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jueves, 27 de marzo de 2025

LA COPIAPOA DE MEJILLONES

La Copiapoa de Mejillones

Copiapoa solaris Ritter


Reciban nuestros saludos más fraternos estimadas y estimados amigos.

Han de saber que, en esta oportunidad, anduvimos por lugares poco visitados, especialmente por donde el desierto se enseñorea, se expande, mientras que, la vida natural, lo que resta de ella, se apaga.

Recuerden, lo que vemos de flora y de fauna, es lo que va quedando de un pasado mucho más venturoso.

 

Pues bien:

Partimos muy temprano en dirección a la comuna de Mejillones por donde el recordado cantautor Gamelín Guerra Seura tuvo un amor que nunca pudo olvidar. Dicha mañana era bastante auspiciosa, por los objetivos que debíamos cumplir, y muy grata al estar presente la camanchaca. Lo anterior, la camanchaca, nos aseguraba una sola cosa. Que no tendríamos al sol como acompañante, especialmente por aquellas alturas, en donde las temperaturas se hacen sentir y ya al mediodía nos invita a marchar, mejor dicho, a huir, a guarecerse en el vehículo y retornar raudos a la ciudad.


Video del explorativo a la cordillera costera de Mejillones

Presionar la imagen para acceder al video


Como ya es habitual, nos internamos por los antiguos caminos mineros que asoman cual callampas por los territorios al ir encontrando nuevos derroteros o, al subir el precio del mineral. No nos cabe duda alguna, que, en este caso, por el que transitamos no ha sido ocupado por largo tiempo. No sabríamos decir si es porque las faenas extractivas estén paralizadas o bien, la veta ya se agotó y esto, nos deja inmersos en un territorio por donde no encontraremos alma alguna, por si requerimos ayuda, pero vamos bien apertrechados. Harta agua y portando nuestros equipos de comunicación.

 

Ya hemos avanzado algo más de 30 kilómetros entre saltos y desvíos, a nuestro alrededor todo es aridez y desolación. A la vista serranías abruptas, cumbres desnudas, carentes, sin atisbos de vida. Adelante asoma la enorme grieta que nos lleva, desde la meseta por la cual transitamos, hasta la costa, una profunda herida en el terreno que corta la continuidad de los cerros, de este a oeste, y por donde prospera la vegetación en los tiempos de lluvia, algo que no ocurre desde hace más de 10 años.

Dejamos el vehículo en la planicie y comenzamos a subir a las máximas cumbres, por donde se logra apreciar la costa, como en una impresionante postal. Allá, en lontananza, se divisa la ciudad de Mejillones, Punta Angamos, Hornitos, luego, no vemos nada más, es la niebla costera la que asoma cubriendo las alturas y nos impide la visual, con su manto de humedad vaporizada. Las pisadas resuenan, todo cruje, aunque, detenidos para el descanso, todo se vuelve silencioso, un silencio que perturba.

El grupo exploratorio se divide, vamos en búsqueda de vida natural, de flora y de fauna, pero solo algunas Nolanas, especialmente linearifolia, subsisten. Seguimos por algunos de los senderos que nos legaron los guanacos, ellos ya no los necesitan, ellos ya no están, fueron exterminados hará muchas décadas atrás, pero nada encontramos, tan solo algunas cactáceas columnares muertas, totalmente resecas. Era el momento de seguir buscando por otra de las quebradas y para aquello había que asumir más riesgos, si había algo de vida en estos parajes, esta debía estar en ciertas laderas que tuviesen más presencia de camanchaca y, el acceder a ellas no sería una tarea fácil.

 

En cierto momento, cuando nos encontrábamos deambulando por lo más escarpado de las quebradas, Don Pablo nos indica, a viva voz, que se encuentra frente a algunas cactáceas con vida, entre medio de los grandes peñascos que, inexplicablemente se equilibran a media ladera, casi a punto de caer al más leve estímulo. El las ve por el lado que da a la costa, pero se requieren cuerdas para llegar a ellas.

