ANTOFAGASTA LA REBELDE CIVILISTA
Don Floreal
Recabarren nos dice en sus crónicas: El general Pedro Vignola Cortés, jefe de la
Primera División del Ejército con asiento en Antofagasta, conocía perfectamente
el sentimiento del mundo civil en relación con las Fuerzas Armadas. Sus
oficiales y el personal de tropas lo tenían informado. Si en una góndola subía
un militar, los civiles desocupaban el vehículo. Lo mismo ocurría en los cines,
en los bares y en todos los lugares donde se concentraba público. No era odio,
sino un sentimiento de disgusto.
Coronel Pedro Vignola Cortés
Esto se dio entre 1931 y 1932, cuando el país vivía una
profunda crisis política. Era en parte, la consecuencia del Gobierno
dictatorial de Carlos Ibáñez del Campo, entre los años 1927 y 1931.No era la
única causa del descontento: en 1929 el mundo se sumergió en una trágica crisis
económica, que se inició en el llamado jueves Negro y a la que se sumó la
pérdida de los mercados del salitre, que eran el sustento de Chile por más de
medio siglo.
General Carlos Ibañez Del Campo
Las consecuencias
fueron inmediatas. El Estado trasladó a los cesantes del norte hacia la zona
central. Allí se abrieron albergues que entregaban hospedaje y alimentos. Donde
no hubo albergue, hubo que proveerlos de víveres. La falta de trabajo trajo
consigo prostitución y robos.
Ollas Comunes
Mientras el pueblo
sufría, los políticos y los militares se alternaban en el gobierno. En poco más
de un año, se sucedieron en el mando, doce distintos gobiernos. Ninguno tenía
claro la forma de sacar al país del desastre económico; tomaban medidas
erráticas y populacheras. Nada serio: se ordenó devolver las máquinas de coser
que las dueñas de casas habían empeñado y se emitieron unos billetes tan
pequeños como la economía, los “davilitas”.
Carlos Dávila Espinoza
La crisis del Salitre caló hondo en el norte grande, donde
sus provincias se dolían del desamparo que vivieron por parte del Estado. Había
repudio contra el centralismo. Era un asunto increíble: los gobernadores de
Taltal Y Tocopilla se quejaban porque desde hace años solicitaban dinero para
comprar bandera chilena. Nadie respondía y en las fiestas nacionales, eran los
vecinos quienes las prestaban.
Las injusticias
tenían enfurecida a la población civil que culpaba a los políticos y a las
Fuerzas Armadas. El General Vignola conocía y se preocupaba de esa situación.
Le molestaba que, por la mala actuación de algunos militares, fueran culpados
todos de haber olvidado la doctrina castrense. Él se educó bajo el estricto
cumplimiento de prescindencia política y de respeto a los gobiernos
legítimamente constituidos. Era la misma doctrina que años más tarde impulsara
el General Schneider.
En la ciudad había
un grupo de vecinos ubicados en distintas actividades. Algunos militaban en
partidos políticos, otros eran independientes. Los unía la rebelión contra el
centralismo, pero vamos atrás en el tiempo y busquemos la raíz del carácter de
los Antofagastinos y el porqué del descontento nortino.
Septiembre
de 1932, en La Moneda estaba instalado como Presidente de facto el general
Bartolomé Blanche, quién sucedía a otra serie de gobernantes de facto.
Bartolomé Blanche Espejo
Luego que fuese
derrocado el Presidente Constitucional Juan Esteban Montero, los golpes de
estado se habían convertido en una vergonzosa moda de ese año. Chile iba a
ostentar el récord de nueve gobernantes en siete meses.
Juan Esteban Montero
Una promesa había hecho Blanche al llegar a La Moneda: llamar
a elecciones presidenciales y parlamentarias a la brevedad, cosa que también
habían anunciado sus antecesores. El escepticismo cundía hasta el extremo de
que los candidatos dudaban si debían hacer campaña. Aun así, se decía que si
Blanche cumplía, no faltaría algún general que se tomase La Moneda antes que
llegara un civil.
