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miércoles, 28 de febrero de 2018

LOS PUETAS DE EL ARENAL




“Los Puetas de el Arenal" La vida y desenlace del Pequén Pérez. Minero de Caracoles.
     Quien en su vida no ha leído algún texto de Jorge Inostroza, ese mismo autor del “Adiós al 7° de línea” la historia novelada de la Guerra del Pacífico que ha sido una de las publicaciones más exitosas y vendidas de nuestro país. Pero entre todos sus libros hay uno que no es tan conocido y que lleva por título "El Rescatado por Dios" de la editorial Zig-Zag, entre los múltiples relatos que componen este libro (Juan López, José Santos Ossa) se encuentra este título “Los Puetas de el Arenal” y narra – en parte - la vida y desenlace de un Minero de Caracoles llamado Silvestre Pérez, alias el Pequén Pérez. Un relato muy entretenido, que espero lo disfruten.

A considerar:
     En Chile se dice y se entiende lo siguiente. “Como el Pequén” Que no se inmuta con nada, que actúa con desparpajo sin amilanarse.
“Los Puetas de el Arenal"

Dice así:

     Este relato, jirón de vida lleno de sabor y de ingenua fiereza, fue encontrado en unas pobres hojas de papel, cosidas con aguja e hilo, en uno de los bolsillos de la guerrera de Silvestre Pérez, alias el "pequen", soldado del famoso batallón "Atacama". este hombre cayó acribillado por las balas en la batalla de Tacna. El inconcluso diario de campaña del soldado Silvestre Pérez comienza con una carta dirigida a su madre y dice:
     Mamita relinda: espero que al recibo de ésta esté usté alentá y que no le haga caso a las cotorras de sus vecinas que le habrán llenado la cabeza de zumbaeras de que "¡tú chiquillo se te jué a la guerra!" "que te lo van a matar", "que no va a volver más" y que "quién te va a mantener"; y otras pamplinas por el estilo. porque sepa usted, mamita linda, que yo la dejo asegura antes d'irme; y que si me voy es, por un la´o, porque hay que sacarle la mugre a los enemigos que nos declararon la guerra ayer, y por otro la´o, y esto me lo va a tener que perdonar usté, porque me cargué un cristiano y es mejor irse a la guerra a que lo sequen a uno en la cárcel, ¿no? ¿que cómo fue?, preguntará usté. pue, hei'stá l'historia...
     Silvestre Pérez narraba a su madre que había tenido que venirse desde el mineral de caracoles hasta Santiago y cómo en la estación hizo amistad con un sujeto de extraña apariencia. Expresa en su pintoresco lenguaje: "era rarazo el ñato; con una levita apretá en las caerás, pantalones gombilla y un cuellazo duro que le llegaba hasta las orejas. me dijo por debajo de un bigote de columpio:
— “y clarito, amigo: Santiago es chile y hay que saber onde ir pa aprovechar las licencias que uno se da".

— y yo que no vengo na sunco, aunque soy un cuneo — le replicó maliciosamente el "Pequen Pérez", dejándose llevar de su costumbre de versificar, y agregó haciendo tintinear un puñado de monedas en su bolsillo—: y no vengo na pidiendo una limosnita, porque

Viene un enganche y me engancho
y me voy pa caracoles
y de allá traigo hartos soles
pa remoler con los mauchos.


El historiador Sergio Villalobos nos habla sobre las grandes diferencias que se daban entre un minero nortino y un sureño, previo a la Guerra del Pacífico.


     El flamante amigo de la estación hizo un gesto de entendimiento y dijo con expresión ladina: —¡macanudo, pues, ganchito! usted sabe: platita en la mano.,., y ... ¡güeno, en Santiago hay dos laos pa onde partir, dos navajitas pa afilar, dos soguitas que enrollar. en la esquina de San Diego viejo con el camino de cintura está la fonda popular, a la que hasta este cantar le han hecho:
Un día domingo fui
a la fonda popular;
lo primero que allí vi
tomar, cantar y bailar.

