Descubriendo el Cementerio
de Grau en Mejillones
(Extractado de
Revista "Induport" Nº 9)
Sr. Wilfredo Santoro Cerda. Historiador de Mejillones.
Uno de los
eternos misterios de Mejillones ha sido el cementerio de Grau. Su rastro se fue
borrando con el paso del tiempo y finalmente... se convirtió en mito y se dudó
de su existencia.
El hecho concreto es que el Almirante Miguel Grau efectivamente
fue sepultado en Mejillones. Esto ocurrió el 9 de octubre de 1879 en un funeral
encabezado por el ministro de Guerra chileno Rafael Sotomayor; el jefe del
Ejército, Erasmo Escala y el jefe naval, comodoro Galvarino Riveros.
Ministro de Guerra Rafael Sotomayor; Jefe del Ejército, Erasmo Escala y Jefe Naval, Comodoro Galvarino Riveros.
El comodoro Riveros dijo en su discurso “la muerte del
almirante peruano Miguel Grau ha sido muy sentida en esta escuadra, cuyos jefes
y oficiales hacen amplia justicia al patriotismo y valor del que fuera notable
marino”. A su vez el ministro Sotomayor manifestó “Vengo de recibir un
telegrama del gobierno de Chile, suscrito por todos los ministros del gabinete,
en el que me piden guarde celosamente los restos del gran marino... para
devolverlo a su patria, cuando llegue el momento en que su pueblo lo
reclame...”.
Miguel Grau Seminario
Grau fue sepultado junto a otros tres altos oficiales:
capitán de corbeta Elías Aguirre y los tenientes primero Diego Ferré y José
Melitón Rodríguez, quienes le sucedieron en el mando. Fueron sepultados otros
28 militares (ver recuadro), no necesariamente marinos y no necesariamente
peruanos. También iban soldados y el Huáscar disponía de artilleros ingleses.
Capitán de Corbeta Elías Aguirre. Teniente Diego Ferré y Teniente José Melitón Rodríguez.
De acuerdo a la información oficial, el Huáscar navegaba con
una dotación compuesta por 200 hombres. De éstos, 165 fueron hechos
prisioneros. Los restantes 35 se dieron por muertos, de los cuales 32 cuerpos
fueron hallados a bordo del Huáscar y sepultados en Mejillones. Tres habrían
caído al mar pereciendo sin ser hallados.
Mención aparte merece el teniente segundo Enrique Palacios,
quien tras quedar malherido fue canjeado por el héroe de la Esmeralda Luis
Uribe y enviado a Perú en el vapor Coquimbo, falleciendo a la altura de
Iquique, todavía peruano. Palacios ya había participado en la batalla naval de
Punta Gruesa, a bordo de la Independencia y en Angamos el mito señala que
habría recibido sus heridas al amarrarse a la driza, para evitar que su
pabellón fuese arriado.
Enrique Palacios de Mendiburu
GRAU SOLO ESTUVO SEIS
DÍAS
Del
Almirante Grau sólo se encontró un trozo de su pierna derecha, desde la mitad
de la pantorrilla al pie, calzado con un botín de cuero. También se halló parte de su mandíbula
incrustada en la pared del camarote. Estos restos fueron guardados en una
cajita identificada con una cruz de madera con letras negras y que llevaba la
inscripción “MIGUEL GRAU, Huáscar 8 de octubre 1879, En paz descanse”.
Tal cajita
fue removida desde el cementerio local el 14 de octubre y enviada a Valparaíso
a bordo del “Blanco Encalada”. Allí fue recibida por el capitán de la corbeta
“Chacabuco” Oscar Viel, compadre y concuñado de Grau, quien tras solicitar al
gobierno los restos de Grau los depositó un 26 de octubre de 1879 en el
mausoleo que su familia mantenía en Santiago. Viel era padrino de un hijo de
Grau y estaba casado con doña María Luisa Cabero, hermana de la esposa de Grau.
EL RETORNO
¿CUANTOS?
El 2 de
julio de 1890 hace escala en Mejillones la cañonera peruana “Lima” junto a al
crucero chileno “Esmeralda”. Vienen en una misión oficial que partió en
Valparaíso y que consiste en repatriar los restos mortales de todos los
peruanos que cayeron en la guerra. Ya a bordo viajan los restos de Grau,
sumándose en Mejillones los extintos oficiales Aguirre, Ferré y Rodríguez.