Candidatos
uniformados al golpe no faltaban. El General Pedro Lagos era el primero que en
los movimientos anteriores había llegado con tanques a La Moneda y se decía que
estaba cansado de trabajar para otros. El comodoro Arturo Merino Benítez, quien
desde la base de El Bosque decidía las asonadas, también podía tomar la
iniciativa. Quien también aparecía en la lista era el General Otero, ministro
de defensa en ese momento.
Fue en ese clima de fronda cuando el General Pedro Vignola
Cortés, jefe de la Primera División del Ejército, con sede en Antofagasta, se
puso a la cabeza de la “Revolución Civilista”.
A comienzos de
septiembre se había formado en esa ciudad un comité civilista, en el que
estaban representados todos los sectores. Benjamín Aguirre, gerente de la
Compañía Cervecerías Unidas, representando a los Industriales; el doctor
Gonzalo Castro Toro, al Colegio Médico; Osvaldo Hiriart Corvalán, al Colegio de
Abogados; el comediógrafo y periodista Julio Asmussen Urrutia, a los
intelectuales; Edmundo Fuenzalida, director de El Industrial, representaba a la
prensa; Luis López, Alberto Chipoco y José Ramos, a los comerciantes,
sindicatos y pescadores.
Osvaldo Hiriart en
una reunión antofagastina explicó los motivos del comité civilista: “Esta
división entre militares y civiles no puede continuar. El propósito de este
comité será propugnar un gran esfuerzo por ambos lados: por el militar,
terminar con el caudillismo y consagrarse exclusivamente a su labor
profesional; y por el civil, apagar las pasiones, renunciar a los intereses
egoístas y respetar al militar que cumple la misión que la patria la ha
confiado”.
Al día siguiente,
estas palabras ya eran conocidas por todos los antofagastinos. En la siguiente
reunión se presentó el prefecto de Carabineros de Antofagasta, coronel Humberto
Contreras de la Vega, quién, enterado de los nobles propósitos del comité,
llevaba la adhesión del cuerpo. Alentados por su apoyo, se atrevieron invitar
al general Pedro Vignola.
A la siguiente
reunión, que se realizaban en los salones del Club de la Unión, asistió el
General Vignola. Según Castro, “en un comienzo –recordaba- Vignola se sentía
confundido. No era para menos. Un llamado Comité de la Civilidad debía
asustarlo. La conversación fue franca. El general, de receptivo pasó a ser
dialogante. Expresó sus puntos de vista. Hacía más de un año del derrocamiento
del general Ibáñez y los civiles no habían podido ofrecer estabilidad. Faltaban
conductores civiles, verdaderos demócratas, con visión de estadistas. Los
políticos no habían estado a la altura y cada uno tiraba para su lado.
“¿Qué podíamos
decirle? – Relataba Asmussen-. El país no podía continuar con ese carrusel de
cuartelazos. La situación económica era caótica y en ese momento no había
dinero para pagar los sueldos de la administración pública. Era indispensable
rayar la cancha y que cada cual asumiera sus responsabilidades: los civiles
acatando y respetando el resultado de las urnas, y los uniformados como
garantes de la constitucionalidad. El gran paso estaba dado. Un día el 26 de
septiembre de 1932, Vignola nos llamó a su despacho para leernos el telegrama
que había enviado a Santiago. Fue el momento de mayor tensión dramática de
nuestras existencias.
Antes que Vignola terminase su lectura, ya se nos caían las
lágrimas”.
Éste era su texto:
“Comando de la Primera División, al Comandante en Jefe del
Ejército:
“Prensa dice que el General Blanche no entregará por ningún
motivo el Gobierno hasta nuevas elecciones. Que el General Ibáñez no se
abstendrá de la injerencia política y que será incorporado al Ejército. Esas
noticias han producido profundo desagrado en el elemento civil del norte, que
ve acercarse nuevas dictaduras militares. Los incidentes entre civiles y
militares en Santiago prueban el cansancio y el odio del elemento civil por la
participación de las Instituciones Armadas en la política del país.
“La guarnición de Santiago, que no representa la opinión de
todo el Ejército, es culpada de la inestabilidad de los gobiernos, del estado
desastroso del país y del desprestigio que hemos conquistado en el extranjero.
