Tal vez la
historia hubiese sido distinta para Mejillones – en cuanto a su desarrollo temprano
– si la idea del ferrocarril minero hubiese fructificado, si realmente se
hubiese construido, pero no podemos definir, si las eventualidades acaecidas fueron
fruto de una total inoperancia gubernamental (de sus reparticiones) si hubo
manos foráneas (intereses) que retrasaron y llevaron finalmente al fracaso esta
idea, o simplemente esta obra fue una víctima de las fatalidades. Pero vamos a la historia, la historia del
Ferrocarril de Mejillones.
Ferrocarril de Mejillones
Dice el eximio
historiador Don Isaac Arce en su libro “Narraciones Históricas de Antofagasta”,
que, en varias ocasiones, se hicieron tentativas para establecer una
comunicación ferroviaria entre el litoral boliviano y algunos pueblos del
interior; pero, por distintas causas, estos proyectos fracasaron o no pasaron,
de simples ideas poco realizables o, a lo más llegaron a hacerse algunos
estudios que no revistieron importancia. De esta índole resultó la concesión
hecha por el Gobierno de Bolivia a don Roberto R. Brown, el 3 de agosto de
1868, para construir una línea ferroviaria de Cobija a Potosí; y de igual forma
la otorgada a los Señores Aramayo y Mattheu Voodfield el 22 de mayo de 1871,
para construir otra de Mejillones a Chiu-Chiu.
La concesión hecha
a la Empresa Salitrera de Antofagasta, o sea a Melbourne Clark y Cia. para
tender una línea ferroviaria, como lo dijimos a su debido tiempo, era
exclusivamente para el servicio de sus salitreras, y nadie tenía ni la más
remota idea de las circunstancias que iban a mediar más tarde para que esta fuese
prolongada después hasta el interior.
Cuando se tuvo
noticias del descubrimiento del rico mineral de Caracoles, desde un principio
no se pensó en otra cosa, y de distintas ciudades se enviaron solicitudes al
Gobierno para construir un ferrocarril al mineral. De entre los muchos
proponentes, vamos a citar algunos:
- Dorado
Hermanos, para construirlo de Mejillones a Caracoles.
- J.
J. Aguirre-Zabala, de Cobija a Miscanti y Guacati y de ahí en dos ramales a
Calama y Caracoles.
- Gustavo
Bordes y Cia., de Mejillones, pasando por Caracoles y Chiu-Chiu, terminando en
Santa Bárbara.
El
Barón Enrique Guillermo María Amoux de Riviére, de Mejillones a Caracoles, como
también los señores Patrón y Espejo, Gil de Gumucio, Domingo Soruco, José
Ventura, Carrera y Claros, Dámaso Izcate, Telésforo Aguirre, Avelino Aramayo,
Juan Davies Campbell y Demetrio Quint.
- Rafael
Barazarte, de Antofagasta a Caracoles. Esta propuesta fue presentada cuando los
industriales don Justo Peña y don Francisco Bascuñán Álvarez descubrieron el
camino que une el mineral con este puerto.
Cupones de los bonos emitidos por el Gobierno de Bolivia para
la construcción del F C. de Mejillones a Caracoles.
Pues bien. Ninguna
fue admitida, y Ia única que mereció la aprobación del Gobierno boliviano fue
la que presentaron los señores Wattson y Meiggs, el 10 de julio de 1872,
asociados de los señores Marcial Martínez y José Manuel Brown, que los
representaban.
Las bases
principales del contrato eran:
- (1) El
Gobierno emitía bonos al 80%, con la condición de que si se cotizaban a más del
90%; seria divisible la diferencia entre los encargados de emitirlos y el
Gobierno.
- (2) Los
empresarios se comprometían a colocar los bonos al 7 % de interés y al 2% de
amortización acumulativa, pudiendo el Gobierno aumentar el fondo de
amortización o pagar todo el crédito de una vez, cuando lo creyere conveniente.
- (3) Con
el resultado de esta negociación, los empresarios se obligaban a construir por
el valor de 40,000 bolivianos cada milla del ferrocarril de Mejillones a
Caracoles, cuya extensión era de 100 millas. El plazo para terminar la obra era
de tres años y los empresarios se comprometían a dar una garantía de 200.000
bolivianos.
Por ambas partes,
el contrato quedó garantizado con el producto de la explotación del mismo
ferrocarril y con los derechos de exportación de los minerales del litoral,
destinados a hacer el servicio de los intereses y amortización. Finiquitados
los trámites legales, se confió la dirección de los trabajos al acreditado
ingeniero señor Houston, que había construido el ferrocarril de Eric y varios
otros en Estados Unidos e Inglaterra, quien llamó para que lo secundasen en los
estudios y construcción a los ingenieros Víctor Pretot Freire, Duval, Mac-Evoy,
Denyson y Bloon.
El ingeniero señor
Hugo Reck fue designado por el Gobierno para la fiscalización de los trabajos.
Rápidamente empezaron a hacerse los estudios y se aceptó el siguiente trazado:
la línea, trasmontando los cerros, saldría frente a Mantos Blancos y pasaría
por Cuevitas, Salinas y Punta Negra.
La iniciación de
los trabajos fue celebrada con grandes fiestas, y en una correspondencia
transmitida de Mejillones a un periódico de La Paz, con fecha 30 de enero de
1873, encontramos los siguientes detalles:
- “El
dia de ayer - decía esa publicación - este puerto ha presentado un espectáculo
sublime. En él, tuvo lugar la iniciación oficial de los trabajos del
ferrocarril que debe unir el mar Pacifico con el rico mineral de Caracoles. El
entusiasmo es tanto más justo y natural, cuanto se trata de la primera
ceremonia de este género en Bolivia, del primer ferrocarril que se implanta en
la República.