     El "pequen Pérez" frunció el morro con desprecio; consideraba eso poco. Si hasta en caracoles, que no era más que un yacimiento minero, había cosas mejores.
Mineral de Plata de Placilla de Caracoles. 1873

—¡pare el arpa entonces! —lo atajó el santiaguino—. yo le dije que en Santiago había dos laos pa onde ir.

—¿y el otro? —quiso saber el "pequen".

—onde la Peta Basaure, la dueña de "el arenal".

—¡chis, si es por arenal, de la pampa vengo! —saltó el "Pequen". Los dos amigos echaron a andar hacia el río Mapocho, ya que la fonda mentada estaba en la "calle ancha de Maruri", al lado de la cañadilla.

—este arenal tiene muchazos espejismos, gallo —iba diciendo el santiaguino, y como el "pequen" le preguntara cómo era la fonda, le expresó con calor—: hei es donde se juntan los "puetas" d'esta tierra y pelean a versainas. la Peta Basaure es como su reina.
—¿y vale la pena la china? — quiso saber el "Pequén".
y el santiaguino le enhebró también una versaina propia:
Es el sol en camiseta,
la luna en refajo corto,
y cuando levanta una pierna
el diablo pide socorro.

El ingenuo y sabroso diario de campaña de Silvestre Pérez describe su llegada ante la famosa fonda, frente a la cual un grupo de músicos, con bombo y platillos, tocaban una tonada, mientras uno de los "puetas" pregonaba a voz en cuello:
¡Pasar a ver, señores!
que aquí con alegría pueden beber.
no se pide, ni se exige,
no se regala, ni se da,
no se admite ningún pije,
pero el que quiera gastar
bailando con niñas dijes,
venga y entre al "arenal".
"el arenal" es, señores,
la fuente de juventud,
la fonda más reputa . . . da,
donde no entra la virtud.
y cuando sus puertas abre
una risa a todos gana
porque empieza la jarana
donde la peta Basaure.
¡bolos, billares y niñas!
¡rayuela y riñas de gallos!
¡ricos mostos de las viñas
de san Javier y san Carlos!

     "En el portón de la fonda estaba un tipo parao. mi amigo me dijo que era uno de los mentaos "puetas". Tenía una corbata de mariposa, lacia, que le chorreaba por la pechera, y una melena chascona que le colgaba desde la nuca hasta respalda. en fin, entramos y nos siguió. pasamos a la cancha de bolos y él siempre detrás. llegamos a los billares y dale a seguirnos. entramos al reñidero de gallos y también entró. y entonces fue que comenzó la cosa.
     Salió de aentro una mujer morena, cuarentona, sabrosa, pelinegra, de
ojazos garzos y picarones y una boca..., ¡maire mía! era la peta basaure, famosa porque daba un beso o un tajo con el mismo desplante. me clavó los ojazos y tirité. el amigo me dijo por lo bajo:

—Afírmese que agora los "puetas" lo van a agarrar pa'l bautizo. como usted tiene entuavía puesto el culero de los mineros y los mineros traen plata; usté me entiende."
     El "Pequen" se pasó la mano por el cuero que llevaban sus pantalones en las posaderas y miró a los cuatro hombres que estaban apoyados en el mesón. eran iguales al que los había seguido desde la entrada, al fondo estaban dos tocadores de guitarra.
—¿y esos cuatro melenúos son los "puetas"? —quiso saber el "pequen" y su flamante amigo le respondió en sordina:

—¡y de fama, pue! el que nos vino siguiendo desde la entrada es el gran Nicasio García; el del lao, Manuel Clavero, y los otros dos, el Chago Moore y el "cuatro ojos", bautizado Hipólito Casas-Cordero. y cállese porque agora le van a echar una versaina, como quién no quiere la cosa, pa tomarle el pulso. Efectivamente. el gran Nicasio hizo un gesto displicente a los guitarreros y salmodió con desdén:
Un cunco llegó a gastar,
como quien dice: ¡aquí tengo!
un joven dijo: ¡convengo!
y le miraba el culero,
y él le dijo: soy minero,
de la cordillera vengo.

