Los Capellanes en Antofagasta y en la Guerra del Salitre
La Paz en la Guerra
Hemos comprobado que nuestra historia
cuenta con muchas referencias, hechos y detalles que se van repitiendo en el
tiempo y estos van en continuo crecimiento por el aporte de los nuevos historiadores.
Más. Siempre están esas pequeñas minucias que algunos consideran misceláneas y
la siguiente historia se podría considerar como tal, pero, para la gente de
aquella época fue de trascendental importancia. Los médicos sanaban el cuerpo y
los capellanes el alma.
Capellán Correa absolviendo al ejército chileno en las alturas de Calama
Las crónicas nos dicen:
Al comienzo de las operaciones de
guerra, la otorgación de sacramentos era los más importante y necesario, a raíz
de que la mayoría de los reclutas eran de origen campesino y no habían recibido
ni siquiera el bautismo. A pesar de ello, las tropas demostraron ser bastante
creyentes, y debido a esto, las misas pasaron a ser parte de la cotidianidad,
realizándose todos los domingos, no importando dónde estuvieran. Extraído de http://gdp1879.blogspot.cl
La victoria de Chile en la Guerra del
Pacifico, no solo se alcanzó mediante el sacrificio de los soldados
combatientes, sino que también de aquellos que acudieron raudamente a los
servicios de apoyo en los campos de operaciones, me refiero a médicos, ingenieros,
periodistas y también sacerdotes. Y dentro de este selecto grupo quiero
destacar a los sacerdotes que, con su servicio de asistencia moral y
espiritual, supieron infundir en las tropas, animo, confianza y paz, lo cual
resulta indispensable en tiempos de guerra.
En el caso de Chile esta asistencia a
estado vinculada estrechamente a la función guiadora de la Iglesia y tal
compromiso también estuvo presente en 1879 , en que el clero dio ejemplo de
patriotismo , ofreciendo sus servicios personales , creando ambulancias ,
estableciendo hospitales de sangre , recolectando fondos para el auxilio de las
viudas , fundando asilos para los huérfanos de la guerra , creando talleres
para la fabricación de vestuario militar , hilas y vendas para los hospitales
etc. , etc. .
Iniciado el conflicto con Perú y
Bolivia en 1879, la iglesia organiza "el cuerpo de capellanes" fue
una tarea difícil para las autoridades eclesiásticas de Chile, pues no existía
en la iglesia Chilena una institución dedicada a atender las necesidades
espirituales castrenses, o sea no se contaba con un vicariato canónicamente
organizado, esto dificultaba la creación y posterior desempeño de los
capellanes que partirían al frente de guerra, a servir la espiritualidad de
nuestras tropas, también se debería evaluar la cantidad de estos , donde se
instalarían y su funcionamiento .
La prensa hizo un llamado público al
gobierno, sobre la urgente necesidad de enviar capellanes junto con el
ejército. La solicitud del gobierno de Chile a sus hijos para defender la causa,
encontró de inmediato eco en sacerdotes como, Florencio Fontecilla y Ruperto
Marchant Pereira a ellos se agregarían otros seis más que fueron nombrados por
el arzobispo Joaquín Larraín Gandarillas.
Ruperto Marchant Pereira
Como vemos el número de capellanes en
un principio era muy modesto, en relación con el contingente total de nuestras
fuerzas armadas, que alcanzaban aproximadamente a los 2.440.- hombres al inicio
de la guerra, cifra que, por supuesto aumentaría conforme al desarrollo de
esta, es decir cada capellán velaría espiritualmente por 305 hombres,
repartidos en un frente tanto marítimo como continental de varios miles de
kilómetros cuadrados.
Otra preocupación eclesiástica, fue
si se designaba a un capellán para cada cuerpo de ejército o bastarían los 8 ya
nombrados, se decidió que no habría capellanes particulares para ningún
regimiento o batallón y que todos serian capellanes del Ejército de Chile, que
prestarían servicios a donde los destinase el Capellán Superior conforme a las
órdenes del General en Jefe, de esta forma seria más unitario el trabajo de los
capellanes y se consultarían mejor sus necesidades.
Así fue como se propuso a capellán
mayor a don Florencio Fontecilla. El sería el encargado de dirigir el trabajo
de sus compañeros.
Capellán Florencio Fontecilla
A fines de 1879 el número de capellanes
había aumentado de 8 a 19, aun así, se hacían pocos para las necesidades del
frente de guerra.
