Una alarma ambiental de carácter nacional.
A sabiendas y motivado por el hecho que no nos gustan las
verdades a medias “por los motivos que se quieran esgrimir” es que quiero
escribir estas líneas y sacar a colación ciertas historias que resultan muy
importantes de conocer para dilucidar una verdad que, los que saben (expertos y
profesionales) conocen, pero callan, ya
que el mito es mucho más favorable (para ciertos dogmas ideológicos) y reedita
mucho más (económicamente).
Erosión
de manto por sobre pastoreo, primera mitad del siglo 20
Pues bien, muchos han hablado sobre el tema de nuestro bosque
nativo, de los problemas ocasionados por su tala indiscriminada, de la ambiciosa
instauración de negocios forestales, pero, sobre todo, por la erosión del suelo
ocasionado por esta deforestación. Es tanto el canto de sirenas que muchos han
dado por verdad esta idea, sin tomarse el tiempo (como solicitamos siempre) de
informarse y sacar a lo menos una conclusión que vaya un poco más atrás de las actuales
ideas circulantes, eso de volver a una época pasada y corroborar si este pedazo
de tierra estaba cubierto de tanto árbol como nos dicen.
Algunos historiadores cuyos nombres no asoman dentro los contemporáneos,
nos entregan algunas visiones territoriales de la antigua capitanía de Chile.
Pablo Camus nos dice:
A nuestro entender, las transformaciones del paisaje nacional
han estado asociadas a la acción del hombre sobre el territorio, en su interés
por despejar la tierra para su labranza o para realizar más actividades
productivas. En este sentido, pensamos que el fenómeno de la desaparición del
bosque debió haber comenzado bastante tiempo antes de la llegada de los
conquistadores.
Estamos acostumbrados a pensar América y Chile en particular
hace quinientos años como un paisaje todavía virgen y prístino, intocado por la
mano destructora del hombre occidental, donde los indígenas se encuentran en armonía
paradisíaca con sus ecosistemas y pasan a formar parte de un espléndido
territorio, aun no explotado y lleno de riquezas. Esta visión de América, por
supuesto, es un mito que se ha creado a partir de los relatos de Cristóbal Colón
y de otros cronistas de las gestas españolas, como también de la añoranza de
occidente por retornar a un estado de gracia natural, a ser nuevamente un “buen
salvaje”.
Faldéos erosionados donde escurre el agua libremente
primera mitad del siglo 20
¿Cuál fue la influencia de los pobladores originales del
territorio nacional en la configuración del paisaje tal como se presentó a la
mirada de los españoles? ¿Cuál era la extensión de los bosques y de las tierras
despejadas en aquella época?
La principal fuente de información de que
disponemos para dilucidar estas interrogantes es la lectura de los cronistas
españoles contemporáneos a los hechos. Especialmente importante para nuestros
fines es la obra de Jerónimo de Vivar, quien siempre encuentra la oportunidad
para detenerse en la descripción del clima, del paisaje, de la flora y de la
fauna del Reino de Chile’.
Otra obra básica es la crónica de Alonso de Góngora
Marmolejo, soldado que cuenta las distintas noticias sin grandes adornos ni pretensiones
literarias, pero con claridad, objetividad y exactitud por lo que es de gran
utilidad para nuestros fines. También hemos considerado la crónica de Pedro
Mariño de Lovera, aun cuando esta obra ha llegado hasta nosotros a través de
una re elaboración escrita por el padre Bartolomé de Escobar, quien no vivió en
Chile, lo cual resta exactitud al texto, especialmente en lo que se refiere al
conocimiento y a la toponimia de los lugares. Hemos considerado, asimismo, el
poema épico “La Araucana” de Alonso de Ercilla, quien llegó a Chile en 1557
percibiendo el entorno geográfico poco después de la llegada de los primeros
conquistadores, pues según Barros Arana sus descripciones son dignas de
confianza, especialmente aquellas donde da cuenta del paisaje.
