Han de saber o suponer que, los connacionales que llegaron a
establecerse en Antofagasta-Chile, llegaron exclusivamente a ganar dinero. No
venían por extraños cupos en el cielo y menos por las dádivas mendigas del apatronado,
como ocurría en el sur del país. Este nuevo habitante del desierto tenía la
posibilidad de ocuparse en distintas faenas dependiendo de sus posibilidades y de
sus antojos, ya sea, en la incipiente industria del salitre, la plata de Caracoles,
el cobre del litoral o el oro de Guanaco, por esto, la historia salitrera y
minera en Antofagasta es muy distinta a la de Tarapacá y queda de manifiesto
que en estos lares circuló el dinero a raudales y, en todas sus formas,
inclusive en papel, pero este papel tenía una característica, valía oro.
(En otros escritos hablaremos de la moneda y de la ficha
salitrera)
Emitido en Valdivia en 1840. Es considerado el primer billete
chileno.
Sobre el Papel Moneda
Escrito de Jorge Queirolo Bravo.
Los primeros billetes que se emitieron en Chile fueron
conocidos con el nombre de “Papelotes” y salieron a circular hacia el final del
gobierno de Bernardo O’Higgins. No se conservan ejemplares que permitan saber cómo
eran, pero su existencia sí esta debidamente documentada.
Hubo emisiones
ilegales de dinero en Vallenar alrededor del 1837, las que fueron
desautorizadas por el gobierno en 1839. Después vino una serie hecha en
Valdivia entre 1840 -1844 y de la que se conocen dos denominaciones de 4 y 8 reales.
4 Reales de Ballenar 1937
Posteriormente y con la Guerra del Pacífico, salen a la circulación una serie
de emisiones colectivas en 1879. Éstas estuvieron respaldadas por varias casas
comerciales de importancia en Valparaíso y Santiago. Su razón de existir fue la
notoria escasez de circulante que afectó a Chile durante el enfrentamiento
bélico con Perú y Bolivia, las denominaciones fueron de 10 y 50 centavos, así
como de 1 peso. Los bancos particulares de dedicaron a la emisión de papel
moneda a partir de 1865. Esta situación duró hasta 1881, año en que el estado
asumió esta tarea, quitándole dicha facultad a la banca privada, en algunos
casos se reselló, durante 1898 billetes provenientes de bancos particulares, a
los que se agregó la leyenda “Emisión Fiscal” Lei (textual) 1054 del 31 de
julio de 1898 en el reverso.
Banco Nacional de Chile
Banco Comercial de Chile
Banco de José Bunster
Banco de Santiago
En 1891 estalló una cruenta guerra civil que finalmente
depuso al presidente Balmaceda, quién terminaría suicidándose al verse
derrotado. Esta contienda se constituyó en motivo para que en el norte se
pusieran en circulación billetes emitidos por los ferrocarriles salitreros y
por la Municipalidad de Iquique.
Emitido por los FFCC Salitreros de Iquique
Emitido por la Municipalidad de Iquique
El Banco Central de Chile comienza a funcionar
como instituto emisor a partir de 1925, tras la visita de la misión Kemmerer,
que fue la base de importantes reformas monetarias.
Billete Provisional 1925. Convertible en oro
En 1960 se adoptó una nueva moneda, el Escudo, que circuló
hasta 1975, desde entonces y hasta la fecha, existe el Peso que todos
conocemos.
La Historia del Billete Chileno
La historia del billete chileno se remonta a mediados del
siglo XIX, cuando un inmigrante español, llamado Antonio Arcos y Arjona quiso
implantar en el país un sistema de comercio de valores, que no era otra cosa
que un banco privado emisor de billetes. A este lo llamó "Banco de Chile
de Arcos y Compañía", fundado en 1849. Pero poco tiempo después, éste
debió cerrar debido al total rechazo de comerciantes y público en general. Este
Banco ostenta el triple récord de ser la primera institución bancaria en la
ciudad de La Serena, el primero de emisión que existió en nuestro país, así
como el primero que quebró.
Antonio Arcos y Arjona
El periodo de los llamados "Bancos Privados
(Particulares) “se encuentra comprendido entre los años 1849 y 1890. En este
periodo se crearon una treintena de bancos los que emitieron diversos billetes
en preciosos diseños, generalmente encargados al American Bank Note (ABN) de
EE. UU.