Todos los antecedentes recogidos consignan que en Mejillones sólo fueron recogidos
estos tres oficiales, cuyos cuerpos reposan debidamente identificados en la
“Cripta de los héroes”, Lima, Perú. De haber sido retirados –como lo indican
los montículos funerarios abiertos- los restantes 28 cuerpos debieran estar en
un osario ubicado en el Segundo Nivel de dicha cripta.
Wilfredo
Santoro Cerda -historiador que realizó el hallazgo- junto al investigador
Florentino Novoa, están solicitando que tal cementerio sea denominado “Zona Patrimonial”
y reciba la debida protección. Mientras tanto se ha mantenido en reserva el
lugar exacto, para su preservación.
La cañonera “Lima” partió de Valparaíso el 28 de junio, a
las 4.30 de la tarde. Durante su retorno al Perú fue recogiendo a otros caídos
en combate. Pasa por Antofagasta y
recoge a soldados no identificados; Mejillones, dónde acoge los restos de Elías
Aguirre, José Melitón Rodríguez y Diego Ferré. En Iquique, los restos de los comandantes
Espinar y Sepúlveda; mayores Perla y Figueroa, capitanes Fernández, Rivera y
Olivencia; tenientes Velarde, Cáceres y Marquezado; corneta Mamani; sargento
Carrillo, soldado Condori y dos oficiales no identificados. En Arica recibe
parte del cuerpo del Coronel Alfonso Ugarte, del Subteniente Andrés Ugarte, del
Teniente Andrés Medina, del Cabo Alfredo Maldonado, de maquinista Aníbal
Alayza.
Cañonera Lima
Crucero Esmeralda
LA REPATRIACIÓN DE
LOS RESTOS
1.- Cáceres dispone la repatriación de los restos
Tuvieron que pasar once largos años, cuando ya las pasiones
se habían calmado un tanto, para que fuera posible la repatriación de los pocos
restos que quedaron del contralmirante don Miguel Grau, Como se recordará esos
restos sólo eran una pierna y un trozo de mandíbula. Durante todo ese tiempo,
los restos habían estado, bajo el respeto que se le guardaron en el mausoleo
del general Benjamín Viel uno de cuyos hijos, marino como Grau, fue concuñado
del héroe.
En 1890, era Presidente del Perú, el general Andrés Avelino
Cáceres, el empecinado patriota, Héroe de la Breña y era diputado por Piura don
Pablo Seminario, pariente cercano de Grau, que ya en 1879, cuando era senador,
solicitó el ascenso de Grau.
Pablo Seminario, el 7 de octubre de 1889, presentó un
proyecto de ley, pidiendo la repatriación de los pocos restos que existían de
Miguel Grau en Chile. En el proyecto se planteaba la construcción de un gran
mausoleo en el Cementerio General y que, para atender todos los gastos, se
considerase una partida de 30,000 soles con cargo al superávit del Presupuesto
General de la República. El diario “El Comercio” se ocupó al día siguiente del
pedido, recordando que en ese día se consumó el heroísmo de Grau De inmediato
los demás diputados piuranos Nicanor Rodríguez, Genaro Helguero, Félix
Manzanares, Augusto Vegas y José Lama, lo respaldaron y sólo demoró unos
cuantos días la tramitación, pasando al Senado. Eran senadores, el almirante
Montero, amigo querido de Grau, el coronel Fernando Seminario Echandía y el Dr.
Francisco Eguiguren, todos los cuales lograron que saliera convertido en ley.
El Presidente Cáceres puso gran empeño en recuperar para su
Patria, todos los restos de los que por ella dieron su vida, en la Guerra del
79.
José Avelino Cáceres
Para conseguir tal fin, expidió el 3 de junio de 1890 un
Decreto Supremo, por el cual se disponía el traslado a Lima o la repatriación
de los restos de quienes sucumbieron en Angamos, Tarapacá, Alto de la Alianza,
Arica y Huamachuco, para ser depositados en la tumba especial que se había
levantado. En el mismo Decreto Supremo se disponía el nombramiento de una
Comisión que viajaría a Chile en la cañonera “Lima” la que estaría presidida
por el capitán de navío Melitón Carvajal, sobreviviente del «Huáscar», e
integrada por el capitán de fragata Pedro Gárezon, que fuera el último
comandante del glorioso monitor y el coronel Manuel C. de la Torre combatiente
del Morro de Arica. La cañonera salió el 15 de junio del Callao.
