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miércoles, 26 de febrero de 2025

POR PUNTA DE CHOROS

Por Punta de Choros


Pues bien. Cuando se trata de emitir una opinión, procuramos hacerlo con sensatez, con el debido respeto y con harto fundamento, ya sean técnicos, científicos e inclusive legales. Nuestra mirada no va ni toca el punto de las percepciones propias o por consideraciones abstractas (polvos de estrella) tan sólo procuramos poner en relieve la simple libertad de opinar, de pensar, indagar e instruirse y, como todos somos dueños de la verdad relativa y nadie tiene la verdad absoluta (en ciertos temas), he aquí la nuestra.

Como muchos expresan:

“Estoy en completo desacuerdo con tus ideas y daría gustoso tu vida por jamás brindarte el derecho a expresarlas”

 

La gente y Dominga

 

Pues bien, algunos nos podrán decir (de manera burlesca) que no había que ir tan lejos para concluir que el llamado Proyecto Dominga es nefasto para la naturaleza – nefasto según algunos – y nos referimos a la naturaleza costera de Punta de Choros en la comuna de la Higuera, Región de Coquimbo, pero como nos gusta hacernos nuestras propias ideas (aunque a algunos no les guste eso de contar con pensamientos propios) fuimos a dicho lugar a conocer, y aprovechamos de visitar otros espacios y localidades que -sin duda alguna- son una maravilla, acogedores, tranquilos y nos invitan a lo que más nos gusta, a embebernos de patrimonio y de naturaleza.

 

Bitácora de nuestra ruta:


El Principio

 

Partimos algo tarde este viernes 21 de febrero en dirección al sur, es decir y para que nos entiendan, todo lo que queda al sur de nuestro territorio es el sur, pero en esta oportunidad nos vamos algo más lejos de nuestro terruño, a los límites de las regiones de Coquimbo y Atacama.

Todos los participantes tenían muy claro que sería una jornada larga, de muchas horas de viaje, por una carretera que prodiga suavidad (más siempre encierra sus riesgos) lo que resultó ideal para el merecido descanso nocturno.

Por la hora en la que tomamos el camino, era muy poco el tránsito, especialmente de los vehículos mayores, por lo cual nuestro avanzar tuvo muy pocas interrupciones y llegamos de madrugada a la ciudad-puerto de Chañaral. En este lugar aprovechamos de estirar las piernas, ya acalambradas, y merendar (alguna que otra frugalidad bastante onerosa) en un servicentro de paso y continuamos el viaje.

Ya de día pasamos por el poblado de Domeyko (visto desde la distancia), también por Cachiyuyo (pue´h) y luego vino Incahuasi, un antiguo poblado que quedó muy a trasmano luego de la construcción de la nueva carretera. Nos hubiese gustado el haber ingresado por todos estos lugares y quedarnos algunos minutos con la intención de conocer.

Ya cercanos al sector del Trapiche, cercanos a la ciudad de La serena, endilgamos nuestros pasos con rumbo a la costa, en dirección a nuestro destino pasando por el antiguo poblado de Los Choros cuyos carteles promocionales nos invitaban a detenernos ya sea por el queso de cabra, el aceite de oliva y las avellanas. Una tenue garua empaña los vidrios de nuestro vehículo y nos hace dudar de nuestro cometido, de que efectivamente podamos navegar en este día, pero todo nos resulta hermoso y al poco andar se calma nuestra zozobra, el cielo deja de sollozar y sólo se muestra cubierto.

Llegamos a nuestro destino a eso de las 09:00 de la mañana, algo tarde según el protocolo para desembarcar en isla Damas, pero muy a tiempo para navegar y evitarnos el gran flujo de gente que llega al mediodía. Por aquí no hay maná del cielo (garúa) y eso nos tranquiliza aún más.

A comprar los tickets

Somos tan solo 30 marineros de agua dulce




¡Todos a la embarcación! Exclamaban los encargados mientras entregaban y ponían los chalecos salvavidas a los emocionados navegantes. Las indicaciones de rigor y la algarabía – tan habitual – de nuestros integrantes con los consabidos consejos. ¡Tírenlo al agua si ven tiburones! ¡Pongan el dedo por donde se está filtrando el agua en el bote! ¡Póngale plomo en vez de chaleco salvavidas!

Este escribano es descendiente directo del capitán Araya, por lo que rehúye subrepticiamente la cita marinera y junto a unos pocos que no gustan del mar, nos fuimos a recorrer el poblado, probar alguna que otra delicia culinaria y reponer las energías con un buen café (de sobre ya que no hay más). También tratamos de dar con Don Rodrigo Castillo del Castillo y Castillo Tapia, el señor bichólogo, quién bajó raudo del bus – apenas aparcó – y tomó las de Villadiego en busca de sus preciados bichos.

 

El que no ayuda, estorba

 

Viene la conversación, uno de los motivos por el cual estábamos allá, y las correspondientes preguntas a los lugareños no se hicieron esperar, algunos de ellos con un marcado recuerdo antofagastino o nortino (dicho por ellos mismos) pero sin las ansias de retornar por el terruño de origen.

¿Qué piensa usted de Dominga? Reiteramos el usted, tratando de obtener la respuesta propia, el de la persona consultada y no la opinión de otros.

Como era de suponer, la gran mayoría de los consultados estaba en contra del proyecto y todos bajo la premisa que dicho proyecto, extraería el agua del mar y mataría la fauna influyendo negativamente en todo el espacio que incluye y rodea – por demás - a dicha caleta. El tono vigoroso y lapidario de la respuesta era notorio, inclusive al momento de terminar la frase con el ¿o usted no está de acuerdo? ¿Usted está a favor?

¡Me trae el café y las empanadas y luego le respondo! ¿le parece? contesté.

Volviendo a preguntar sobre la opinión de los que viven más arriba, en la Higuera y sus alrededores, gente que, según las noticias, están a favor de dicho proyecto, las respuestas fueron rápidas y algunas arteras. Esos son gente que vive de la minería, esos no saben nada de la caleta, del cómo afectará al lugar y, en definitiva, a la gente que vive de los recursos del mar (textual). Todos concluyeron – al unísono – que este proyecto dividió a la gente de la comuna, entre los que no quieren y los que quieren a Dominga.

 

Fueron muchos los consultados sobre el tema, aunque nos costó encontrar a las personas indicadas, es decir, a la gente del lugar entre la gran afluencia de turistas y las respuestas eran muy similares. Los de acá estaban en lo correcto y los de allá estaban equivocados.

 

Pues bien, nuestra opinión aquí no cuenta, porque no vivimos en dicho lugar, no nos ganamos la vida en dicho espacio y en nada aportamos a su gente (salvo con los impuestos). Por lo tanto, pensamos que esta es una discusión que se debe dar entre la gente de la comuna (toda la gente) y las autoridades representativas de dichas localidades (basados en los deseos de la gente de su territorio), y el resto, los que no moran ni aportan, sólo deben mirar y guardarse -muy adentro de sí mismos - sus doctrinas y anhelos. Esto último es algo que cuesta mucho, el guardarnos nuestra opinión, ya que, todos creemos tener la verdad. Además, bastantes problemas de contaminación tenemos por nuestra propia casa para meternos en problemas ajenos que pueden solucionar ellos mismos. Si hay voluntad, por supuesto, y el diablo no mete la cola, como decía mi abuela.

Lo que pudimos observar en Punta de Choros es digno de contar y resultó en un viaje increíble. Contemplar las pingüineras, su gran diversidad de aves, las toninas que ágil y juguetonamente surcan por la rada, los aromas y los olores tan propios del mar, la vida natural (la flora y la fauna) que se encuentra por todos los espacios, inclusive en las lindes del poblado. Todo nos resulta nuevo y maravilloso. La gente - en si - es cálida, de buen trato y respetuosa, gente habituada al turismo y al turista.