Si bien es cierto el primer Banco en Chile habría sido “El
Cordovez”, en la ciudad de La Serena, no es menos cierto que Valparaíso era la
plaza comercial más importante del país por ese entonces. La mayoría de los
Bancos se situaron desde el Puerto hacia el sur, y la ciudad era un puerto
cosmopolita, con un creciente movimiento mercantil, que recibía personas e
ideas antes que nadie en Chile, situación que le permitía fortalecer su
categoría de principal ente portuario del Pacífico.
Un hecho que demuestra el variado espectro a que llegó la
Banca, es que en 1870 se crea el Banco del Pobre, entidad que estaba dirigida a
los sectores de menores recursos.
Este objetivo destacaba nítidamente en el
diseño de sus emisiones, en las que aparecían símbolos y alegorías de los
“principios” y “valores” que ostentaban los Libres Pensadores, que por esa
época llegaban desde Inglaterra y cuyo accionar solidario se centraba en la
clase media y en los artesanos.
El Banco del Pobre
Ahora bien. Cada Banco buscaba que sus billetes fueran de
calidad. Muchos de ellos fueron diseñados por el Bank Note Co N.Y. y otros por
Gradbury, Wilkinson y Co Grabadores de Londres.
En la actualidad, todos estos billetes se pueden considerar
como verdaderas joyas por su confección y diseño.
Cuando la situación internacional se tornó un tanto difícil,
el sistema hizo crisis y se revocó la disposición que permitía a los Bancos
Particulares emitir billetes. Al mismo tiempo, se autorizó a quienes tuvieran
este circulante a cambiarlos por billetes impresos por la Casa de La Moneda de
Chile.
Bancos Particulares de Chile
Banco Agrícola
Banco de Ahorro y Préstamo
Banco de la Alianza
Banco de J. Bunster
Banco Consolidado
Banco de Caupolicán
Banco Comercial de Chile
Banco de Concepción
Banco de Concepción
Banco de Concepción
Banco Constructor Hipotecario
Banco de Crédito Unido
Banco de Curicó
Banco de Chile
Banco de A. Edwards y Cia
Banco de A. Edwards y Cía.
Banco de Escobar, Ossa y Cia.
Banco de Ossa y Cia.
Banco de Llanquihue
Banco de Mc Clure y Cia.
Banco de D. Matte y Cia.
Banco de Melipilla
Banco Mobiliario
Banco Nacional de Chile
Banco de Ñuble
Banco del Pobre
Banco de Rere
Banco de Santiago
Banco de Santiago
Banco de San Fernando
Banco de Talca
Banco de Tacna
Banco de Valparaíso
Banco de Valparaíso
Banco de la Unión
Banco de Montenegro y Cia.
Banco del Sur
Banco de Arauco
Bancos sin billetes que mostrar
Banco de Bezanilla, Mc Clure y Cia.
Banco de Chile de Arcos y Cia.
Banco Sud Americano
Banco Popular Hipotecario
Banco de Matte, Mc Clure y Cia
La Creación del Banco Central
El Banco Central de Chile se creó para resolver una vieja
preocupación, cuál era la de proveer circulante en cantidades adecuadas para
apoyar el desenvolvimiento económico del país. De hecho, si nos remontamos a
los albores de la República, se encuentran antecedentes que dan cuenta que la
escasez de circulante era una preocupación constante que se arrastraba desde
muy temprano en la época colonial. Esto, por cuanto el dinero en esos años
provenía principalmente de Perú, donde funcionaba la casa de moneda de Lima,
fundada en 1565 y que acuñaba monedas de plata. Pero, principalmente, porque el
comercio exterior deficitario con España y otras colonias implicaba que Chile
permanentemente veía disminuir sus reservas de monedas de oro y plata por
períodos prolongados. Todo lo anterior hacía muy difícil acumular un stock adecuado
de medios de pagos para apoyar las transacciones internas y, por ende, el desarrollo
de las actividades económicas. Esto significó que desde muy temprano existió en
Chile una necesidad evidente de producir dinero, la que se intentó resolver inicialmente
a través de una autorización de la Corona Española, en 1741, para la
instalación en el país de una casa de moneda privada, la autorización para que
circularan en el país monedas de otros países y, posteriormente, siendo Chile
ya una república independiente, a través de la emisión de billetes por parte de
bancos comerciales (Subercaseaux, 1922; Fetter, 1937; Millar, 1994).
