Noticias del Toromiro de Rapa Nui
Al escuchar sobre estas noticias nos puede parecer muy fácil
el levantar un juicio (como mínimo) o emitir una crítica y no nos debe parecer
extraño, puesto que, los tiempos actuales brindan la tribuna y el público para
aquello, pero, este ejemplo es muy importante de contar y de comprender ya que,
nos deja de manifiesto la capacidad que tiene el sapiens, sapiens de alterar el
planeta a niveles críticos, va en nuestra esencia. Por esto mantenemos la
postura que, antes de hacer, es mejor sumar y eso se logra con educación.
El Toromiro un árbol particular
El primer testimonio escrito del toromiro es del naturalista
y etnólogo Georg Forster, a finales del siglo XVIII. Forster fue parte de la
segunda expedición alrededor del mundo de James Cook, y en esa ocasión conoció
la planta. La describió como un pequeño arbusto, que crecía hasta una altura de
tres metros en grandes masas boscosas. El Sophora toromiro, es el nombre científico
de este pequeño árbol – que contaba con hojas de unos 45 centímetros y unas
hermosas flores amarillas.
Georg Forster
Esta especie – según estudios – era común a toda la isla, hasta
que en el siglo XII comenzó la colonización polinésica y hubo un drástico
crecimiento de la población en la isla lo que dio por resultado la degradación
de la vegetación natural. En 1886 terminó el proceso de degradación del
toromiro, cuando colonos europeos introdujeron conejos, cerdos, caballos,
ovejas y ganado. La voracidad de 20.000 ovejas dañó el ecosistema. Fue el
comienzo del fin del toromiro en Rapa Nui. Los pocos árboles que quedaban de la
especie terminaron siendo talados por una de las mayores amenazas a las que se
enfrenta una especie en extinción: el ser humano. La gente fue sacando madera
para tallar. Sacando – inclusive - las raíces.
Según informaciones, el último toromiro que sobrevivía en
estado natural crecía en las laderas interiores del cráter del volcán Rano Kau
y fue derribado en 1960.
Para que servía está madera.
La leyenda del moai Kava Kava
Cuenta la leyenda que el primero que los vio fue el hijo
mayor de Hotu Matu’a, el primer rey de Rapa Nui. Tu’u Koihu caminaba por la
isla en medio de la noche cuando se encontró con dos espíritus —Aku aku, en
idioma rapanui— dormidos frente a él. Eran dos cuerpos esqueléticos, que espantaron
al entonces rey rapanui. Salió corriendo, pero los aku aku lo sintieron y lo
siguieron por miedo a que el rey dijera lo que había visto. Aun cuando lo negó,
lo vigilaron dos días y dos noches. Una vez libre de los espíritus, el rey
talló las dos figuras de los aku aku que había visto. Las talló en madera, pero
no en cualquiera maderam las hizo en madera de Toromiro.
Ese fue, según la tradición, el origen de los famosos Moais
Kava Kava (“estatuas con costillas”), que son representaciones de los espíritus
del otro mundo. Cuando una persona rompía un “tapu” —norma sagrada—, al morir
su alma deambulaba en forma de Aku aku. Las figuras se tallaban en la madera
dura y de color rojizo de toromiro por los mismos isleños, quienes las colgaban
en la puerta de sus casas, del lado de adentro, para espantar a los malos
espíritus. La sobre explotación de su madera, inclusive para los tallados dio por
resultado su desaparición.
Moai Kava Kava
Luego de la tala del último árbol, la especie quedó
identificada como “probablemente extinta”, en 1978 y en 1994 se registró como
extinta en estado silvestre.
Es decir, que ya no se encuentra en la naturaleza.
Lo que no quiere decir que no exista.
El milagro del Toromiro
Fue en el año 1960 cuando talaron el último árbol, sin embargo, hubo
recolección de semillas de este último ejemplar y se logró que sobrevivieran
algunas plantas, aunque solo en colecciones privadas y jardines botánicos,
especialmente en el Jardín Botánico de Viña del Mar, donde el primer toromiro
plantado allí, dio numerosas semillas antes de morir, en 1999.
Los intentos por re introducir esta planta a su hábitat
natural datan de 1965 y desde entonces, ha habido múltiples pruebas, pero la
mayoría de ellas fracasaron.
El cultivo en la isla no es fácil, puesto que las actividades
de los antiguos habitantes de Rapa Nui degradaron las condiciones naturales que
hacían posible el desarrollo de esta planta y de muchas otras especies. Han de
saber que el toromiro es una especie muy sensible, que crece muy lento y que
requiere de un suelo húmedo y bastante materia orgánica para poder hacerlo, depende
totalmente de su entorno para vivir, inclusive, de otros árboles para
protegerse de la radiación y del viento.
En el año 1990 un empresario decidió donar 400 ejemplares a
la isla. Se entregó uno por cada casa en Rapa Nui. Las plantas eran
monitoreadas por Conaf. Hace tres años murió la última.
Casi medio siglo después de la tala del último toromiro, la
entrega de seis ejemplares de la casi extinta especie fueron el germen de lo
que hoy podría significar su recuperación. Con técnicas de horticultura,
cultivo, injertos y generación de semillas se ha trabajado en viveros y uno de los
primeros logros ocurrió cuando Jaime Espejo —ingeniero forestal — logró la
reproducción por clonaje del toromiro. Las semillas se cultivaron en invernaderos,
en Los Ángeles, y luego, en abril de 2012, los clones fueron plantados en la
Reserva Nacional Lago Peñuelas. Así nació el primer semillero clonal de
toromiro. Lamentablemente, los clones sucumbieron al ecosistema isleño cuando
se trató su re introducción en la isla.
Sin embargo, se desarrollaron otras 3.500 plantas de toromiro
que se quedaron en Peñuelas. De ellas, hoy solo quedan 170. Las únicas que
resistieron el tiempo y las condiciones climáticas. Aunque la mayoría de estos
ejemplares están casi secos.
Actualmente, Conaf, en Rapa Nui tiene 78 ejemplares de
toromiro. 60 de ellos están en el cráter del Rano Kau, donde estuvo el último
toromiro, y otros 18 se encuentran en un vivero del lugar. Aunque en la isla
están a la espera de una nueva camada, pero se ha de tener presente que, todas
las semillas de los pocos ejemplares que quedan de toromiro vienen de una única
planta, la última que se vio en el cráter del volcán Rano Kau, por lo cual, el
perfil genético para reproducir la planta es escaso y el futuro de la especie –
con ayuda o sin ayuda del ser humano – es muy incierto.
Que nos podría quedar como lección a los habitantes de esta
región.
Debemos bajarnos del pedestal de la soberbia, no somos únicos
en este planeta. es imperativo proteger nuestro entorno y las especies que
habitan estos parajes. Todo aquello que le hagamos a la tierra, en definitiva,
nos lo hacemos a nosotros mismos. Hoy puede desaparecer una pequeña especie,
mañana inexorablemente seremos nosotros… Somos parte de una cadena, una cadena
de vida.
También nos ha de quedar la enseñanza y la esperanza que podemos tomar
conciencia y cuando el mayor capital de nuestra especie – la inteligencia – se pone
en beneficio del planeta, podemos augurar un venturoso mañana.
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