TRAS LA RUTA DE
UNA INVESTIGADORA DANESA POR AMÉRICA Y EL NORTE DE CHILE
Héctor
J. Ardiles Vega, Museo de Antofagasta,
Centro
de Investigación Histórico Cultural “Isaac Arce Ramírez”
Antecedentes de su itinerario por América
Bente Bittmann
nace en Dinamarca el 7 de enero de 1937, en el pueblo de Nibe, localidad lacustre
ubicada al norte de la península de Jutlandia, territorio rodeado por canales, fiordos
y lagos, bajas colinas, llanos boscosos y pastos aptos para la agricultura. La
vida transcurre en torno a granjas altamente tecnificadas con una fuerte
raigambre campestre y marinera.
Junto a
sus dos hermanos, es instruida por sus padres, el doctor Johan Frank Bittmann y
Augusta Marie Von Holleufer, dentro de una familia tradicional, de buena
posición social y costumbres burguesas. La infancia de la pequeña Bente
transcurre en Europa durante los difíciles años de la II Guerra Mundial. Dinamarca
será invadida por la Alemania Nazi el
9 de abril de 1940, incorporándose como
protectorado del III Reich. De tal manera el sistema político del país se
mantiene sin alterarse, mayormente la educación y la organización social.
Tras la rendición del Ejército Alemán, el 8 de mayo
de 1945, la normalización de Dinamarca estuvo dirigida por gobiernos de
coalición nacional y liberales, que mantienen la política de colaboración con
el nuevo ordenamiento mundial, en las Naciones Unidas, la OTAN, y las naciones
escandinavas y el Atlántico Norte, en el contexto de la Guerra Fría.
Finalizado el conflicto bélico,
Bente cursa estudios en los mejores colegios de la capital danesa. Además, presta
servicio a su país como oficial de la marina real y cursa estudios superiores
en la universidad de Copenhague, Cambridge y Bruselas.
En 1959
se traslada a México, con el patrocinio del Instituto Nacional de Antropología
e Historia de la Universidad de las Américas, integrándose al equipo de
investigación del estado de Oaxaca para desarrollar estudios en dicha
disciplina. Simultáneamente, participa en clases y seminarios impartidos por la
Universidad de las Américas y la Universidad Autónoma de México. Al mismo
tiempo, asiste a cursos de especialización en la Universidad de Glasgow.
La
estadía en México marca significativamente la vocación profesional de la joven
Bente, ya que el contacto con los pobladores de las tierras altas de Oaxaca
establece un vínculo permanente con la realidad autóctona americana y surge en
ella la inquietud por saber e investigar más del pasado de estas culturas. Por
esta razón participa activamente en los principales coloquios y eventos
internacionales referidos a las temáticas del Nuevo Mundo. De tal modo concurre
periódicamente a los congresos de la Society for American Archaeology, American
Anthopological Association, Sociéte des Américanistes de París, Society for
American Etnohistory y los encuentros de Americanistas. Al mismo tiempo
presenta los primeros artículos en revistas especializadas de América y Europa,
publicando en “Tlalocán” un estudio alusivo a los jeroglíficos mexicanos, y
otro concerniente a documentos del área de Cholula, en “MedicinskForum” de
Dinamarca.
En
1962, a la edad de 25 años, culmina su periplo de formación universitaria,
titulándose de Antropóloga, con el grado de Máster en Antropología. A continuación,
sigue perfeccionándose en varios ámbitos, especialmente en arqueología y el
enfoque antropológico sociocultural.
A fines
de 1962 viaja a Brasil, donde participa del programa de museología impartido
por el Museo de Sao Paulo, se adscribe al Centro de Estudios de Ciencias
Sociales de la Pontificia Universidad Católica Paulista y, en 1964, colabora en
el Consejo Nacional de Protección Agrícola y el Servicio de Protección a los
Indios, proyectos ligados con la reforma social impulsada por el gobierno de João Goulart (1961–1964),
quien propone el reparto de tierras agrícolas, alfabetización campesina,
aumento del impuesto a la renta y la imposición a las compañías multinacionales
para invertir sus ganancias en el país, etc.
Durante
estos años despliega un amplio reconocimiento e indagación de las comunidades
indígenas ubicadas en el centro oeste de Brasil, especialmente los grupos nativos
de Tapirapé, Chavante, Bororo y otras localidades del Mato Grosso. La
permanencia de la joven antropóloga danesa en esta inmensa llanura aluvial, o “pantanal”,
le ofrece la oportunidad de apreciar un ambiente natural único y culturalmente
variado: “un paraíso ecológico”. En este lugar se dedica al estudio de la arqueología
tupi– guaraní, asistida por la Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado
de Sao Paulo. De igual modo analiza la confección y el diseño de la alfarería
de la zona; e intenta establecer niveles de comparación y relación con la cerámica
que se encuentra en el Museo Nacional de Río Janeiro.
Tras la
caída del gobierno de Goulart,
en marzo de 1964, Bente Bittmann realiza varios viajes a Europa y
América, donde aprovecha el tiempo para dar a conocer textos que revelan
descripciones etnográficas e históricas de la región. Uno de los textos que
publica lleva el título “Histoire du Brésil: manuscrito de Jean Baptiste Labat encontrado
en la Biblioteca Real de Copenhague”, presentado en los Anales del Museo
Paulista.
Con 30
años de edad, regresa a México, más compenetrada o empapada de la diversidad
cultural del continente americano. En aquel momento una de sus preocupaciones será
dedicar, cierto tiempo, a la pesquisa archivística y bibliográfica en Centros
de Documentación europeos y americanos, para localizar fuentes inéditas que
permitan comprender más integralmente y multidisciplinariamente las culturas de
América. A su juicio, estas investigaciones aportan valor y progreso a la
disciplina y confirman su inclinación hacia los estudios basados a la
antropología socio cultural y etnohistórica.
Quizás
por ello, estando en México, se dedica al estudio de los “códices” conservados
en el Museo Nacional de Antropología y retoma algunos proyectos sobre
ideografía precolombina. Con este propósito revisa apuntes metodológicos y actualiza
una serie de tesis respecto al tema, encontrando parte de los dibujos faltantes
en el texto de la Historia Tolteca – Chichimeca.
También
plantea la relación existente entre los mapas de Cuautinchán y la Historia
Tolteca – Chichimeca. En este asunto ella logra ser reconocida como una conocedora
y especialista en el tema. De esta época surgen numerosas publicaciones y
trabajos en conjunto con otros investigadores, relacionados con la grafía o
escritura ideográfica de la historia mesoamericana. Entre estas publicaciones
cabe mencionar las desarrolladas con Thelma Sullivan, William R. Swezey,
Ernesto Castro Morales, Zita Basich de Canessi, Fernando Horcasitas, entre
otros.