Pero la preocupación sobre la necesidad de proveer a la
economía de una cantidad adecuada de medios de pago y establecer un sistema de
crédito eficiente trascendió a la época colonial, siendo una constante durante
los primeros 100 años de vida independiente del país. Por ejemplo, hacia fines
de la década de 1830, ante la aguda escasez de circulante, distintas casas
comerciales de varias zonas del país y, en particular, de Coquimbo, un
importante centro minero de la época, comenzaron a emitir vales y fichas, e
incluso algunas llegaron a emitir billetes que se aceptaban como medios de
pagos en parte del comercio, aunque con un descuento.
La emisión de estos vales llevó al Gobierno a emitir un
decreto, en noviembre de 1839, prohibiendo establecer bancos o emitir billetes
sin una autorización previa del mismo. Los billetes que se emitirían en virtud
de este decreto deberían ser totalmente garantizados, a través del
establecimiento de una fianza hipotecaria, y sólo podrían circular dentro de la
localidad del emisor. La discusión sobre la conveniencia de crear bancos
comerciales comenzó a tomar fuerzas recién en 1840 y se enfocó inicialmente en
la necesidad de crear un banco nacional o del Estado, de emisión, que
permitiera resolver los problemas de proveer a la economía de una cantidad
adecuada de medios de pagos y establecer un sistema de crédito más eficiente,
centrado hasta entonces en prestamistas privados. En las discusiones primaba la
visión que estas labores las debía asumir el Estado, pero a través de un ente
que debiera ser independiente del gobierno de turno.
Al revisar la historia llama la atención que ya en esos años,
en los debates relativos al establecimiento de bancos, existía cierta
preocupación respecto a que la creación de un banco estatal, que también fuese
de emisión, podía terminar en una expansión desordenada del circulante, que
pondría en peligro la supervivencia del sistema monetario bimetálico, y
resultaría inflacionaria. En parte esta preocupación se basaba en la noción que
las ex colonias españolas tenían escasa experiencia institucional y eran propensas
a la guerra (Millar, páginas 59-69).
En medio de este debate, en octubre de 1849 se crea el primer
banco comercial, el Banco de Chile de Arcos, el que dentro de ciertos límites
estaba autorizado para emitir billetes convertibles en moneda metálica. Sin
embargo, en la autorización otorgada por el gobierno no se aceptó lo solicitado
por los dueños, en cuanto a permitir que sus billetes fueran aceptados en las
oficinas y tesorerías fiscales, porque esto violaba las Leyes de Indias
vigentes en 1849 que exigían que estos pagos se hicieran en dinero (metálico) o
especies. Pero desde su inicio el Banco de Chile de Arcos encontró una fuerte
oposición del comercio establecido de Santiago, Valparaíso y Coquimbo, tanto
por la baja credibilidad de los billetes que emitía como porque reducía los
ingresos que el comercio estaba obteniendo por el señoreaje sobre la emisión de
vales y fichas, que habían encontrado un uso más allá de los comerciantes que
las emitían. Lo anterior significó que el Banco de Chile de Arcos tuviera una
corta vida: el gobierno terminó retirándole la facultad emisora en abril de
1850, como resultado de la resistencia que había creado, mientras que la Corte
Suprema restringió el uso de sus billetes a menos de un mes de su fundación.
En la década de 1850 se inició una expansión importante de la
banca privada, en respuesta al auge económico asociado con el descubrimiento de
oro en California, proceso que se vio facilitado con la promulgación de
distintos cuerpos legales que favorecían la fundación de instituciones
financieras. Estos bancos, autorizados por el gobierno, eran instituciones de
crédito y de depósito y no de emisión, pero de facto sí emitieron billetes y
vales, aunque no en grandes volúmenes. Este proceso se acentuó en 1860, con la
promulgación de una ley de bancos muy liberal gestada por el reputado
economista francés Courcelle Seneuil. De acuerdo con esta nueva ley, que estuvo
vigente hasta 1925, los bancos podían emitir billetes convertibles en moneda
metálica.
La emisión estaba sujeta a un límite máximo igual al 150 por ciento
del capital efectivo de los bancos y los billetes eran aceptados por el Estado
en el pago de impuestos y deudas.