Su financiamiento, estadía, y
sustento en el frente era otro tema complicado, aunque ellos iban integrados a
las divisiones del ejército y por lo tanto la alimentación y habitación era
provista por este, el vestuario y útiles personales eran costeados por los
propios sacerdotes.
Según consta en documentos los
capellanes se ofrecían voluntariamente a prestar servicios al ejército,
rehusando recibir salario por sus servicios, como ven completo desinterés de
los sacerdotes por los beneficios económicos por su labor en el ejército
expedicionario, lo que realzaba más sus espíritus patrióticos y de servicio.
Sin embargo, la autoridad
eclesiástica, previendo las necesidades en campaña, asigna una cantidad de
dinero que se enviaba al capellán mayor para solventar gastos, pero este aporte
no siempre fue constante o bien se atrasaba durante meses.
Una vez desembarcados en Antofagasta,
los capellanes no tenían una labor asignada en ningún cuerpo de ejército, así
el cuerpo de capellanes quedo disperso, sin posibilidad que los sacerdotes
pudieran ayudarse o relevarse mutuamente, varios de ellos en ciertos momentos
debieron ejecutar una labor extenuante, en la más completa soledad y
aislamiento de sus compañeros.
Luego de su reunificación. Estos
entraron inmediatamente a someterse a una ardua instrucción sobre la vida
militar en campaña y comenzar su primera labor, las actividades pastorales muy
bien recibidas por la población.
Esto significó una creciente demanda
de sacerdotes que atendiesen a la población civil, de los territorios que
nuestras tropas iban ocupando, todo esto debido a que, con la ocupación de
Antofagasta, comenzó también la huida de sacerdotes peruanos y bolivianos de
las zonas controladas por Chile.
Esta situación no evaluada en un
principio, recargo aún más la labor de los pocos capellanes incluso algunos se
dieron el tiempo y sacrificio, de misionar en algunos de los más apartados
poblados del norte, desarrollando su función de "curas”.
En cartas enviadas a Santiago
Florencio Fontecilla y Ruperto Marchant Pereira, expresan la urgente necesidad
de más sacerdotes, pues ellos estaban con la doble y a veces triple función de
párrocos de la población, capellanes de hospitales de sangre y asistiendo
soldados en el frente de batalla en esos duros momentos.
Pisagua fue el bautismo de guerra de
los capellanes, en los días siguientes fueron de grandes sacrificios atendiendo
a soldados heridos y moribundos de las batallas y de las plagas que aumentaban
día a día. Un soldado comentaba: eran pasado las seis de tarde en Pisagua el
día del desembarco en la playa los heridos aún estaban allí, por no sé qué
motivo no había ni ambulancias ni camillas, pero los curitas estaban allí,
ellos en medio de las balas estaban socorriendo a los heridos, su valentía
evito una mortandad mayor.
Capellanes en la Guerra del Pacífico
José Clemente Larraín, refiriéndose a
los sucesos posteriores a la batalla de Tarapacá expresa: Los capellanes de
nuestro ejército, no abandonaron en ningún momento a nuestros heridos en los
consuelos de la religión.
Otro capellán relata: eran cerca de
las 2 de la tarde, el campo de Tacna estaba sembrado de cadáveres y heridos
estos alzaban sus rifles para llamar la atención y fuesen en su auxilio, era
preciso ir uno a uno dando la extremaunción, ungiéndoles en la frente y tomando
sus encargos y ultimas disposiciones ...Dios mío....
El trasladarse con los ejércitos, era
más penoso y agotador para ellos ya que a sus comisiones castrenses debía de
sumarse sus labores civiles de pastor, y en base a esto trasladarse a los
pueblos del interior todas las semanas a ejercer sus labores de cura en
alejados poblados, todo esto a pie o carreta de acuerdo de la disponibilidad.
M. Pereira y Javier Valdez narran en
cartas como debían atravesar el árido desierto nortino a pie , Valdez narra
cómo camino desde Junín a Dolores cuando supo que comenzara la batalla , y
viendo la necesidad de estar allí marcho a pie 8 leguas hasta encontrar el tren
que lo llevo hasta Dolores , fray Pacheco , también cuenta que el llego a
Dolores cuando recién terminaba la batalla desde allí seguí al ejército a San
Francisco de donde salieron a las 4 p.m. caminando toda la noche y llegando a
estación Dibujo , para luego seguir a Tarapacá a 11 leguas de allí , todas a
pie .
La gran facilidad de desplazamiento
de los capellanes se debió a que la gran mayoría de estos eran jóvenes, aunque
igual marchaban sin la vestimenta adecuada para esta zona ni la preparación
militar, es decir puro corazón y coraje.