En el
Congreso Internacional Americanista, celebrado en Stuttgart, Alemania, en 1969,
presenta dos trabajos de investigación. Una de las ponencias trata de los
antiguos barrios de la ciudad de Cholula y la otra de los antecedentes
culturales de la civilización mesoamericana; convirtiéndose para esa época en
una experta de estas materias (modos de vida e ideografía mesoamericana).
Ese
mismo año (1969) viaja a Chile trasladándose al sur del país para conocer de
cerca a las comunidades mapuches. Durante esta visita aprovecha la ocasión para
examinar “conchales basurales” situados en la costa del Bío Bío, realiza
conferencias en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción,
la cual está experimentando transformaciones institucionales producto de la
Reforma Universitaria (1968). Además, las autoridades de la universidad le
proponen incorporarse a esa casa de estudios como docente titular.
La
pasantía en dicha universidad le permite desplazarse por el país, en Santiago revisa
el Archivo y Biblioteca Nacional; en La Serena participa del V Congreso
Nacional de Arqueología, efectuado en octubre de 1969; y, en 1972, expone en el
Simposio Internacional de México, el Proyecto Mexicano – Alemán de
Investigación Científica de la Región de Puebla – Tlaxcala. También asiste, en
calidad de experta, al Encuentro de Roma, donde se analizan las Rutas
Comerciales en el México antiguo.
Al
mismo tiempo viaja a Ecuador, donde efectúa excavaciones en la ribera del río
Guayas, estudia las comunidades indígenas de la costa de Guayaquil e inspecciona
los fondos documentales en la Casa de la Cultura ecuatoriana.
Ante los
convulsionados acontecimientos políticos y sociales que vive Sudamérica, a
comienzo de la década de los setenta, se traslada a su país, dedicándose a la
pesquisa documental en Copenhague, el Museo Británico y la Biblioteca del
Congreso en Washington.
En 1973
tras el derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular, la antropóloga danesa
debe experimentar una vez más la situación vivida, casi una década atrás en
Brasil; la clausura de las universidades, la persecución a los intelectuales y
el éxodo de académicos, docentes e investigadores. En estas circunstancias, tan
complejas, ingresa como profesora titular a la Universidad de Concepción,
asumiendo las asignaturas de Prehistoria Americana, Etnohistoria y seminarios
especializados. Al poco tiempo se hace cargo de las clases de Prehistoria Universal,
Teoría y Técnicas de la Arqueología, y guía en los Seminarios de Prehistoria de
Chile y Ecología. Luego será nombrada jefe de Investigación y, en marzo de
1976, designada jefa del Departamento de Antropología del Instituto de
Geografía e Historia de la Universidad de Concepción.
A pesar
de los difíciles momentos que vivía la “academia” en el país; ella procura
mantener un alto nivel docente y una intensa actividad de extensión e
investigación, que permita conservar, cierta excelencia profesional en la
formación de los estudiantes. En este ámbito, en 1975, organiza la Escuela de
Temporada Estival, donde imparte el curso “América precolombina”, cuyo programa
contiene un conjunto de saberes que sintetizan 15 años de investigación de
campo y gabinete, abarcando las experiencias aprendidas en distintas áreas de
América: México, Brasil, Ecuador y Chile.
Referencias a su trayectoria por el Norte
Grande de Chile
Después del periplo por América Latina y el centro sur
de Chile, Bente Bittmann se traslada definitivamente al norte del país en 1976.
Un año antes, en 1975, había sido invitada por la Universidad del Norte a
dictar algunas conferencias de “Prehistoria Americana” a los estudiantes de la carrera
de arqueología de Antofagasta. El encuentro con colegas y ex estudiantes de la
universidad penquista, como Agustín Llagostera y Héctor Garcés Hill, causa en
ella el deseo de permanecer más tiempo en la zona, en gran parte, debido al
buen tiempo nortino y el grato ambiente que se vive en el claustro
universitario local.
En esta
época las universidades locales se hallaban en la fase terminal del período de
surgimiento de las ciencias sociales en la región, iniciado con la fundación de
la Universidad de Chile, sede Antofagasta, y la Universidad del Norte. Ambas,
en sus distintos ámbitos y competencias, a partir de la década de 1960, contribuyen
a constituir cuadros de profesionales locales y áreas de investigación
académica, propios de la realidad económica y sociocultural del norte, cuyo
ambiente y quehacer impulsan en sus respectivos campos de conocimiento, una
serie de iniciativas y actividades culturales que propician la participación social
y la formulación de proyectos científicos e históricos.
Todo
ello permite el nacimiento del Departamento de Ciencias Sociales de la
Universidad del Norte y, en 1971, la fundación de la Escuela de Antropología y
Arqueología. Ambas entidades fomentan la profesionalización de la investigación
sociológica, historiográfica, antropológica y arqueológica en la región, y también
generan la construcción y deconstrucción del conocimiento del entorno y los
sujetos sociales regionales, percibidos desde el interés de la realidad local e
identidad regional.
De este
modo, cuando la investigadora danesa llega a la ciudad se encuentra con que aún
en las aulas y centros universitarios de Antofagasta se desempeñan
profesionales y académicos regionales comprometidos con la enseñanza y la
investigación de las ciencias humanas. Entre éstos cabe mencionar a José María
Casassas, Gustavo Le Paige, Oscar Bermúdez Miral, Horacio Larraín Barros, Lautaro
Núñez, Viera Zlatar, Adolfo Contador, Patricio Núñez, entre otros, quienes
comprenden y aplican los métodos y las técnicas de la etnohistoria, la
antropología y la arqueología, y cuyo campo de acción se desarrolla tanto en
San Pedro de Atacama como en el litoral (La Chimba), constituyendo un corpus de
investigación propio de la “Escuela del
Norte”, “algo lejos del exceso teórico y más cerca de la praxis”[1].
En este
contexto académico Bente Bittmann se vincula con Antofagasta, el 1 de abril de
1976, cuando se incorpora oficialmente, como docente a jornada completa, en el
Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Norte, ocupación que
cumple hasta mediados de 1985 en el Instituto de Investigaciones Históricas y
Antropológicas. En 1981 será nombrada directora del Departamento de Historia y
Arqueología, donde impulsa e implementa interesantes proyectos, programas y
actividades de difusión e investigación a nivel nacional e internacional.
El trabajo metódico y deductivo que imparte en
cada acción y planteamiento que formula, junto a la estrecha cohesión humana
que genera en los equipos de trabajo donde participa, se convierte en un
aspecto particular de su quehacer, que se transmite y traspasa, de manera natural,
entre quienes la conocieron, colegas y discípulos, los cuales recuerdan la
capacidad que ella tenía para coordinar y organizar equipos de trabajo,
consistente en desatar procesos de compromiso con el estudio y la colaboración
de campo. Al respecto, un colega de ella recuerda que “fue una formadora de
equipos de trabajo multidisciplinarios (...) que tuvo la capacidad de aportar
sus conocimientos a la investigación científica del norte”[2].