Silvestre Pérez tomó cancha en el reñidero de gallos y respondió al contrapunto:
De la cordillera vengo
a caballo en un pequen,
él a pequeñas conmigo
y yo a pequeñas con él.

la Peta Basaure batió palmas con entusiasmo y fue a tomar de un brazo al "pequen", al que llevó al mesón.

—¡bravo, así se habla y se risponde! —exclamó, y manoteando con su brazo libre ordenó al gran Nicasio.
—: Don Nicasio, salga y dígale al maestro que se dentre con la banda pa que empiece el canto y el baile agora mesmo.

Y usté, don Hipólito Casas-Cordero, hágame la bondad de decirle a la "morocha" que nos mande un apiao pa entrar en confianza.

—con todo gusto, petita. sí es su boquita la que manda —acató el "cuatro ojos" con voz relamida y haciéndole una ceremoniosa reverencia. después salió en busca del trago.
     La Peta Basaure se había acaparado al "Pequen", mientras la música de la banda tocaba aires, cuándos y refalosas. Por sobre los bailarines, los cuatro "puetas" miraban al "Pequen" con envidia y enojo. en una pausa de la banda, el "pequen" tomó una guitarra, la pulseó y payó mirando a la moza con sus ojos más golosos:

Una niña me miraba
y su gestito me hacía.
¡benaiga la moza diabla,
benaiga la linda niña!

     la peta Basaure lo atisbo burlona y siguiendo a las guitarras le respondió:
no me mirís tan bravo,
gallito leso.
si te sentís tentao
quédate quieto.

     Entonces fue que terció el "pueta" Casas-Cordero. afirmándose las gafas sobre la nariz, recitó:

Me fui a pelear a la guerra
como valiente soldao,
pero dejé aquí en mi tierra
a mi bien idolatrao.
y mientras en la campaña
hallé la gloria,
otro aquí con mi prenda
cantó victoria.

     La Peta Basaure miró a casas-cordero con expresión interrogante, presentía el desafío que el "pueta" quería plantear, y terminó de convencerla la copla que éste lanzó en seguida:
Yo soy el Casas-Cordero,
ese que llaman cuatrojos,
que gira de norte a sur
saltando espinas y abrojos.

     Entonces intervino también el gran Nicasio, que igualmente estaba agitado por la inquina. dijo con voz áspera, desafiante:
Soy hombre de pelo en pecho
y de riñoná tapa,
donde pego la corná
llega a saltar el afrecho.

     El "Pequen" no se amilanó ante los dos rivales. lejos de eso, rasgueó la guitarra con más bríos y replicó:
El que quiera castigarme
sepa que tengo puñal,
un corazón en el pecho
y sangre que derramar.


     La Peta Basaure presintió que iba a armarse una tremolina y, buscando conciliación, saltó al medio de la pista, haciendo señas al director de la banda.
—¡estamos aquí pa divertirnos y no pa matarnos! —gritó-—. ¡venga una cueca pa que-escobillemos el suelo y haya paz y alegría en "el arenal"!

     El "Pequen" se acercó presuroso, a un guiño coqueto que le hizo la peta y bailó con ella, apuñalado por la espalda por los ojos de los cuatro "puetas". y al final, cuando se acercó una china trayéndoles dos cachos de chicha, espetó a su prenda el aro tradicional:

Aro, aro, dijo ña pancha Lecaros,
donde me canso me paro,
pongo la pechuga al viento
y el espinazo al reparo.

Y la Peta Basaure le respondió, rozando el cacho con sus labios rojos:
Alzo el codo hasta la cruz
de las estrellas que miran
y sigo marcando el compás
de esta cueca santiaguina.

