un campamento
minero y se que son las circunstancias las que reúnen a la gente (en este caso
el trabajo) pero no tienen porque ser amigos, yuntas, compañeros. Ellos estuvieron
ahí por circunstancias, pasadas las vicisitudes, todos siguen su rumbo.
A la Ruta de los Caminantes.
Verificamos la Rosa de los Vientos, la que siempre nos
acompaña y enfilamos la proa de nuestro navío -rodante- en dirección al este, para
internarnos por el medio del desierto de la comuna de Caldera. La misión era
una sola, llegar hasta la Mina san José, aquella en donde se realizó una de las
máximas proezas de los tiempos modernos, una proeza tanto de la ingeniería
minera como del espíritu humano, rescatar con vida a 33 hombres -con sus
historias- desde las profundidades de la tierra. Este fue un hecho que nos
llenó de orgullo y que dio la vuelta al mundo, dando a entender que esta raza
bravía también piensa en la vida y está para lograr grandes hazañas, cuando se
lo propone y cuenta con la guía correcta.
Pero ¿Qué diremos sobre este episodio del cual aún nos
vanagloriamos,
si es tan
conocido por todos?
Tal vez sea así, pero las nuevas generaciones,
aquellas que nacieron un poco antes, durante o después de dicho evento (de
aquel jueves 05 de agosto del 2010, a las 14:30 horas) no vivieron el drama de
los días de búsqueda, no supieron de euforias al saber que estaban vivos y no siguieron
el rescate -en vilo- frente a un televisor, más aún cuando toda esta vivencia
ha pasado al inobjetable olvido de muchos mientras que otros sólo las recuerdan
procurando desestimar las figuras emblemáticas de aquel momento.
Por el Camino
Vamos subiendo. Nos adentramos por un camino muy bien
mantenido y muy bien señalizado. La camanchaca campea por las cumbres bajas y
se enseñorea por las resecas quebradas. Subimos lentos pero seguros, son algo
más de 30 km los que debemos avanzar y el frio se hace sentir. Increíble,
estábamos inmersos en el desierto de Atacama, donde el sol es el rey, pero la
camanchaca no se doblega. Tal vez al mediodía nos estaremos resecando, por lo
que había que aprovechar ese grato momento.
En la San José
Llegamos a la entrada, doblamos a la izquierda, y nos detuvimos
en un pequeño campamento en donde nos recibió el encargado. Vemos las banderas
en la cumbre de la Loma, banderas que simbolizan a cada uno de los mineros de
la tragedia. Subimos unos pocos metros más (en el bus) y llegó el momento de
bajarse a contemplar el espacio. Ahí nos encontramos con uno de ellos, uno de
los sobrevivientes de los 33, Jorge Galleguillos y no había estrella (ánimo de
figurar) en su comportamiento o en su forma de hablar, tan sólo una persona más
que nos quería contar su historia y mostrar el lugar.
Cuando nos dijo que podíamos recorrer el sitio, la
gente lo entendió literal y partieron raudos a buscar pertrechos, agua y
bastones trekking para iniciar la caminata, por lo que hubo que explicarles que
se debían subir al bus, ya que accederíamos a cada punto en vehículo. Ahí se
vino una inesperada rebelión y los correspondientes descargos de los que
querían caminar, que querían entrar en la mina, que había que bajarlos al
refugio, que traigan la Fénix y que viniese Golborne. Se les explicó que estábamos
en una zona minera y que, por mucho que la mina estuviese cerrada, había que
tener cuidado; además, las distancias eran considerables y en honor al tiempo
era recomendable el seguir las indicaciones y subir al vehículo.
Nuestra gente aceptó -a regañadientes- el subir al bus
y he de decir que si el viaje no hubiese sido tan bueno -como lo fue- y tan emotivo
-como también lo fue- este escribano no hubiese llegado al final del viaje.
Tengo testigos para afirmar mi descargo.
Al final del recorrido, y ya en el último de nuestros
actos en estos parajes, tuvimos que subir por el cerro de las banderas y evocar
-en nuestra memoria- a cada uno de los mineros. Uno de ellos ya no está -se nos
dijo- y entre los participantes intercambiaron opiniones y recuerdos para traer
a la memoria presente a dicha persona.
Finalmente llegaron las selfis con Jorge, los abrazos,
los apretones de mano y las solicitudes de números. Algunos afirman que
volverán, otros clamaron por el almuerzo. Bajamos nuevamente al puerto de
Caldera (a su mercado principal) y nos desperdigamos para que el almuerzo fuese
más rápido. A las 16:00 hr, ya alimentados, partimos rumbo a casa, volvimos a
nuestra Antofagasta.
Estuvimos allí, donde gran parte del mundo estuvo hará
15 años atrás, incluidos, muchos de nosotros y no son pocos los que aún
recuerdan lo que estaban haciendo en aquellos días; en este caso, éramos 34
personas comentando nuestras vivencias, desde que leyeron el “Estamos bien en
el refugio, los 33” hasta cuando fueron rescatados. Nadie fue indiferente en
ese momento y nadie quedó indiferente en esta visita.
Volveremos. Caldera es hermosa y tiene mucho para
ofrecernos, especialmente sobre la flora y la fauna, que es donde quedamos en
deuda en esta oportunidad, dedicados por completo a revivir este episodio
histórico.
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