De igual modo “coordinaba muy bien los cargos y tiempos académicos, entregando
una orientación global o general, dejando que los investigadores especialistas
cumplieran su tarea según compromisos contraídos”[3].
Otro testimonio señala que “su actitud ante el trabajo en equipo era la actitud
siempre de un jefe que sabía lo que había que hacer, de modo que su liderazgo
era más bien natural, cuando se trabajaba en equipo”[4].
La experiencia volcada en la II Región, según la opinión
de amigos, estudiantes y colegas entrevistados sobre su quehacer académico y
profesional en Antofagasta, la he hallado circunscrita en tres ámbitos de
acción o líneas programáticas, a saber: la etnohistoria, la arqueología
histórica y la museografía, materias y prácticas que ella privilegia significativamente
en el desarrollo del conocimiento y el progreso cultural de Antofagasta, y que
aún perviven en las ciencias sociales del Norte Grande.
La
etnohistoria regional
El
desarrollo etnológico y documental de Bente Bittmann queda demostrado, como se
ha descrito, a lo largo de su formación académica y profesional, sobre todo,
refrendado en su trabajo de campo en Brasil, México, Ecuador y Chile. Estos
temas la cautivaron desde muy temprano, cuando cursa estudios de pregrado en
Europa, con profesores y lecturas que la incitan a confrontar posturas (funcionalistas,
culturalistas, materialistas, etc.) y a aprender de los clásicos como Readcliffe
-Brown, Malinowki, Lévi Strauss, entre otros, los alcances de la antropología
sociocultural, postulados que la motivan profundamente a entender las
sociedades antiguas, en sus modos de vida y formas de crear, pensar y sentir.
Al
mismo tiempo, sabe que los archivos y bibliotecas del mundo guardan aún mucha
información desconocida, valiosa para la reconstrucción del pasado de los
pueblos originarios del Nuevo Mundo. Por esta razón se da a la búsqueda de
fuentes de información y hace uso de la heurística y la hermenéutica;
concibiendo el conocimiento etnohistórico como un método de trabajo y una
práctica natural de la disciplina antropológica.
Viaja
por el mundo participando en seminarios especializados en distintas partes del
planeta. Gracias a la condición natural que tiene para asimilar dialectos y/o lenguas,
se pone en contacto o se relaciona directamente con diferentes culturas. Héctor
Garcés, alumno y colega de ella, recuerda al respecto que “ella tenía gran
facilidad para aprender lenguajes. Aprendió nahuatl, por ejemplo, Bente Bittmann
llegó a hablar 20 lenguas (…) Le interesó el mapuche y aprendió también
mapuche, elementos rudimentarios del lenguaje, pero se expresaba. Ésa es la
ventaja de vivir en Europa, que ellos aprenden no solamente la lengua materna,
sino también hablan muchas otras lenguas; incluso Bente llegó a hablar ruso (...)
Pero ella no aprendía el lenguaje para darse ínfulas de que hablaba muchas
lenguas; aprendió como una necesidad de comunicarse mejor”[5].
En
este sentido, a partir de la década de 1960, Bente Bittmann, junto a estudiosos
europeos, americanos y chilenos, forma parte de una generación innovadora para
los estudios arqueológicos, antropológicos y etnohistóricos en la región. Al
respecto, cabe recordar sus investigaciones sobre los códices mesoamericanos,
los antecedentes etnohistóricos aportados a los pueblos antiguos del Brasil,
zona del Guayas y centro sur de Chile.
Con
la experiencia y trayectoria que posee no resulta casual su estadía en el norte
de Chile, más allá de la curiosidad que le provoca la región, por su clima y
geografía, conoce bien el estado de la disciplina y los avances de la
producción científica en la zona, los cuales generan interesantes trabajos ligados
a la cultura Chinchorro y atacameña. En relación a ello, está al tanto de las
publicaciones de Max Uhle, Ricardo Latcham, JuniusBird, Gustavo Le Paige, Grete
Mostny, Juan Munizaga, Ancker Nielsen, Lautaro Núñez, Horacio Larraín, Agustín
Llagostera, Jorge Hidalgo, entre otros. Con algunos de estos investigadores la
une, además, una estrecha vinculación personal y profesional.
De
igual modo, la estancia en la región está relacionada con el reconocimiento de
sitios precolombinos, la existencia de restos etnohistóricos y la conservación de
colecciones antropológicas e históricas, y la presencia de museos y la compilación
de documentos en archivos especializados. Por ejemplo, el funcionamiento del Centro
de Documentación de la Universidad del Norte (CEDOC), iniciativa impulsada por
el académico catalán José María Cassasas, cuyas fuentes documentales, tales
como el “Libro de varias hojas”, permiten la recopilación de antecedentes
histórico coloniales de Atacama, Cobija y otras localidades del Norte Grande.
Junto
a José María Cassasas, durante la segunda mitad de la década de 1970, imparte
el curso taller referido a los métodos y técnicas de la etnohistoria, aplicado
al conocimiento de las comunidades autóctonas del territorio nortino. Este
ciclo programático de perfeccionamiento culmina en una publicación denominada “Aproximación
a la Etnohistoria del Norte de Chile y tierras adyacentes”, de 1977, donde se presentan
los textos indagados por los participantes al seminario, entre los que se
encuentran Adolfo Contador, Jorge Stavros, Humberto Menares, Manuel Ortiz,
Domingo Gómez y Mario Baeza[6].
José María Cassasas
En
este ámbito, ella también genera instancias de divulgación, discusión y
perfeccionamientos al más alto nivel. En 1982 organiza el “Coloquio sobre
Culturas de San Pedro de Atacama”, en el marco de la celebración del 44° Congreso
Internacional de Americanistas, realizado en Manchester, Inglaterra. Dos años
antes, en 1980, junto a Diana Veneros y Lautaro Núñez, intenta implementar “un
programa de Postgrado en Antropología, patrocinado y aprobado por Sylvio Mutal”[7];
empero la rectoría, administrada por Alberto Alarcón Johnson, no lo considera
prioritario.
Sin
embargo, una de las principales contribuciones a la etnohistoria y a la
antropología cultural en Antofagasta serán sus aportaciones al reconocimiento
de los antiguos pobladores del borde costero de Atacama, los llamados “changos”.
Desde el primer momento que reside en la ciudad se interesa por el estudio
étnico e histórico de estas comunidades costeras, inspecciona sus asentamientos,
excava sitios y pesquisa documentación sobre ellos para describir y comprender su
cultura. Para la época, este programa de investigación será uno de los más
destacados en el país.
Los
resultados, en esta materia, fueron enormes debido a lo poco trabajado del tema
y a la dedicación exclusiva que ella procura mediante el programa “Cobija: proyecto
de investigaciones interdisciplinarias en la costa centro - sur andina”. La
jornada en terreno, a tiempo completo, considera sistemáticas excavaciones arqueológicas,
desde una mirada multidisciplinaria, aporta importantes antecedentes,
especialmente referidos a la prehistoria y etnohistoria del litoral atacameño.