Los bancos también estaban autorizados a abrir cuentas
corrientes, las cuales eran pagaderas en billetes o en moneda metálica. El
ingreso al sector bancario era bastante automático y la capacidad de regulación
y supervisión de la banca por parte del Estado era prácticamente nula, por
cuanto con esta ley se implantó un sistema de banca libre (free-banking).
En este esquema la principal limitación a la toma de riesgos
de los bancos era auto impuesta y venía dada por la reputación de las
instituciones y las personas detrás de ellas (los directores respondían
solidariamente respecto de las obligaciones contraídas por el banco). Así, por
ejemplo, la ley no limitaba los préstamos y descuentos a los directores y
miembros de la administración de los mismos bancos. La poca supervisión se ejerció
a través de la obligación, impuesta al presidente de la República, de nombrar agentes
para que verificaran los libros, cajas y carteras de las instituciones.
En este escenario, la guerra entre Chile y España de 1865
agudizó las necesidades de financiamiento del Estado, el que autorizó la
emisión de billetes inconvertibles a aquellos bancos que le otorgaran
préstamos. Esto no solo llevó a la suspensión de la convertibilidad, en
septiembre de 1865, sino también a una expansión de la banca y de la emisión.
Este aumento en la emisión, sin embargo, fue poco inflacionario —la inflación
aumentó recién en el período 1870-1874, siendo negativa en 1865-1869—, por
cuanto la emisión y el dinero crecieron en promedio a tasas moderadas (1.5% y
4.3% anual, respectivamente), el crecimiento del producto se aceleró en 1865-1869
y los precios de los bienes importados tendieron a la baja.
La convertibilidad de los billetes en metálico se restableció
a fines de 1866, pero debió suspenderse 12 años más tarde a causa de una severa
crisis de balanza de pagos.
Cabe hacer notar que la guerra chileno-española de 1865 marcó
el inicio de medio siglo de déficit fiscales sostenidos, situación que sólo se
revirtió después de finalizada la primera guerra mundial, para deteriorarse
nuevamente entre 1950 y 1974.
La prosperidad económica de comienzos de la década de 1870,
como resultado de la mayor prosperidad de la economía mundial y el
descubrimiento del yacimiento de plata de Caracoles, Antofagasta, le dio un
gran empuje a la creación de bancos y a la expansión monetaria y del crédito,
aunque esto ocurrió en un contexto de casi nula regulación y supervisión
bancaria.
Pero la difícil situación internacional que se dio a partir de 1873,
por el estallido de una crisis económica en Europa, llevó a un deterioro importante
de los precios de los bienes exportados —el cobre alcanzó su precio más bajo en
1879, después de un paulatino descenso desde 1873, mientras que entre 1871 y
1879 el precio de la plata y el trigo cayeron un 15% y un 23%, respectivamente.
Debido a que los ingresos
fiscales dependían en gran medida de los derechos de aduana, la situación
fiscal se deterioró de manera significativa —el comercio exterior cayó un 25%
entre 1873 y 1879—, lo que indujo al fisco a contraer significativos préstamos
tanto internos como externos. Todo lo anterior terminó por engendrar una crisis
económica, producto de una situación externa deficitaria que causaba una
pérdida permanente de reservas metálicas de los bancos, contracción monetaria y
tipos de interés más altos —la tasa de interés real efectiva (ex-post) cobrada
por los bancos en operaciones de corto plazo subió del 1.95% en 1872, al 12.4%
en 1874, retrocediendo a un 10.13% en 1875 y subiendo nuevamente hasta un
17.27% en 1878 (gráficos III.A y III.B)13. La difícil situación económica causó
la quiebra o fusión de algunas instituciones financieras en 1877 y 1878, y
llevó a que finalmente en julio de 1878 se terminara con el billete bancario
convertible, dando paso a un régimen de papel moneda de curso forzoso.
Los billetes, ahora no convertibles, seguían siendo bancarios
y su emisión estaba controlada por el gobierno. Cabe señalar que el entorno
externo hacía particularmente difícil la continuidad de la convertibilidad en
la forma del patrón oro: una escasez generalizada de oro en el mundo dio origen
a 20 años de deflación entre 1875 y 1895.
