El Tábano Florícola
Ya les hemos hablado de ellos, anteriormente. De hecho, son
tema obligado en la temporada primaveral, ya que es cuando se reproducen y, por
tanto, nos pican a mansalva.
Hablamos, obviamente, de los tábanos, esos grandes dípteros
(o moscas) que suelen deleitarse con nuestra sangre cuando vamos a los
territorios en que habitan.
Los tábanos son una familia de moscas que vive en casi todo
el mundo, a excepción de las zonas polares, y que agrupa a unas 4.500 especies,
divididas en 160 géneros, de los cuales hay varios en Chile, siendo el más
numeroso de ellos Dasybasis.
Estos dípteros se alimentan del néctar de las flores, pero
las hembras de la mayoría de las especies necesitan también consumir sangre,
para obtener lo necesario para producir sus huevos. Son ellas, pues, quienes
nos pican y, como se puede ver, con muy maternales fines. No es por maldad,
sino por estricta necesidad, que nos roban la sangre con sus dolorosos métodos.
Pero, ¿Por qué son dolorosas sus picadas? ¿Por qué no hacen
como los zancudos, que pican de manera silenciosa y con anestesia, para que no
nos enteremos? Es simple: porque no necesitan ser discretos. La realidad es que
los animales grandes (y nosotros lo somos) difícilmente pueden defenderse de
sus picadas, de manera que los tábanos no han tenido necesidad de desarrollar
estrategias para evitar ser vistos ni sentidos al picar. Obran con descaro
porque no hay una forma efectiva de defenderse de ellos.
Sin embargo, no es justo juzgar a todos los tábanos de la
misma manera. Porque, como pasa en todo, generalizar no es bueno. Y es que no
todas las hembras de tábano pican para obtener sangre, hay algunas que son
estrictamente florícolas, y no merecen ser maltratadas o vilipendiadas por
causa de sus parientes.
Una de estas especies florícolas es Fidena morio, un tábano
completamente negro con una larga probóscide, que evidencia sus costumbres
nectaríferas y le da un aspecto diferente al de otros miembros de su familia, y
que podemos encontrar en nuestro país y en nuestra Región.
Un dato curioso –de ésos que nos gusta darles a conocer-
respecto a los tábanos de este género es que -en algún momento de la historia-
fueron una fuente de azúcar para ciertos pueblos alto-andinos. Esto, porque
almacenan dentro de sí, en una especie de bolsita, el néctar recolectado y,
dada la escasez de fuentes de azúcar en las alturas altiplánicas, los indígenas
los capturaban para quitársela y consumirla. Esta costumbre, que pudiera
parecer cuando menos extraña para la mentalidad moderna –y de raíz europea- no
es sino una muestra más de la capacidad de adaptación del hombre a los entornos
hostiles, aprovechando todos los recursos que pueda proporcionar la naturaleza,
aún los más insospechados.
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