La ocasión era propicia, porque se encontraba en Santiago
como representante del Perú y Ministro Plenipotenciario, don Carlos Elías que
fuera dilecto amigo y compadre de Grau. El 29 de mayo el Canciller del Perú,
hizo conocer a Elías los fervientes deseos del general Cáceres de conseguir la
repatriación de los restos de nuestros héroes. Demás está decir que nuestro
representante en Chile desarrolló una pronta e intensa labor hasta lograr el 9
de junio una entrevista con el Canciller Chileno don Juan Mackenna, el cual se mostró
muy asequible y predispuesto, lo que fue comunicado por Elías a la Cancillería
peruana en Lima
Las conversaciones sostenidas se formalizaron con dos notas.
La primera del Ministro Elías al Ministro de Relaciones
Exteriores de Chile, que decía:
Legación del Perú en Chile. - Santiago, 10 de junio de 1890
Excelentísimo Señor
Ministro de Relaciones Exteriores de Chile
Don Juan E Mackenna
Señor:
Confirmando lo que
tuve la honra de expresar a V.E verbalmente, cúmpleme manifestarle, que,
deseando el Gobierno del Perú, que los restos del Señor Contralmirante don
Miguel Grau, del Comandante Espinar y de otros peruanos muertos en Arica,
reposen en el Cementerio de Lima, se propone enviar al crucero “Lima” para
conducir tan preciosas cenizas al Callao.
Confía mi gobierno, que el de V-E. no tendrá inconveniente
para dar a esta Legación, con tal objeto, todas las facilidades necesarias y
que se dignará ordenar a las autoridades de Arica, que conserven en la Iglesia
Matriz de este puerto, la urna que contiene las cenizas de los combatientes
peruanos que allí perecieron.
Aprovecho esta oportunidad, para renovar a V.E. las
seguridades de mi alta consideración.
CARLOS M. ELIAS.
Siete días más tarde el Señor Mackenna contestaba en la
siguiente forma
Santiago 17 de junio de 1890
Señor
Carlos Elías
Ministro Plenipotenciario del Perú.
Señor,
He tenido
la honra de recibir la atenta nota de U.S. de fecha 10 del presente en la que
manifiesta que el Gobierno del Perú ha resuelto repatriar los restos del
Contralmirante Grau, del Comandante Espinar y de otros peruanos muertos en
Arica, enviando al efecto el crucero “Lima” para que los conduzca al puerto del
Callao; y me expresa que no dudará que el Gobierno de Chile, prestará a U.S.
todas las facilidades necesarias a ese objeto.
En contestación, me es muy grato significar a U.S. que me he
dirigido ya por teléfono a las autoridades de Tacna y Tarapacá a fin de que
contribuyan, en cuanto les sea posible a hacer más expedita la tarea de los
comisionados peruanos, y al mismo tiempo, anticipo a U.S. que mi Gobierno, hará
un deber de allanar todas las dificultades que hubieren de presentarse para el
fiel cumplimiento de ese patriótico encargo.
Renuevo a U.S. las seguridades de mi alta consideración
JUAN MACKENNA
2.- Los chilenos rinden honores a Grau
Mostrándose muy diligentes, las autoridades chilenas enviaron a los
Comandantes Generales de Tarapacá y Tacna, las órdenes siguientes:
S.E. El Presidente de la República ha resuelto que se
tributen a los restos mortales de los Jefes y Oficiales del ejército y Armada
del Perú, inhumados en los cementerios de Iquique y Arica que serán repatriados
en la cañonera “Lima”, los honores prescritos en la Ordenanza General del
Ejército a los empleos militares que desempeñaban en la fecha de su muerte. Lo
que comunico a U.S. a fin de que se sirva dictar las medidas consiguientes”
Por entonces era Presidente de Chile don José Balmaceda, el
que mostró un gran interés en que no sólo se prestasen todas las facilidades posibles
para la repatriación de nuestros héroes, sino dispuso se les tributasen honores
militares.
El Ministro de Guerra y Marina envió la siguiente orden al
Comandante General de Valparaíso:
El Gobierno del Perú ha resuelto trasladar a Lima los restos
de algunos Jefes y Oficiales del Ejército y de la Armada de esa nación
inhumados en territorio chileno. Impuesto S.E. el Presidente de la República de
esta medida, ha ordenado que se tributen a los restos mortales del
Contralmirante don Miguel Grau que se encuentran sepultados en el Cementerio General
de la División y a los restos de los jefes y Oficiales que sean repatriados,
los señalados en los títulos LXXXII de la Ordenanza General del Ejército al
empleo que desempeñaba cada uno de ellos en la fecha del fallecimiento. Lo que
comunico a U.S. para su conocimiento, rogándole que, al dar cumplimiento a lo
prescrito en este oficio, proceda de acuerdo con la Comandancia General de
Marina, a la cual ha dirigido el Ministerio del Ramo, las instrucciones sobre
la materia.