Pese a esto , ellos no estaban
acostumbrados a la vida militar y el constante peregrinar , afecto en mayor o
menor medida la salud de la mayoría de ellos , Así lo hizo saber el capellán
mayor al alto mando , solicitando reemplazos , porque ellos ya estaban gastados
y muchos muy enfermos , los capellanes Madariaga , Valdez , Cruzat , Christie ,
Astete y el propio Fontecilla entre otros más vieron sus vidas peligrar por el
tifus , tuberculosis , hepatitis y disentería , incluso luego de recuperarse
muchos volvieron y fallecieron cumpliendo su labor en las filas de nuestro
ejército.
Lo que sí está claro, es el intenso
patriotismo que estos capellanes tenían, M. Pereira escribía, mi anhelo es
acompañar al ejército donde este vaya, le solicito a F. Fontecilla hablar con
el general en jefe, para ver si el ejército se moviliza más al norte, a Lima,
ellos que fueron los primeros sean considerados para esa avanzada, decía:
debemos ir con la tropa a la vanguardia.
El capellán Triviño participo casi en
todas las batallas, siendo un soldado de Cristo, estuvo siempre junto a los
heridos en combate, lleno de entusiasmo, querido por la tropa.
El capellán Madariaga, participo en
el desembarco de Pisagua, todos vieron al padre Madariaga en medio del fuego,
en la proa de los lanchones de desembarco, con un Cristo en la mano derecha,
alentando a la tropa para que cumpliese con su deber.
El capellán Vivanco, en Chorrillos
avanzando junto con la tropa del Atacama, en momentos que las balas pasaban
silbando sobre sus cabezas y salvando a un joven oficial peruano herido en
combate.
El capellán Ortúzar que viendo al
Manco-Cápac alistarse, se trasladó al puente para transformarse en un soldado
más y combatir en nombre de Dios y de Chile.
Incluso Alberto del Solar en su
diario recuerda un encuentro de el con el capellán Donoso en la batalla de
Chorrillos, el cura había desembarcado de uno de nuestros buques de guerra y se
dirigió rápidamente a el campo de batalla para asistir a los heridos y
moribundos en plena batalla.
Otra de las funciones casi
desconocidas de los capellanes, se refería a la sepultación de los soldados
fallecidos en el campo de batalla, estos en su mayoría eran enterrados en fosas
comunes para evitar las epidemias, estas labores junto con el servicio fúnebre
que se efectuaba con tan mínimas comodidades, era una de las labores más
íntimas y delicadas de los capellanes realizada en estrecha comunión con los
soldados.
Sacerdote Enrique Christie Gutierrez
Fueron estos hombres de profundas
convicciones sacerdotales y patrióticas, ambos planos a veces inexplicables
para los hombres que vivimos los comienzos del siglo XXI.
Sin embargo, el contexto en el que se
generó la guerra en 1879, podemos apreciar que la iglesia tanto chilena como
peruana y boliviana, se comprometió con la causa de sus respectivos países y
puso a sus hombres a disposición del estado.
Uno de los aspectos más mencionados
en los diarios de vida de los soldados, eran los efectos benéficos que lograban
los capellanes castrenses, al impartir la absolución antes de entrar en
batallas o la simple confesión.
El oficial Arturo Benavides relata:
en la mañana llego al campamento un sacerdote y se instaló bajo un algodonero,
fue visitado por oficiales, clases y soldados, unos llegaban arrogantes y otros
cabizbajos y pensativos........ Pero todos se retiraban radiantes de gozo e
instaban a otros a ir donde el " padrecito"
Vicuña Mackenna, cuenta que la noche
antes de la batalla de Tacna pocos soldados durmieron, muchos oraron, nadie
tuvo miedo. Los capellanes del ejército, sentados en la arena o en sus recados
de montar, escucharon las últimas confesiones de los que llevaban en su corazón
el presentimiento de la muerte cercana.
Extraido de: GUERRA DEL PACIFICO , HONOR A SUS
HEROES
Los Capellanes en la Guerra del
Pacífico
De los 47 capellanes que sirvieron en
las filas de las fuerzas armadas chilenas y viajaron al norte, la mayoría eran
sacerdotes Diocesanos, el resto fueron Franciscanos, Jesuitas, orden de María,
dominicos y otros.
