IRENE MORALES INFANTE
Una Cantinera Ejemplar
De las cantineras
chilenas, no cabe duda que la más conocida es Irene Morales. Aunque no se
conoce con certeza su fecha de nacimiento, se sabe que al igual que la sargento
Candelaria Pérez, nació en el barrio de La Chimba, en el sector ultra Mapocho
de Santiago, aunque sus progenitores eran oriundos de Curicó.
Irene Morales Infante
Fallecido su
padre, cuando ella sólo tenía 13 años, se fue a vivir con su madre a
Valparaíso, donde empezó a trabajar como costurera. En el puerto se casó en
artículo de muerte, en la Iglesia del Espíritu Santo, con un joven carpintero.
Muertos su esposo y su madre, en 1877 emigró a Antofagasta, vendiendo su
máquina de coser, "es decir, toda su heredad" para pagar su
transporte. En el puerto nortino, contrajo segundas nupcias con un chileno,
Santiago Pizarro, quien había sido músico de una de las bandas "que el
viento de las economías dispersó en la fuente de todos los cuarteles en 1878 y
aquel, buscando destino, tomó servicio en la banda boliviana de Antofagasta".
Un día del mes de septiembre de 1878, encontrándose el músico bajo los efectos
del alcohol, tuvo una riña con un soldado boliviano del mismo cuerpo en el que
servía, y cogiendo un rifle del armero lo mató. Por ello, el 24 de septiembre
de ese año, lo fusilaron en la pampa, junto a los rieles del ferrocarril,
dejando su cadáver insepulto tirado a un lado de los terraplenes. Al día
siguiente fue recogido por Irene, quien lo veló y sepultó. Sin embargo, antes
"de depositarlo en la fosa, sacáronle una vista fotográfica de sus despojos"
porque "Irene Morales quería llevar consigo la imagen viva de su propia
venganza".
Entretanto, para
sobrevivir ella tenía un pequeño negocio de abarrotes, el cual quemó, cuando 5
meses más tarde vino la ocupación de Antofagasta. Ese mismo día en medio de los
entusiastas residentes chilenos, que eran más del 85% de la población
antofagastina, "se vio a una mujer que arengaba a la muchedumbre, que le pedía
venganza contra el opresor, largo tiempo tolerado y al propio tiempo abrazaba
con efusión a los chilenos. Esa mujer era Irene Morales" quien hizo sacar
"algo más tarde, el escudo de la Prefectura boliviana y lo destrozaba con
sus pies"
Durante la
ocupación de Antofagasta, Irene, disfrazada de hombre, se presentó al Batallón
3° de Línea, para ser admitida como soldado, creyendo poder
hacerse pasar como otro cual quiera de los hombres que acudían a reconocer
cuartel. Pero su ardid falló porque fue descubierta por la Comisión Receptora,
la que la reconoció fácilmente, "pues se encontraba en el apogeo de su
hermosura". A pesar de lo anterior, Irene se batió en la batalla de
Dolores disfrazada de soldado, destacándose de tal manera que el mismo General
Baquedano le dio autorización para ser cantinera. Así lo dejó consignado Vicuña
Mackenna en El Nuevo Ferrocarril: "El soldado-mujer del 3° se batió en Dolores, y marchó enseguida a Dibujo; en ese
paraje la Morales por permiso especial del General Baquedano, pudo vestir su
traje de mujer abandonando por primera vez su disfraz. En la segunda campaña de
la guerra la cantinera del 3° pasó a la cuarta división en calidad
de lavandera del Coronel Barbosa. Pero perdida en la noche que precedió a la
batalla de Tacna entre la niebla de la camanchaca, encontró refugio y fue
acogida en los Carabineros de Yungay".
Dice la leyenda
que ella fue la primera mujer-soldado que entró en Tacna "jinete en un
brioso caballo, llevando su arma con la diestra en alto, gritando, "Viva
Chile" En junio de 1880, se produjo la toma del Morro de Arica donde el
enemigo tuvo enormes pérdidas. En dicha acción, Irene Morales sacó a relucir el
enorme odio que acumulaba desde la época en que mataron a su esposo en
Antofagasta, señalándolo así Nicanor Molinare: "En la plaza del pueblo fueron fusilados 67 hombres por una mujer,
que ordenó esa ejecución: la Irene Morales, cantinera que acompañó al ejército,
al 3° de Línea, en el asalto". La razón de su actuar, aseguró Molinare, fue porque los
peruanos actuaron con tal "cobarde felonía, reventando minas y haciendo
estallar cañones después de pedir perdón y de ordenar cesar los fuegos".