     "La Peta Basaure me tenía embrujao —sigue contando el diario de campaña de Silvestre Pérez—, bailaba mirándome a mí sólo, como si quisiera comerme con sus ojazos. y otro que me miraba, pero como pa comerme mascao y escupió después, era el "pueta" el gran Nicasio. no le hacían naita'e gracia las mariguanzas que me estaba haciendo la peta Basaure. y las caras de carnero enojao que ponía me daban más ganas de hacerlo difariar. por eso más que to´o fue que, cuando terminó el tercer pie, agarré la guitarra y le dije a la buena moza:
Contigo quisiera estar
adentro de mi aposento,
todas las llaves perdidas,
todos los cerrajeros muertos.

     Y su rival el gran Nicasio no se quedó atrás. arrinconando a la Peta con su mirada, le confesó:
Te quiero más que a mis ojos,
más que a mis ojos te quiero.
pero más quiero a mis ojos,
porque mis ojos te vieron.

     E Hipólito Casas-Cordero acotó también por su cuenta:
Desempedraré tu calle
y la llenaré de arena,
para mirar las pisadas
de los que rondan tu reja.

     La Peta Basaure se fastidió y terció en el contrapunto:
Al que lo quieren de balde
no venga pidiendo celos,
que harto favor se le hace
con quererlo pelo a pelo

     Después le hizo un desprecio respingado y, aprovechando que la banda comenzaba a tocar un aire, salió a bailar con el Chago Moore. entretanto, el "pequen" y el gran Nicasio se habían entendido a miradas y el segundo pasó a otro reñidero de gallos que había en el patio vecino.

     Desde el centro de la redondela hizo una seña al "Pequen" y lo esperó con la mano metida en el anca del pantalón. Silvestre Pérez se acercó manoseando en la faja la cacha de su cuchillo. No hicieron falta muchas palabras, las precisas no más.

—¡la Peta Basaure es mía y no admito entrometidos! —dijo el gran Nicasio.

—la Peta no es de naiden sino de aquel a quien ella quiera darse y ser por él recebía —le replicó el "Pequen"—. y esta noche parece que ése soy yo y la recibo.

—no aguanto el mal gancho. lo corto ¡con esto! —dijo el gran Nicasio y sacó de un tirón una descomunal navaja. El "Pequen" lo imitó casi al segundo, y, cuchillo en mano, le propuso:

—¿la peliamos? ... ¿cómo en las tierras del norte?

—cómo más pronto termine uno de los dos.
     El "Pequen" se desenrolló la faja, y, como en la pampa salitrera, amarró con ella uno de sus tobillos con el opuesto de su contrincante.

—¿hasta que uno de los dos quede finao? —preguntó tranquilamente, y el otro dijo:

—¡trato hecho!
     "d'hei nos echamos un poquito p'atrás, nos engolvimos el brazo izquierdo con las chaquetas, nos hicimos una venia y comenzamos a pegar puñaladas que era un gusto, clavaos al suelo, amarraos pie con pie    sigue expresando el diario de Silvestre Pérez.

     Y confiesa después con desenfadada ironía—: ¿pa qué decir na? él era apenas un "pueta" y yo minero viejo; antes de que terminara la música el gran Nicasio estaba cantándole versainas a taita dios, tendido de espaldas en el reñidero de gallos. tambaleándome como un borracho por causa de un rasguño que me bajaba desde la sien hasta el pescuezo, me desamarré del difunto y, cuando levanté la cabeza, allí estaba la peta mirándome con tamaños ojos."
—¿qué jue lo que hiciste, minero? —le preguntó espantada, y el "Pequen", cansado, le respondió simplemente:

—quiso jugar a la pelea de gallos y entonces hicimos una apuesta.
—¿qué apostaron?

—un beso suyo, mi prienda.