“El sentir patriótico del personal de la Primera División del
Ejército, que hasta hoy no se había manifestado a U.S., a pesar de que en
Santiago se procede a nombre de todo el ejército, abandona por un momento sus
tareas profesionales para decir a U.S. que comparte con el elemento civil de
ese malestar intenso, que es precursor de grandes desgracias nacionales y desea
que U.S. quiera hacer presente a la guarnición de Santiago las siguientes
consideraciones:
“Que repudia enérgicamente toda intromisión del Ejército en
la dirección del Gobierno y que, en consecuencia, no presta su apoyo moral a
ninguna actividad militar en la política del país.
“Que su anhelo más ardiente es que se establezca rápidamente
el orden constitucional, para que un gobierno civil dirija las próximas
elecciones con amplio derecho y libertad.
“Que la guarnición de Santiago recupere su prestigio entre
nuestros hermanos civiles, prescindiendo en absoluto de su intromisión en la
política de este pobre país, que vive sobre un montón de hambrientos y de
cesantes desnudos, y con todas sus actividades productivas paralizadas por la
inestabilidad de los gobiernos revolucionarios.
“Que el personal de la Primera División del Ejército desea
intensamente la tranquilidad pública interna, la unión de todas las actividades
en bien de nuestro pueblo, la mordaza para las pasiones e intereses egoístas,
estableciendo cuando antes la constitucionalidad, que es la única salvación
nacional en los momentos en que corremos vertiginosamente hacia la ruina social
y económica.
“Que con todo el amor de hermanos y de chilenos patriotas,
hacemos un llamado a la guarnición de Santiago hacia la cordura, la concordia y
la disciplina nacional.
“Pedro Vignola, comandante de la Primera División del Ejército”.
En Antofagasta se
produjeron delirantes manifestaciones. Se improvisaron desfiles avivando al
general Vignola y exigiendo la renuncia del general Blanche. En las calles se
abrazaban civiles y militares.
El Comité
Civilista se convirtió en un verdadero gobierno provisional. Su primera
decisión local fue relevar de sus funciones al intendente. Luego envió un
telegrama al general Blanche, exigiéndole la renuncia “por no contar con la
confianza pública” y porque “tal es el deseo de los chilenos patriotas que
anhelan cordura, concordia y disciplina nacional”. También se acordó abrir las
fronteras con Bolivia y Argentina para asegurar el abastecimiento de la
población.
Al decirle a
Blanche que renunciara, el comité le dio una salida: que delegase el mando a
Abraham Oyanedel, respetado presidente de la Corte Suprema.
Blanche decretó la
destitución inmediata de Vignola y el arresto de la directiva del llamado
Comité Civilista. Este último anuncio resultaba absurdo porque no había en
Antofagasta ninguna autoridad que la pudiera hacer cumplir. Carabineros, la
policía civil y los magistrados se habían puesto a disposición del comité. La
Guarnición Militar de Santiago respondió en forma altanera: “Cueste lo que
cueste, será aplastada la rebelión de Antofagasta”.
El Comando en Jefe
del Ejército designó como nuevo comandante de la Primera División al general Armando Marín Mujica y se le envió
por barco a Antofagasta.
General Armando Marín Mujica
A su llegada a Antofagasta, el general Marín fue arrestado y
regresado en el mismo barco.
La noticia del
arresto del general Marín aumentó la indignación de los jefes militares que
rodeaban a Blanche. Se dispuso que el destructor Lynch zarpase a Antofagasta,
con mil hombres escogidos, llevando de nuevo al general Lynch. La nave de
guerra debía bloquear Antofagasta y exigir su rendición. Pero el Lynch nunca
llegó. El mismo día que zarpaba, la guarnición de Concepción e Iquique adherían al general
Vignola.
El régimen se desmoronó rápidamente. El general Blanche
dimitió y entregó el mando a Abraham Oyanedel Urrutia.
El general Otero,
ministro de Guerra de Blanche, antes de entregar su cargo envió el siguiente
comunicado a todas las guarniciones del país: “Una lección debemos aprender de
estas dramáticas horas: los militares para siempre deben permanecer en sus
cuarteles; no más intervención en los asuntos extraños al deber profesional”.