El Ministro de Guerra
y Marina, general José Velásquez que fuera combatiente de artillería en la
guerra del 79, envió al Comandante General de Santiago, la siguiente orden:
S.E. el Presidente de la República ha resuelto que se
tribute a los restos mortales del Contralmirante don Miguel Grau, que se
encuentran sepultados en el Cementerio General de esta ciudad y que serán
repatriados próximamente, los honores correspondientes a un General de
División. Lo que comunico a US para que se sirva impartir las órdenes
correspondientes.
Hago presente, que la cañonera “Lima” de la armada peruana
en la cual deben repatriarse los restos del Contralmirante Grau, entrará a
Valparaíso el día de hoy según comunicaciones transmitidas al Ministerio e
Marina
El Presidente Cáceres había resuelto dar a todos los actos
de la repatriación de los restos de Grau y de sus compañeros, toda la
solemnidad que fuera posible y fue por tal motivo que escribió frecuentes
cartas al Embajador Elías, que antes había sido miembro en varios de sus
ministerios, para que no escatimara esfuerzo para lograr también en Chile tal
propósito. Tales comunicaciones dieron motivo a que Elías viajase de Santiago a
Valparaíso para ponerse en contacto con las autoridades y ultimar detalles,
encontrando siempre el mejor deseo de dar a los restos de Grau, todos los
honores, pues todos conocían la forma caballeresca y generosa con que se portó en
la guerra.
El Presidente Balmaceda de Chile y su Gabinete Ministerial,
también mostraron mucho interés en dar a los actos el relieve necesario, y con
tal fin tomaba información hasta de los detalles más pequeños. Para hacer más
patenta eso, dispuso que el crucero “Esmeralda” escoltase con una nutrida
comisión a bordo, a la cañonera “Lima” hasta el Callao. Los integrantes de la
comisión, eran el Obispo de Serena don Florencio de Fontecilla, el capitán de
navío don Constantino Brannen, el Auditor de Marina don Manuel Díaz, el coronel
don Ricardo Castro, el Presbítero don Javier Valdés Carrera y el Cirujano don
Florencio Middleton.
El 23 de junio el Canciller chileno Mackenna envió
comunicaciones a 13 embajadores y representantes de países extranjeros en los
que les expresó lo siguiente.
Señor:
Tengo la
honra de poner en conocimiento de US que, habiendo el Gobierno del Perú,
resuelto repatriar los restos de los oficiales muertos en la última guerra, que
se hallan depositados en territorio chileno, mi Gobierno se considera en el
deber de tributarles los honores correspondientes a los cargos que tuvieron en
el Ejército de su patria, y para el efecto, aguarda que US con el personal de
la Legación se digne concurrir el Cementerio General, el viernes a las 12. a.m. a fin de dar a la traslación del cadáver del Contralmirante
Grau, la solemnidad propia de un acto de esta naturaleza.
Para el viernes 27 de junio, el Gobierno de Chile preparó
con anticipación y esmero, un solemne ceremonial para la entrega de los restos
del Contralmirante Miguel Grau. Para el acto, se cursó invitaciones a un buen
número de corporaciones y personas notables. Los restos debían ser entregados
personalmente por el Canciller chileno Mackenna, y en procesión llevados hasta
la estación del ferrocarril, donde se dispuso que el Ministro de Marina
pronunciara una alocución. Un tren
especial conduciría la urna funeraria hasta Valparaíso, la que sería embarcada
en el muelle Prat en cuya oportunidad el Comandante General de Marina debía de
hacer uso de la palabra.
Los periódicos de Chile dieron gran publicidad a los actos
que debían de llevarse a cargo, y fueron rememorados los actos de valor,
generosidad y caballerosidad del contralmirante Grau, se recordó como el padre
del héroe había muerto en Valparaíso y el parentesco que tenía con la familia
Viel, en cuyo mausoleo habían reposado los restos durante once años. También se
rememoró y volvió a publicar el texto de la carta de pésame enviada por Grau a
la viuda de Prat. Todo eso creó un
ambiente de emotividad muy favorable. Fue así como al medio día convergieron
hacia las calles por donde iba pasar la caravana fúnebre miles de personas.