     La Peta Basaure escondió al "pequen" en su dormitorio, pero fue inútil. un mirón cantó; parece que fue una mujer. y la ronda de guardias entró en el cuarto al salir el sol.

—¡andando, minero! ¡y usted también, doña peta! —los conminó el jefe—. uno por homicidio en la persona del "pueta" Nicasio García, que en gloria esté; la otra, por encubridora.

     Los sacaban a la calle cuando, cruzando el puente, vieron acercarse a un piquete de soldados haciendo redoblar los tambores de enganche. al mismo tiempo el Chago Moore llegaba gritando la noticia de que el presidente de la república había declarado esa noche la guerra al Perú y Bolivia. Comenzaba la movilización. los cuarteles se estaban llenando de voluntarios. y empezaban a salir los regimientos hacia Valparaíso, para partir al norte.
     La Peta Basaure se aferró a uno de los brazos del jefe de los guardias y le dijo, envolviéndolo con una de esas miradas suyas:

—Mi sargento, ¿estando la patria en peligro, va usted a privarla de unos brazos fuertes de minero, sólo porque se acriminó con un cristiano en un duelo de honor? el muerto pudo ser él mesmo. lo llamo a sentimiento, mi sargento. déjenos en libertad y yo le juro que, tanto este hombre como yo, la usaremos na más que pa defender a la patria.
—¿cómo podré comprobarlo? —exigió el sargento, desconfiado.

—viéndonos cómo nos enrolamos en ese piquete de enganche que va por la cañadilla.

—sea —aceptó el sargento, y empujó a la peta y al "pequen" hacia los soldados.

     La futura cantinera se despidió agitando un brazo y encomendando a los tres "puetas" que restaban que le cuidaran "el arenal" hasta su regreso. Después, tomada del brazo de su hombre, se metió en la columna militar. así se fueron a la guerra la peta Basaure y Silvestre Pérez.
     El minero murió en la batalla de Tacna. y ella, por amor a su recuerdo y a su tierra, se dejó matar en el pueblo de Chorrillos, empecinándose en vendar a un herido, bajo las balas, con jirones de su enagua.
 El enganche de los poetas - Los Cuatro Cuartos
De nuestra consideración.
¿Existió la Peta Basaure y su fonda llamada el arenal?
Los relatos históricos nos dicen:
     La más famosa fonda del sector, hacia la época de la Guerra del Pacifico, fue la de la “Peta Basaure”, una controvertida regenta de la fonda de Maruri o del Arenal, como se le conocía y que tan bien se describe en el libro de Maximiliano Salinas y de acuerdo con los estudios de Antonio Acevedo Hernández, de la siguiente forma:
Una Chingana. Claudio Gay
     “Era una mujer celebre en los fastos de la alegría popular. Su fonda situada en la esquina norponiente de las calles anchas de Maruri, o Marul como le denominaba el pueblo, y la de Lastra…Tenia una puerta muy ancha, en la entrada sobre Maruri. Su regenta, la Peta, era por los años de la Guerra del Pacifico, una mujer de unos 40 años. Alta, robusta, pelinegra, ojos oscuros grandes y picarones; gran bailadora de cueca y resbalosa. Que tenía la facultad de dar un beso con tanta presteza como daba un tajo con el puñal.”
     La fonda, no solo era reconocida como una de las mejores de Santiago, si no también, porque su dueña generaba las más ácidas críticas debido a que se decía que ella también era célebre por sus orgías y por el desborde de energía salvaje. Según Acevedo Hernández, esta inigualable señora, gozaba de la animadversión de las mujeres de clase alta, aunque ella misma ya había sido excomulgada, varias veces.
Don Jorge Inostroza Cuevas

Referencias:
Memoria Chilenas. Las Chinganas
Museo Regional de Atacama
Batallones de Atacama



1 comentario:

  1. Y entonces, ¿se engancharon los "puetas" para seguir a la Peta Basaure?

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