El nombramiento del "Capellán
jefe o Capellán mayor" como se le denomino, y que ejerció su ministerio en
el escenario del conflicto, fue fundamental, porque aunó voluntades, estableció
coordinación y destino a los sacerdotes a los lugares donde más se les
necesitaba.
Desde Santiago eran dirigidos por el
vicario Monseñor Joaquín Larraín Gandarillas quien, de acuerdo con el gobierno,
hacia los nombramientos oficiales de los capellanes castrenses.
Monseñor Joaquín Larraín Gandarillas
Luego de llegar a algún puerto del
norte, los capellanes eran destinados ya sea a los buques de guerra de nuestra
armada, hospitales de sangre o a alguna de las divisiones del ejército, y desde
allí atender al personal de los diferentes batallones.
El cuerpo de capellanes nunca tuvo
personal suficiente como para poder destinar uno a cada regimiento, claro hay
algunas excepciones, como el capellán Pacheco, que estuvo siempre en el
regimiento Bulnes.
Algunos capellanes fueron más
conocidos que otros, en parte porque estuvieron más tiempo en el servicio, que
ocuparon algún cargo importante, o por que realizaron una labor más destacada
en este campo se da la paradoja de que hay algunos con 2 o 4 años que nadie
recuerda, mientras que otros con 2 o 3 meses son muy mencionados por sus
contemporáneos, como ejemplo el caso del capellán Donoso.
Capellán Camilo Ortuzar Montt
Lo que está claro es el trabajo de
los religiosos castrenses, y lo beneficioso que resulto para la tropa,
abarcando aspectos mucho más allá de su propia misión de capellán ellos no solo
evangelizaron, misionaron y administraron sacramentos, sino también auxiliaron
a enfermos y moribundos, consolaron, tranquilizaron y animaron a las tropas,
fueron consejeros espirituales y además " rivalizaron durante la guerra en
su celo apostólico y caritativo”
Francisco Machuca opinaba que desde
el primer día hicieron labor cristiana y patriótica, visitando a los enfermos,
aconsejando a los indecisos, alentando el espíritu de todos y más que nada
predicando la sobriedad y combatiendo el alcoholismo.
José Clemente Larraín oficial del 7º
de Línea señalaba, nos gustaría decir lo que hay de admirable, de sublime en
aquellos sacerdotes que con su piedad su risa y sus consuelos estaban siempre
al lado del soldado, en particular en la hora del peligro o en su lecho de
dolor, eran estos entonces su único alivio y esperanzas.
El historiador Gonzalo Bulnes dice,
corresponde recordar la labor del servicio religioso y me limitare a decir.”
que los capellanes dieron pruebas de abnegación, distribuyéndose en todas las
zonas de peligro de los campos de combate para atender a los heridos y
moribundos”.
Capellán Salvador Donoso
Los capellanes cumplieron una
extenuante labor a lo ancho y largo del desierto nortino, satisfaciendo las
necesidades espirituales de las tropas y de la población civil de los
territorios ocupados, aparte del apoyo a las ambulancias con heridos que cada
día crecían más, tuvieron que vivir el dia a dia de los soldados en sus mismas
condiciones, ya sea en los desembarcos o en las fatigosas marchas por el desierto.
Para concluir diré que la labor del
capellán se concentró en una sola cosa. Caridad para los soldados. Testimonios
de estos hay muchos.
Nicanor Molinare decía, fray José
María Madariaga que en Antofagasta había llamado mucho la atención por su
carisma, inteligencia y caridad sin límites había demostrado una caridad
angelical, una constancia digna de elogios para curar soldados, consolarlos y
confortarlos... de palabra fácil, de purísimas costumbres llano en su trato con
toda persona, vivía con nuestra tropa y con ellos compartía la vida de
campamento.
Fray José María Madariaga
Un hecho que a muchos contemporáneos
impactó, puesto que muchos lo relataron, fue cuando el padre Marchant Pereira,
después de la batalla de Tacna, se bajó de su caballo para colocar sobre el a
dos soldados chilenos heridos, el señor Marchant Pereira marchaba a pie tirando
de la brida de su caballo, esto sin importarle las balas que le rosaban el
cuerpo y consolando a los soldados heridos con cariñosas palabras.
Se consigna este hecho que enaltece a
los capellanes de nuestro ejército que como Marchant Pereira no abandonaron un
solo momento a los heridos prodigándoles toda clase de atenciones y los
consuelos de la religión.
La Canción del Cura y la Beata. Película Caliche Sangriento.
Referencias:
Boletín de la guerra del Pacífico
1879-1881
Correspondencia de capellanes en la Guerra
del Pacífico
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