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jueves, 5 de junio de 2025

ARRIBA DEL REFUGIO Y SIN LOS 33

Arriba del refugio y sin los 33

Por la Comuna de Caldera


Pregunté -como se amerita en una persona nacida y educada para el bien- por los otros 32. En mi mente me había hecho a la idea que en este recorrido los vería a todos y no fue así y la respuesta tampoco estuvo a la altura de lo que yo quería oír. Pero entendí, porque viví en un campamento minero y se que son las circunstancias las que reúnen a la gente (en este caso el trabajo) pero no tienen porque ser amigos, yuntas, compañeros. Ellos estuvieron ahí por circunstancias, pasadas las vicisitudes, todos siguen su rumbo.

 

A la Ruta de los Caminantes.

 

Verificamos la Rosa de los Vientos, la que siempre nos acompaña y enfilamos la proa de nuestro navío -rodante- en dirección al este, para internarnos por el medio del desierto de la comuna de Caldera. La misión era una sola, llegar hasta la Mina san José, aquella en donde se realizó una de las máximas proezas de los tiempos modernos, una proeza tanto de la ingeniería minera como del espíritu humano, rescatar con vida a 33 hombres -con sus historias- desde las profundidades de la tierra. Este fue un hecho que nos llenó de orgullo y que dio la vuelta al mundo, dando a entender que esta raza bravía también piensa en la vida y está para lograr grandes hazañas, cuando se lo propone y cuenta con la guía correcta.

Pero ¿Qué diremos sobre este episodio del cual aún nos vanagloriamos, si es tan conocido por todos?

Tal vez sea así, pero las nuevas generaciones, aquellas que nacieron un poco antes, durante o después de dicho evento (de aquel jueves 05 de agosto del 2010, a las 14:30 horas) no vivieron el drama de los días de búsqueda, no supieron de euforias al saber que estaban vivos y no siguieron el rescate -en vilo- frente a un televisor, más aún cuando toda esta vivencia ha pasado al inobjetable olvido de muchos mientras que otros sólo las recuerdan procurando desestimar las figuras emblemáticas de aquel momento.

 

Por el Camino

Vamos subiendo. Nos adentramos por un camino muy bien mantenido y muy bien señalizado. La camanchaca campea por las cumbres bajas y se enseñorea por las resecas quebradas. Subimos lentos pero seguros, son algo más de 30 km los que debemos avanzar y el frio se hace sentir. Increíble, estábamos inmersos en el desierto de Atacama, donde el sol es el rey, pero la camanchaca no se doblega. Tal vez al mediodía nos estaremos resecando, por lo que había que aprovechar ese grato momento.

 

En la San José

 

Llegamos a la entrada, doblamos a la izquierda, y nos detuvimos en un pequeño campamento en donde nos recibió el encargado. Vemos las banderas en la cumbre de la Loma, banderas que simbolizan a cada uno de los mineros de la tragedia. Subimos unos pocos metros más (en el bus) y llegó el momento de bajarse a contemplar el espacio. Ahí nos encontramos con uno de ellos, uno de los sobrevivientes de los 33, Jorge Galleguillos y no había estrella (ánimo de figurar) en su comportamiento o en su forma de hablar, tan sólo una persona más que nos quería contar su historia y mostrar el lugar.

Cuando nos dijo que podíamos recorrer el sitio, la gente lo entendió literal y partieron raudos a buscar pertrechos, agua y bastones trekking para iniciar la caminata, por lo que hubo que explicarles que se debían subir al bus, ya que accederíamos a cada punto en vehículo. Ahí se vino una inesperada rebelión y los correspondientes descargos de los que querían caminar, que querían entrar en la mina, que había que bajarlos al refugio, que traigan la Fénix y que viniese Golborne. Se les explicó que estábamos en una zona minera y que, por mucho que la mina estuviese cerrada, había que tener cuidado; además, las distancias eran considerables y en honor al tiempo era recomendable el seguir las indicaciones y subir al vehículo.

Nuestra gente aceptó -a regañadientes- el subir al bus y he de decir que si el viaje no hubiese sido tan bueno -como lo fue- y tan emotivo -como también lo fue- este escribano no hubiese llegado al final del viaje. Tengo testigos para afirmar mi descargo.

 

Al final del recorrido, y ya en el último de nuestros actos en estos parajes, tuvimos que subir por el cerro de las banderas y evocar -en nuestra memoria- a cada uno de los mineros. Uno de ellos ya no está -se nos dijo- y entre los participantes intercambiaron opiniones y recuerdos para traer a la memoria presente a dicha persona.

Finalmente llegaron las selfis con Jorge, los abrazos, los apretones de mano y las solicitudes de números. Algunos afirman que volverán, otros clamaron por el almuerzo. Bajamos nuevamente al puerto de Caldera (a su mercado principal) y nos desperdigamos para que el almuerzo fuese más rápido. A las 16:00 hr, ya alimentados, partimos rumbo a casa, volvimos a nuestra Antofagasta.

Estuvimos allí, donde gran parte del mundo estuvo hará 15 años atrás, incluidos, muchos de nosotros y no son pocos los que aún recuerdan lo que estaban haciendo en aquellos días; en este caso, éramos 34 personas comentando nuestras vivencias, desde que leyeron el “Estamos bien en el refugio, los 33” hasta cuando fueron rescatados. Nadie fue indiferente en ese momento y nadie quedó indiferente en esta visita.

Volveremos. Caldera es hermosa y tiene mucho para ofrecernos, especialmente sobre la flora y la fauna, que es donde quedamos en deuda en esta oportunidad, dedicados por completo a revivir este episodio histórico.


















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