El día 03 de
febrero de 1948 el Salón de Honor de la antigua Municipalidad de Antofagasta
estaba colmado de asistentes. Entre estos, los intelectuales más distinguidos
de nuestra ciudad: Andrés Sabella y Mario Bahamonde, los historiadores Isaac
Arce y Enrique Agullo. También se encontraban las autoridades oficiales del
momento: el Intendente Manuel Pino, el Obispo Hernán Frías y el General
Silvestre Urízar. De igual manera se podía distinguir la figura de José Papic
Radnic, quién era el presidente del Centro para el Progreso, que, aunque no
tenía ningún cargo oficial, era un personaje respetado y querido por la
comunidad.
Recreación del Sr. Guillermo Poblete V.
En el centro de la
testera el alcalde de la ciudad, el joven abogado Juan de Dios Carmona Peralta.
El tema por resolver “Nuestra ciudad no contaba con una fecha que le permitiera
celebrar el aniversario de su fundación”. Por tanto, se tornaba necesario crear
un hito que fuera capaz de formar un sentimiento localista, porque “sus
habitantes carecen del espíritu de lucha. Se trata de crear amor por esta zona
y mayor preocupación de cada uno de sus habitantes por sus problemas”. Carmona
pensaba que señalando una fecha de aniversario se crearía un sentimiento de
identidad: el hombre enraizado en su tierra.
Juan de Dios Carmona
En febrero de 1948
la ciudad vivía angustiada. El agua se repartía a gotas y la energía eléctrica
amenazaba terminar su potencia. Tampoco había suficientes alimentos. Las
mamitas adquirían leche para sus hijos en las farmacias, previa presentación de
receta médica. El pan nuestro de cada día, se vendía en forma restringida,
cuando había harina. Por eso el Centro para el Progreso, había liderado al
pueblo, para reivindicar la necesidad de una mayor atención por el poder
central.
En lo político, el
presidente Gabriel González Videla, promulgó la ley de Defensa Permanente de la
Democracia, que excluyó de sus derechos ciudadanos a los militantes comunistas-
Aplicada esta ley en la municipalidad, la mayoría de sus Regidores fueron
desterrados a Pisagua.
Gabriel González Videla
En esas
circunstancias, asumió como alcalde el regidor Juan de Dios Carmona, hombre de
prestigio y muy respetado por la ciudadanía. La propuesta de Carmona era fijar
el día 14 de febrero, cómo el día de Antofagasta. La fecha ignoraba los 13 años
de vida del pueblo llamado La Chimba o Peña Blanca. Lo cierto es que nadie
podía afirmar cual era la fecha del nacimiento de Antofagasta mientras que el
14 de febrero recordaba la ocupación e inicio de la guerra reivindicando así la
soberanía chilena. No hubo un solo tiro, nadie cayó muerto y no hubo un campo
de batalla. En el momento en que el alcalde expresó su propuesta, la asamblea
se dividió, la mayoría aprobaba la proposición, mientras una minoría la
rechazaba. El Obispo y los historiadores Agullo y Arce, rechazaron la
propuesta. La discusión se tornó acalorada hasta que Mario Bahamonde dio el
argumento de fondo. La verdadera tesis que sostenía el alcalde y sus
seguidores: “… tenemos tradición y toda ella debe estar más ligada al corazón
que los archivos”.
Mario Bahamonde Silva y Enrique Agullo Bastías
El trío opositor
recalcó que se estaba fijando, un hecho bélico que nada tenía que ver con la fundación de Antofagasta. Era revivir
un acontecimiento no grato para Perú y Bolivia y que en nada contribuía a la
amistad y la unidad de los pueblos americanos.
Los argumentos
contrarios fueron en vano; el apoyo del general Urízar, de Papic y los
escritores Sabella y Bahamonde, pesó más que los argumentos de los
historiadores. Terminada la reunión, el alcalde llevaba en sus manos, la
aprobación de su propuesta. Comenzando a preparar el primer aniversario de la
ciudad.
Andrés Sabella Galvez
José Papic Radnic
Del escrito “Episodios
de la Vida Regional” del Sr. Floreal Recabarren Rojas.
El alcalde sabía
que el doctor Gonzalo Castro Toro era el hueso más duro de roer. Así fue.
Previo a la sesión exploto un duelo epistolar entre ambos. El doctor criticó
férreamente la idea del 14 como día de la ciudad, apoyándose en los
antecedentes de los historiadores que intentaban evitar la confusión entre la
guerra y los orígenes de la ciudad. Carmona respondió con duras palabras, usando
todas las armas de un combate epistolar. El regidor Castro Toro replicó con
malicia, calificando como violenta la respuesta, pero que "en cambio,
traduce con bastante claridad la imagen de uno de sus subalternos" (al
parecer se refería al prosecretario Alfonso Jeria) y terminaba la nota con una
ironía: “. Usted tiene por delante una larga vida pública y no será este el
primer hijito adoptivo que se le va a morir". El debate epistolar termino
con la aprobación municipal de la idea del alcalde.
No fue con cesárea ni
fórceps. Fue si un parto difícil.
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