Uno de los
principales problemas que encontramos en estas crónicas es que los primeros
autores informan especialmente sobre las expediciones guerreras y los combates
entre españoles e indígenas, pero no se detienen, sino en términos gruesos y
tangenciales, en la descripción del territorio donde estos ocurrieron. Debido a
lo anterior, las crónicas nos presentan una visión fragmentada y parcial del
paisaje que queremos reconstruir. Al mismo tiempo, es difícil establecer si se
trata de observaciones objetivas del paisaje; es decir, lo que los cronistas
estaban realmente mirando, o se trata de percepciones originadas en el
imaginario del español, que tal vez podía asociar el bosque con lo indígena o
lo oscuro, bárbaro y profano, y el llano con lo español o luminoso y
civilizado.
Praderas expuestas a la erosión por las lluvias de
invierno
primera mitad del siglo 20
La hipótesis que queremos plantear es que el paisaje nacional
era bastante más despejado de bosques de lo que inicialmente pensábamos. En
general, es posible establecer que al sur de Santiago la depresión intermedia
estaba despejada de bosques, pero cubierta en algunos sectores con espinos y
algarrobos mientras que, probablemente, las laderas y quebradas de los cerros
de ambas cordilleras y los terrenos de las colinas onduladas más húmedas se presentaban
con bosques de arrayanes, peumos, boldos, canelos y sauces.
Antes de pasar a la descripción del paisaje que nos entregan los
cronistas españoles, queremos señalar que una primera evidencia que apoya
nuestra hipótesis es la numerosa población indígena que habitaba el territorio
nacional, tal como se desprende de la lectura de los cronistas y tal como lo
han señalado estudios contemporáneos que la han calculado en un millón de
personas “aproximadamente”. Si además consideramos que en aquella época la población
se asentaba en el territorio en forma dispersa, no es posible pensar que todo
el espacio estuviese cubierto de bosques. Es evidente que, desde esta
perspectiva, al menos debió haber innumerables lugares despejados capaces de
albergar y sostener económicamente toda esta población.
El valle del Mapocho no iba poblado de bosques, sino que estos
se encontraban en los cerros cercanos a la ciudad. No obstante, Vivar destaca
el tamaño de los algarrobos que encontró, al señalar que “Son arboles grandes y
de grandes y gruesas púas. Son tan largas como clavos de medio tillado y recias
y muy espesas. De estas ramas y árboles tenía el cacique hecho un fuerte, tan
fuerte que era tan aparejado para defender como para ofender principalmente a
gente a caballo. iba tan tejido y tan gruesa que parecía muralla”.
Al sur de Santiago, especialmente sobre el rio Maule, aparentemente,
los bosques comenzaban a ser más espesos e impenetrables en las laderas de los
cerros aun cuando los sectores llanos se encontraban despejados y en muchas
partes pues allí los indios mantenían sus sementeras.
De este modo Valdivia pudo salir de Santiago con ciento
setenta hombres muy bien aderezados y armados por el camino de los llanos. Llegó
al río de Bio-bio teniendo con los naturales muchos reencuentros y desbaratándolos
muchas veces.
Jerónimo de Vivar parece coincidir con las impresiones de
Lovera al plantear que en el territorio de los pormocaes, “que comienza de
siete leguas de la ciudad de Santiago, que es una angostura ... hasta el rio de
Maule”, el valle de Cachapoal, por ejemplo, debió estar despejado de bosques
pues era “fértil, abundoso de maíces”. No obstante, “por estos parajes o poco más
al sur Valdivia se enfrentó.
Era tan espeso que no podía entrar un caballo por él,
si no era por alguna vereda que los indios a mano tenían hecha para su entrada
y salida”. “En esa oportunidad los indígenas no cesaron de atacar a los españoles
en medio del bosque, por lo que Valdivia ordenó a sus hombres salir al llano
donde estableció un campamento.
Arauco, asimismo, debió tener extensas zonas despejadas la
numerosa población que allí habitaba, pues a media legua la costa los españoles
hallaron “muy gran cantidad de casa y mucha población’’.
Lo mismo estima Góngora Marmolejo, quien ha señalado que
Valdivia envió “al capitán Jerónimo de Alderete, con ochenta soldados a caballo
fuese a descubrir la provincia de Arauco, que es lo más principal de todo el
reino y de más gente”. Por su parte, Lovera afirma que “había en este tiempo grandes
sementeras de trigo en los estados de Arauco que pasaban de cien mil fanegas
sembradas por los españoles.