En concreto logra “definir una antigüedad de más de 6.000 años para los
habitantes costeros, junto con registrar una serie de sitios que grafican la
eficiente adaptación de grupos humanos a los hábitats litoraleños”[8]
En
este contexto, Bente Bittmann, por un lado, forma una generación de estudiantes
de la Universidad del Norte (José Antonio González, Domingo Gómez, Leonel
Jofré, Leonardo Bravo, Ivo Kuzmanic, Nancy Montenegro, Julio Cruz, Gerda
Alcaide, María Ahumada, Leonel Lazo, entre otros) y, por otra parte, constituye
equipos de trabajo junto a geógrafos, historiadores, antropólogos, sociólogos,
etnohistoriadores, periodistas, etc., con quienes lleva a cabo proyectos que
permiten la edición de numerosos trabajos en revistas especializadas nacionales
y extranjeras.
Entre
estas publicaciones, que valoran las culturas costeras del Norte Grande, cabe
mencionar los estudios realizados con el antropólogo físico Juan Munizaga, (“Theearliest
artificial mummification in the world: Astudy of the Chinchorro Complex in
Northern Chile”[9]).
En
general estos trabajos tratan distintos aspectos y tópicos. En lo social, se
analiza la estructura social, los niveles de movilidad, el sedentarismo y el
aislamiento de su asentamiento, así como también la relación con otras zonas
costeras vecinas y continentales. En lo económico, se estudian las actividades
productivas, especialmente la faena de recolección playera, la caza y pesca, y
la tecnología disponible para el manejo de los recursos. En esta perspectiva se
aprecia la biodiversidad del desierto de Atacama como medio facilitador y
transformador para el desarrollo cultural de estas comunidades.
Además,
casi todas estas publicaciones dan a conocer tabulaciones estadísticas, ilustraciones,
mapas y textos de los siglos XVI, XVII y XVIII, que proporcionan datos
históricos y culturales inéditos y relevantes para las etnias del sector, como
los uros (puquinas), relacionados, por rasgos lingüísticos, toponímicos y
socioeconómicos, con agrupaciones proanches, Camanchacos, chiangos y/o changos[10].
Por
otro lado, Bente Bittmann logra establecer un estrecho vínculo afectivo con los
habitantes pescadores de la caleta de Cobija, quienes la llegaron a considerar
como una más de la comunidad, incluso hasta hoy la recuerda con cariño y
respeto. De esta manera, sin querer quizás, ella forja entre los pobladores de
Cobija una fuerte identidad, comprometiéndolos con la preservación de su
entorno, la difusión de su pasado y, sobre todo, con el cuidado de su
patrimonio natural e histórico cultural.
En
fin, el conocimiento de la evolución de las comunidades costeras, en esta parte
del mundo, especialmente de los changos en Cobija, será analizado casi en su
totalidad, de manera inter y multidisciplinaria, convirtiéndose ella en la
pionera e impulsora de esta forma de trabajo en la región. De igual manera será
la antropóloga que concite la mayor difusión y proyección de esta cultura en la
comunidad científica nacional e internacional.
La arqueología
histórica regional. -
Al
mismo tiempo que Bente Bittmann impulsa el estudio de la antropología cultural
e histórica en la región, también proyecta el programa de rescate y puesta en
valor de los restos arqueológicos modernos, mediante la práctica del enfoque de
la “Arqueohistoria” o Arqueología histórica, orientado hacia el sector de la
pampa en despueble, donde reposan las ex oficinas salitreras, hasta entonces un
área de investigación nueva en su experiencia profesional.
En
los primeros años de la década de 1980 ella organiza una salida de campo a la
oficina Anita y los alrededores del Cantón Central. En esta excursión participan
algunos académicos del Departamento de Historia de la Universidad del Norte, José
María Cassasas, Adolfo Contador, Jorge Stavros, Carlos Padilla, María Ahumada,
Diana Veneros, entre otros. Al respecto, uno de los integrantes de esta
expedición recuerda: “Casi todos éramos profesores de Historia, no había
arqueólogos… Llegamos a la oficina Anita, que estaba abandonada en ese tiempo y
estaba con casi todas sus cosas y nos pusimos a reconstruir mentalmente el
funcionamiento de la oficina y su pasado. Recorrimos los basurales. Nos enseñó
a desenterrar, a encontrar cosas de interés, lozas quebradas, papeles que nos
podían relatar una historia, lo que quedaba de la maquinaría (...) Nosotros no
teníamos grandes conocimientos, cómo funcionarían, pero a casi todos los
profesores de ese tiempo no nos interesaba mucho lo que fue la epopeya del
salitre. De modo que recibimos más bien enseñanzas de ella, que ya había estado
allí, conocía ese papel, y luego nos invitó a deambular por esa oficina o por
las otras que se veían cerca (...) Luego nos llevó al cementerio de Pampa
Unión, donde nos hizo visitar las tumbas, todas violadas por supuesto, ver
algunos féretros y nos decía, aquí hay mucho que ver, mucho que investigar,
aunque ustedes crean que estos son muertos, esos muertos tienen un relato. En
fin, una expedición profesional muy enriquecedora para nosotros y quizás nos cambió
a varios la manera de considerar el desierto en que vivimos. Fue una visita
profesional, una visita entre amigos”[11].
De
esta manera la antropóloga danesa demuestra a sus colegas y estudiantes la
práctica de la arqueología histórica y los motiva a indagar sobre esta
disciplina. Al poco tiempo esta experiencia innovadora se transforma en un programa
de investigación, cuyos principales objetivos considera a la arqueología como
una disciplina efectiva para dar cuenta de los procesos recientes de la
Historia Regional, incorporando los asentamientos mineros e industriales
contemporáneos a los registros del quehacer investigativo de las ciencias
sociales modernas.
En
este sentido intenta evaluar la efectividad de las técnicas de la arqueología histórica
con el conjunto de métodos y fuentes de otras disciplinas sociales, articulando
metodologías y técnicas propias de la etnografía y la historiografía (testimonios
orales, entrevistas, documentos iconográficos y archivos documentales, etc.),
con el propósito de hacer una “arqueología viva” que nazca del diagnóstico
presente y se proyecte hacia el pasado a través del estudio testimonial y la
construcción de la memoria colectiva.
La
primera etapa de este programa contempla la protección de bienes patrimoniales.
De manera preliminar se plantea la categorización y periodización de las
oficinas y campamentos pampinos. De acuerdo a los hallazgos “arqueológicos”
encontrados y según el análisis de los artefactos recuperados, se establece un
sistema relacional de “actividad – comportamiento” que permite construir un
patrón característico de la ocupación industrial en la II región.
