Como amerita y como acostumbramos
Nos hubiésemos guardado la
alegría para nosotros, pero había que agradecer, públicamente, tanto a la
persona que confió en nosotros, a la institución gubernamental que actuó
prontamente y, a la empresa (constructora) que estuvo llana en apoyar la
medida.
Muy buenas tardes tengan,
estimadas y estimados amigos
Debemos decir que nos
sentimos, si no orgullosos en el pleno sentido de la palabra, sí contentos y
satisfechos con nosotros mismos. ¿Por qué? Bueno, no los dejaremos con la duda:
En primer lugar, nos deja
contentos el que hayamos podido responder -con oportunidad- a la preocupación
de una persona que llegó a nosotros, para contarnos que había encontrado un
nidal de pequenes y que éstos estaban en peligro, debido a que se encontraban
en terrenos que serían intervenidos prontamente por una empresa constructora.
Esta persona confió en nosotros y nos alegra que efectivamente pudimos ayudar a
las aves, tal como él lo esperaba.
Una vez que visitamos el
lugar y conocimos la situación de primera mano y -lo confesamos- teniendo
ciertas dudas sobre el actuar de las entidades gubernamentales
correspondientes, buscamos orientación y ayuda con terceros que conocen mejor
estos temas. Por consejo y con el intermedio de estas personas, se puso una
denuncia en el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), la que condujo a una visita
- de dicha entidad - al lugar.
Allí pudieron constatar lo que nosotros ya habíamos visto, que había un nidal
con varios polluelos de pequén que, si bien estaban emplumados, no podían
todavía volar y desenvolverse por sí mismos. Ante esta situación, se dejó el
área bajo la tutela del SAG, con instrucciones a la empresa, que maneja esa
área, de no intervenir el sector hasta que los polluelos hayan alcanzado la
edad suficiente para poder desplazarse -con su familia- a otro lugar.
Obviamente, el momento de hacerlo será determinado por personal del SAG.
Nos complace mucho el haber actuado prontamente, sobre todo porque -mientras
esto ocurría- nos enteramos que en una ocasión anterior pasó algo similar y,
para cuando llegaron los funcionarios, la empresa (Otra empresa) ya había cubierto
el nidal con cemento, dejando a los polluelos desamparados. No todas las
personas, y mucho menos todas las empresas, actúan con el adecuado criterio.
Esta vez se consiguió un
buen final, pero dejémoslo en claro: no es verdaderamente un final feliz.
No es un final feliz porque
-aunque más tarde y en mejor momento- los pequenes igual deberán abandonar no
sólo su nidal, sino también el área, ya que toda ella será cubierta con
viviendas, y no quedará espacio para una familia tan numerosa. Deberán buscar
un nuevo lugar que pueda albergarlos, ya sea en algún espacio dentro de la
ciudad -que se los permita- o en sus alrededores.
Los pequenes son grandes
cazadores de ratones y de insectos, razón de más para darles un espacio en
nuestras ciudades. Lamentablemente, su costumbre de anidar en el suelo le
dificulta mucho encontrar un lugar adecuado y seguro.
Esperemos que esta hermosa familia logre establecerse en otra parte, donde haya
comida suficiente y donde no llegue el hombre a desplazarlos una vez más.
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