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martes, 13 de mayo de 2025

AGUAS BLANCAS. ENTRE COTA Y LA AMERICANA

Aguas Blancas. Entre Cota y La Americana

La Quebrada del Profeta


Muy buenas tardes tengan estimadas y estimados amigos. Aunque nos han dicho que los escritos extensos ya no son del gusto de la gente, seguiremos narrando nuestras historias para aquellos que aún gustan del leer y valoran el conocer nuestro norte junto a nosotros. Bienvenidos sean -entonces- a nuestro nuevo recorrido por el despoblado salitrero de Aguas blancas.

 

Cantón Salitrero de Aguas Blancas.

 

Siempre hemos sostenido que Aguas Blancas, el extenso territorio y el ex cantón salitrero que se cobijó entre las ondulosas serranías del sur-este de Antofagasta-Chile, era de difícil acceso, puesto que quedaba muy a trasmano. Si no hubiese sido por una gran minera que usó parte del trayecto (camino) para enlazar a nuestra ciudad con la faena misma, ese camino hubiese pasado al olvido, así como se han olvidado cada uno de los derroteros que formaron parte del entramado salitrero que se instaló por dicho espacio, el que, aunque les parezca increíble, no era tan árido como en otras partes del desierto. Pero aún así, la soledad, el viento intenso, el calor, el frío extremo y la falta de agua marcaron el día a día de los que allí habitaron, gran parte de ellos en carácter de obreros del salitre, gente que fue enganchada en los pueblos del sur del país y de los que no pocos llegaron con su familia -y toda la parentela- o la trajeron posteriormente, con la finalidad de enraizarse en este norte o de hacer un pequeño capital y retornar al terruño de origen.

En La Ruta:

Es domingo y en algún lugar del camino que nos une con el sur del país -ruta 5- tomamos el desvío a Aguas Blancas, en dirección a la cordillera. La ruta es sencillamente mala, en donde predominan los baches, grietas, fosos en lo que debiese ser un camino. No vemos ser humano, no hay animales y no nos cruzamos con vehículo alguno, estamos por el medio del desierto y lo sabemos.



Pasados los primeros 10 kilómetros (lo que es un milagro para nuestro vehículo) llegamos a un camino de tierra muy compactada, un tramo que está muy bien mantenido y es una delicia -para nuestras posaderas y riñones- el haber dejado atrás el tramo de inicio.

Pasamos por un breve instante por Yungay, lo que fue en su momento un “Pueblo Libre”, en defensa de cuya existencia aplauden algunos, con la cantinela de que allí se podía acceder a productos variados y a más bajo costo. Lo que no les cuentan (porque la historia es coja) es que en estos lugares proliferaban los antros y garitos, en donde se instaba (libre albedrío, eso sí) al vicio mojado del alcohol, a los juegos, las meretrices y las reyertas (no pocas veces mortales). Estos cristianos, los que llegaban a dichos lugares, en más de las veces individuos que tenían responsabilidades y familias a las que alimentar, salían desplumados y sin un peso, pero eso no es de interés de los historiadores y de la historia.

Continuamos nuestro camino en dirección a la ex oficina Yugoslavia, o mejor dicho, a las ruinas de ésta. Pasamos por la estación que se ubica próxima a la ex oficina “La Americana”, en donde aún es posible encontrarnos con los antiguos corrales y un par de rústicas habitaciones excavadas en el duro suelo pampino, habitaciones que eran utilizadas por la gente al no haber nada más disponible en aquella época. El pozo de agua de ese lugar, excavado a mano, aún se mantiene intacto y su agua no se encuentra a más de tres metros de profundidad, pero ya nadie usa ni el agua ni el pozo.

Nos seguimos internando -osadamente- por el desierto a través de un camino intrincado y muy marcado en la dura costra salina del suelo, la tarea es llegar a nuestra penúltima oficina salitrera del recorrido, La Americana. Dichas ruinas se ubican en el borde mismo de una gran grieta por donde corre el agua en periodos de lluvia y se le conoce como la Quebrada del Profeta, ¿el porqué de dicho nombre? No lo sabemos y no hemos encontrado referencias salvo las siguientes:

 

Francisco San Román. 1890 (Ingeniero en minas y Topógrafo Chileno) describe como la hoya del Profeta:

 

Al pie de Argomedo, al oeste, está el agua de la Cebada, y en la extremidad norte de ésta y el Profeta, la aguada de la Providencia. Bajan, pues, todas estas vaguadas, al norte, reuniéndoseles las de Pascua, más abajo, y numerosas otras que cruzan el árido campo hasta reunirse en Aguas Blancas, donde existen las abundantes, de excelente agua, que sirven para los trabajos de la industria salitrera en aquella región, y marchan por el pie de Cuevitas, formando un estrecho cauce que las conduce hacia los salares enfrente y al sur del Carmen, juntándosele por allí otra vaguada importante que se desprende en contornos del cerro de Tetas, a cuyo pie se labró el pozo de Barazarte, que da excelente y abundante agua.