La alegría cunde en el equipo ante dicho descubrimiento, estamos en el lugar donde alguna vez prosperó la Copiapoa solaris y esta Copiapoa, la solaris, está dada por extinta en este territorio. Y ¿si no fuera así? Y ¿si aún se conservasen algunos ejemplares?

 

Pues bien. Dice la bibliografía consultada, especialmente la del Ministerio del Medio Ambiente sobre esta especie:

 

La Copiapoa solaris. Es una especie endémica de Chile, restringida a algunas Lomas Costeras de la región de Antofagasta. La especie se encuentra en cerros costeros desde los 300 hasta los 1.300 msnm (Schulz & Kapitany 1996), y desde la Península de Mejillones, hasta el Valle de Izcuña al norte de Quebrada Paposo.

En general crece a mayor altitud que la Copiapoa atacamensis, aunque solapan en parte de los límites de sus distribuciones (Schulz & Kapitany 1996). Poblaciones norte y sur fragmentadas con distribución disyunta (> 100 kilómetros), los individuos de la población del norte se observan muertos, por la sequía, la especie estaría localmente extinta en los cerros al este de Mejillones por lo que no considera en los cálculos de EOO ni AOO (Macaya-Berti & Bustamante-Monroy 2009).

 

 

La Copiapoa de Mejillones.

 

Los expertos tuvieron a bien el ratificar que los individuos fotografiados – con vida - por las alturas de la cordillera costera son Copiapoa solaris, significa que la especie no está del todo extinta y algunos individuos, dan una gran batalla por su subsistencia.

Por lo anterior, hay una nueva misión por cumplir. Irrigar y preservar los últimos individuos - que restan con vida - de una especie que fue dada por extinta.

 

Estos individuos, los que aún se mantienen con vida, se ubican por donde encontramos a cientos de individuos muertos, muchos de ellos calcinados, aunque su condición es muy precaria con un alto estrés hídrico.

Volvemos al vehículo para retornar a la ciudad, pero el camino nos tiene preparada una nueva sorpresa, un campo de flores a media ladera.

Las incógnitas.

No sabemos cómo puede sobrevivir esta flora que asoma por el lugar. Si dicha vegetación estuviese en la ladera que da al mar, diríamos que su subsistencia es mediada por la camanchaca, pero estamos en la ladera por donde no llega dicha niebla y el sol es inclemente. Son tres las especies que observamos, son tres especies distintas y en gran número, nos referimos a:  Senna brongniartii, Dinemandra ericoides y Nolanas sp. Casi todas en regular estado, algunas yacen calcinadas, y con flores vistosas que brindan cobijo a diminutos insectos que pululan por los brotes y entre las hojas, hablamos de las moscas florícolas, pequeñas mariposas (nocturnas) y escarabajos.

Es evidente. Algo de agua debe haber caído por este lugar y dio pie a la aparición de esta vegetación. 

Luego de nuestros grandes hallazgos llega el momento de abandonar el territorio, un territorio por donde hemos comentado, se enseñorea el desierto y la aridez es extrema. Pensamos, en voz alta, como habrá sido este lugar hará tan solo una centuria o unos milenios atrás, cuando la humedad estaba presente y los regímenes pluviométricos eran benignos con la vida.

Lo que vemos, es lo que va quedando y tenemos muy claro que, todo esto, es parte del ciclo climático por el que vamos atravesando, ya llegará el momento de la inflexión natural y tornaremos a un tiempo de frio, de agua y de hielo, es decir, a una nueva glaciación.

Mientras tanto, hay una nueva misión por cumplir, irrigar los últimos individuos - que restan con vida - de una especie que se extingue. La Copiapoa solaris de Mejillones.

Cuando ya asoma el sol y comienza el despertar de los jotes, es momento de volver a casa.

 

Sus amigos de Caminantes del Desierto

 

Nadie protege, lo que no conoce.












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