A las 11,30 del día 27 la Legación del Perú estaba
atiborrada de gente. Allí estaban los miembros de la Comisión que había llegado
en la cañonera “Lima”, los miembros de la Comisión chilena que acompañarían los
restos hasta el Callao en el crucero “Esmeralda”, un edecán del Presidente
Balmaceda, varios caballeros amigos del Perú, así como un gran número de
expatriados peruanos contrarios al gobierno de Cáceres, pero que en esa
oportunidad habían olvidado las discrepancias políticas.
El embajador Elías, recibió en la puerta del Cementerio a
las personalidades y corporaciones que habían asistido. Fueron desfilando los
Ministros miembros del ejecutivo, de las Cortes de Justicia, del Congreso, de
la Universidad, del Municipio, bomberos, clero, corporaciones obreras, de
beneficencia y literarias
Se extrajeron los restos del mausoleo Viel y se depositaron
en una artística urna mandada hacer por el Embajador Elías. Un corneta del
ejército chileno hizo el toque de silencio. Luego se suscribió un Acta de
entrega, en los términos siguientes:
Cementerio General de Santiago. -
Certifico, que bajo el Nª 633 del libro de exhumaciones de
este Cementerio General, se halla la siguiente partida: Con arreglo al Supremo
Decreto del 23 de los corrientes, la exhumación de los restos del Señor Contralmirante de la Armada
Peruana, don Miguel Grau, sepultado el 26 de octubre de 1879, en el mausoleo
del General don Benjamín Viel y entregada a la Comisión nombrada por el
Gobierno del Perú.- Santiago, junio 27
de 1890,- Firmado Carlos M. Elías; M. Mendiburu, Secretario de la Legación; M.
Melitón Carvajal.- Manuel C. de la Torre, Pedro Gárezon.- Vº Bº Abraham
Gonzáles.- Está conforme. Gaspar del Río,
Administrador
del Cementerio.
A continuación, el Canciller Mackenna pronunció el siguiente
discurso:
Señores:
Hace once
años, el Almirante Grau sucumbía en el puesto del deber, y con profundo respeto
y calurosa simpatía, entregamos hoy sus restos venerados al Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Perú, para que se les dé un
descanso perpetuo en el seno de su patria.
El Almirante Grau, ha pasado ya a la Historia, y su nombre vive
en una esfera a la cual sólo llegan la gratitud de su propio país y la
admiración de los restantes. Fue un soldado que hasta el fin supo cumplir
religiosamente su consigna y que en los sacrificios que hizo por su Patria demostraba
su amor al deber y la nobleza de su alma, Sean sus cenizas una prenda de la
confraternidad que siempre ha de ligar a la tierra extraña que le ha servido de
pasajero descanso y aquella a la cual se debió y por la cual perdió su
existencia el Almirante Grau.
Señor Ministro del Perú: Chile os entrega y se despide con
dolor, de estos gloriosos restos que ha sabido custodiar con cariño y con
respeto.
Cuando le tocó hablar al Embajador Elías, lo hizo con muy
profunda emoción pues lo había ligado a Grau una íntima amistad y parentesco
espiritual. Dijo Elías:
Señores:
Recibo con
profunda y patriótica emoción, los restos mortales del Contralmirante Grau, que
durante diez años han descansado en tierra chilena y mi primera palabra es de
agradecimiento para la distinguida familia que le dio piadosa sepultura en la
tumba de sus deudos, al lado de un valiente defensor de la independencia de
Chile.
Cúmpleme también agradecer en nombre de mi gobierno al
Excelentísimo Gobierno de Chile, esta manifestación de respeto y simpatía con
que honra las cenizas del Contralmirante Grau, al entregarlas para que sean
trasladados a la Patria.
El Perú quiere pagar la deuda de gratitud que tiene
contraída con aquellos de sus hijos que supieron morir como buenos en el campo
del honor y perpetuar su recuerdo en monumento levantado por la munificencia
del país.
Al llevar hoy estas reliquias queridas del valeroso marino
que sucumbió heroicamente sosteniendo la honra de su bandera, al seno de un
pueblo que entusiasta y reconocido ve en Grau el símbolo del patriotismo y de
la abnegación sublime en el cumplimiento del deber, mi gobierno satisface una
aspiración nacional.
