Un Millón Doscientos
(En una sola dosis para el caballero)
Por más que busquemos sentir lo que sintieron y vivieron los
verdaderos protagonistas de esta historia, los que realmente habitaron la pampa
en los tiempos del salitre, no lo conseguiremos. Ya sea por la época o por las
costumbres. Hablamos de tiempos distintos, es decir, principios o mediados del
1900. Son hartos los años que nos distancian. Por tanto, por donde fuésemos o
recorriésemos, no seremos más que visitantes.
En resumen. Una cosa es vivirla y otra muy distinta, el tan
solo imaginarla.
Por lo anterior, nos dice Don Rodrigo Castillo Tapia, el
señor bichólogo.
Para quienes hemos visitado las antiguas salitreras de
nuestro desierto, y en especial sus cementerios, no resulta ajeno el
conocimiento de la alta mortalidad que en ellas había. Mortalidad que afectaba
a toda la población, pero quizá si especialmente a los niños.
Esto se debía no sólo a las –a veces- deplorables condiciones
de vida, sino a que la medicina no había llegado aún a niveles de conocimiento
que hoy consideraríamos bastante básicos. Para 1920, por ejemplo, ni siquiera
se había logrado todavía producir la Penicilina, ese antibiótico que hoy nos
parece tan común, y enfermedades como el cólera, la viruela y el tifus hacían
estragos, aunque ninguna alcanzaba el nivel de la tuberculosis, causante del
85% de los enfermos.
Tampoco se prestaban buenos servicios médicos, y muchas veces
ni siquiera malos, existiendo un médico para 4 o 5 oficinas salitreras, que no
atendía sino uno o dos días en cada una de ellas, pudiendo llegar a tener bajo
su dependencia hasta 500 obreros. Además de sus familias, obviamente.
No sólo no existía un buen suministro de medicamentos, sino
que además éstos distaban mucho de ser efectivos, en especial los que los
médicos entregaban como parte del servicio, debiendo los trabajadores comprar
en las pulperías algo de mayor calidad, aunque no necesariamente más útil, para
el tratamiento de las enfermedades que sufrían.
La aparición de mejores medicamentos, a mediados del siglo
pasado, permitió mejorar un poco esta situación. La masificación del uso de la
Penicilina, de la que Chile fue pionero en la producción instalando su propio
laboratorio nacional ya en 1945 (sólo un par de años después de haberse logrado
una cepa eficiente en los E.U.A.) y con insumos y recursos propios, evitando
así la dependencia de los grandes laboratorios productores (Pfizer Inc., Merck
& Co. y Squibb and Sons), lo que fue de gran ayuda para el tratamiento de
enfermedades infecciosas y heridas, así como de los efectos de las enfermedades
venéreas, otro de los flagelos que afectaban a la población de las salitreras.
Hemos de tener presente:
“En las salitreras, a principios del siglo XX, las
enfermedades de transmisión sexual no eran el problema principal, sino
enfermedades como el tifus, la viruela, la tisis pulmonar y el cólera, debido a
las malas condiciones de higiene y vivienda. Sin embargo, la prostitución, que
existía en las oficinas salitreras, era un factor de riesgo para la transmisión
de enfermedades, incluyendo las venéreas”
Las imágenes nos muestran antiguas ampollas de Penicilina
(usadas) que se encontraron dispersas por una ex oficina salitrera.
Para complementar la lectura:
La historia de la Penicilina y de su fabricación en Chile
https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-10182006000200012
Representaciones de la Trabajadora Sexual Salitrera en la
Literatura e Historia Chilena: Contribuciones al Estudio del Trabajo Sexual
Pampino del Norte de Chile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario