Una antigua labor del campo chileno, que en algunos pocos lugares subsiste, era “la pela de duraznos”.
Esta labor, que en algún momento de nuestra historia tuvo no
poca importancia en nuestro país, es el origen de una expresión muy propia de
nuestra gente: el decir “pelar”, en el sentido de hablar mal de otras personas.
Ya entenderán el por qué, si continúan con la lectura.
La pela de duraznos se realizaba para conservar estas frutas
(como tantas otras) para el invierno, por el medio de secarlos al sol y
convertirlos en huesillos o descarozados.
Luego de la cosecha, se apilaban los duraznos en un verdadero
cerro de éstos, alrededor de los cuales se sentaba la familia y amistades, cada
cual, con su cuchillo en mano, y se dedicaban por horas a pelar las frutas,
dejándolas en canastos que tenían a su lado, los que se cambiaban por otros
vacíos a medida que se llenaban. Largas horas pasaban en esta actividad, las
que se amenizaban de diversas maneras, ya que no había en aquellos tiempos
equipos musicales y ni siquiera una radio que transmitiera música.
De manera que se cantaban largas canciones, tradicionales y conservadas
desde que se tenía recuerdo, las que en su mayoría ya se han perdido.
Una parte de una de ellas, conservada en la ya cansada
memoria de una anciana tía, dice así:
"Ya no tengo ni una tira que ponerme,
la que tengo ya no tiene ni un botón.
Tanto parche que la cubre me confunde
y hasta llevo sin marrueco el pantalón.
Los zapatos que yo tengo no son tales,
están rotos de la punta hasta el talón.
Amarrados con cordel y con alambre
y la suela que le pongo es de cartón.
Cuando era feliz siendo trabajador,
la plata la gasté en tragos de licor.
Jamás me lo pensé que sería de mí
en esta situación tendré que andar así.
Es muy triste caballero el ser pobre,
voy vagando por el mundo sin amor."
Obviamente, no todo eran canciones, también se practicaba el
muy antiguo deporte de conversar y, al acabarse otros temas, hablar -más
comúnmente mal que bien- de los demás.
Y de esta última costumbre es que nace el término “pelar”,
que nos lleva a decir “ya estay pelando”, cuando alguien comienza a contar
algún chisme sobre una persona ausente, o bien “ése es más pelador”, cuando se
quiere señalar a alguien que gusta de la maledicencia.
Una vez pelados los duraznos, se apilaban los canastos sobre
un agujero practicado en el suelo, en el que previamente se habían puesto
brasas encendidas y azufre. Luego se cubrían con un barril o tambor, y se
dejaba ahí para que el humo del azufre cubriera los duraznos.
Pasado un cierto tiempo, se sacaban y se vertían sobre las
ramadas, para que se secaran al sol. La aplicación del humo de azufre servía
tanto para evitar que los huesillos se pusieran cafés por la oxidación, como
para que los insectos no se comieran la fruta.
Y no, no producía ningún efecto negativo meses después,
cuando se echaban a cocer los huesillos para disfrutar de ellos.
[Nota: Era motivo de orgullo y muestra de habilidad el pelar
el durazno de una sola vez, sin que se cortara la cascara, como se puede ver en
la imagen.]
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