Antofagasta-Chile
Las Calles del Ayer
Antofagasta-Chile 1922
El día de hoy nos fuimos a recorrer nuestra ciudad, la perla
del Norte, y el motivo que nos convocó parecía simple (esto lo pensamos
siempre) aunque tenía sus inconvenientes. Nuestra propuesta fue el de recorrer
las antiguas canteras de la ciudad, aquellas que se encuentran en las faldas de
los cerros centrales, pero dichas canteras han pasado por una centuria de
transformaciones (con cementerio incluido) y en la actualidad están ocupadas
por la población o ya forman parte de estas, es decir, llegar a ellas -a este
pasado histórico que convocó laboralmente a mucha gente- no es difícil, pero
acceder sí lo es.
Hemos de tener muy en claro que no todo lo antiguo es
patrimonio, pero lo que han formado los vecinos de la población Miramar -en los
vestigios de dicha cantera- es sorprendente. Una pequeña plaza -muy bien
tenida- con una hermosa escalera que da al alto del territorio y nos muestra
una maravillosa vista de la ciudad.
¿Porqué de dicha visita?
Un hecho insólito para nuestros tiempos.
Don Rodrigo Castillo Tapia nos dice:
Hace poco más de 100 años atrás, bajo la administración del
alcalde Maximiliano Poblete –el mejor alcalde que ha tenido la ciudad, al
parecer-, y merced a un préstamo obtenido en Londres, se destinaron 136.000
libras esterlinas para la pavimentación de las calles de la ciudad. (Algo que
resultaría irrealizable en este tiempo, y conllevaría a demandas varias por
parte del Estado en contra del edil, ya que las calles son responsabilidad del
Ministerio)
Pues bien, de entre los oferentes, se aceptaron las
siguientes propuestas:
De la firma “City Street Improvement Co.”, con su pavimento
“Bithulithic” de la “Warren Brothers”, para las calles Sucre, Prat y Baquedano,
desde Washington a Matta; Washington y San Martín, desde Bolívar hasta Maipú y
Matta entre Serrano y Copiapó.
De la firma “Puelma y Lavín”, con su pavimento “Macadam”,
para las calles Sucre, Prat y Baquedano desde Matta hasta la Avenida Argentina,
y para calle 14 de Febrero y Avenida del Brasil, hasta llegar al Club Hípico
(actual Estadio Regional).
Y de la firma “José Antonio Rosales”, para el pavimento
Adoquinado sobre base de concreto, para los extremos de las calles, incluyendo
la calle Washington, cercana en ese entonces a los muelles y malecones.
Cada uno de estos pavimentos se trabajaba de manera
diferente, y sirvieron como prueba de su efectividad para su uso posterior en
otras ciudades. Es de destacar que, en 1917, dos años después de la instalación
de estos pavimentos, en la propia capital, Santiago, se hablaba con admiración
de las calles de Antofagasta, como puede leerse todavía en la Revista Zig-Zag
del 21 de julio de ese año.
De estos tres pavimentos, el menos duradero resultó ser el
Macadam, que consistía en una carpeta de 25 cm de piedras trituradas de tres
tamaños diferentes, yendo la más gruesa abajo. Esto se compactaba con rodillos
para darle cohesión. Este pavimento debió ser posteriormente reemplazado, por
su deficiente desempeño, tanto con adoquines como con Bithulithic.
El pavimento Bithulithic, del que se sabemos por registros
escritos que duró más de 15 años en perfectas condiciones, llevaba áridos de
diversa granulometría (desde 75 mm hasta polvo) mezclados con bitumen (asfalto)
y es el predecesor del asfalto de uso actual.
Y, finalmente, pero sin embargo el más duradero, aunque no el
más apreciado, el pavimento de adoquines, que aún hoy, 110 años después,
podemos ver en algunos pocos lugares de nuestra ciudad, tales como el Pasaje
Andrónico Abaroa (junto al Registro Civil), el final de calle 14 de Febrero y
el acceso al Cementerio. No sólo se ha hecho poco por conservar este histórico
pavimento, sino al contrario, mucho se ha hecho por eliminarlo, ya sea
cubriéndolo con el feo asfalto, o simplemente reemplazándolo por éste. Una
actitud francamente deplorable de las sucesivas autoridades edilicias de
Antofagasta, que nada han hecho por conservar la memoria de nuestra ciudad.
Estos adoquines, cuyo nombre proviene del árabe “ad-dukkân”,
que significa “piedra a escuadra”, miden 25 cm de largo por 15 de ancho, y
fueron trabajados a mano en varias canteras de la firma “Rosales”, las que se
encontraban en lugares que entonces eran las afueras de la ciudad, pero que hoy
están inmersas en esta. Todavía pueden observarse los grandes cortes que se
hicieron en las rocas para obtener los adoquines, quedando una suerte de
amplios anfiteatros que muchos antiguos antofagastinos conocen y recuerdan muy
bien.
Los adoquines se instalaban uno a uno, en apretado conjunto,
rellenando los resquicios con arena, y constituyen un pavimento muy duradero,
el que se puede observar todavía en algunas calles de nuestras ciudades, y no
sólo en nuestro país.
Lamentaremos siempre la falta de cuidado y mantenimiento de
los pocos adoquines que quedan todavía en Antofagasta, los que son el mejor
reflejo del poco aprecio que se tiene en la ciudad por su propia historia.
Como Corolario:
Muchos no conocen Antofagasta o tan sólo ubican alguno que
otro sitio que asoma disperso en antiguas postales o imágenes, menos aún sabrán
la disposición de sus calles y sus nombres, pero anexaremos un mapa (bien
detallado) para que sepan de lo que hablamos y entiendan este pasaje histórico
que exponemos a ustedes.
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