 

Luis Risopatrón describe en su “Diccionario Jeográfico de Chile” (1924) los orígenes de la quebrada:

Monigotes (Agua de) 24° 55' 69° 15'. Revienta en la falda W de la cordillera de Varas, en los oríjenes de la quebrada del Profeta. 98, III, p. 144 i carta de San Román (1892); 131; i 156; i Monigotes o Profeta en 98, II, p. 521.

 

Han de saber que, la parte más profunda de dicha quebrada (del Profeta) se encuentra un poco antes de llegar a la ex oficina Yugoslavia y el terreno esta intensamente marcado, surcado por el paso del agua, inclusive con restos de animales (de tiro y carga) que deben haber sido arrastrados por el torrente. Un triste espectáculo en uno de los espacios más hermosos que hemos visto. La vegetación es exuberante, aunque monocorde, tan sólo vemos Nolanas (peruviana), Cachiyuyos y Grama salada que destacan en gran número y tamaño por todo el territorio.



Nos resta la última visita del recorrido y esta nos lleva a la ex oficina Cota (tal cual). Los caminos (ya que cuenta con varios puntos de acceso) están cerrados por los antiguos trabajos en la vía principal y por la abundante chusca, ese polvillo que arrastra el viento y forma grandes depósitos -infranqueables en más de las veces- que nos impide el paso, pero aun así logramos ingresar al terreno de Cota, que se ubica entre dos cadenas montañosas de baja altura que aíslan totalmente a esta oficina, haciéndola casi imperceptible a la simple vista.

Al recorrer las calles vamos percibiendo el tamaño de dicha faena, la cantidad de habitáculos (para los obreros) las estructuras para procesar el caliche, la cantidad de vías que contuvieron los rieles para las locomotoras -contamos 4 vías- y lo más importante de observar, la torta de ripios, esa que nos indica cuánto material se removió en el tiempo que estuvo operativa. Cota tiene varios pozos de agua aún operativos y, desde nuestro punto de vista, muy peligrosos ya que no cuentan con salvaguarda. No sería fácil salir de ellos si alguien tuviese la mala fortuna de caer, aunque ¿quién iría por esos despoblados en estos tiempos?

 

El sol no quema y el viento se enseñorea.

 

A un costado de las edificaciones, algunas de roca y otras muy precarias, tan sólo de adobe, paja y madera -para los pilares- más las calaminas -para el techo- así de fácil, así de simple, nos encontramos con dos ruedos en el suelo llano, simples oquedades apenas perceptibles en donde las personas mezclaban -ya sea con los pies o con animales- el barro y la paja, moldeando los adobes y los ponían en hilera a secar al sol. Aún quedan vestigios de dicha faena, de aquel duro trabajo que muchas veces era realizado por niños y/o mujeres.

 

Cuesta ingresar a las dependencias, todo está a un segundo de caer, la madera que daba estabilidad se la llevaron, las calaminas también, solo quedan los adobes sin sustento e inclusive éstos han sido minados para buscar tesoros ocultos en las cavidades, probables entierros de míseras fichas o monedas que quedasen olvidadas de un ayer lejano.



Ya de regreso, pasamos por el cementerio de Yungay (el pueblo o burdel del General, como cuenta la historia). Miramos alguna que otra placa que nos indica quién reposa eternamente en el lugar, son pocas las que quedan y algunas son difusas, el tiempo hace su trabajo y todo lo que ha hecho el hombre, tarde o temprano desaparecerá. Más adelante asoma un hermoso pimiento, de antigua data más, la escasez de agua no le ha permitido crecer. Este arbolito tiene flores y pronto refulgirá -en este lugar- con sus vistosos y aromáticos manojos rojos. Llevamos un bidón de agua para estos menesteres y se lo brindamos en agradecimiento a la perseverancia. Sabemos que bajo este terreno hay harta agua, pero las mineras que están más arriba secan hasta las nubes y no culpamos a éstas por secarlo todo, ellas hacen lo que otros autorizan que se haga, la culpa -casi nunca- es del chancho.

Vueltos al camino del tormento, paramos apenas llegamos a la ruta 5 a poner los órganos en su lugar, contar las vértebras por si se ha caído una y verificar al vehículo, para comprobar que aun cuenta con todas sus partes. Es hora de volver a casa.