El
inventario y rescate de estos restos hallados en sitios de excavación
(basurales) establece trece grupos de “actividad comportamientos”, cuyas pautas
asociadas están principalmente vinculados con el consumo cotidiano de ciertas
comidas tradicionales, bebidas, cigarrillos y envases medicinales típicos del
trabajo pesado de la pampa (enfermedades musculares). De esta manera, la
antropóloga danesa fomenta en Antofagasta la arqueología orientada hacia los
comportamientos sociales que se originan a partir de la actividad fabril y/o desenvolvimiento
del complejo industrial moderno. Bajo esta mirada, el estudio de la pampa
salitrera lo percibe como fenómenos arqueológicos localizados en sitios con
fronteras naturales y culturales más o menos acotadas en el espacio, entidades
que comparten un patrón de asentamiento definido y un conjunto de dinámicas
socioculturales únicas y particulares, distintas a otras comunidades
contemporáneas.
A
pesar de su breve ejecución, este campo de estudio, propio de la nortinidad,
rinde algunos frutos a través del programa de arqueología histórica impulsado
por Bente Bittmann. En este curso ella demuestra los alcances de esta
metodología, la posibilidad de llevarla a cabo en la zona y también logra captar
algunos seguidores, especialmente entre los estudiantes de la Universidad del
Norte. En este aspecto, destaca la estudiante de arqueología Gerda Alcaide.
Bente
Bittmann guía su memoria de título y, en conjunto, publican “Historical Archeology
in abandoned nitrate oficinas in northern Chile: a preliminary report” (1984).
En relación a ello, la profesional recuerda que en esa época “se realizó un
trabajo pionero en Chile (...) aplicando la metodología de la arqueología
científica que se utiliza en sitios tempranos, en una oficina salitrera
abandonada de la II región, integrándose además la etnohistoria e historia en
base a documentos históricos y testimonios de personas que vivieron en esa
época en la pampa salitrera (…) La investigación experimental que trabajamos
con Bente en la memoria fue un proceso de aprendizaje (donde) tuvimos que aprender
a reconocer rasgos y elementos históricos, clasificarlos, integrarlos con
fuentes arqueológicas, históricas y etnográficas, (y) como no se habían
efectuado estudios de este tipo en Chile, no había bibliografía disponible, de
allí que nos inspiramos en obras de autores norteamericanos como Stanley,
South, Michael B. Schiffer, Lewis Binford, William Adams, Robert Schuyler (…) sugeridas
precisamente por Bente Bittmann”.[12]
La museografía y patrimonio
regional. -
En
este ámbito de las ciencias sociales el aporte de Bente Bittmann se conoce poco
y quizás asoma sin mayor trascendencia durante su permanencia en Antofagasta.
Sin embargo, la antropóloga danesa juega un papel destacado en su enseñanza, la
organización de museos y las relaciones públicas con organismos internacionales
vinculados a este saber, como el Consejo Internacional de Museos (ICOM).
Esta
disciplina la desarrolla como parte de la recolección, almacenamiento y
pesquisa de los bienes culturales investigados en distintos museos del mundo (Museo
Nacional de Antropología de México, museos de Lisboa, Museo Nacional de
Dinamarca, museos norteamericanos y casi todos los de Sudamérica, entre otros)
y en la cátedra universitaria, a través de la formación personalizada y el
trabajo de campo.
Al
respecto, Héctor Garcés Hill cuenta que, siendo estudiante en la Universidad de
Concepción, ella lo hizo entender y comprender “la filosofía de los museos”, la
“museonomía”, y sobre todo la dimensión más práctica, la “museográfica”. Asimismo
“traía publicaciones, en lenguaje que pudiéramos entender, una revista en
italiano de museografía (y) siempre me fue aumentando y alimentando la parte
museológica, museográfica y museonómica, es decir, el rol y fin del museo”[13].
También “ella tuvo la capacidad de reforzarnos una visión más amplia, adquirida
de la museología europea, de mucho profesionalismo, basada en términos de
eficiencia en el trabajo y disciplina en el estudio”[14].
En
este sentido, gracias a la pedagogía constructivista de Bente Bittmann, un conjunto
de profesionales, de distintos ámbitos académicos y laborales, son influenciados
hacia el desempeño de la ciencia y la técnica de los museos (Héctor Garcés
Hill, Branko Marinov, Ivo Kuzmanic, Julio Cruz, Alfonso Medina, Leonel Jofré,
entre otros).
En
momentos de crisis para las humanidades en el país, con la racionalización de
las universidades y la clausura de carreras sociales e históricas en la
Universidad del Norte, la antropóloga danesa procura resguardar áreas expuestas
al saqueo arqueológico e histórico, y evitar la destrucción y pérdida de
colecciones. Por esta razón “impulsó la protección de las colecciones del Museo
Municipal de María Elena, consiguió la reapertura del Museo Municipal de
Tocopilla (…) y obtuvo la declaratoria legal de zona típica y de protección de
las localidades costeras ubicadas entre Gatico, por el sur, y Tocopilla, por el
norte”[15].
Por
otra parte, participa del proceso de organización de la plataforma coordinadora
de museos en la región. En 1982, junto a Branko Marinov y Héctor Garcés, forma
parte de la directiva del Comité Nacional de Museos, cuya sede entre 1981 y 1986
radica, excepcionalmente, en Antofagasta. Tras algunas dudas, Bente Bittmann “aceptó
el cargo en este directorio, porque se lo pidió personalmente la doctora Greta
Mostny (...) yo hablé con la doctora y le dije que yo (iba) a aceptar la
presidencia, acompañado de un equipo que sea de peso”[16].
Al final el directorio estuvo compuesto por Branko Marinov, presidente,
Consuelo Valdés, vicepresidente, Héctor Garcés, secretario, y Bente Bittmann,
tesorera.
El
desempeño de ella en el comité de gestión, residente en Antofagasta, reporta
beneficios para la agrupación, ya que las reuniones se efectúan en su
departamento, las cuotas de los socios se mantienen al día, subvenciona algunas
deudas pendientes con el Consejo Internacional de Museos (ICOM) y será
responsable de las relaciones públicas de la institución. Además, producto de
los múltiples contactos internacionales que posee y el manejo que tiene de los
idiomas, se hace cargo de la redacción de notas, memorándum e informes al
extranjero, consiguiendo auspicios y poniendo en contacto a los miembros del
comité con especialistas de todo el mundo.
Incluso,
“gracias a eso, en ese tiempo -yo diría -conseguimos que el Consejo
Internacional de Museos (ICOM), un organismo de UNESCO,(...) aceptara algo que
no es fácil, le diera una medalla de distinción a nivel mundial a la doctora
Grete Mostny en la XIV Asamblea General
de ICOM, celebrada en Londres en 1983, junto a Henry Riviere de Francia, Thomas
A. Hume de Reino Unido y Sayek Nakvi de
Pakistán (…); felizmente nos dijeron que
sí a nuestra propuesta, gracias a una carta que escribió Bente”[17].