Mejillones 1874
- “La
localidad presenta un risueño aspecto. La población embanderada; los buques
empavesados. El buque chileno, de guerra, “ABTAO” con las banderas de Chile y
Bolivia al tope; el “ABTAO, en el momento preciso de la inauguración, disparó
21 cañonazos. “El señor José Manuel Brown, como empresario y representante de
la Empresa, leyó un hermoso discurso, el que fue contestado por el Subprefecto
señor Buitrago. “Sucesivamente hicieron uso de la palabra el cura señor Juan
José Pizarro Mendoza y el juez de partido, Doctor Orihuela.
- "Concluida
esta ceremonia la concurrencia regresó al puerto, donde se sirvió un lunch de
200 cubiertos, en un salón arreglado con todo gusto. Ahí se destacaban, entre
otras, y en grandes caracteres, estas inscripciones: "Viva la República de
Bolivia" - "Ferrocarril de Mejillones " "Nil desparandun
"- "Libertad y Progreso "--”. La industria es la savia y la vida
de los pueblos. "
-
"El
señor Buitrago brindó en el banquete por el comandante del "ABTAO" y
la marina chilena"
Corbeta Abtao
Los trabajos
iniciados se continuaron con toda actividad, pero algunos meses después
tuvieron que paralizarse por serias dificultades que se suscitaron entre el
Gobierno y los contratistas. Subsanadas estas, se reanudaron; pero los bonos no
tenían la aceptación que en un principio y se cotizaban con cierta depresión y
flojedad.
Así se
prosiguieron los trabajos, con una serie de tropiezos, hasta que el 12 de julio
de 1875, por un acuerdo entre el Gobierno y los contratistas, se transfirió la
concesión a don Enrique Meiggs, dejando constancia que en esa fecha el Gobierno
debía a la Empresa la suma de 248.894.76 bolivianos.
Pero este nuevo
concesionario, lejos de darle mayor impulso a la obra, se ocupó más bien, según
pudo comprobarse, en vender algunos materiales del Ferrocarril, y en percibir
los derechos de exportación de pastas y minerales que se le habían adjudicado
para que continuara y diera término a la obra.
Proceder tan
incorrecto trajo por consecuencia que el Gobierno rescindiera el contrato, con
fecha 10 de julio de 1877.
Había ya varias
millas enrieladas y los terraplenes llegaban hasta más allá de Cuevitas, actual
estación del Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia.
En estas
circunstancias, el Gobierno pidió nuevas propuestas, pero no se presentó ningún
interesado.
En 28 de marzo de
1878,los señores Luis Bataille y Francisco Bascuñán Álvarez presentaron una
propuesta, pero únicamente "para la reparación y administración de la
parte utilizable del ferrocarril", la que no fue aceptada por el Gobierno
por el escaso o ningún beneficio que le iba a reportar, y esperando obtener
mejores resultados, ordenaba al Prefecto de Cobija que solicitase nuevas
propuestas y que se adjudicara el ferrocarril - así decía el decreto - al
postor que, dando mayores garantías, ofrezca su pronta reparación, de su cargo,
e independientemente del canon o cuota que se comprometiera a pagar al
Estado."
El único
interesado que se presentó fue el mismo señor Bascuñán Álvarez; pero esta vez
solo, y modificó su propuesta.
El Ferrocarril le
fue adjudicado con fecha 23 de abril de 1877, por el canon de ochocientos pesos
anuales.
El señor Bascuñán
Álvarez aprovechó las pocas millas construidas para el acarreo de los minerales
de algunas minas que se trabajaban en las proximidades de la línea, pero tuvo
que entregarlo por irrogarle demasiados gastos su explotación.
Como se ve esta
vía férrea fue fatal - empleemos este término - desde un principio, y después
que lo entregó el señor Bascuñán, el material rodante y cuanto el constituía
quedó ahí completamente abandonado.
El terremoto y
salida de mar del 9 de mayo 1877 completó su obra de destrucción, pues gran
número de carros y locomotoras fueron llevados por el mar o sepultados en la
arena.
En el Museo de la
Sociedad de Instrucción Primaria de este puerto existe una plancha de bronce
que dice: “La Boliviana”, nombre que tenía la primera locomotora del ya citado
ferrocarril. Fue hallada en Mejillones por el ingeniero don Luis Abd-EI-Kader y
obsequiada por el a dicho establecimiento.
Mientras tanto,
don Francisco J. Machado ventilaba aquí un juicio por cobro de una fuerte suma
de dinero contra los contratistas de la obra, juicio que fue fallado
favorablemente para este caballero, ordenando el Juzgado el remate de los
materiales.
En esta forma
fueron adjudicados a don Juan Neves y a don Eleazar Miranda, comerciantes de
este puerto.
Algunos años
después, (1893) don Eleazar Miranda construyó un "Ferrocarril Urbano"
con los rieles y durmientes que había adquirido en remate público y que
pertenecieron a esa desgraciada ferrovía.
El señor Miranda
vendió su Empresa, en 1906, a los señores Guillermo B. Julio y Abdón Barraza.
Los carros de este ferrocarril -una especie de góndolas de feísimo aspecto-
eran tirados por mulas. Subsistió la Empresa hasta el año 1914, fecha en que
terminó la concesión que le tenía otorgada, la municipalidad.
Para saber más:
Narraciones históricas de Antofagasta. Isaac Arce:
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