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lunes, 21 de julio de 2025

QUEBRADA EL MÉDANO

Quebrada El Médano

El Arte en las Rocas


Para nuestros coterráneos —los antofagastinos y los connacionales— visitar quebrada El Médano no es una actividad que esté dentro de su agenda y suele suceder con muchos de los atractivos con los que contamos en nuestro territorio, inclusive con los más representativos. Podemos dar fe —por ejemplo— de que aún existen antofagastinos que no conocen la Portada e, inclusive, elaboradores de planes turísticos regionales (muy bien pagados) que no conocen —salvo en imágenes— los puntos de mayor interés a considerar en sus propias recomendaciones, algo así como un experto en turismo dando charla sobre el Monumento Natural la Portada, pero sin conocer la Portada y, cuando se hace mención a esto, a la falta de seriedad y al gasto innecesario de recursos, los responsables solo tratan de eliminar al mensajero, es decir, a Caminantes del Desierto, y no mejorar sus prácticas. Es lo que hay, me decía mi abuela.

 

Tres cucharadas y a la papa.

 

Pues bien. Siempre nos han contactado desde lugares diversos y muy especialmente de Europa, por gente que suele admirar lo primitivo, lo rústico, con la finalidad de que los llevemos a Quebrada El Médano y damos la respuesta correspondiente. No somos turismo.

 

Ahora, ¿qué tiene la mentada quebrada de interesante?

 

Es un tesoro de la humanidad, algo único e increíble. Sobre 1000 pinturas rupestres (de la antigua cultura-complejo costero) que deja atónito al conocedor y encantado al visitante.

La Quebrada El Médano —cuyo nombre deriva de la arena, por los acúmulos de arena en la parte baja de la quebrada— se ubica en la comuna de Taltal, región de Antofagasta-Chile. Es una quebrada que nace por la unión de tres brazos (grietas) a nivel de los 2.200 m s. n. m. y luego de un tortuoso avance y con la presencia atemorizante de un gran murallón de sobre 100 metros, desemboca en la costa, al norte de la localidad de Paposo. En su extenso trayecto nos podemos encontrar una gran cantidad de pinturas rupestres, pinturas que fueron adjudicadas a los antiguos habitantes, los Camanchacos, quienes, según los expertos, subían a estas cumbres en épocas en las cuales no se podía extraer productos del mar o para variar la dieta con la carne de los guanacos que cazaban y los vegetales que recolectaban (La dieta de los Camanchacos. Doctora Bente Bittmann).

Por su nacimiento, sobre los 2000 metros, la camanchaca no se hace presente y es el sol quien se enseñorea por dichos parajes, un sol inclemente, en cualquier época del año, el cual se concentra en los fondos, resecando el aire y dificultando la respiración y la marcha, especialmente en el retorno.

Por el lugar nos encontramos con vegetación y esta vegetación es única, maravillosa, fragante, endémica. La roca —en su mayor parte es de colores oscuros— recibe el calor del día y lo libera en la noche, provocando la condensación de la poca humedad presente por el lugar, generando la poca agua con la que subsisten las especies vegetales de la quebrada. También hay precipitaciones, escasas y distantes en tiempo e intensidad. Inclusive, ha habido nevadas en años anteriores. Les parecerá sorprendente y poco creíble, pero el desierto es así, un amasijo de sorpresas.

 

Ahora vienen las controversias y las sorpresas.

 

Este lugar fue recorrido —además de los antiguos caravaneros— por gambusinos y cateadores; las muestras de su presencia están dispersas por los cerros y quebradas, ya que estos lugares no solo prometen la presencia de cobre, sino también de otros minerales. Ahora, de que alguno de ellos se hubiese fijado en la existencia de las pinturas rupestres, es muy probable, y también resulta probable que hubiese sido uno de ellos el que brindase la información a Augusto Capdeville, quien fue el primero en registrar dichas pinturas por el año 1918. Les parecerá sorprendente y sabemos que resulta habitual que aún existan individuos que tratan de adjudicarse la invención del fuego, y esto pasó con dicha quebrada y sus pinturas, que un individuo ha procurado adjudicarse su redescubrimiento —durante mucho tiempo— el descubrimiento de otro, por supuesto.

También hablamos de sorpresas. ¿Quién podría siquiera imaginarse que tamaño tesoro, un tesoro que brinda identidad a todo un territorio, estaría tan a trasmano y tan distante de la gente?

Primero. No es fácil acceder —siquiera— a la parte superior de la quebrada. Hay que desplazarse 9 kilómetros por un camino minero en muy mal estado.

Segundo. No hay senderos ni señaléticas. Este territorio sigue tal cual como lo conocieron los antiguos caravaneros y puede resultar una buena medida para que no lleguen los destructores, pero llegará algo peor que la gente, las mineras.