Simultáneamente,
bajo la jefatura de este Comité Nacional de Museos, en 1983 se realiza, en la
Universidad de Antofagasta, la IV Jornada Nacional de Museología, cuyo Boletín
“Museo Chileno” (MUCHI) publica las actas del encuentro de Antofagasta con un
índice selectivo de los artículos presentados en la revista.
No
hay duda que la faceta museográfica entusiasma a la antropóloga danesa, tal como
el registro de sitios y el análisis interpretativo de las evidencias
documentales. Así lo demuestran sus cursos de museografía en Brasil (1962), las
clases en la universidad y la defensa de las colecciones de los museos
regionales. Por esta razón, se encuentra informada de los últimos avances en el
mundo museal, subscribe a organismos internacionales y comparte dichos
contenidos, desinteresadamente con sus estudiantes y colaboradores, a quienes los
estimula a perfeccionarse y llevar a cabo proyectos museográficos en la región.
Los últimos años
en Antofagasta. -
La
estadía en Antofagasta no estuvo exenta de complicaciones y dificultades;
quizás el episodio más ingrato para ella está relacionado con la clausura de las
carreras de Ciencias Sociales e Historia en la Universidad del Norte y, sobre
todo, con la disposición que la fuerza a trasladarse a San Pedro de Atacama. En
relación a este período, el destacado eco - antropólogo Horacio Larraín, en
conferencia reciente, recuerda “todos sabemos las cosas que pasaron, en esa
época, algún día, yo creo tendrá que saberse, toda la verdad, fue muy lamentable,
porque ella (Bente Bittmann) me contó que la Universidad le exigía trasladarse
a San Pedro de Atacama y ella, por distintas razones (se opuso), mi campo de
trabajo ha sido siempre la costa, así que me quiero quedar aquí. Entiendo que
el rector Alarcón (…) le exigió (trasladarse) y si no tenía que renunciar”[18]
En
realidad, la reestructuración de esta casa de estudios, tras la reforma
universitaria “pinochetista” produjo la atomización de los equipos de trabajo y
la cancelación de programas de investigación; a los cuales la antropóloga
danesa se opuso con argumentos técnicos y académicos.
Esto
se hizo evidente, en 1984, con la creación del Instituto de Investigaciones
Arqueológicas y Museo “R.P. Gustavo Le Paige. S.J.”, cuando el rector delegado
Alberto Alarcón Johnson, asesorado por el académico Pablo Reyes Franzani, deciden
aglutinar en la localidad de San Pedro a todos los funcionarios de la
universidad vinculados con estas disciplinas.[19]
En relación a este asunto, ella opina: “Allá no se puede hacer ciencia, porque
la ciencia se hace cerca de los laboratorios, cerca de las bibliotecas y en San
Pedro no hay ni luz”[20]
Uno
de los personeros de la Universidad que estuvo de acuerdo con esta postura fue el
Gran Canciller monseñor Carlos Oviedo Cavada, quien “me dijo una vez: ¿por qué
no apoyaron a Bente Bittmann? Ella tenía
razón, (porque) no se puede hacer un centro de investigación separado de la Universidad,
aquí están las bibliotecas y la comunicación con otros colegas de las otras
disciplinas, es fundamental; sino se cae en un sistema monotemático (…) yeso
deja de ser ciencia. Eso lo previó siempre Bente Bittmann, que el Instituto de
Investigación Antropológicas en San Pedro de Atacama, era un error”[21]
De
tal manera la concentración de la actividad arqueológica entorno al Museo de
San Pedro de Atacama para algunos funcionarios e investigadores significa un
destierro académico; especialmente así lo percibe Bente Bittmann, quien, a
pesar de la enérgica imposición de la autoridad universitaria, se mantuvo en
Antofagasta hasta que regresa a Europa.
Efectivamente,
esta medida afecta su continuidad en la universidad; aunque la situación que
más le causa decepción fue el haber sido incomprendida, por algunos colegas
cercanos, quienes “no supieron entender, la posición que ella tuvo, cuando le
ordenaron irse a vivir a San Pedro, a todo el equipo”[22]
Junto
con ello, aparecen complicaciones de salud que la obligan a alejarse del Norte
Grande. El 1 de septiembre de 1985 la académica jornada completa, antropóloga
Bente Bittmann cesa sus funciones, definitivamente en la Universidad del Norte
de Antofagasta. Por un tiempo colabora en organizaciones de las Naciones Unidas
(O.N.U.), donde trabaja un hermano. Luego viaja a la India y Pakistán, y vuelve
a Dinamarca para quedarse en su hogar, junto a su fiel compañera “Raika”, una
perrita antofagastina, adoptada de la calle, a la que “ella la cuidaba como a
un adulto”[23].
Los últimos días de su vida pasa en compañía de su familia, su querida “Raika”
y una enfermera; cuando puede se comunica con sus amigos y colaboradores
americanos, especialmente los investigadores y académicos chilenos.
El
día 22 de mayo de 1997, Héctor Garcés Hill se comunica con ella; en esa
oportunidad le manifiesta “la vida se me ha transformado en algo ruidoso. Yo en
este momento estoy lúcida, pero no puedo mover mis manos y mientras hablo, una
enfermera sostiene el teléfono (pienso) entonces, que nunca más nos vamos a
volver a ver, (...) despídame de mis alumnos, despídame del cardenal Oviedo
Cavada, despídame de los profesores, pero por sobre todo del personal
asistente”[24].
A
las pocas semanas, de aquella llamada, el 6 de junio de 1997 a la edad de 60
años, fallece en su país la antropóloga danesa Bente Bittmann Von Holleufer. Una
mujer moderna, profesional del siglo XX y antropólogo todo terreno, cuyo surco será
fecundo en las Ciencias Sociales del Norte Grande chileno.
Semblanza de Bente
Bittmann, según amigos y colaboradores. -
A
continuación, se citan comentarios, obtenidos por medio de entrevistas,[25]
que permiten bosquejar algunos aspectos de su apariencia y personalidad.
“Era
delgada, no muy alta, (...) bien aclimatada y de costumbres muy sencillas. De
vestir muy sencillo, de hablar que se le notaba que era extranjera, aunque se
expresaba muy bien en castellano y escribía mejor. Pero, al hablar se le nota
que no era chilena, (...) Ella no ostenta ninguna cosa (...) era reposada, del
tipo científico, que está haciendo las cosas lentamente, porque sabe a dónde
quiere llegar, y no se altera mucho.”[26]
“A
pesar de su aspecto frágil, era una persona con gran capacidad física, de
largas horas de trabajo (...) siempre dispuesta a escuchar y dar algún consejo
o sugerencia para solucionar algún problema. Era una persona muy cordial,
reservada y leal con sus amistades. Sus juicios no tocaban nunca aspectos
personales. Su generosidad económica se reservaba para algunos pescadores y
pobladores de caletas como Cobija, donde ayudaba a quienes la cobijaban en sus
solitarios viajes de intimidad intelectual”[27].