Sin embargo, todos los que la conocieron le reconocieron grandes méritos, como
por ejemplo que se batió siempre en primera fila en Pisagua, Dolores, Los Ángeles,
Tacna, Arica, Chorrillos y Miraflores; que curaba heridos, que acompañaba a los
moribundos, y "era en la guarnición,
ángel de caridad". Asimismo, reconocían que "en toda la campaña
no desmayó su entusiasmo y su abnegación para con los compatriotas". Además,
fue "como una madre, como una esposa, o como una hermana nuestra, porque
todos los días cuando se prepara a la sala, con la cara alegre, nos pregunta cómo
hemos amanecido, nos sirve con la mayor voluntad y todo lo que le pedimos nos
trae". Junto con reconocerle su patriotismo y su loable actuar en la
guerra, Vicuña Mackenna aconsejaba a través de El Nuevo Ferrocarril que
"la cantinera del 3° colgara su casaca, sus botas y su
kepí en el cuerpo de guardia de su regimiento de campaña y volviera
tranquilamente a su pobre hogar de Recoleta recomenzando otra vez a la edad de
38 años, la vida de la mujer verdadera en el trabajo manual... de todas
suertes, es mucho mejor volver a ser mujer que seguir siendo soldado y aún sargento
del 3°.
Una vez finalizada
la Guerra del Pacífico, Irene Morales residió en Santiago. El 7 de octubre de
1888, fecha en que se inauguró el monumento al "Roto chileno" en la
Plaza Yungay, en homenaje a la bravura y coraje del soldado que participó en la
Guerra contra la Confederación peruano-boliviana, concurrió la cantinera Irene
Morales siendo su presencia advertida y vitoreada por la concurrencia. Irene
Morales falleció el 25 de agosto de 1890 en una sala común de un hospital. Hoy
día una calle de la capital lleva su nombre. Más que cantinera ella fue símbolo
de la chilenidad, del coraje y abnegación de la mujer chilena.
ANÓNIMO
A Irene Morales
Tú que la gloriosa
huella
de Prat y Condell,
seguiste,
tú, que humilde rayo
fuiste
de la solitaria estrella;
tú, que viste siempre
en ella
a la prenda de tu amor,
y que con bélico ardor
por defenderla peleabas
tu pobre existencia
acabas
en la casa del dolor.
Irene, más te valiera
que en la sangrienta
batalla
el casco de una
metralla
pulverizado te hubiera,
pues la brava cantinera
hallará allí su
calvario
glorioso, aunque
solitario
y no con un triste
hospital,
donde un mísero soyal
le ha servido de
sudario.
¿Por qué, di cuando en
tu pecho
honda agonía sentiste
en voz alta no dijiste
paisanos, no tiene un
lecho
la que por la Patria ha
hecho
esfuerzos tan
abnegados?;
entonces de todos lados
llegarán, al ver tu
suerte,
su pobre lecho a
ofrecerte
muchos oscuros
soldados.
Cuál de ellos no te dijera
al ver pobre y abatida
a quien su sangre y su
vida
por la de un soldado
diera.
¡Presente, mi
cantinera,
muere en oscuro rincón
esa leona en la acción
mereció eterna gloria!
recordaré tu memoria
que, patriota,
reverencio;
mas Chile, guarde
silencio,
no lo maldiga la
Historia!
LA CANTINERA IRENE
MORALES
Ya murió la cantinera
llamada Irene Morales,
soldados y generales
lloran a su compañera.
Murió la humilde mujer,
murió la valiente
Irene,
de la cual la historia
tiene
muchas cosas que hacer
ver;
no hubo humano poder
que a su enfermedad
venciera;
la monja de cabecera
ha hecho lo que podía;
de una horrible
pulmonía
ya murió la cantinera.
Apenas oyó el clarín
abandonó su cabaña,
e hizo toda la campaña
desde el principio
hasta el fin;
del uno al otro confín
cruzó por cien arenales
y en las batallas
campales
se batía con gran
gloria.
¡Adiós, mujer
meritoria,
llamada Irene Morales!
Gusto y sentimiento
daba
verla, al fin en la
refriega
como la montaña griega
que a los heridos
curaba;
a todos los consolaba
en sus dolencias y
males;
les cuidaba por iguales
con solicitud y esmero,
al médico y bagajero,
soldados y generales.
En un caso necesario
cuando un soldado caía,
ella misma se batía
con valor
extraordinario;
era, en fin, un
relicario
de la República entera,
por amor a la bandera
abandonó sus hogares;
con razón; los
militares,
lloran a su compañera.
Según lo que se me ha
dicho,
con muchísima atención
se levanta suscripción
para levantarle un
nicho;
la muerte, con su
capricho
la pilló en el
hospital,
si no se asegura mal
en el llamado San
Borja,
y ya con amor se forja
su lápida sepulcral.
extraordinaria mujer, hoy más que nunca se necesitan reforzar este tipo de mujeres comprometidas con la vida y sus objetivos, queda mas que claro que su esfuerzo humano no fue y no ha sido debidamente recompensado.
ResponderEliminarLinda historia no la conocia
ResponderEliminarEmocionante historia no la conocía gracias por hablar de tan noble mujer.
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