Si en todo Chile
las manifestaciones de júbilo fueron extraordinarias, en Antofagasta, cuna del
movimiento, el jolgorio alcanzó caracteres inmensos: veinte mil personas
participaron en el desfile. El Mercurio de Antofagasta relataba: “La
muchedumbre abrió paso al general Vignola y sus fuerzas de la primera División.
El entusiasmo era impresionante. A falta de flores, desde los balcones
arrojaban chaya. La multitud rompía filas para abrazar a oficiales y soldados.
Los dirigentes del Comité Civilista fueron llevados en andas”.
El general
Vignola, conteniendo la emoción, dijo algunas palabras a la multitud: “Los
militares en esta jornada hemos adquirido un compromiso solemne con la patria y
los chilenos: sólo nos dedicaremos a nuestros deberes y jamás empuñaremos las
armas si no fuese para defender la soberanía nacional”.
El 24 de diciembre de 1933, Oyanedel entregaba el mando a
Arturo Alessandri Palma.
Antofagasta,
situada a mil trescientos setenta kilómetros al norte de la capital, le había
dado al país a una lección de democracia.
LA HISTORIA MÁS DETALLADA. LAS DEMANDAS EN LAS CIUDADES.
La acción de los
actores locales en las ciudades desde un principio persiguió mejores
condiciones de vida. En los campamentos mineros se desarrolló un conflicto
entre capital y trabajo. Aun cuando en las ciudades también hubo
enfrentamientos con las compañías extranjeras (puerto y ferrocarril) las
demandas se dirigieron principalmente hacia el Estado dada la situación de
aislamiento geográfico y la ausencia de tierras fértiles. Estas demandas pedían
servicios básicos y alimentación. Las encabezaron los comerciantes, los
profesionales, los pequeños mineros, los artesanos y pequeños industriales.
En el discurso
regionalista del Norte, el Estado central tenía que proteger a chilenos que
estaban colonizando zonas extremas estratégicas. Además, la vida del Norte
carecía de las comodidades que gozaba la rica oligarquía del Sur del País, en
gran parte sostenida con el trabajo del Norte. La economía de enclave había
servido para crear una infraestructura de transportes para conectar a la
minería de Antofagasta con el resto del mundo, pero no servía para conectarla
con el resto del país. La integración territorial de Chile debería ser obra del
Estado. Esto implicaba afectar los intereses corporativos de la oligarquía
agraria del Sur del país. El discurso regionalista tenía bases sólidas en el
Norte pues muchos de sus habitantes provenían del Norte Chico, territorio desde
donde partieron las revoluciones federalistas de 1850 y 1859.
El movimiento
sindical, las capas medias y las luchas regionalistas convergieron en la
aspiración por un mayor control social sobre la renta minera. Este ejercicio
soberano pretendía mejorar las condiciones de vida de los sectores postergados
y generar ideas para reemplazar una frágil base productiva sustentada en
explotar recursos naturales. Esta convergencia se manifestó con mayor fuerza en
los años treinta cuando los trabajadores salitre y del cobre también eran parte
del Frente Popular, una alianza socio-política entre el proletariado y las
clases medias. El Frente Popular creó la CORFO, cuyo objetivo era la
industrialización del país y el desarrollo del Norte de Chile. Este mismo
movimiento fue muy importante para promover una serie de medidas que adoptaron
otros gobiernos en los decenios siguientes.
La tarea no era
fácil. Chile era uno de los países con mayor centralización territorial en
América Latina, superando a Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú y
Venezuela. Se construyó un estado centralista heredado de la herencia jurídica
española. Esta estructura se consolidó después de la independencia de España en
1810 y la derrota de las revoluciones federalistas. Para los partidarios del
centralismo la eliminación de caudillos regionales explicaba la mayor
estabilidad política de Chile respecto a la mayoría de los países del
continente. A pesar de su extensión territorial, en 1969 el 97,9% del gasto
público se decidía en Santiago, dejando apenas el 2,1% para los gobiernos
municipales. Además el Norte era un territorio frontera conquistado hace poco,
probablemente su defensa militar exigía moderar su regionalismo.
A pesar de lo
anterior, en la provincia de Antofagasta, las organizaciones sociales eran
antiguas y fuertes, en los campamentos salitreros y en las ciudades. En la
ciudad de Antofagasta, las primeras sociedades de artesanos datan de 1870.