A estas circunstancias externas adversas vino luego a sumarse
un hecho histórico que hizo aún más difícil regresar a la convertibilidad: el
inicio de la Guerra del Pacífico en 1879, la que condujo a la emisión de papel
moneda directamente por el Estado para hacer frente a las necesidades de
financiamiento de la guerra, ante las dificultades para obtener crédito
bancario.
La conjunción de estos elementos –deflación mundial, déficit
fiscales persistentes y mala regulación y supervisión bancaria– hacían el
retorno al patrón oro extremadamente difícil.
En este período la inflación no muestra una tendencia clara,
pero sí gran variabilidad y un leve incremento hacia fines del período. Así,
mientras la inflación para todo el período 1860-1896 alcanzó en promedio un
2.0% anual, ésta fue de un 1.7% en 1860-1880 y un 1.3% en 1880-1889, llegando
al 5.1% en 1890-1917.
La preocupación por controlar la inflación llevó a pensar que
la única solución era volver a la convertibilidad, lo que se consiguió recién
en 1895 (luego de años de debate legislativo), esta vez en un régimen de patrón
oro. La convertibilidad empezó a imperar en junio de 1895, y se sustentaba en
leyes aprobadas en enero y junio de ese mismo año, que establecían la paridad
del peso y la manera en que se canjearían los billetes bancarios y del Estado
en circulación. Para llevar a cabo el canje de billetes se había entregado, a través
de leyes específicas de años anteriores, recursos al Estado a través de
impuestos para proveer recursos adicionales y se autorizó un préstamo externo
de hasta dos millones de libras esterlinas. Además, el Estado se comprometió a
avalar los billetes de bancos privados.
La conjunción de la elección de una paridad muy fuerte para
el peso, la desconfianza generalizada del público al proceso de conversión
luego de la crisis de 1878, el pobre desempeño económico del país en el
período, las malas prácticas de algunos bancos y el temor de una guerra con Argentina
llevaron a que la convertibilidad fuera nuevamente abandonada en 1898,
iniciándose en Chile un período de pleno desarrollo del papel moneda, el que
iba a durar hasta la creación del Banco Central en 1925. La continua y volátil
expansión monetaria que se generó bajo este nuevo régimen dio origen al
comienzo de inflaciones más persistentes y a una continua depreciación de la
moneda. Así, mientras en promedio entre 1904 y 1915, el tipo de cambio nominal
se depreció un 6.5% anual, entre 1918 y 1925 lo hizo al 16% por año. La inflación,
por otra parte, si bien no fue alta comparada con las que se verían en décadas posteriores,
se mantuvo volátil y apareció como un fenómeno más constante que en años previos:
mientras que en 1860-1895 fue solo de 2% anual, en el período 1898-1925 ésta promedió
un 6.2% anual, y a partir de 1904 se hacen menos frecuentes los años con deflación.
En suma, a partir de 1850 empezaron a proliferar en Chile
bancos privados, los que estaban autorizados, legalmente a partir de 1860, para
emitir billetes convertibles en moneda metálica. A partir de esa década, y
hasta la creación del Banco Central en 1925, la preocupación por la escasez de
circulante fue reemplazada por una preocupación por el control de la emisión de
medios de pago, de modo de evitar los efectos nocivos de la creciente, más
persistente y volátil inflación y el quiebre del sistema bimetálico. Esta preocupación
tenía sus raíces, en parte, en un sistema de banca libre donde la falta de una supervisión
efectiva les permitía a los bancos emitir dinero sin mayores restricciones,
pero también en la ocurrencia de persistentes déficit fiscales provocados por
guerras o fluctuaciones de los ingresos del gobierno, provenientes
mayoritariamente del comercio exterior, y que inducían a una mayor emisión para
financiar al Estado. En este escenario se hizo evidente la necesidad de crear
una institucionalidad que ordenara la emisión con el fin de estabilizar los
precios y el tipo de cambio. Pero siempre existió la duda de si la emisión
debía ser centralizada y entregada en forma exclusiva a una entidad única,
fuera ésta privada, pública o mixta, o podía quedar en manos de varios bancos.