“Fue
siempre una mujer dinámica, (...) se asoleó todo lo que quiso en el norte, le
gustaba mucho tomar sol, fumar y tomar café; (lo primero) le produjo la piel como
la de elefante, elefantiasis; el exceso de cigarrillo y café afectaron su asma
(...) Ella era capaz de vivir en torno a una taza de café, hablar con nosotros,
conversar, tratar de apreciar y saber cuán diferentes éramos” [28]
“Fue
una profesional integra, humanista, que tuvo además la capacidad de aportar sus
conocimientos a la investigación científica del Norte (...) era solidaria con
su equipo de trabajo y preocupada de que se obtuviera el máximo de información
antes de una salida a terreno. Asimismo,
aportaba sus conocimientos si era un área en la cual ella había incursionado,
como también consultaba y se informaba (...) Trabajaba con un método riguroso,
descriptivo y de una gran seriedad académica (...) Tenía un trato amable,
académico, fraternal (...) Uno de los platos favoritos que más le gustaba era
el pastel de papas”.[29]
“El
mayor mérito de Bente era ejercer un liderazgo natural, respetuoso, que hacía
sentir a cada uno lo valioso de su aporte y la singularidad de su propuesta.”[30]
“Era
una persona que tenía un bagaje intelectual muy fuerte (...) era una persona
que tenía mundo (...) viajaba mucho (...) tenía conocidos en distintas
instituciones del mundo (…) Ella transmitía mucha riqueza interior (...) tenía
una risa muy abierta, franca (...) era muy directa y operativa (...) generosa
y, simpática cuando quería serlo, (...) le molestaba el doble estándar.”[31]
“En
terreno llevaba a su perrita y la comida se la daba con sumo cuidado, en un
plato o sobre un pedazo de papel, con el cuidado extremo de no contaminar el
medio ambiente y, sobre todo, para que el animalito comiera sin polvo y tierra;
además consideraba que los chilenos, no siempre cuidábamos a nuestros animales
domésticos, en su dignidad”[32].
“La
conocí en 1976, siendo alumno de la asignatura de Etnohistoria, en la Carrera
de Arqueología de la entonces Universidad del Norte. (…) una de sus
características personales más destacadas era la afabilidad y respeto que siempre
manifestó en sus relaciones con sus alumnos y colegas, sobre todo en un
ambiente en que tales cualidades escaseaban (…) me impresionaba el conocimiento
que poseía, respecto de las culturas originarias americanas, especialmente de
aquellas situadas en América Central y del Sur. (Ella) generó y desarrolló una
verdadera escuela integral de formación metodológica, por medio de su proyecto
de Investigación Interdisciplinaria en la Costa Centro-Sur Andina, en el área
de Cobija”[33].
“Bente,
tenía dos grandes virtudes, a mi juicio, que son (…) muy rara, muy humilde,
ella nunca quiso descollar, era muy humilde y sus planteamientos los hacía casi
con miedo, muy sencilla, me decía: qué te parece Horacio, qué te parece (…) La
otra virtud, era como quien dice muy reconocedora de los méritos ajenos, aunque
fuesen pocos; pero ella recogía lo mejor de cada una de las personas (…) Hasta
el final de su tiempo, era una maravilla hablar con ella, jamás trataba de
imponer su punto de vista, ¿qué te parece esto? (…) un ejemplo digno de ser
imitado (…) fue increíble”[34]
A modo de conclusión.
-
La presencia de esta
antropóloga danesa en el norte de Chile, ha de ser entendida en el proceso de desarrollo de las
Humanidades y las Ciencias Sociales en
la región, iniciado con gran impulso a partir de la creación de la Universidad
de Chile, sede Antofagasta y la
Universidad del Norte; ambas generan la implementación de centros de estudios
locales y regionales, fundan Museos especializados, editan revistas vinculadas
a dichas disciplinas y promueven la formación de Escuelas de Antropología,
Arqueología e Historia en la II región.
La incorporación de
Bente Bittmann a la academia nortina, a mediados de la
década de 1970, se inserta dentro del relevo profesional y cambio de enfoque
que implica la creación de la Escuela de Antropología y Arqueología de la
Universidad del Norte en 1971; la cual será reforzada con la contratación de académicos
provenientes de distintas regiones y escuelas de pensamiento, con diversas
experiencias formativas, especialmente oriundos de la Universidad de Chile
(Juan Munizaga) y la de Concepción (Víctor Bustos, Héctor Garcés, Nelson
Vergara, Agustín Llagostera, etc.) quienes constituyen nuevos equipos de
trabajo, inclinados hacia la investigación antropológica y etnohistórica.
En estas materias
el aporte de ella será significativo para el avance epistemológico y metodológico de las ciencias
sociales en Chile y la formación de cuadros especializados para la zona. Desde
un enfoque holística, renovado y multidisciplinario, ella plantea los desafíos de la disciplina; integra
variados procedimientos de análisis, cualitativos y cuantitativos; enseña las formas prácticas para abordar los
temas de
estudio y la manera de superar
los escollos de la investigación científica. De este modo, favorece la
ampliación del saber y las destrezas de la ciencia en el Norte Grande.
Como se ha descrito,
Bente Bittmann durante la
permanencia en Antofagasta pudo desarrollar con amplitud y plenitud su
profesión de antropóloga y, al mismo tiempo, desempeñar un destacado papel
docente y de extensión, cuya labor está aún vigente en los trabajos que dirigió
en programas de investigación, tesis de
grado, estudios científicos publicados en numerosas revistas y presentaciones a
Congresos especializados que permitieron proyectar globalmente el conocimiento
antropológico cultural, arqueo-histórico y museográfico de la región en el orbe científico.
De tal manera, la
antropóloga danesa “formó escuela”, en los distintos ámbitos en los que
participa como académica e investigadora; sustentado en el abordaje minucioso, metódico
y riguroso de las fuentes documentales, bibliográficas y/o testimoniales. Esta convicción
y compromiso, con su quehacer, será – quizás - la impronta más evidente que ha
dejado entre sus colegas y colaboradores.
Por otro lado, el entorno del desierto de Atacama la
lleva a valorar el patrimonio natural y cultural de Antofagasta, logrando
distinguir e identificar entidades socioculturales propias y singulares del paisaje
regional. Al respecto, pensaba que los nortinos “teníamos acá, en esta región, muchas
cosas que le podían interesar al europeo”[35].
Entre estas novedades están las ruinas de la industria salitrera, asentamientos
humanos contemporáneos, un modo de vida que le parece único y particular; importante
como “arqueología viva”, capaz de reconstruir desde la memoria social el
patrimonio e identidad de los actuales habitantes del Norte Grande.