Portada
de Erosión: cáncer del suelo, 1947
Cronología:
1541
Españoles arriban al valle del Mapocho con especies de
vegetales y animales que en los siglos venideros predominarán en el paisaje
chileno
1575
Un cargamento de 400 fanegas de trigo es exportado a Lima
desde el Maule
1687
La aparición de la peste de polvillo negro afecta la
producción agrícola peruana e incentiva los envíos de trigo chileno al
virreinato
1848
Se inicia el boom del comercio de trigo chileno con los
mercados de Australia y California
1865
Se incrementan los envíos de trigo chileno a los mercados
europeos, especialmente Inglaterra
1872
Se aprueba en el Congreso Nacional la primera ley sobre corta
de bosques que prohíbe el roce al norte del Bío-Bío
1898
Federico Albert es enviado a estudiar los efectos que la
invasión de las dunas producía en los campos de Constitución a Llico
1936
25 de febrero. Por el Decreto de Ley Nº 372, se establece un
procedimiento para llevar a cabo las rozas, además de determinar las sanciones
para sus infractores
1942
Manuel Elgueta y Juan Jirkal publican Erosión de los suelos
en Chile donde denuncian los graves perjuicios que este fenómeno causa en la
agricultura nacional
1942
26 y 27 de noviembre. La Primera Asamblea Forestal Nacional
plantea la necesidad de combatir la erosión de suelos mediante plantaciones
forestales
1947
Víctor Bianchi publica Erosión, cáncer del suelo donde
describe los problemas provocados por la erosión y previene acerca de los
perjuicios causados por los roces
1958
Rafael Elizalde publica La sobrevivencia de Chile, libro que
denuncia en forma elocuente el peligro en que se encuentra el país por la
destrucción de su medio ambiente
1965
El Instituto de Investigación de los Recursos Naturales
señala que un 59 % de la Cordillera de Costa entre Valparaíso y Cautín se
encuentra erosionada
1968
En la Segunda Jornada Nacional de Conservación de la
Naturaleza se llega a la conclusión que en los últimos 100 años se han
erosionado en Chile más de 9 millones de hectáreas
1974
Se establece Decreto de Ley 701, que plantea una política de
plantaciones forestales, basada en una serie de incentivos tributarios o bien
en subsidios directos del Estado.
La erosión de suelos y la supervivencia de Chile.
La historia contemporánea.
Ya en el siglo XIX los científicos comprobaron que la
deforestación era la principal causa de la erosión de suelos, pues el bosque es
una defensa natural que amortigua la acción de la lluvia, el viento y los
cambios atmosféricos e impide el arrastre de la capa vegetal hacia los ríos y
el mar...
Arenas
estériles forman estas dunas
primera mitad del siglo 20
En el caso de América, el interés de los conquistadores
españoles por mantener en los nuevos territorios el cultivo y la crianza de los
alimentos consumidos en Europa motivó, a partir del segundo viaje de Colón, el
traslado de hortalizas, cereales y animales al nuevo mundo. Estas especies
arraigaron rápidamente en las regiones de clima mediterráneo o semiárido como
el norte chico y la depresión central de Chile.
La notable aclimatación del trigo permitió que durante el
siglo XVIII se iniciaran los envíos del cereal chileno al mercado limeño.
Posteriormente, en la medida que las exportaciones agropecuarias chilenas se
insertaron en los circuitos comerciales internacionales, fue surgiendo la
necesidad de ampliar la frontera agrícola para incorporar nuevas tierras de la
cordillera de la costa para la producción de trigo. En este contexto, se
despejaron mediante el roce, miles de hectáreas de bosques y ecosistemas
nativos para permitir el paso del arado y con ello el cultivo de la tierra.
Con la incorporación de las regiones de la Araucanía y Los
Lagos a la estructura económica de Chile, la destrucción de los bosques
adquirió el carácter de un problema nacional que se intentó resolver mediante
la Ley de corta de bosques de 1872. A principios del siglo XX, Federico Albert
advirtió sobre la urgente necesidad de detener los roces y realizó experimentos
forestales para interrumpir el avance de las dunas en Chanco, producidas por el
arrastre del suelo descubierto de su capa vegetal protectora y a merced de las
aguas lluvias.