Chile, honrando por su parte tan hidalga como
espontáneamente, la memoria del más esforzado de sus adversarios en las aguas
del Pacífico, demuestra su cultura y elevados sentimientos, y da al Perú, que
sabrá estimarlo en todo su valor, una prueba de amistad, que será muy grata y
seguramente ha de consolidar las buenas y cordiales relaciones de dos pueblos.
El general peruano Juan Martín Echenique, que se encontraba
avecindado en Santiago, también participó en nombre de la colonia peruana en
Chile. Había sido el general Echenique un combatiente en San Juan y Miraflores
y había sido amigo de Grau.. dijo lo siguiente:
Señores.
Unido desde la juventud por los más cordiales vínculos de
amistad con Miguel Grau, su compañero de armas y subordinado en la guerra de
1866, y como él, peruano, me es imposible prescindir de tributar a los restos
que encierra este ataúd, el homenaje del amor y del respeto que inspiran.
Con este único y bien sentido propósito, me permito reclamar
vuestra indulgencia por breves instantes, y no en manera alguna para prodigar
elogios a quien fue superior a toda alabanza, ni para narrar la historia de
aquel cuyo solo nombre basta para recordar una epopeya.
Los cumplidos honores que se disciernen al Contralmirante
Grau por la nación misma contra la que él combatió hasta perder la vida; la
congoja que sentimos en este momento cuantos aquí nos encontramos; prueban con
elocuencia lo que esos despojos valen para la patria que los reclama, y lo
noble y grande del aliento que ayer los animaba.
Grau, Aguirre, Palacios Ferré. y Bolognesi y Espinar. La
tierra que mañana va a cubriros en cambio del respetuoso asilo que os prestará
el enemigo de ayer, no será la tierra del olvido.! No¡ son nada más que
vuestros restos materiales, los que junto y envueltos en la bandera a cuya
sombra rendisteis la existencia, hoy a la Patria tornan; empero, bien sabéis
allá- en la mansión celeste donde también están vuestros espíritus- que desde
el instante del sublimo sacrificio viviste, como vivía y viviréis eternamente
en el culto de todos y cada uno de vuestros compatriotas.
Id, pues, en paz y en gloria hacia los vuestros; veneradas
reliquias. ¡id a decir a esa Patria que os recobra, cuanto la amamos sus
ausentes hijos ¡Decidle, que nada amortigua en nuestros corazones, el anhelo
por su bien y su grandeza, que es muy duro, muy triste, vivir de ella alejados;
y cuanto lamentamos no poder volver con vosotros a su seno.
Y tú, y Dios Todopoderoso, a cuya voluntad todo obedece,
haz, oh Señor, que ese vasto mar, teatro unas veces, y otras testigo, de las
hazañas de sus héroes, calme sus ondas y conduzca venturosa a la nave que
devuelve al pueblo peruano agradecido la ceniza de los que sucumbieron en su
defensa; pueblo que quiere contemplarlas y bendecirlas, que quiere humedecerlas
con sus lágrimas y que ya, ansioso en sus playas, las esperan como
especialísimo tesoro.
La urna con los despojos de Grau fue portada por los
peruanos residentes en Chile y por miembros de la Comisión llegada en la
cañonera “Lima”. Las cintas fueron dadas a don Evaristo Sanfuentes, Ministro
del Interior y Presidente del Gabinete; J. Cousiño miembro de la Corte Suprema
de Justicia; a José Evaristo Uriburu, Embajador de Argentina y Decano del
Cuerpo Diplomático, a don Juan Mackenna, Ministro de Relaciones Exteriores; a
H. da Bacurt, embajador de Francia y al capitán de navío Melitón Carvajal, Presidente
de la Comisión Peruana. La urna fue depositada en un lujoso carro tirado por
caballos blancos y con cuatro batidores, Ministros de Estado y en varios carros
el cortejo se dirigió del Cementerio a la estación del ferrocarril. La comitiva
era escoltada por un regimiento de artillería y otro de caballería y a pie un
número muy elevado de personas. Cuando a lo largo de cinco kilómetros el
cortejo pasó por la Plaza Principal, la banda de músicos del 4ª Regimiento de
Línea, tocó el Himno Nacional del Perú, y cuando pasó la masa humana por el
Palacio de Gobierno de la Moneda, se unió a la muchedumbre la Escuela de
Grumetes. En esos momentos el Presidente Balmaceda, apareció en uno de los
balcones con la cabeza descubierta. Al llegar el cortejo a la estación del
Ferrocarril, se encontró que allí había otra compacta multitud. En ese lugar,
el General José Velásquez, ex combatiente del 79 y Ministro de Guerra y Marina,
pronunció el siguiente sentido discurso:
Señor Ministro del Perú:
La nación
que guarda los restos de un gran ciudadano y de un esclarecido militar, se
levanta y ennoblece. Por esto el Gobierno y el pueblo de Chile tributan con
íntimo sentimiento de respeto honores al hijo predilecto de una república
amiga.
Ayer, cuando se le honraba en el cementerio del Almirante
“Blanco Encalada”, decíamos que el patriotismo no reconoce fronteras.
Hoy, al entregar respetuosamente las cenizas del Almirante
Grau a los representantes de su patria, podemos decir: la gloria y el heroísmo,
no reconocen continentes.
El nombre del Almirante Grau, resonó en el orbe civilizado.
Los Gobiernos y los pueblos del suelo americano, tenían sus ojos fijos en la
estela que marcaba en el océano la nave peruana. La dirigía un ilustre marino
que honrando la bandera y sirviendo los intereses de su país, ganó renombre y
gloria imperecedera.
¡Almirante Grau ¡
Un pueblo amigo os saluda y se despide de vuestros restos
venerados. Volvéis al hogar y al corazón del Perú. La memoria de vuestros
hechos y de vuestro nombre, será conservada por todos los chilenos y
especialmente por nuestros marinos y soldados.
Nosotros hemos respetado y respetamos siempre el valor
heroico y el deber cumplido.
Fue tal la emoción que embargó a la multitud este discurso,
que tras de profundo silencio, estalló en aplausos gritando ¡Viva el Perú¡¡Viva
Chile ¡
El Embajador Elías, contestó de la siguiente forma:
Señor Ministro:
Las nobles
palabras que acabáis de pronunciar, producirán en el corazón de todos los
peruanos la más patriótica satisfacción.
Es propio y digno de una Nación que no sabe escatimar el
elogio y la recompensa que merecen sus buenos servidores, reconocer el valor
donde quiera que se presente y glorificar el heroísmo de las grandes acciones.
Es cierto que la gloria y el heroísmo no reconocen
continentes y por eso buscamos todos en la Historia las más grandes
inspiraciones y nos entusiasmamos por aquellos cuyo sacrificio por la Patria
los ha inmortalizado. Y esto es común a la humanidad toda ¡Cuanto más, no
deberán serlo al tratarse de pueblos que tienen un mismo origen y que pasado el
fragor de la lucha, deben apreciarse recíprocamente!
Muy honroso es para mí, señor General, expresar en nombre de
mi Gobierno y de mi país, la más sincera gratitud por el caballeresco homenaje,
que, hablando en representación del Ejército y la Marina, tributáis a la
memoria del Contralmirante Grau que con tanta razón calificáis de hijo
Predilecto del Perú
También estas palabras fueron acogidas con vivas y vítores,
lo mismo cuando se anunció que iba hablar el capitán de navío Melitón Carvajal,
Presidente de la Comisión Peruana y sobreviviente del “Huáscar”.
El tren en que se llevaron los restos a Valparaíso estaba
engalanado y lleno de aparatos florales y la gente permaneció en la estación
hasta que se perdió la máquina en la lejanía. Como las ceremonias en Santiago
habían llevado mucho tiempo, la locomotora tuvo que acelerar su marcha y fue
así como llegó al puerto de Valparaíso a las 6 de la tarde, cuando ya oscurecía
por el invierno. En la estación esperaba también una inquieta gran multitud.
Allí el Regimiento Nª 3 de Línea, le rindió honores militares. El recorrido al muelle
se hizo entre dos filas de marineros. Era Intendente de Valparaíso y Comandante
General de Marina, el contralmirante Juan Williams Rebolledo, él mismo que fue
contendor de Grau en la Guerra del Pacífico. Junto con Rebolledo estaba una
gran cantidad de Jefes y Oficiales de la Marina chilena. En nombre de ella,
habló el capitán de navío Salamanca y le respondió el capitán de navío Melitón
Carvajal. La urna funeraria se colocó en una falúa engalanada y enlutada con
paño negro, que era remolcada por una lancha a vapor de la Gobernación
Marítima. A ambos lados de ella en botes de los barcos de guerra se embarcó la
comitiva. El mar estaba tranquilo, pero ya había caído la noche y se alumbraban
con hachones y con los faros de la cañonera “Lima” y del crucero “Esmeralda”. A
las 19:30 de la noche el Comandante Alzamora de la “Lima” recibió la urna. En
esa oportunidad el Embajador Carlos Elías pronunció el siguiente discurso
Señores:
Al
entregaros para los lleváis a la Patria, estos venerados restos del
Contralmirante Grau, que ha descansado en tierra chilena durante diez años,
cumplo las instrucciones del Supremo Gobierno que tan patrióticamente ha
interpretado el sentir nacional y es doblemente grato para mí este honroso
encargo, porque conservo inalterable y con cariñoso respeto el recuerdo del
mejor de mis amigos, y me asocio como representante del Perú a un acto de
justicia y gratitud que enaltece a la República.
Vosotros señores, que fuisteis, los unos los compañeros de
su gloria y de su sacrificio y otros de la legión que combatió con espartano
heroísmo en el Morro de Arica, no necesitáis que yo os recuerde las hazañas de
Grau,
Ellas quedan como estela luminosa marcando las aguas del
Pacífico, el rumbo del honor y del deber.
Grau desde que se inició en la guerra, comprendió la suerte
que en ella había de caberle. Conocía el poder de la escuadra enemiga y la
fuerza del buque que comandaba, y así desde el primer momento resolvió
sacrificarse por su Patria.
Y cuando se le presentó la oportunidad que le ofrecía el
ascenso que le otorgó el Congreso, de dejar el mando de su buque que no
correspondía ya a su alta clase militar, no quiso aprovecharla, porque tal
acción no era digna de alma tan grande, para conservar el derecho de morir como
simple comandante del “Huáscar”.
Hoy, que, colocadas sus cenizas en este buque, construido
con donativos populares y que representa aquí a la Patria ausente, a la sombra
del bicolor querido, paréceme como que veo presentarse radiante de luz, la
altiva figura de Grau y erguirse sobre su pedestal de gloria, para decirnos a
todos:
Sacad provechosa enseñanza de vuestras desgracias y recordad
que la unión es el lema de vuestro escudo. No gastéis vuestra vitalidad en
estériles luchas que enervan y debilitan a los pueblos. Buscad en la paz y en
el trabajo que engrandece, el secreto de vuestra fuerza y poderío. Y aprended
de mí que os dejo trazados con caracteres indelebles en las páginas de nuestra
Historia, una lección sublime de heroísmo, para que no olvidéis jamás como se
sirve a la Patria y como se muere por ella.
Este discurso pronunciado con gran emoción, impactó en todos
los presentes y sobre todo en los marineros peruanos que lo escucharon con
recogimiento y respeto.
A continuación, el capitán de navío Carvajal, compañero de
Grau en Angamos, dijo:
Señores:
Al
separarse de estas playas la Comisión encargada por el Gobierno del Perú para
trasladar a nuestra Patria los restos del ilustre y benemérito Contralmirante
Grau, creo de mí deber hacer uso de la palabra, para expresar una vez más,
nuestro agradecimiento por las facilidades que nos ha prestado el Gobierno de
Chile y las muestras de personal distinción con que nos ha honrado.
Las glorias militares de las naciones, son evidentemente los
más notables timbres de honra, porque el valor y la nobleza son y serán siempre
los sentimientos que más distinguen a los hombres superiores.
La guerra impone terribles sacrificios en aras del deber;
los que en el anchuroso mar ayer y siempre, se llamaron hermanos, tienen que ser
después los mártires de la lucha en defensa de la honra de su bandera,
representando siempre la gloria y el sacrificio por la Patria.
Estas son señores, las ideas que se presentan en mi mente en
presencia de estos restos venerados. Tenemos por delante, los despojos del
marino, que cumpliendo su deber sacrificó su vida en honor de su bandera, del
mismo que catorce años antes en las aguas de Abtao, fuera uno de los defensores
del honor de la bandera chilena.
Hoy, felizmente, los lazos de amistad unen al Perú y Chile
dándonos la satisfacción de ver honrados caballerosa y espontáneamente por el
Gobierno y pueblo chileno, los restos del aliado de 1866 y del noble y heroico
Comandante del Huáscar de 1879.
¡Honor y gloria a estas fechas, agradeciendo de mi parte y a
nombre del Perú por la manifestación de hoy ¡
Llegada de los restos de Grau al Callao
Gloria a Miguel Grau, héroe epónimo del milenio. Gloria a Aguirre, Ferré,y demás oficiales y tripulación del glorioso monitor Huáscar.
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