En
fin, la travesía emprendida por Bente Bittmann por
América, iniciada en México, prolongada en Brasil y Ecuador, hasta llegar a
Chile; en cierta forma recorre el poblamiento y evolución del Nuevo Mundo,
abarcando desde las altas culturas de Mesoamérica hasta las arcaicas y líticas
comunidades de Sudamérica. La búsqueda de asentamientos culturales y sitios de
excavación remotos en el continente americano la nutren de una
experiencia de vida extraordinaria, que vuelca con generosidad y sencillez
hacia las personas (estudiantes, colegas, funcionarios, investigadores, etc.)
que comparten con ella esta andadura.
Hoy
la ruta de Bente Bittmann puede ser interpretada con los rasgos vitales de una
“Gran Caminante”, la cual contiene la esencia del expedicionario, el dominio
del investigador y la maestría del que señala rumbos y senderos, claves para el
descubrimiento y la divulgación de la Historia y Cultura del Norte Grande de América.
BIBLIOGRAFÍA. -
Bittmann, Bente y Gerda Alcaide; Historical
Archaeology in abandoned nitrate “Oficinas” i northern Chile: a preliminary
report; EN: Historical Archaelogy, Vol. 18 Nº 1, 1984, pp. 52 – 75.
Bittmann,
Bente; El programa Cobija: Investigaciones antropológico – multidisciplinarias
en la Costa Centro Sur Andina: Notas Etnohistóricas; EN:
Shozo Masuda, editor; Contribuciones a los estudios de
los Andes centrales, Universidad de Tokio, 1984; pp. 101 – 148.
Cruz
Barahona, Julio y Agustín Llagostera; Prehistoria de Antofagasta, en la ruta de
los primeros antofagastinos; Santiago, Morgan Impresiones, 2011.
Gómez
Parra, Domingo; “Por la ruta de la Historia Andina”, en: Revista de Divulgación
Histórica de Antofagasta, CIIAR, Año I, N° 1, verano 2014, p. 52 – 54.
González
Pizarro, José Antonio; Bente Bittmann (1937 – 1997) y los estudios etnohistóricos
en el Norte Grande de Chile; EN: Estudios Atacameños Nº12, 1995 – 1996; pp.11-
17.
Núñez
Atencio, Lautaro; La Universidad Católica del Norte y su misión antropológica
en el desierto chileno; EN: La Universidad Católica del Norte y el desarrollo
regional nortino 1956 – 1996; Antofagasta, Ediciones Universitarias, 1996,
Entrevistas. -
Ahumada
M., María Teresa; Entrevista.
Alcaide,
Gerda; Entrevista.
Cruz
Barahona, Julio; Entrevista.
Garcés
Hill, Héctor; Entrevista.
Marinov,
Branko; Entrevista.
Stavros B., Jorge; Entrevista.
Kuzmanic P., Ivo, Comentario en Ficha Bio – curricular
corresponden a Bente Bittmann (investigación re edición Libro de Biografías
Proa, Centro de investigación Histórico Cultural Isaac Arce Ramírez y Museo de Antofagasta)
Sitio Web. -
http://www.youtube.com/watch?v=oONZeiOM-HU Canal Museo
de Antofagasta. Preguntas, comentarios y
reflexiones 3, Seminario Progresos y desafíos de la Eco – antropología del
Norte de Chile, Museo de Antofagasta, jueves 8 y viernes 9 de mayo de 2014.
[1] Núñez A., Lautaro. La Universidad Católica del Norte y su misión
antropológica en el desierto chileno, pp. 221 – 222.
[2] Alcaide López, Gerda; entrevista.
[3] Cruz Barahona, Julio; entrevista.
[4]Stavros Bracamonte, Jorge; entrevista
[6] Al respecto, el investigador antofagastino Domingo Gómez Parra señala:
“Terminado e impreso el trabajo, dificultades imprevistas e insuperables, como
la perdida de todas las fichas bibliográficas, impidieron su publicación”, en
“Por la ruta de la Historia Andina”, Revista de Divulgación Histórica de
Antofagasta CIIAR, Año I, N° 1, Verano
2014, p. 52
[7] Núñez A., Lautaro. La Universidad Católica del Norte y su misión
antropológica en el desierto chileno, p.228
[8] Cruz Barahona, J. y Llagostera, A. Prehistoria de Antofagasta, en la
ruta de los primeros antofagastinos, p.33
[9] Con el mismo investigador, en 1984 presenta un esbozo del desarrollo
cultural de los cazadores – recolectores del litoral de Cobija, entre otros
trabajos.
[10] Ver separata: “El programa Cobija,
investigaciones Antropológico – multidisciplinarias en la costa centro Sur
Andina: Notas Etnohistóricas”, Departamento de Arqueología. Universidad del
Norte. Chile, separata Shozo Masuda, editor; Contribuciones a los estudios de
los Andes centrales, Universidad de Tokio, 1984.
[11]Stavros B., Jorge; entrevista
[12] Alcaide, Gerda; entrevista.
[13] Garcés Hill, Héctor; entrevista
[14]Marinov; Branko; entrevista
[15] Cruz Barahona, Julio; entrevista
[16]Marinov, Branko; entrevista.
[17] Ibíd.
[18] Preguntas, comentarios y reflexiones 3, en Seminario Progresos y
desafíos de la Eco – antropología del Norte de Chile, Museo de Antofagasta,
jueves 8 y viernes 9 de mayo de 2014.
[19] Antecedentes basados en Lautaro Núñez A.; La Universidad Católica del
Norte y su misión antropológica en el desierto chileno; p.233.
[20] Garcés Hill, Héctor; entrevista
[21] Garcés Hill, Héctor; entrevista.
[22]Marinov, Branko; entrevista.
[23] Alcaide, Gerda; entrevista.
[24] Garcés Hill, Héctor; entrevista
[25]
Entrevistas efectuadas en el marco del proyecto de investigación sobre su vida
y obra en el Norte de Chile, desarrollado por el Programa Identidad y
Patrimonio (P.I.P.) de la Universidad José Santos Ossa, de Antofagasta, durante
2001 – 2003; cuyo artículo sería publicado en 2004 en una edición de Homenaje a Bente Bittmann.
[26]Stavros, Jorge; entrevista.
[27] Cruz B., Julio; entrevista.
[28] Garcés Hill, Héctor; entrevista
[29] Alcaide, Gerda; entrevista.
[30]Ahumada, María Teresa, entrevista
[31]Marinov, Branko; entrevista.
[32] Alcaide, Gerda; entrevista.
[33] Ivo Kuzmanic, comentario realizado en ficha bio curricular sobre Bente
Bittmann, 2011.
[34] Horacio Larraín, en: Preguntas, comentarios y reflexiones 3, Seminario
Progresos y desafíos de la Eco – antropología del Norte de Chile, Museo de
Antofagasta, jueves 8 y viernes 9 de mayo de 2014.
[35]Stavros B., Jorge; entrevista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario