PRÓXIMAS RUTAS

miércoles, 30 de julio de 2025

POR CUMBRES Y LADERAS

Por cumbres y laderas

(Un nuevo hallazgo)



Por donde quepa un pie, que será el nuestro, por ahí seguiremos nuestro camino.


Muy buenas tardes tengan, estimadas y estimados amigos y seguidores. Siempre nos resulta grato el saludarles y enviarles nuestros mejores parabienes desde Antofagasta-Chile.

Este día martes 29 de julio, día en el cual te recomiendan que no te cases ni te embarques, nos fuimos a explorar por el desierto, específicamente por la cordillera costera, esa que cae abrupta al mar y no resulta muy sencilla o segura de transitar.

Pues bien, la ruta elegida era nueva y la exploramos (en su inicio) hará una semana atrás, con la finalidad de volver y trepar a la cumbre -del cerro elegido- con la tarea habitual de buscar todo aquello que nos resultase relevante e importante para el patrimonio de nuestra comuna y región. La tarea se mostraba sencilla: llegar a la cumbre sin ingresar por quebradas ni seguir por los antiguos y tradicionales senderos de guanacos, aquellos que aún se conservan y resultan tentadores de recorrer, pero se tornan peligrosos y casi imposibles de bajar.

Nada de lo anterior se consideró para esta aventura; había que seguir tan sólo las ondulaciones del cerro, agarrarse de las rocas e ir en zigzag. Todo fácil.

Avanzábamos lentamente; nada ni nadie nos apuraba y la meta (la cumbre) no era el objetivo primordial. Nuestra tarea consistía en buscar el patrimonio, la historia y sus vestigios. El lugar nos resultaba grato; el aire costero era un deleite al otorgarnos su brisa fresca que facilitaba la marcha y, en el terreno, los grandes arrastres de rocas (colosales, gigantescas) nos hacían más fácil aún el ascenso.

La roca que tapizaba las laderas nos resultaba especial. Bastante granito, también el falso granito, cuarzos enormes de todos los colores y en grandes cantidades. Seguimos un sendero que resultaba evidente que no fue hecho por el hombre, más bien, por los guanacos que habitaron por estas serranías los cuales fueron exterminados y erradicados de gran parte del territorio. Han de saber que ahí están sus fecas, sus revolcaderos y defecaderos; inclusive se conservaban sus huellas. Seguimos subiendo y un poco más arriba comienzan a mostrarse las columnares, la Eulychnia iquiquensis. Son pocos los individuos, pero están con vida. Nos vemos rodeados por la Copiapoa atacamensis; es una gran colonia de ellas que se conservan en buen estado por la ladera que da directamente al mar. Es la camanchaca quien las irriga y sostiene.

Se podría haber apurado la marcha ya que, todo lo que observábamos era común, desde las cactáceas hasta los arbustos y plantas (Nolana peruviana, Nolana divaricata, Solanum, Oxalis, etc.), pero no lo hicimos y pusimos bastante atención. Por estas alturas es donde se concentra la humedad y donde hay humedad nos encontramos habitualmente con la vida y no erramos en la lógica. Bajo la sombra de las grandes rocas y muros nos encontramos con dos especies que difieren (son diferentes a las habituales). Hablamos de la Eriosyce paucicostata (según los datos aportados por los expertos) y de una Eriosyce que, a juzgar por su forma, no está catastrada para estos lugares. Esta última nos pareció novedosa.

Hubo que detener el avance; había que buscar por todo el lugar en procura de encontrar más individuos, ya que sólo un par de estas no bastan para gritar eureka, y dimos con ellas, aunque gran parte de los individuos estaban muertos, resecados por el sol. Resultaba muy probable que más arriba encontráramos más, por lo que su búsqueda ralentizó la subida, aunque con un resultado no tan auspicioso: tan sólo 7 individuos se conservaban vivos y con posibilidad de recuperarse del estrés hídrico en el que se encontraban (con nuestra ayuda, es de suponer).

Nos faltó recorrer algunas laderas y quiebres para detectar si había más individuos vivos, pero por la hora debimos retomar nuestra meta del día, la cumbre, de modo que  continuamos en procura de ella.

A los costados del camino elegido divisamos antiguos trabajos mineros; más bien eran prospecciones y bastantes pircas que albergaron a dichos gambusinos. Todo era antiguo y no había huellas que delataran una visita o una ocupación reciente.

A 100 metros de la meta

Llegados a las cercanías de la cumbre, se nos vinieron las complicaciones: La ruta se estrechaba de sobremanera, los senderos desaparecieron y sólo quedaron los muros rasos y empinados; es más, los profundos abismos que se abrían a nuestros costados nos resultaban peligrosos y no había necesidad de asumir el riesgo. Quizás lo intentemos pronto, aquello de la cumbre, pero sin duda volveremos al lugar porque este nuevo hallazgo lo merece y donde hay algo de flora, siempre hay algo de fauna.

Como corolario.

Siempre nos resulta muy grato el poder compartir con ustedes cada uno de los hallazgos que realizamos. Nuestro afán no es el de ufanarnos o de incitar a los destructores. Sólo el de mostrar que este desierto no es tan desierto como les cuentan. Recuerden, lo que vamos encontrando no es lo que hay, es lo que va quedando de un pasado más venturoso, y procuramos hacer ciencia y divulgarla de la manera pertinente para que estos hallazgos tengan la tribuna merecida. Gran parte de la investigación que se realiza en nuestra región va enfocada a netamente a la minería, por lo cual el que existan algunas instituciones –pocas- que den prioridad a lo demás, y muy especialmente al patrimonio, no tendría por qué molestar a los dueños de la región y a sus senescales.











Eriosyce paucicostata echinus



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