II. La Creación del Banco Central de Chile
La experiencia de las décadas anteriores llevó, en los
inicios del siglo veinte, a pensar que había que poner orden en la emisión para
controlar la creación de dinero, terminar con la depreciación de la moneda y,
en último término, con la inflación. Una propuesta que logró gran apoyo fue la
que surgió en 1913 de crear una caja de convertibilidad, aunque la misma
finalmente fracasó por los problemas que acarreó la Primera Guerra Mundial, que
llevaron a otra expansión de la emisión, esta vez para cubrir los déficit
fiscales que resultaban de las necesidades de auxiliar a la industria salitrera
y a los bancos en dificultades. Después de muchas e infructuosas iniciativas,
tanto del Ejecutivo como del Legislativo, en 1918 el Ministro de Hacienda, Luis
Claro Solar, presentó en la Cámara de Diputados un proyecto sobre la creación
de un banco central, pero el Congreso no tomó ninguna decisión sobre la
materia. Esta iniciativa fue seguida de una propuesta, en 1919, del entonces
Ministro de Hacienda, Guillermo Subercaseaux —más tarde presidente del Banco
Central de Chile—, la que sin embargo encontró la oposición del Senado por el carácter
estatal del banco que se proponía crear. Pero a partir de esta propuesta se
inició una discusión más profunda —que también se daba en el ámbito
internacional— sobre la necesidad de crear un banco central que regulara la
emisión, garantizara la estabilidad cambiaria y preparara al país para un
eventual retorno a la convertibilidad. El tema lo retomaría el presidente
Alessandri en su mensaje del 1 de junio de 1921 y tomó gran fuerza en el
período 1921-1925, centrándose la discusión principalmente en tres aspectos:
(2) El valor del tipo de cambio en el nuevo sistema
monetario, cuando se restableciera la convertibilidad; y
(3) Si el sistema monetario a adoptarse sería un patrón oro
estricto (gold standard) o si se aceptase la convertibilidad a otras monedas
duras (gold-exchange standard).
El asunto llegó a su apogeo en la Semana de la Moneda,
organizada por la Facultad de Comercio de la Universidad Católica de Santiago
en agosto de 1924, evento en el cual se presentaron variadas propuestas sobre
cómo resolver el problema monetario de Chile y, en particular, sobre cómo crear
una moneda estable. La postura mayoritaria fue que el orden en las cuentas
fiscales y la creación de un organismo central, controlado mayoritariamente por
el sector privado para que no fuera abusado por el Estado, que manejara la
emisión de medios de pago, eran elementos fundamentales para alcanzar la estabilidad
de la moneda.
En suma, la creación del Banco Central, y unas décadas antes de
los bancos comerciales, estuvo precedida de una profunda discusión sobre la
necesidad de enfrentar los problemas de escasez de circulante y la carestía e
ineficiencia de un sistema de crédito basado en prestamistas privados, juntamente
con alcanzar mayor estabilidad de los precios internos y del tipo de cambio.
Aunque hubo muchas propuestas internas, no se pudo llegar a
ningún acuerdo político sobre un proyecto específico de Banco Central. Al final
le correspondió a la misión encabezada por el profesor de la Universidad de
Princeton, Edwin Kemmerer, sentar las bases de la ley que el 22 de agosto de 1925 fundó el Banco
Central de Chile.
Al momento de crearse el Banco se aprobaron también otras dos
leyes relacionadas: la Ley Monetaria y la Ley General de Bancos.
La primera ley restauró la convertibilidad en 1926,
remplazándose el régimen monetario de papel moneda no convertible —de curso
legal y emitido entonces exclusivamente por la Tesorería— por el régimen
monetario de patrón oro, aunque esta vez se tuvo más cuidado en la elección de la
paridad inicial del peso. Esta ley fijó una paridad de 6 peniques del Reino
Unido por peso chileno.
La segunda ley creó una Superintendencia de Bancos para
regular y supervisar a los bancos comerciales.
Al Banco Central se le
confirió el monopolio de la emisión de billetes, los que serían convertibles en
monedas de oro chilenas, en oro en barras, o en letras a la vista sobre Londres
o Nueva York, pagaderas en oro. Para poder retirar todos los billetes y vales
fiscales en existencia, el Banco Central recibiría el oro del Fondo de
Conversión que había acumulado el gobierno para un eventual retorno a la convertibilidad.