La Historia dice:

Aguas Blancas fue una comuna que integró el antiguo departamento de Antofagasta.

En 1930, de acuerdo al censo de ese año, la comuna tenía una población de 1443 habitantes. Su territorio fue organizado y creado por Decreto con Fuerza de Ley N.º 8.583 del 30 de diciembre de 1927, a partir del territorio de la subdelegación 4.° Aguas Blancas.

Con el Decreto Ley N.º 2.868 del 26 de octubre de 1979 se suprimió definitivamente esta comuna.

 

Desde el principio:

 

La suerte de los cantones salitreros de Aguas Blancas y Taltal, situados desde un comienzo en territorio chileno -fijado al sur del paralelo 24 por el tratado de 1866- es semejante en su desarrollo, aunque sus vicisitudes son distintas. Los cateos en el área del desierto en posesión de Chile se habían acentuado a partir de 1871, año en que el gobierno de Bolivia dejó sin efecto las concesiones acordadas con los salitreros chilenos instalados en Antofagasta. En 1872, una expedición organizada desde ese puerto por el chileno Emeterio Moreno descubrió salitre en un extenso salar ubicado en las proximidades de Aguas Blancas, en territorio chileno, a unos 60 km al sur de Antofagasta. Sin embargo, pasaron algunos años hasta que, en 1879, Moreno instaló la oficina Esmeralda, ocupando el rudimentario sistema de paradas. Una segunda oficina, denominada Central, envió su primer cargamento de salitre a Antofagasta ese mismo año, iniciando una producción más constante en el segundo semestre. A principios de 1880, otras cinco oficinas se encontraban en construcción, alcanzando en 1881 una producción total de 50.000 quintales métricos mensuales. El impuesto decretado por el gobierno de Chile, de un peso y sesenta centavos por cada quintal exportado, afectó decisivamente el desarrollo del cantón, a partir de la entrada en vigencia del decreto el 11 de septiembre de 1881. Se inició entonces la paralización de faenas, con desmantelamiento de oficinas y la consecuente cesantía que presionó sobre Antofagasta. En 1882 funcionaban solo tres oficinas: Esmeralda, Florencia y Encarnación. No sería este el final del cantón, por cuanto veinte años más tarde, en 1903, se abrió la oficina Pepita, que quedó unida a la costa por el ferrocarril de Aguas Blancas, inaugurado en 1902, y el cual relacionaba el cantón con Caleta Coloso, unos 20 km al sur de Antofagasta. Por decreto del 25 de septiembre de 1902, se concedió el permiso para la construcción de un malecón en el lugar, con el propósito de embarcar la producción de Aguas Blancas, que alcanzaba por entonces los 33.000 quintales métricos mensuales. En 1905, se construyó el muelle para atender las exportaciones de salitre, que se elevaban a 70.000 toneladas anuales en 1906. La población en 1907 superaba los 2.000 habitantes y alcanzó a alojar, en su momento de mayor auge, a cerca de 5.000 personas. Según Floreal Recabarren: "...hacia 1907 estaban en plena actividad ocho oficinas, de propiedad de varias sociedades salitreras. Estas eran 'Pepita', 'Cota' (ambas de Granja y Cia.), 'Oriente', 'Santa Ana' (las dos de la Cia. Salitrera Oriente), 'Castilla', 'La Americana' (de la Cia. Salitrera Americana), 'María Teresa' (de la Cia. Salitrera María Teresa) y 'Pampa Rica' (de la Cia. Salitrera Pampa Rica de Antofagasta)". Al margen de estas ocho oficinas en actividad, otras seis se construyeron en el año 1907.

La más grande de las oficinas edificadas en el cantón Aguas Blancas fue Avanzada (1908-1921), con cerca de 1.200 trabajadores. Otras oficinas de importancia fueron: Cota (1902-1921), con 930 trabajadores; Castilla (1904-1931), con 620 trabajadores; y Dominados (1925-1931), con 660 trabajadores. Todas ellas operaban con el sistema Shanks.

La crisis financiera internacional de 1929 y la construcción del puerto de Antofagasta, inaugurado el 25 de septiembre de 1932, obligó al desmantelamiento completo de las instalaciones de Caleta Coloso ese mismo año y el cierre de muchas de estas oficinas.

 

Las cosas de la vida:

 

Encontramos poemas, escritos y proclamas con el tema de las oficinas cerradas y abandonadas. Llanto, desesperación, silencio, hambre, etc. Pero cuando estas oficinas todavía funcionaban, los mismos que lloraron por el abandono sólo pedían su cierre.























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