La erosión pasó a ser un problema constante en la primera
mitad del siglo XX. La decadencia del ciclo exportador de trigo fue explicada,
entre otros factores, por el agotamiento de la fertilidad de los suelos pues
los rendimientos de trigo por hectárea eran cada vez menores. Entre las décadas
de 1940 y 1960 los agrónomos del país advertían que la vida de la nación estaba
en peligro y que era urgente un plan de conservación de suelos.
Desde entonces se escribieron en Chile numerosos documentos y
artículos llamando la atención sobre este flagelo. Estos estudios y el contexto
de alarma que existía por la destrucción ambiental del país permitieron que el
eminente ecólogo italiano Francesco Di Castri señalara en 1964 que en pocos
países era posible observar semejante extensión e intensidad de los fenómenos
de degradación irreversible de los recursos; los bosques se estaban destruyendo
con escaso aprovechamiento, y a un ritmo que permitía pronosticar un desierto
en un plazo relativamente breve: la mayoría de las especies autóctonas estaba
en vías de extinción; praderas y estepas naturales se estaban agotando, y
finalmente, como consecuencia última de estos desequilibrios, la erosión estaba
amenazando la mayor parte del territorio nacional.
Erosión
de zanjas por malas prácticas agrícolas
primera mitad del siglo 20
Como respuesta a la erosión de los suelos y acorde a las
tendencias internacionales se planteó una política de plantaciones forestales,
basada en una serie de incentivos tributarios o bien en subsidios directos del
Estado como lo estableció el Decreto de Ley 701 de 1974.
Hacia el año 2000
había en el país más de dos millones de hectáreas plantadas con pino insigne y
eucaliptos. Sin embargo, desde la década de los ochenta del siglo XX, los sectores
preocupados por la conservación de la naturaleza criticaron las plantaciones
pues, a su juicio, se estaba sustituyendo lo que quedaba de bosque nativo por
forestaciones uniformes que tenían impactos negativos sobre el medio ambiente.
De mi consideración:
. Debemos tener presente que todo el daño a nuestra
naturaleza (asociado al hombre) se origina desde la instauración del hombre en
estos espacios, en menor o mayor grado, pero daño, al fin y al cabo.
. Seguir destruyendo el bosque nativo es imperdonable y
punible, más cuando esta idea ronda los fines meramente económicos (negocios forestales)
. Hemos de incentivar la plantación de especies nativas en
aquellos lugares en donde aún se mantiene lo nativo y si, por algún motivo
(manos negras o blancas) este bosque se pierde, solo puede y debe ser
sustituido por nativo, de esta manera nos evitaremos esos extraños accidentes
relacionados con el fuego.
. Es imperioso el educar (a toda la población) sobre nuestro patrimonio
natural, sin dogmas y sin ideologías. La sociedad actual debe hacerse responsable
de su protección y no solo meros observadores.
Laderas que nos muestran la pérdida de suelo agrícola
primera mitad del siglo 20
Suelos
erosionados en la provincia de Ñuble
primera mitad del siglo 20
Cárcava profunda cerca de Pichilemu
primera mitad del siglo 20
Faldéos erosionados donde escurre el agua libremente
Áreas erosionadas en Chile, 1942
REFERENCIAS:
1-BOSQUES
Y TIERRAS DESPEJADAS EN EL PERIODO DE LA CONQUISTA DE CHILE PABLO CAMUS
2-EROSIÓN,
CANCER DEL SUELO VICTOR BIANCHI GUNDIAN
3-LA
SOBREVIVENCIA DE CHILE RAFAEL ELIZALDE MAC-CLURE
4-EXPANSIÓN
ECONÓMICA DE UNA SOCIEDAD TRADICIONAL: CHILE CENTRAL EN EL SIGLO XIX. ARNOLD J.
BAUER
5-LA
REPLANTACIÓN DE LOS CERROS ÁRIDOS DEL PAÍS. FEDERICO ALBERT
- LA EROSIÓN EN CHILE
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