La ley también autorizó al Banco Central para realizar operaciones de crédito
con el gobierno (sujeto a ciertos límites), los bancos accionistas, empresas y personas
naturales, y quedaba bajo la supervisión de la recientemente creada Superintendencia
de Bancos. El Banco también podía operar con el público en lo que se refiere a
compra y venta de oro, en monedas o en barras, y la toma de depósitos a la
vista sin pago de intereses.
A Considerar:
1 En esos años (1565) el oro y principalmente la plata de
Chile era enviada para la acuñación de monedas en Perú, de donde retornaba una
cantidad muy pequeña (Subercaseaux, 1922 y Banco Central de Chile, 2005).
2 La casa de moneda de Chile pasó a ser administrada por
autoridades reales en 1770, principalmente atraídas por las utilidades que en
ella se generaban. Además, por orden de la Corona Española se construyó, entre
1784 y 1805, un edificio que albergaría a esta entidad. Este edificio pasó a
ser la sede oficial del gobierno de Chile en 1846 (Banco Central de Chile,
2005).
3 Se autorizó la circulación en Chile de monedas de oro y
plata argentinas, colombianas y peruanas, entre otras (Millar, 1994).
4 Las fuentes que documentan este período destacan a Coquimbo,
principalmente porque allí empezaron los primeros debates y reclamos de algunas
autoridades locales por el extensivo uso que se hacía de estos vales y fichas.
Pero en otras zonas, como Valdivia, la escasez de circulante llevó a las
autoridades locales a emitir vales al portador, los que gozaban de garantía de
la Aduana y Tesorería local (Millar, 1994).
5 Algunas de las fichas circulantes eran conocidas con el
nombre de “señas” y “macuquinas” (Millar, 1994).
6 Las formas que tomaron las operaciones de crédito
realizadas por prestamistas fueron varias. En algunos casos se prestaban bienes
de capital y consumo para realizar operaciones agrícolas y mineras. En este
caso el préstamo se devolvía a través de minerales o cosechas, los que se
tasaban a precios inferiores a los de mercado (estas operaciones recibían el
nombre de habilitaciones). En otros casos las operaciones consistían en gravar
un inmueble con un canon anual, correspondiente a un interés por haber recibido
un cierto capital (estas operaciones recibían el nombre de censos). En este
último caso actuaron como prestamistas diversas órdenes religiosas las que
poseían grandes capitales.
7 El sistema bimetálico imperante en Chile consistía en que
circulaban en el país indistintamente monedas de oro y plata. En 1834 se
autorizaron las monedas divisionarias de cobre.
8 El Banco debía garantizar sus operaciones con un depósito
en la Tesorería General de 100 mil pesos, lo que equivalía a 5% del capital
autorizado.
9 Ley de prelación de créditos de 1854, ley de sociedades
anónimas del mismo año y Código Civil de 1855.
10 Monsieur Seneuil, quien era contrario a la creación de un
banco estatal, había venido a Chile como asesor del Ministerio de Hacienda y
como profesor de Economía Política de la Universidad de Chile.
11 La inconvertibilidad se decretó por un período que duraría
hasta seis meses después de finalizado el conflicto bélico o, a más tardar,
hasta junio de 1867. En la práctica la inconvertibilidad duró sólo 11 meses
(Millar, 1994).
12 La inconvertibilidad se aprobó en sesión secreta de la
Cámara de Diputados en la madrugada del 23 de julio, y la misma se extendería
hasta el 31 de agosto de 1879 (Millar, 1994).
13 Los bancos que podían emitir billetes no convertibles
fueron, inicialmente, aquellos que habían participado en un préstamo al Estado
en junio de ese año. Posteriormente se hizo extensivo este beneficio a otros
bancos. La emisión máxima de cada banco estaba en relación con el préstamo del
mes previo otorgado al gobierno, y los bancos debían pagar un interés de 4%
anual al Estado sobre el monto de billetes inconvertibles emitidos que
mantuviesen en circulación.
14 El sistema de Gold Exchange Standard consiste en fijar la
paridad de la moneda local (peso) con respecto a una tercera moneda (por
ejemplo, el dólar) que está fija vis-à-vis al oro. La ventaja es que no exige
mantener reservas en oro y, por otra parte, permite devaluaciones con respecto
a este metal si la moneda ancla elegida (dólar) lo hace.
Referencias:
Origen y desarrollo de los bancos en Chile
Iconografía de Monedas y Billetes Chilenos
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