Tercero. Hay información, dosieres, dípticos e invitaciones a visitar la quebrada, pero no hay nada que indique la ruta, los peligros, los cuidados, etc. La invitación es a la aventura y ya nos hemos encontrado con gente perdida en el lugar, desorientada, insolada, y damos gracias a todos los dioses por haber estado allí para socorrerlas.

 

Hablamos de pinturas rupestres y hablamos de camanchacos.

 

Fueron varias las etnias que habitaron la costa, mariscando, pescando, cazando. A todas ellas se les agrupó en una sola etnia y se les llamó Changos (nombre brindado por un occidental). Nosotros —seres no muy distintos a ustedes, pero respetuosos— les llamamos camanchacos, el nombre por el cual eran conocidos y reconocidos por los demás, la gente de la Camanchaca.

Estos pescadores recolectores vivieron y trashumaron por la costa (en sus balsas de cuero de lobo) por miles de años y en esta parte del territorio han procurado buscarle un sentido a la presencia de las pinturas rupestres, tan arriba de la cordillera costera e indicando —cual señalética— la ruta por la cual los viajeros del interior podían llegar a la costa y, a un núcleo familiar en especial. La finalidad era indicar el camino para comerciar, intercambiar los productos que podían resultar necesarios (para variar la precaria dieta), para la ornamentación e inclusive para la obtención de herramientas (líticas), puntas de proyectiles.

Como todo es en base a la suposición. Pensamos que estos lugares eran sitios ceremoniales y de iniciación. Nadie puede asegurar o negar que esta gente tuviese su deidad o sus deidades a las cuales se hacían ofrendas y rogativas. De igual manera, hemos encontrado (pintadas en las rocas) figuras muy diminutas, como si alguien hubiese realizado un croquis o esbozo antes de plasmar la figura principal. Hemos llegado a pensar que en estos parajes se hacían ritos de iniciación (de niños a jóvenes) y eran aulas de enseñanza, para educar a los niños sobre las especies que habitaban en el mar y en la tierra y que servían para su alimentación. Cómo atraparlas, cazarlas, acecharlas, etc.

En los muros no hay trabajo de mujer, ya sea recolectando vegetales o recolectando mariscos. Todo es un indicativo de lo que hacían los cazadores y de lo que se pretendía hacer en el futuro cercano (la presencia y la caza de animales para la subsistencia).

 

La data de las pinturas

 

Se habla (según los expertos) de que dichas pinturas tienen una data que nos lleva por sobre los 2000 años atrás. 2500 años para ser exactos.

 

¿De qué elaboraban estas pinturas?

 

El color está dado por la hematita (óxido de hierro), un mineral muy común por estos lados. Ahora, no es factible aplicar el pigmento sin tener alguna que otra base y un fijador.

He aquí donde entran los supuestos y los que saben.

Según los conocedores, para poder brindar una base al pigmento rojo (de hematita), la cual debía ser triturada hasta convertirla en polvillo, se usaba clara de huevo de aves marinas, unida a grasa de lobo marino (la que nunca faltaba) y se podía mezclar, además, con la savia del lechero (Euphorbia lactiflua). Hemos de contarles que, mucho antes que un experto dijese —siquiera— que descubrió pinturas rupestres que tenían un color muy distinto al habitual, hicimos mención de dichas pinturas en nuestras páginas, pero no somos amantes de la bulla y no nos preocupamos de los aplausos, vítores y parafernalias. Solo vamos avanzando y descubriendo el porqué de dicha variación en el color. Pues bien, en aquel tiempo no lo sabíamos, ahora sí. Cambiaron la receta. Lo que se hizo por miles de años de una manera, se cambió y esto provocó dicha variación en el color. Los dibujos eran los mismos, los muros no variaban en la quebrada, solo cambió uno de los excipientes utilizados que hizo que el tinte (óxido de hierro) se oxidase más o menos de lo habitual, es decir, en mayor o menor grado.

 

Porque dejaron de hacerlo (de pintar).

 

Llegaron los occidentales (la data de las pinturas así lo dice) y dejaron de lado sus costumbres y se asimilaron a la nueva población (esto es lo que dicen algunos).

Más profundo:

Llegó a religión, fueron adoctrinados en la fe, se les dijo que debían vestirse, cristianizarse, rezar, dejar sus costumbres.

No se extinguieron, pasó algo peor. Se asimilaron.

 

Este domingo 20 de julio del año 2025 estuvimos ahí; muchos de los participantes llegaron agotados al extremo en su regreso al vehículo, pero todos fuimos y todos volvimos sanitos y felices. Nada fue modificado, no quedó basura alguna y siempre agradecidos a la naturaleza nortina, esa que por sus condiciones permite preservar tamaña maravilla.

¿Volveremos? Claro que sí. El Médano ya forma parte del recorrido patrimonial de Caminantes del Desierto.

Aquello de Caminar con objetivos.



















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