Los Opiliones de Antofagasta-Chile
(Porque tenemos opilión)
No, no, no -nos decía en modo colérico- esta especie no ha
sido vista jamás en la región de Antofagasta y, si yo no la he visto, no
existe.
Pues bien. Así nos dijeron y, sin embargo, dicha especie sí
estaba presente en nuestra región.
Con el correr del tiempo la encontraron -por supuesto- y
entonces fueron otros los que recibieron los aplausos, vítores, clamores y
desfiles, olvidándose de nuestros avisos y hallazgos, y no pudimos hacer más
que sonreír ya que nuestra tarea (incomprendida a veces, denostada en otras) no
va por el aplauso.
Los Opiliones
Un gran obsequio el que nos hizo llegar Don Rodrigo Castillo
del Castillo y Castillo Tapia, tiempo atrás: una imagen de una especie sobre la
cual, aunque nos dicen que a la fecha ya se han descubierto y se han hecho colectas,
aún no hay estudios que le den un nombre científico y den por cierta su
presencia en nuestra Región. Se agradece.
Ahora bien, los Opiliones son un orden de arácnidos conocidos
vulgarmente como morgaños, arañas patonas o segadores. Superficialmente son
parecidos a las arañas (orden Araneae) de las que se diferencian enseguida por
la ausencia de estrechamiento (cintura o pedicelo) entre el prosoma (“torax”) y
el opistosoma (“abdomen”); además los quelíceros acaban en pinza o quela en vez
de en una uña, y carecen de glándula venenosa. Se han descrito unas 6500
especies.
Muchas especies son omnívoras, alimentándose principalmente
de pequeños insectos, todo tipo de material vegetal, e incluso hongos;
frecuentemente saprófagos, o depredadores. Los omnívoros pueden alternar
pequeños animales con restos vegetales. A diferencia de muchos otros arácnidos
no poseen un estómago succionador y un sistema de filtraje, por lo que ingieren
pequeñas partículas de su alimento, haciéndolos vulnerables a parásitos internos.
Utilizan su segundo par de patas como antenas, debido a que
sus ojos no son capaces de formar imágenes. Carecen de glándulas venenosas y
son absolutamente inofensivos.
Aunque algunas especies utilizan la partenogénesis para
reproducirse, la mayoría de los opiliones se reproducen de manera sexual. La
fecundación es interna, lo que es raro entre los arácnidos, estando el macho
dotado de un órgano copulador, que hace pasar por entre los quelíceros de la
hembra. Esta cuenta con un ovipositor, un órgano protráctil que extiende para
poner los huevos. En algunas especies los machos cuidan a la hembra luego del
coito, mientras que otros defienden el territorio. La hembra pone los huevos
poco después o puede demorar meses, siendo muy variable el periodo de incubación
que puede ser desde 20 días a seis meses. Unas pocas especies construyen un
nido para este propósito, habiendo una característica única en el modo de
incubación de ciertas especies en las que el macho es el único responsable del
cuidado de los huevos. Los opiliones necesitan de entre cuatro a ocho estados
ninfales para alcanzar la madurez, siendo lo más común seis.
Por muchas décadas se pensó que no había opiliones en el
desértico norte del país. Un avistamiento realizado en las cercanías de Iquique
fue ignorado, por haberlo hecho una persona común y corriente, carente de
credibilidad para los científicos. La misma suerte y respuesta tuvimos
nosotros, al exhibir las fotografías del que encontramos: no hay opiliones en
el norte. Nos han dicho que recientemente –por así decir- lo encontraron, en un
lugar cercano a aquél donde lo hicimos nosotros, y entonces sí se creyó en su
presencia. Porque así es el mundo científico: no creen en nada que no vean con
sus propios ojos, pero –sin embargo- no se animan a venir a nuestra región a
ver lo que nosotros sí hemos visto.
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