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miércoles, 17 de diciembre de 2025

EL ABDUCIDO DE LA PAMPA

 

El Abducido de la Pampa

(Por las soledades del Desierto)


Esta historia me la contaron en María Elena y según el relator, es muy cierta e inclusive, verídica.

 

Este escribano comenzó a visitar estos espacios hará varias décadas atrás, a fines de los años ´80 para ser exacto y en aquellos años resultaba muy dificultoso el simple acceso a las últimas oficinas salitreras que se mantenían en pie en la región de Antofagasta, por las distancias a recorrer y por el estado del camino. Hablamos de Pedro de Valdivia y María Elena, los últimos enclaves del oro blanco.

 

Estas oficinas salitreras se ubican en el medio del desierto, en un territorio yermo, carente totalmente de vegetación y con temperaturas extremas. Mucho calor durante el día y fríos intensos durante la noche. Por lo anterior, pocos se darían a la tarea de deambular por estos espacios -hablamos de caminar- en las horas de sol intenso o durante la noche y muy especialmente en la noche, por todo lo que se ha tejido -en cuanto a historias- y por las cosas que se cuentan que ocurren, cosas que siempre le pasan al amigo de un amigo. El Chupacabras, los aparecidos y los OVNIS.

 

En la actualidad sólo se mantiene vigente -en funcionamiento- la oficina María Elena y la historia que les contaré a continuación ocurrió ahí, a poco kilómetros del campamento, en las cercanías de lo que fue en su momento la estación ferroviaria del conocido Longino. Resulta extraño, hay gente que busca vivir aislada ya estando aislada, cosa que pasa con el Campamento o población de María Elena que se erige en la soledad más absoluta y hay personas que buscan alejarse aún más.

 

Pues bien, en una noche de tertulia pampina, noche fría de invierno, en la cual mis dientes resonaban rítmicamente, comenzaron a circular -entre los pocos asistentes a la conversa- algunos brebajes y mistelas que según la dueña de casa, era para calentar el cuerpo. Era poco reconocible y bien fuertazo el preparado, pero en honor a los que invitaban (y para no mostrar la hilacha) hubo que secar el tacho y dar las gracias. Cuando comenzó el rellene del siguiente «Guarisnaque» el dueño de casa, acomodado en la testera y luego de paladear el último sorbo del misterioso elixir, lanzó la exclusiva a viva voz.

 

-¿Se acuerdan del Emeterio?

 

Las voces se hicieron sentir en tropel, todos al unísono y me quedó muy en claro que todos conocían al Emeterio, menos yo. Así que para no sentirme ajeno al chisme pregunté, queriendo no interrumpir pero con cara de curiosidad: ¿Quién es el Emeterio?

 

El Emeterio es el que vive para el lado de la estación, exclamó.

¿Ha visto una casa que tiene árboles a la entrada de María Elena?

 

Si, la he visto. Bonita casa, respondí. ¿Y qué le pasó?

 

Las voces volvieron en tropel. Todos los presentes querían contar la historia del Emeterio y no atinaban a convencerse que dicha tarea le correspondía al dueño de casa, cosa que hice patente de manera muy sutil, preguntándole directamente a éste.

 

¿Qué le pasó? insistí

 

Al parecer la historia era larga y tortuosa ya que pidió que le llenaran el vaso, quizás -me dije- para suavizar la garganta.

Mi pregunta venía con premio, la ronda general no se hizo esperar y notaba que el vaso cada vez se llenaba más arriba y se vaciaba más rápido. Habrá que apechugar, me dije yo, por algo soy bien sureño y el que monta en pingo chúcaro, tiene que aguantar si corcovea.

 

Luego de nuevos chasquidos de lengua y de exclamaciones como: “Está pa´ mascarlo amigazo” o el “Uyuyuiii como rasca el endemoniado”, se hizo el silencio y se comenzaron a desmadejar las palabras.

 

La señora del Emeterio llegó un día por acá, de noche, muy de noche -Como a esta hora, agregó la dueña de casa- y nos dijo que el Emeterio había salido a fumar esa noche, una noche bien oscura -dijo ella- y que no volvió.

 

-Los que estábamos acá, cosa de mucha fortuna pues mi amigo, porque como siempre hay cosas que hacer al otro día, no siempre nos juntamos, pero ese día justamente lo hicimos, nos abrigamos, cargamos las linternas y nos fuimos a la casa del Emeterio.

 

-Éramos como 5- acotó uno de los comensales.

 

El dueño de casa volvió a tomar el control de la conversación y dejó muy en claro que lo buscaron harto, por todos los lugares y que volvieron al día siguiente y al subsiguiente y nada.

 

-Se desapareció el Emeterio- Así, de la nada. Sin rastro, ni nada, acotó.

 

Yo pensé que hasta ahí llegaba la historia y ya estaba por entregar el tacho y dar las buenas noches cuando salió la segunda parte de la historia, y esta decía que al tercer día apareció el Emeterio, en la noche tirando para la madrugada. La esposa de éste se encargó de interrogar -amorosamente- el por dónde anduvo y de informar posteriormente a los que anduvieron en su búsqueda.

 

Al preguntarle a la señora sobre lo que dijo el perdi’o, ella sólo decía: Dice que se los llevaron los extraterrestres.

 

Gancho, te diré que fuimos todos donde el Emeterio para que nos dijese donde estuvo, en cosas de hombres hablamos como hombres y el Emeterio insistía que se lo llevaron los extraterrestres en un platillo volador.

 

- Yo vi uno una vez- acotó uno de los escuchas, algo bandeado por el brebaje...

-Yo no he visto ninguno- dijo otro, pero de que los hay, los hay.

-Acuérdate de los artistas que venían por el desierto y se les apareció el platillo volador- dijo la dueña de casa mientras que el marido nos indicaba - con ademanes autoritarios- que le creía al Emeterio. Si él dice que se lo llevaron los marcianos, es que se lo llevaron.

 

Aprovechando aún mi lucidez y pretendiendo que mi pregunta se hiciera merecedora a un premio, un nuevo tacho lleno de lo que fuera que estuviéramos tomando, insistí sobre la pregunta del comienzo, el porqué de la preocupación por Emeterio si ya estaba de vuelta en su casa.

 

-Más de 6 meses que volvió- me dijo el dueño de casa, más de 6 meses, pero todas las noches sale al desierto y la señora piensa que se volvió loco, que quería que lo raptaran de nuevo y para evitarse problemas, no le quiso preguntar nada, pero me pidió que yo hablase con él, que lo convenciera de que se olvidara del tema.

 

¿Y habló usted con el Emeterio? - pregunté inquisitivo

 

Pero claro que sí, me respondió. El mismo Emeterio me dijo que no quería que se lo llevaran de nuevo, por ningún motivo.

 

Y ¿Entonces? Preguntó la dueña de casa ¿Qué quiere?

 

Que los marcianos le devuelvan el reloj, fue la inesperada respuesta.

 

Hummm...... Preocupante.

 

Tomé rumbo al cuarto en el cual estaba destinado a pasar la noche mientras me recordaba de la historia, esa del tal Emeterio y del valor que debía tener aquel reloj para el.


















 

 

 

 

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