Ahora. Para conocer a cabalidad el territorio hay que contar con varios días de libertad, mucha energía y el interés por descubrir, más que seguir las indicaciones del dónde dirigir los pasos.

 

A Chañaral de Aceituno

 


Luego del navegar, acto que resultó muy agradable, nos dirigimos a Chañaral de Aceituno, el último bastión de los Changos, puesto que en este lugar se percibe la historia viva, historia que aún perdura en algunas familias y en ciertos espacios. Por estos lares también nos encontramos con gente a favor y en contra de Dominga y les expresamos el mismo pensamiento.

“Ustedes son los llamados a dirimir sus controversias porque ustedes viven aquí, nosotros sólo somos visitas”

Chañaral de Aceituno no tan sólo es una caleta de pescadores, también es un sitio turístico, hermoso, cobijante y muy escondido en la costa del Atacama.

 

Tal vez los nortinos, de muy al norte, no somos muy expresivos o abiertos (cobijantes) pero en estos lugares la gente se expresa muy amistosamente, tanto lo que siente y el cómo se siente, sin necesidad de preguntar. Ha de ser el exceso de desierto el que nos vuelve tan huraños. Otro detalle que quiero resaltar y resulta muy necesario el que lo haga, es que en este lugar realizan su propia artesanía para promover su espacio desde los cristales, joyas, tejidos, etc. Nada viene del otro lado de la frontera, made in altiplano, todo es exclusivo del lugar y económico. Sorprendente.

 

Llegó la hora de decir adiós

 

Cuando ya se viene la tarde – cuando llega el aviso del crepúsculo - tomamos rumbo al puerto de Huasco, hay un festival que nos espera y la ruta que elegimos para salir de estos parajes es desierta y por el medio del desierto. No vemos gente alguna a nuestro paso, no hay casa o similar que se avizore en kilómetros a la redonda salvo algunas manadas de Guanacos que transitan apaciblemente por los alrededores del camino y numerosos burros que nos observan desde una prudente distancia.

El camino se vuelve intrincado con subidas y bajadas, las curvas se van acentuando y asoman las primeras majadas con su ganado caprino. Bastante numerosos los piños.

Entramos, por la disposición del camino, en un poblado cuyas casas denotan el paso de los años, pero no vemos gente. Estamos en Carrizalillo y cruzamos por su calle principal, pasamos por la plaza, pequeña pero hermosa, nos metemos por una vía algo angosta con espinos muy floridos a sus costados y vamos observando – a nuestro paso - la presencia de olivos y otros cultivos. Es evidente que aquí se practica la agricultura y alguna que otra faena relacionada con la minería. Todo es tranquilidad, paz y canto de aves. Volvemos a la carretera por el medio del desierto con asomos de numerosos burros y algo de vegetación. Más adelante divisamos más majadas, más cabras y las primeras casas de Domeyko. La rotonda de la nueva carretera nos invita a mirar desde cierta altura el poblado antes de tomar rumbo al valle del Huasco y al puerto.

20.00 horas. Ya estamos en el puerto, disponiendo las piezas y subiendo el escaso equipaje a las habitaciones del hermoso hostal que nos dará cobijo por esta noche, el Hostal Fernando. Vienen los preparativos, las galas, la alfombra roja para las damas, la reunión por grupos afines y nos vamos al festival del Velero.

Mientras voy avanzando al centro de la ciudad, se me vienen los recuerdos de un ayer lejano, cuando siendo pequeño, caminé por estas calles, que en su gran mayoría eran tan solo de tierra y piedras. Vi - nítidamente – a aquel niño bajando al puerto a comprar el pan o enfilando al colegio.

No más recuerdos, ahora era el momento de bailar, disfrutar e inclusive comer. El tiempo estaba en nuestra contra y aún falta la mitad del viaje.

 

Era el momento de decir adiós

Desde “el” corazón me dice adiós un niño.

Y yo le digo adiós.


























 

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