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sábado, 18 de octubre de 2025

LA QUILOPODA INVASORA

La Quilópoda (Chilopoda) invasora

(Ciempiés, recuerden, ciempiés)


El Scutigera coleoptrata (Linnaeus, 1758), conocido universalmente como ciempiés doméstico, es un artrópodo perteneciente al Orden Chilopoda (léase “quilopoda”), el que agrupa a todos aquellos que conocemos como ciempiés y escolopendras. Si bien en Chile tenemos varias especies de Quilópodos, sólo tenemos un Scutigeromorpho nativo, el Sphendononema chagualensis (Kraus, 1957). El Scutigera coleoptrata es, por tanto, un invasor.

De origen europeo mediterráneo, este ciempiés se ha extendido por varios continentes, pudiéndosele encontrar en la mayor parte de Europa, en Asia, Norteamérica, algunas zonas de África y Oceanía. En Sudamérica se ha registrado en Argentina y Uruguay, y desde el año 2009 en el sur y centro de nuestro país, aunque se sabe que se encuentra entre nosotros desde –al menos- la década del 60 (E. Vega-Román & V. H. Ruiz, 2013).

Nosotros podemos decir, por propia observación, que se encuentra presente también en nuestra Región, aunque en zonas no habitadas, por el momento. No hemos sabido que se le encuentre en habitaciones humanas.

Pese a que su aspecto puede resultar impresionante para muchas personas, e incluso producir temor en algunas otras, debido a que los adultos pueden crecer hasta los 5 centímetros de largo, y sus 15 patas por cada lado le permiten moverse muy rápidamente, lo cierto es que este ciempiés es reconocido –e incluso apreciado- como un invertebrado benéfico para el hombre.

¿Cómo podría ser beneficioso semejante bicho? se preguntará alguien. Y la respuesta es muy simple: el Scutigera coleoptrata es un verdadero asesino de insectos, y más específicamente, de esos insectos que odiamos –o nos repelen- y que acostumbran invadir nuestros hogares. Sí, arañas, termitas (nuestras nortinas “polillas”), pececillos de plata, hormigas y –aunque nos parezca increíble- las baratas, son los platillos favoritos de este ciempiés, que ha desarrollado técnicas de caza que resultan casi infalibles.

El Scutigera acecha a los insectos, y de preferencia espera que se reúna más de uno, para lanzarse sobre ellos velozmente y, mientras los sujeta con sus numerosas y flexibles patas, inocularles un veneno de acción rápida, que si no los mata en cosa de segundos, los deja aturdidos e indefensos hasta el momento de su muerte. Cuando su presa pudiera resultar peligrosa para él, como en el caso de alguna gran araña, o una avispa (por ejemplo), tras inyectarle el veneno se retira de inmediato, y espera cerca a que ésta caiga bajo su acción.

Pese a ser un quilopodo que acostumbra vivir dentro de las casas, en las que encuentra lugares apropiados para él, como las alcantarillas y otros lugares húmedos y obscuros, por sus hábitos mayoritariamente nocturnos no se le suele ver demasiado, a excepción de la primavera, cuando aprovechando el cambio de clima sale a buscar nuevos lugares de caza en los alrededores, y en el otoño, cuando el frío le impulsa a buscar nuevamente la protección del interior. En las zonas en donde no existe presencia humana, ocupan lugares tales como debajo de grandes rocas o troncos caídos, los que les proporcionan el ambiente húmedo que necesitan y los preservan del frío y el calor excesivo, que los afectan.

Puesto que los ciempiés suelen tener mala fama, debido a sus parientes las escolopendras, que pueden alcanzar mayores tamaños, y cuyo veneno –en algunos casos- puede causar problemas a los seres humanos, muchas personas podrían asustarse si ven un Scutigera desplazándose rápidamente por una pared o por el piso, pero en realidad no es un bicho al que haya que temer. No tenemos en el país quilópodos cuyo veneno sea realmente un peligro, y tampoco este pequeño invasor puede hacernos mayor daño. ¿Cómo diferenciarlos? Muy fácilmente, las escolopendras tienen más de 20 patas –las que podría resultar difícil contarlas en ciertos momentos-, pero éstas son siempre cortas, en tanto en la Scutigera son notoriamente largas, lo que les da un inconfundible aspecto.

El Scutigera coleoptrata no tiene mandíbulas con que morder, por lo que, en caso de necesitar defenderse de un humano, no podría hacer más que pincharnos con sus pequeños colmillos, los que en la mayor parte de los casos no tienen la fuerza necesaria para romper nuestra piel. Sin embargo, si algún adulto plenamente desarrollado consiguiera hacerlo, su veneno no tendría otro efecto en nuestro organismo que el de causar un poco de dolor, semejante al de una picadura de abeja, el que pasa completamente al cabo de un rato. Como hemos dicho siempre respecto a otros invertebrados y su veneno, hablamos de generalidades, subsistiendo siempre –como con todo veneno- la posibilidad de que afecte en forma diferente a personas alérgicas, pero eso se debe a su susceptibilidad personal.

Una preocupación muy común, respecto a este quilópodo y dado su hábito de adaptarse a la vida en las casas, es el efecto de su veneno en gatos (y otras mascotas), debido a la costumbre de éstos de cazar a todo bicho que se mueva, y las más de las veces, comérselo, además. Para su tranquilidad, y considerando que este invertebrado lleva más de 300 años en los hogares europeos, se sabe fehacientemente que su veneno no les afecta mayormente, y que en el peor de los casos, si se come uno, sólo aprenderá a no comerse otro, sin que esto signifique que reciba un daño en su organismo.

En resumen, hemos querido presentarles un invertebrado que, si bien no es propio de nuestro país, podríamos eventualmente encontrarnos con él algún día, y la idea es que lo conozcamos desde ya, para evitar temores infundados o noticias sensacionalistas que no tienen fundamentos científicos.

No es, por ejemplo, que últimamente haya aumentado el ingreso de insectos o arácnidos foráneos al país, sino que simplemente ahora hay más personas interesadas en el tema y dispuestas a darlos a conocer. En este caso, los primeros Scutigera coleoptrata se recolectaron en Chile en 1966, hace nada menos que 50 años, y su distribución por el país parece haber sido muy lenta, ya que ciertamente la gran mayoría de los chilenos nunca ha visto uno.

Si llegamos a encontrarnos con un Scutigera coleoptrata, la invitación es a admirarlo, a no temerlo y a no destruirlo. Pensémoslo, ¿Quién no desearía tener su casa libre de baratas, arañas de rincón y “polillas”, sin necesidad de usar hediondos y dañinos venenos en spray?





 


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