Las Rocas Sonoras y el Mar Jurásico
De Antofagasta-Chile
Pasaron, ante nuestros ávidos ojos, algunos paper (estudios) que
nos indicaban que, en el medio del desierto, por donde hay caminos muy antiguos
y precarios nos encontraríamos con los vestigios de un mar remoto. Las huellas
estaban ahí con sus antiguos ocupantes convertidos en piedra y alojados en la
roca. Hice, en aquel minuto, la propuesta a nuestra gente, a aquella que nos
acompañaría en el explorativo y pensé que no habría la convocatoria requerida
ya que el lugar no muestra atisbo alguno de vegetación, no hay cerros que nos
animen a llegar a su cima, no hay rastros de antiguos habitantes (algo bueno) y
si hubo algún trabajo minero, este fue rudimentario y alejado en el tiempo. Nos
estábamos metiendo por el corazón del desierto en busca de quimeras muy
personales y basados en los antiguos relatos de expertos, muy creíbles por
demás.
Entre dos serranías
Enfilamos muy temprano por la quebrada Caracoles o como se le
conoce, Salar del Carmen, en dirección al Este. Así nos lo indicaba la Rosa de
los Vientos, seguir la carretera rumbo Nor-Este y en cierto punto, girar a uno
de los costados, atravesar algunos obstáculos menores y meterse de lleno por el
desierto, a lo que depare la suerte. El camino ¿Camino? Mejor dicho, la huella,
es transitable y en cierto punto se mete por entre dos serranías extensas la
que es cruzada por una quebrada seca, de suelo muy compactado, aunque, esta
característica se daba exclusivamente por donde alguna vez hubo camino. A los
costados, el suelo se hunde a nuestro paso y debemos tener cuidado de no
desviarnos de la senda, hasta allí llegaría el viaje y la ayuda estaba a muchos
kilómetros de distancia.
Nos bajamos en un par de ocasiones a observar las formaciones
rocosas, todo era de un solo color, color tierra, el ocre del polvo, aquel que
lo cubre todo y deja un paisaje de tonos monocordes. A este escribano le entró
algo de miedo al observar el territorio, no era el temor de quedar ahí o de la
soledad –no sería la primera vez- más bien, el de no encontrar nada y el de
haber arrastrado a los exploradores en un viaje estéril, extenso y agotador.
Según la Rosa de los Vientos, nuestra Rosa por supuesto,
estábamos a muy pocos kilómetros del objetivo final, de lo que sería el final
del viaje (antes del retorno) y nos volvemos a detener para observar un campo
de rocas que desentonaba entre los guijarros y la chusca. Era un levantamiento
natural de rocas agrupadas de forma dispersa sobre un montículo, algo extraño
para el lugar en el que nos encontrábamos y la curiosidad fue más fuerte, así
que dirigimos los pasos a dichas rocas a buscar -quizás- nuestro mar Jurásico.
No supe en qué momento Patricia, una de las exploradoras,
cogió una roca pequeña y comenzó a golpear la cara superior de aquellas grandes
rocas depositadas en el lugar y fue como escuchar campanas o tubos de distintos
tamaños. He de acotar que son sonidos bastante gratos y melodiosos que
resonaban por un territorio en donde solo se enseñorea el viento, algo extraño,
enigmático, pero nos permite olvidarnos -por unos momentos- de los objetivos y
tratar de buscar alguna explicación a tamaña maravilla, aquello de las Rocas
Sonoras.
Pues bien, buscando información nos hemos encontrado con
algunas respuestas y con algunas minucias que resultarán sorprendentes.
Lo primero. Aquello de las rocas sonoras no guarda relación
con seres de otros mundos o la tierra plana, eso nunca lo hemos propuesto y
jamás lo haríamos. Más bien, la sonoridad guarda relación con la composición de
la roca (de que están formadas) y a cómo se refractan las ondas sonoras dentro
de ella.
Tipos:
Pueden ser rocas ígneas, metamórficas o sedimentarias.
Composición:
Las rocas anilladas suelen ser rocas de grano fino y ricas en
sílice como la cuarcita, la riolita o el basalto. Estos materiales tienen una
estructura densa y homogénea con defectos internos mínimos, lo que permite que
las ondas sonoras viajen de manera eficiente.
Frecuencia de baja frecuencia:
Cada roca individual produce tonos de baja frecuencia que no
son audibles por sí solos, pero cuando interactúan entre sí, crean un sonido
perceptible.
Conexión entre rocas:
La resonancia se produce debido a la interacción entre las
rocas y la forma en que se refractan las ondas sonoras dentro de ellas.
Densidad y tensión interna:
La densidad de la roca y el alto grado de tensión interna
contribuyen al sonido metálico.
En resumen, las rocas sonoras son un fenómeno natural
fascinante que demuestra la capacidad de las rocas para producir sonidos únicos
y melodiosos, debido a su composición, forma y estructura interna.
