Entre Cantones
(Aguas Blancas-Taltal)
Sin el muerto
no hay delito o mejor aún, sin imágenes no hay escrito. La acotación tiene
mucho de razón, pero te queremos contar algo sorprendente, una vivencia que
tuvimos el día de hoy en uno de los explorativos que nos llevó por lugares
inhóspitos, carentes de aquello que llaman caminos transitables y nos expuso
-como siempre- a la fortuna y los aciertos.
Tomamos ruta,
tempranera, en dirección al sur de la ciudad de Antofagasta por la ruta 5. La
tarea era la misma de siempre, aquello de meternos por el medio del desierto en
búsqueda de todo aquello que fuese relevante para nuestra historia y también para
el patrimonio natural, mas, lo que cambiaba en este recorrido, era el lugar. Había
que cruzar por el despoblado en donde funcionaron los antiguos cantones de
Aguas Blancas y Taltal - por el medio de ellos - y las rutas que elegimos
habían sido abandonadas muchas décadas atrás.
Justo en el
kilómetro 100, en lo que fue la Posada Rosario ubicada frente a la ex oficina
salitrera Rosario comenzó nuestra aventura. Dos tortas de ripio calichero nos
dieron la bienvenida al estéril despoblado. De allí en adelante nos acompañaría
la suerte.
En este
espacio nos encontramos con antiguos asentamientos ya abandonados, también
dimos con trabajos salitreros y mineros de los cuales poco o nada se sabe y/o
conserva. Vimos -también- una bien cuidada iglesia (protestante) en medio de un
oasis enclavado en la más absoluta de las soledades, donde el sol es el dueño
del paisaje y el viento es la comparsa.
Pero donde quedamos perplejos y dando loas a la naturaleza por su obstinación,
fue en un pircal (una gran pirca) elaborada décadas atrás con trozos de sal y
caliche que sobresale en un terreno plano, sin guijarros, sin piedras o algún
otro elemento que saque de la monotonía a tan monocorde lugar. Espero haber
transmitido, con estas palabras, la llaneza y monotonía del sitio que elegimos
para explorar y del lugar en el que nos bajamos para buscar el motivo de su
existencia, la mentada Pirca.
Antiguas
latas de conserva a su alrededor, construcción perfecta para guarecerse del
frio o encerrar animales y mucha arena, arena por doquier, mas, al acercarnos a
las costras de caliche, salieron volando unas pequeñas dípteras (mosquitas). Eran
muy pequeñas, rápidas y numerosas y se confundían con el color del terreno y
del caliche. Nos dimos a la tarea de buscarlas en los agujeros dejados por la
sal de los muros de aquella construcción con la idea de capturar algún
individuo y fotografiarlo, pero al cabo de media hora (poco para algunos, mucho
para nosotros) nos dimos por vencidos y las dejamos tranquilas. Pero ellas no
saben que volveremos y no cejaremos hasta dejar testimonio de su existencia y
quien sabe, tal vez estamos ante la presencia de un gran hallazgo entomológico.
Nuestro viaje
no acabó ahí, seguimos adentrándonos en esta parte del desierto que aún
conserva algo de la historia regional y que permanece en el más completo de los
silencios. Por este lado habitaron connacionales que soportaron el calor
inclemente del día y el frío de la noche, en cualquiera de las temporadas.
Cuando
volvimos a la carretera, luego de varias horas de exploración, nos dimos cuenta
que tendríamos mucho trabajo procurando buscar los nombres y algo de la historia
de los lugares visitados, esos no están en los mapas o en textos recientes,
pero valió la pena.
Sin duda
alguna, una nueva aventura que nos permite transmitir -a ustedes- lo que es el
desierto y lo que significó la conquista de este.
Nos queda como
corolario aquello del volver al lugar, aquellas mosquitas no tendrán la última
palabra.
Me interesan sus aventuras ....y más la historia de nuestros antepasados por gracia de Dios e recorrido y viví en Europa viendo en vivo grandes asentamientos de la historia de ella ....las salitrera chilenas tienen grandes historias etc...saludos cordiales
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