Por Muro Norte
Hasta los Abismos
Este domingo
08 de junio nos fuimos a caminar por la cordillera costera de Antofagasta-Chile
con la finalidad de prepararnos para una nueva cumbre en la zona intermedia del
desierto. La travesía -propuesta- era simple, aunque, la valoramos como nivel
medio, especialmente por la distancia y los obstáculos que debíamos sortear.
El primero de
los obstáculos redunda más en lo valórico-emocional que, en las dificultades.
Había que atravesar por un espacio (De Tomas) que se modifica y crece semana
tras semana, mes tras mes. Tenemos nuestras opiniones al respecto, pero en esta
oportunidad no van al caso y traspuesta dicha maraña de construcciones
proseguimos en dirección a la base de los cerros en procura de nuestro objetivo.
Un alto en el
Camino
Luego del
desayuno de rigor, de explicar lo que se viene y lo que se espera de cada uno,
nos detuvimos a contemplar el territorio y hacer algo de memoria (contemporánea)
de lo que había por estos lares hará tan solo una década y lo que llegaremos a
ver en poco tiempo más. Mientras nos dedicábamos a observar, un poco más
arriba, en uno de los cerros bajos -usado cual atalaya- nos observaba una
persona, era evidente que estaba custodiando las construcciones de más abajo y
ya había avisado de nuestra presencia.
Ya en la
grieta de Muro Norte
Muro Norte es
nuestro tributo. Fue el nombre que le brindamos hará unos 20 años atrás a esta
quebrada y lo tiene bien merecido ya que, por gran parte del trayecto a la
cumbre, hay que trepar o bordear por enormes riscos. Esta quebrada se encuentra
por el norte de la ciudad de Antofagasta, es muy húmeda ya que cuenta con
paredones que actúan como biombos captando la humedad de la camanchaca mediante
la condensación de las minúsculas gotas de agua contenidas en el aire costero.
La flora en dicha grieta no es muy variada (en estas temporadas) pero sobresale
el Atriplex (Cachiyuyos), la Frankenia (salitre) y la Tetragonia (marítima y
angustifolia). No podemos olvidar un detalle que consideramos importante. Esta
grieta es dinámica, se modifica cuando cae algo de agua. Es decir, mientras no esté
presente la humedad, la tierra y las piedras (rocas) se funden como concreto y
resultan casi inamovibles, pero a la mínima precipitación, esta amalgama se
torna débil y resulta muy peligroso para el transito ya que nada del lugar
resulta seguro aunque sea para el simple agarre o la puesta de los pies, pero
conocemos el espacio y asumimos el desafío.
Llegábamos a
una cumbre (falsa) y venía la otra.
Así fuimos subiendo
y trepando de cumbre en cumbre hasta llegar a la cumbre verdadera. Algunos
preguntaban cuando acabaría el martirio y solo se podía decir que faltaba poco,
apenas unos pasos más.
Muchos tenían
la confianza de encontrarse con un paisaje maravilloso, una hermosa vista
panorámica de la ciudad, pero no pudo ser. Apenas llegamos asomó la camanchaca
y lo cubrió todo. Tristeza por las probables selfis que no fueron, pero felices
por el botón de energía que nos brindaba dicha niebla y su aire frio.
Cuando
cruzamos desde una de las alas del valle, por el que transitábamos, al otro, atravesando
un estrecho cordón montañoso del cual emergen quebradillas, grietas y algunas
serranías que corren longitudinales a la costa, nos vamos encontrando con
antiguas faenas mineras, son los vestigios de la antigua minería del cobre en
este territorio, esa minería de subsistencia en la que se usaba la fuerza del
hombre, capacho a la espalda, cuerdas para acceder a los piques profundos,
pirques para pernoctar por semanas y en donde había que contar con animales de
carga para sacar el mineral del lugar. Por eso lados no hay caminos, tan solo
senderos muy dispersos que se mezclan y confunden con los antiguos senderos de
guanacos que aún se conservan. El material (seleccionado y de descarte) está
ahí, los rastros de su vida también y resulta beneficioso el sentarse -por unos
minutos- e imaginar una escena cotidiana en la vida de estos hombres del ayer,
de sus hijos y mujeres.
Fueron 11
kilómetros de caminar, de obstáculos y precauciones. No hay cantos de aves y
solo los reptiles -las lagartijas- merodean por estos parajes. Las cactáceas columnares (las que aún se
conservan con vida) se ven verdes, robustas, rebosantes, llovió a finales del
año pasado y eso las ha revitalizado.
Descendemos
los muros de la última quebrada que nos separa del final de la ruta, la
quebrada El abismo y en esta grieta debemos tener mucho cuidado. Subir puede
resultar más sencillo que bajar y los senderos, abiertos por sobre las rocas,
cuentan con piedras y arrastres que dificultan el caminar, más bien lo tornan
peligroso.
16:00 horas,
el vehículo nos espera, todos felices por haber llegado sanos y enteros a la
meta y con el convencimiento que, la siguiente cumbre, el del Tres Tetas
(literal) con su cima por sobre los 1700 m.s.n.m. no nos resultará difícil.
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