Aunque los científicos no tienen una respuesta definitiva
sobre por qué suenan las rocas, sí tienen un nombre para las rocas anilladas.
Se les llama con rocas sonoras o rocas litofónicas. Estos son los términos que
se les dan a las rocas que resuenan con un sonido similar al de una campana
cuando se golpean.
Físicamente, no se ven diferentes de las rocas normales, pero
no es hasta que las golpeas ligeramente con un martillo que las rocas revelan
su secreto sonoro.
Detalles a considerar:
Solo un tercio de las rocas generan el sonido del timbre
cuando se golpean. Las rocas que suenan se conocen como rocas
"vivas", y las que no lo hacen se conocen como rocas
"muertas".
La teoría de la "tensión relicta" implica que las
rocas resonantes actúan como una cuerda de guitarra. Cuando una cuerda de
guitarra está flácida no resuena, pero una cuerda pulsada proporcionará una
gama de sonidos dependiendo del nivel de tensión aplicada.
¿Dónde las encontramos? Estas mentadas rocas por supuesto:
Las rocas anilladas, también conocidas como rocas sonoras o
litofónicas, se pueden encontrar en varios lugares del mundo, a menudo en
grupos dentro de formaciones geológicas específicas. En varios de estos lugares
son la principal atracción turística, promocionados como tal y visitados por
miles de personas (cada año).
En Chile: La literatura es escasa y solo hace mención a que
se encontrarían por los sectores pre y cordilleranos, especialmente en la zona
central del país. (Gracias)
Hay que seguir
Luego de un breve concierto litofónico con una obra creada en
el momento, concierto del cual me arrepiento de no haber dejado registro,
seguimos el viaje con el corazón lleno de alegrías (metáfora para los planos),
había que continuar en procura de nuestro mar jurásico.
Avistamiento desde el Carajo
Movimiento de tierra a 1000 metros nos indica el señor
Bichólogo, es un antiguo laboreo minero, al parecer, y se encuentra por la
única loma (con algo de altura) que nos encontramos por el camino. En el lugar
-una hoya geográfica- todo está revuelto, montañas de rocas, de todos los
colores imaginables y con profundos socavones. Es antiguo, indudablemente, puesto
que nadie estaría trabajando, en la actualidad, en sitio tan peligroso.
Nos ponemos a buscar los vestigios de nuestro mar, las rocas
ya fueron movidas, nosotros no movemos ni tocamos nada. Procuramos no respirar
para que no vengan críticas de los dueños del conocimiento y del territorio. Lo
intenté, aguanté la respiración tan solo un minuto y medio. Merezco las
críticas de los que saben y se guardan el conocimiento, merezco realmente su
reproche. Tal vez el mirar no sea delito, eso lo tendremos que poner en juego y
seguimos mirando a nuestro alrededor. Peligroso el espacio, pero hemos estado
en peores y hemos salido indemnes. Nada, no vemos nada, de aquí hasta allá,
nada y ya nos dábamos por vencido hasta que asoma desde una quebradilla el
señor bichólogo, Don Rodrigo Castillo del Castillo y Castillo Tapia quién -en
sorna acostumbrada- nos dice: ¿Esto es lo que buscamos? Mientras me muestra una
imagen (una fotografía) de una roca con un fósil marino incrustado en uno de
sus lados.
La respuesta fue inmediata ¡Eureka! Pero sin salir de la
bañera como Arquímedes. Estábamos en el espacio que habíamos definido por paper
para nuestro hallazgo, no por datos de terceros o porque estuviese en el mapa
turístico o educacional de nuestra región. La faena - la antigua faena-
modificó el territorio y destruyó gran parte del material contenido en el
subsuelo, eso es evidente ya que destruir viene de antaño y es habitual en la
actualidad (y los que saben, aplauden), pero aún se conserva un área incólume,
intocada. Queremos explorar el territorio, pero ya es tarde. Nos tenemos que
subir al vehículo y las garras que dejamos marcadas surcando todo el terreno
indican que este acto (el volver) no fue para nada fácil. No me quiero ir.
Nos demoramos una eternidad en llegar, buscar y debemos
devolvernos, pero volveremos, ténganlo por seguro, volveremos como dijo
MacArthur.
15:30 horas ya estamos en Antofagasta, con una gran
satisfacción. Fuimos a buscar (imágenes) de un mar remoto con sus antiguos
habitantes y lo encontramos. No pusimos cara de ignorantes al encontrar el
lugar y las piezas, sabíamos a lo que veníamos y lo que podíamos encontrar.
Vida nada me debes, vida estamos en paz.
No daremos ubicación, espero nos entiendan, son lugares
peligrosos y las piezas se deben preservar (hasta que llegue la siguiente faena
minera).
¡Es usted un mal hablado! Dirán algunos.
¡Oh noo! Solo me baso en la evidencia.
Me encanta…!
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