Asimismo la burguesía se congregó en el Club de la Unión a partir de 1873, y
los extranjeros residentes, en el "Club Inglés" desde 1914. La vida
cultural y deportiva siempre fue muy intensa. También existían varios
periódicos, de todas las tendencias ideológicas. En 1906 nació "El
Mercurio de Antofagasta", identificado con los intereses de los
empresarios de la región. Todo esto fue construyendo una sociedad local activa
y educada. Así, en 1960 la tasa de analfabetismo era de un 29,7% en Chile
mientras que en la entonces provincia de Antofagasta alcanzaba un 20,3%.
Es probable que
las frecuentes catástrofes naturales, en condiciones de aislamiento geográfico,
contribuyeran a la unidad de los actores locales. En 1877 hubo un tsunami que
borró Cobija y en 1922 un maremoto que inundó Chañaral y Antofagasta. En 1906
se incendió la Catedral, en 1912, la peste llegó a Tocopilla, en 1929 Pampa
Unión enfrentó un terremoto, en 1939 la explosión en la mina de Chuquicamata
dejó 57 muertos. Además en las ciudades no existía la rígida estructura de
clases de los campamentos, facilitando eventualmente la unidad de acción local.
Las organizaciones
ciudadanas consiguieron la construcción del Ferrocarril de Antofagasta a la
ciudad de Salta en el norte de Argentina, desde la cual se podrían importar
productos agrícolas que el desierto no podía producir. El alcalde Maximiliano
Poblete convocó al primer cabildo abierto (asamblea de los vecinos) el 5 de
Abril de 1920, el cual se transformó en un desfile que pretendía vencer la
resistencia de las provincias del sur, inquietas ante la posibilidad de perder
el mercado de consumo agrícola del norte de Chile.
La fuerza de la
sociedad civil antofagastina quedó de manifiesto en 1932. Una delegación de
destacados líderes locales, impidieron en el aeropuerto de Antofagasta el
arresto y traslado a la capital por sus dichos e ideas contra los gobiernos militares
del General Pedro Vignola, comandante de la división. Antofagasta formó un
gobierno paralelo con el apoyo de todos los partidos políticos (desde el
Conservador al Comunista), de diversos gremios y sindicatos antofagastinos,
para exigir la devolución del mando de la nación a un civil, libertad electoral
y retiro de las Fuerzas Armadas de la política activa. Este alzamiento
cívico-militar fue seguido en todo el Norte y en otras partes del país,
logrando acabar con un período de cuartelazos militares que colocó 7
presidentes de Chile en menos de dos años.
Itinerario de las asonadas y la participación de Antofagasta en la Historia de Chile.
• La noche del 3 de junio del 32 se sublevo la base aérea “El
Bosque” bajo el mando del comandante Marmaduque Grove. El mando militar dispuso
que las unidades de la guarnición de Santiago reprimieran a los aviones
amotinados, los que se sumaron al movimiento y los oficiales se negaron a
actuar contra la aviación. La huelga militar de “brazos caídos” resulto y
Montero fue derrotado el 4 de junio por la Junta Socialista (militar) integrada
por Puga, Dávila y Matte, en la que Grove asumió la cartera de Defensa
Nacional.
Marmaduke Grove Vallejos
• Eugenio Matte funda el partido Socialista y proclama la
“República Socialista”. La junta muestra un programa de corte popular de
audaces reformas y disuelve el Congreso Termal.
• El pueblo desfila con banderas rojas por las calles, se
forma el Consejo de Obreros y Campesinos y se organiza la Alianza
Revolucionaria de Trabajadores. Dávila se margina de la Junta y el presidente
de la Corte Suprema, Javier Ángel Figueroa renuncia a su cargo, aludiendo a que
con los poderes del Estado disueltos no puede ejercer.
• El 16 de junio, el ejército rodea La Moneda y el Ministerio
de Defensa, al mando de Pedro Lagos y asaltan el Palacio, apresan y envían a
Pascua a Grove y Matte. Asume una nueva Junta: Carlos Dávila, Alberto Cabrero y
Nolasco Cárdenas, ante esto se produce resistencia popular y se pone en
vigencia Ley Marcial.
• Dávila asume como presidente provisional el 8 de julio,
apoyado de la oficialidad. Es resistido y se ve obligado a dictar un decreto y
convocando a elecciones de congreso y otro que derogaba la creación del
Ministerio de Defensa.
• Surge discrepancia entre el nuevo presidente Blanche y el
Comandante en Jefe de la FACH: Arturo Merino Benítez, ya que estos querían que
entregara el poder a quien los partidos designasen.
• El 14 de septiembre Merino Benítez se subleva realizando el
“Vuelo de los Cóndores” al Norte. Sorprendidos y dominados en Ovalle por
militares de La Serena. 27 de septiembre el General Pedro Vignola se pronuncia
con la Primera División de Ejército, en Antofagasta, exigiendo que un gobierno
civil se encargara del proceso electoral.
• Se forma en Antofagasta una Junta de Gobierno y se declara
Estado de Sitio en el país, el pueblo se moviliza, la Armada se inquieta y al
FACH elude pronunciarse. El 30 de septiembre, la Guarnición de Iquique y
Concepción adhieren a la postura de Antofagasta. Esa tarde Blanche entrega el
poder al presidente de la Corte Suprema Abraham Oyanedel, que asume el 2 de
octubre como Vicepresidente.
• 30 de octubre se realiza la elección presidencial y triunfa
Arturo Alessandri con votos centristas e izquierdistas.
QUIÉN FUE DON PEDRO VIGNOLA
Don Pedro Vignola Cortés.
1932 - 1933
G.D.D. PEDRO VIGNOLA CORTÉS
Comandante en Jefe del Ejército.
Del 26 de Diciembre de 1932 – 21 de Diciembre de 1933.
- Nace en Copiapó, el 08 de julio de 1879. En 1899 ingresa como
Cadete a la Escuela Militar y egresa al año siguiente como Alférez de
Artillería, siendo su primera destinación el Regimiento de Artillería de Costa.
- En el grado de teniente,
se desempeña en el Regimiento de Artillería a Caballo, en el Regimiento de
Artillería Nº4 “Miraflores” y en la Escuela de Suboficiales, donde destaca por
sus especiales condiciones de mando, que le permiten ser destinado al Ejército
de Colombia, donde presta importantes servicios, a la vez que se enriquece
profesionalmente.
- A su regreso, el mando lo destina al Regimiento de Artillería
Nº1 “Tacna”.
- Entre 1918 y 1920 estudia en la Academia de Guerra,
ascendiendo a Mayor.
- En ese grado, se desempeña como Profesor de dicho Instituto y
de la Escuela de Artillería y, en 1926, dirige la Escuela de Aplicación.
- Ascendido a coronel, vuelve a clases en la Escuela de
Artillería, ocupando además la jefatura del Departamento de esa Arma.
- En 1931 fue Comandante en Jefe de la I División con asiento
en Antofagasta, ascendiendo a General de Brigada.
- Tras la elección como presidente de don Arturo Alessandri
Palma, a fines de 1932, es nombrado Comandante en Jefe del Ejército, cargo que
sirvió brillantemente durante un año.
- En febrero de 1933 es ascendido a General de División y en
diciembre del mismo año, se le concede el retiro de la Institución.
- Fallece en Santiago, el 29 de junio de 1941.
De acuerdo con la información brindada por el historiador Héctor
Ardiles Vega, una de las Plazas que conforman la actual Avenida Brasil, fue
nombrada como 26 de Septiembre, en homenaje a la gesta Civilista de Antofagasta
que restituyó el orden democrático al país. Pero … La historia nos dice que 20 años después de esta gesta heroica. Los mismos de siempre clamaron por
cambiar el nombre de esta plaza por el de O´Higgins, como si este prócer no
tuviese suficientes memoriales en nuestro país. He ahí que la plaza y la historia
desaparecieron de nuestra memoria local.
La masiva participación de la región en la Rebelión Civilista y referencias:
Revista CIIAR. Antofagasta y la Rebelión del ´32.
Festín de los Audaces. Alfredo Guillermo Bravo
Episodios de la Vida Regional. Juan Floreal Recabarren
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